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  • Aspectos sobresalientes del año pasado
    Anuario de los testigos de Jehová 1999
    • Desde finales de mayo hasta agosto, se celebraron asambleas internacionales “Andemos en el camino de Dios” en varias ciudades de Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, seguidas de las de Alemania y Grecia. En todas ellas discursaron miembros del Cuerpo Gobernante, muchas veces mediante intérpretes. Al mismo tiempo tuvieron lugar cientos de asambleas de distrito por toda América del Norte y Europa.

      Cuando dio comienzo la primera asamblea internacional, en San Diego (California, E.U.A.), el 22 de mayo, los asambleístas estaban encantados de tener entre ellos a 45 misioneros de catorce países. Dos semanas después se reunieron en el mismo estadio los Testigos hispanohablantes. De los 25.181 asistentes a esta asamblea, más de tres mil cien eran representantes extranjeros. Como en el programa participaron oradores de la Argentina, Chile, Costa Rica, El Salvador, España, México, Perú y Uruguay, los presentes tuvieron que adaptarse al acento característico de cada uno. ¡Qué concurrencia tan feliz y entusiasta resultó ser!

      A la semana siguiente, la asistencia a la asamblea de Pontiac (Michigan, E.U.A.) fue mayor que en las anteriores: 42.763 personas; y también hubo más países representados: por lo menos cuarenta y cuatro. Las delegaciones de Gran Bretaña, República Checa y República Sudafricana constaban de más de trescientos miembros cada una. Los asambleístas procedían de catorce países europeos, ocho africanos, veinte americanos y dos asiáticos. En algunos casos, familias enteras, e incluso congregaciones completas, ayudaron con los gastos para que al menos uno de sus miembros asistiera. La presencia de tantos representantes de otros países pareció electrizar a los concurrentes. Y los discursos pronunciados por miembros del Cuerpo Gobernante —los hermanos Schroeder, Barr y Sydlik— les llegaron al fondo del corazón. Lo ocurrido fue, en palabras de un Testigo, ‘algo que relatar a las generaciones futuras, y probablemente también a las pasadas cuando se las resucite’ (compárese con Salmo 48:1, 12-14).

      Mientras se celebraba la asamblea de Pontiac, tenían lugar otras cuatro en Montreal (Quebec, Canadá), en francés, portugués, griego y árabe. A los hermanos les conmovió profundamente lo que hicieron para servirles a todos ellos los miembros del Cuerpo Gobernante, algunos de los cuales son muy mayores. La asistencia fue de 33.242 personas, con 4.071 representantes de otros países. Hubo una gran cantidad de Francia y Brasil, y bastantes de Bélgica, Guadalupe y Martinica. Estaban representados trece países africanos. Uno de los asambleístas era un hermano de Malí (África occidental) que es precursor desde hace mucho tiempo y que asistió gracias a la bondad de una mujer de negocios a la que entrega habitualmente las revistas. Un matrimonio brasileño dijo que habían vendido su automóvil para pagarse el viaje: “Fue la mejor inversión que hemos hecho jamás”.

  • Aspectos sobresalientes del año pasado
    Anuario de los testigos de Jehová 1999
    • Del 3 al 5 de julio hubo siete asambleas simultáneas en Estados Unidos, cerca de la costa del Pacífico, en Long Beach (California). Se celebraron en chino (cantonés y mandarín), coreano, inglés, italiano, japonés, tagalo y vietnamita, todas ellas en diversas instalaciones del enorme Centro de Convenciones de Long Beach. Las concurrencias oscilaron entre los 552 presentes en la sesión vietnamita y los 12.659 en la inglesa. Numerosas delegaciones de Italia y de países de Oriente disfrutaron del compañerismo de quienes procedían del resto de América, Europa oriental y África. Entre ellos se encontraban algunos hermanos que habían hecho un esfuerzo extraordinario por estar presentes. Durante los intermedios de las sesiones, algunos asambleístas vestidos con atuendos de su país iban de un grupo lingüístico a otro estrechando la mano de los hermanos, abrazándolos, intercambiando direcciones y tomando fotografías. Un hermano que participó en los preparativos de la asamblea escribió: “Todas las asambleas son buenas; el efecto de todas ellas es como una onda expansiva que se siente durante meses. Esta fue más bien como un tsunami. Fue impactante, y dejó una profunda huella en el corazón de los presentes”.

      El fin de semana siguiente de las asambleas de Long Beach, se celebró otra en español, esta vez en Houston (Texas). Entre los 34.257 asistentes había 2.820 representantes de catorce países, a los que se alojó en 1.217 hogares de Testigos texanos, quienes abrieron hospitalariamente su corazón a los visitantes.

      Una de las cosas que más impresionaron a los asistentes fue la cálida recepción que se les dispensó: el amor fraternal que les mostraron compañeros cristianos a los que no conocían. Habían leído sobre la hermandad internacional y sabían que Jehová enseña a su pueblo a amar de ese modo (Heb. 13:1, 2; 3 Juan 5-8). Pero en ese momento lo experimentaban personalmente como nunca antes. Hermanos y hermanas, jóvenes y ancianos, dieron una entusiasta bienvenida a los asambleístas en los aeropuertos. También se había dispuesto que los representantes del extranjero se quedaran en los hogares de los Testigos, lo que resultó una bendición.

      En Texas, cientos de autobuses llenos de visitantes fueron al Salón de Asambleas de Rosenberg para que los hermanos se encontraran con sus anfitriones. Allí, una multitud de unos quinientos Testigos vitorearon y aplaudieron a los asambleístas cuando estos llegaron. En Belleville (Michigan), cientos de Testigos recibían a todas las horas del día y de la noche los autobuses llenos de cansados asambleístas. Cuando estos entraban en el Salón de Asambleas, les daba la bienvenida un numeroso coro de voces que cantaba “Hermanos por diez millares” y “¡Somos testigos de Jehová!”. En el Salón de Asambleas de Mira Loma (California), muchos hermanos eran bilingües, así que cantaban alternativamente en inglés y español las estrofas de “Gracias, Jehová”. Fue una hermosa escena, y resultaba difícil encontrar a alguien que no llorara de alegría.

      En Michigan, los Testigos ofrecieron el doble de los alojamientos necesarios. Muchos telefoneaban rogando que se les concediera el privilegio de atender a algún visitante. Quienes no pudieron alojar a los asambleístas ayudaron con la comida y el transporte. Algunos representantes se encontraron con que sus anfitriones, además de recibirlos en su hogar, les cedieron su propia cama, mientras que ellos dormían en el suelo. Por las tardes y después de las asambleas, grupos de familias de Testigos, incluso congregaciones enteras, se reunían para comer o ir de campo con los concurrentes. Cantaban, bailaban bailes típicos y contaban experiencias. Fue realmente una fiesta. Aunque muchos asambleístas no sabían hablar el idioma de la familia que los alojaba, o hablaban, como mucho, solo unas cuantas palabras, encontraron maneras de hacerse entender. Cuando les llegó el momento de partir, hubo algo que dificultó la comunicación más que la diferencia de idioma: fue la emoción que les embargaba. Se había puesto el fundamento de amistades que durarán toda la vida.

  • Aspectos sobresalientes del año pasado
    Anuario de los testigos de Jehová 1999
    • El itinerario de los asambleístas de 87 países los llevó también hasta la sede mundial de la organización visible de Jehová, que realiza una parte importante de sus actividades en varios emplazamientos del estado de Nueva York: Brooklyn, Wallkill (a 144 kilómetros [90 millas] de Brooklyn) y Patterson (a 112 kilómetros [70 millas] de Brooklyn). Desde el 28 de mayo hasta el 20 de julio visitaron las instalaciones más de catorce mil quinientas personas. Fue, como dijeron muchos, “un sueño hecho realidad”. Para expresar cómo se sentían, un grupo de hermanos que visitaban el Centro Educativo de la Watchtower, en Patterson, se dispusieron en forma de coro en el comedor tras el almuerzo y cantaron a cuatro voces el cántico 42: “Este es el camino”. Profundamente impresionados por lo que vieron y por el amor y la hospitalidad que se les mostró, muchos lloraban de alegría cuando daban las gracias a los hermanos y las hermanas que habían servido de guías. No solo se conmovieron los visitantes. Los miembros de la familia Betel dijeron también que nunca olvidarán aquellos días.

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