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    La Atalaya 2011 | 15 de diciembre
    • En agosto de aquel año, Gerri y yo recibimos la invitación de asistir a la vigésima clase de Galaad, que empezó en septiembre. Durante el curso soñábamos con recibir una asignación en el extranjero. Mi hermana, Doris, se había graduado de la decimotercera clase y era misionera en Brasil. ¡Qué sorpresa nos llevamos Gerri y yo cuando recibimos nuestra asignación! Íbamos a visitar en la obra de circuito las congregaciones negras del estado sureño de Alabama. Esto nos decepcionó un poco porque nos habíamos hecho la ilusión de servir en un país extranjero.

      La primera congregación que visitamos estaba en Huntsville. Cuando llegamos, nos dirigimos a la casa de la hermana que nos había ofrecido alojamiento, y mientras descargábamos el equipaje la oímos decir por teléfono: “Ya han llegado los niños”. La verdad es que solo teníamos 24 años y parecíamos aún más jóvenes. Así que durante el tiempo que servimos en aquel circuito nos quedamos con el apodo de los Niños.

      En la zona sur de Estados Unidos, conocida como el Bible Belt (el cinturón de la Biblia), la mayoría de la gente respetaba mucho las Escrituras. En vista de ello solíamos usar una presentación que abarcaba estos tres puntos:

      1) Un breve comentario sobre las condiciones mundiales.

      2) La solución que ofrece la Biblia.

      3) Lo que la Biblia dice que debemos hacer.

      A continuación ofrecíamos una publicación adecuada para el estudio de la Biblia. Puesto que esa forma de abordar a las personas tuvo mucho éxito, recibí una asignación para la asamblea “Sociedad del Nuevo Mundo”, que se celebraría en 1953 en la ciudad de Nueva York: demostrar cómo hacíamos esa presentación.

      Aquel verano, a mediados de 1953, recibí la asignación de visitar los circuitos negros del sur en calidad de superintendente de distrito. Nuestro territorio abarcaba una extensa región: de Virginia hacia el sur, hasta Florida, y hacia el oeste, hasta Alabama y Tennessee. Desde luego, los superintendentes viajantes teníamos que ser adaptables. Por ejemplo, como en las casas donde nos alojábamos no había agua corriente, nos aseábamos en una bañera de estaño colocada detrás de la cocina (estufa). Por lo menos, aquella era la zona más calentita de la casa.

      Los problemas de la segregación racial

      Para poder servir en el sur de Estados Unidos, teníamos que ser previsores e ingeniosos. Puesto que a los negros no se nos permitía llevar la ropa a la lavandería, Gerri entraba y decía que iba a lavar la ropa de “la señora Thompson”, con lo que muchos pensaban que ella era una criada que trabajaba para “la señora Thompson”. Cuando los superintendentes de distrito proyectábamos la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción, yo telefoneaba al establecimiento para conseguir la pantalla y reservaba una grande para “el señor Thompson”. Después iba a recogerla. Siempre éramos amables y, por lo general, llevamos a cabo nuestro ministerio sin muchas dificultades.

      Además del prejuicio racial, había prejuicio regional contra los ciudadanos del norte de Estados Unidos. En cierta ocasión, un periódico local publicó la noticia de que James A. Thompson, hijo, representante de la Sociedad Watchtower Bible and Tract of New York, discursaría en una asamblea. Como al leer la noticia hubo quienes interpretaron que yo era neoyorquino, nos cancelaron el contrato que teníamos para celebrar la asamblea de circuito en el auditorio de una escuela. Tuve que ir al consejo escolar y explicarles que yo había cursado mis estudios en el sur, concretamente en Chattanooga. Cuando vieron que era sureño, nos concedieron permiso para celebrar la asamblea.

      A mediados de la década de los cincuenta, la tensión racial se fue intensificando, y a veces estallaba la violencia. En 1954, en varias asambleas de distrito hubo algunos Testigos que se ofendieron al ver que entre los oradores no había ninguno de raza negra. Nosotros instábamos a los hermanos negros a que tuvieran paciencia. En la asamblea de distrito del año siguiente, yo fui uno de los oradores del programa, y a partir de entonces más y más hermanos negros empezaron a discursar en las asambleas del sur.

      Con el tiempo, la violencia racial del sur de Estados Unidos disminuyó, y poco a poco empezaron a verse congregaciones racialmente integradas. Aquello implicaba asignar publicadores a otras congregaciones así como reajustar los territorios y las responsabilidades de los hermanos que ocupaban puestos de superintendencia. Lamentablemente, a algunos hermanos, tanto blancos como negros, les disgustó aquel cambio. Pero la mayoría éramos imparciales, como nuestro Padre celestial. De hecho, muchos teníamos buenos amigos que no eran de nuestra raza. Precisamente, durante mi crianza en los años treinta y cuarenta, mi familia fue un claro ejemplo de ello.

  • Valió la pena adaptarse a los cambios
    La Atalaya 2011 | 15 de diciembre
    • [Ilustraciones de la página 5]

      Nuestra asignación de Galaad: un circuito en el sur de Estados Unidos

      [Ilustración de la página 6]

      Superintendentes viajantes y sus esposas en una asamblea de distrito racialmente integrada (1966)

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