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Valió la pena adaptarse a los cambiosLa Atalaya 2011 | 15 de diciembre
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A mediados de la década de los cincuenta, la tensión racial se fue intensificando, y a veces estallaba la violencia. En 1954, en varias asambleas de distrito hubo algunos Testigos que se ofendieron al ver que entre los oradores no había ninguno de raza negra. Nosotros instábamos a los hermanos negros a que tuvieran paciencia. En la asamblea de distrito del año siguiente, yo fui uno de los oradores del programa, y a partir de entonces más y más hermanos negros empezaron a discursar en las asambleas del sur.
Con el tiempo, la violencia racial del sur de Estados Unidos disminuyó, y poco a poco empezaron a verse congregaciones racialmente integradas. Aquello implicaba asignar publicadores a otras congregaciones así como reajustar los territorios y las responsabilidades de los hermanos que ocupaban puestos de superintendencia. Lamentablemente, a algunos hermanos, tanto blancos como negros, les disgustó aquel cambio. Pero la mayoría éramos imparciales, como nuestro Padre celestial. De hecho, muchos teníamos buenos amigos que no eran de nuestra raza. Precisamente, durante mi crianza en los años treinta y cuarenta, mi familia fue un claro ejemplo de ello.
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[Ilustración de la página 6]
Superintendentes viajantes y sus esposas en una asamblea de distrito racialmente integrada (1966)
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