-
Un tiempo de prueba (1914 - 1918)Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
-
-
Alexander H. Macmillan, que se había bautizado en septiembre de 1900, mencionó más tarde: “Unos cuantos de nosotros pensábamos seriamente que iríamos al cielo durante la primera semana de aquel mes de octubre”.a De hecho, Macmillan, al recordar la mañana en que Russell anunció el fin de los Tiempos de los Gentiles, reconoció lo siguiente: ‘Estábamos sumamente entusiasmados, y no me hubiera sorprendido que en aquel momento sencillamente hubiéramos empezado a elevarnos como señal del comienzo de nuestra ascensión al cielo... pero, por supuesto, no sucedió nada semejante’.
-
-
Un tiempo de prueba (1914 - 1918)Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
-
-
Pero ¿quedaba mucho más por hacer en la siega? Parece que Russell así lo creía. Una conversación que tuvo con el hermano Macmillan en el otoño de 1916 indicó eso. Después de llamarle a su oficina en el Betel de Brooklyn, Russell le dijo: “La obra está aumentando con rapidez, y el crecimiento seguirá, pues hay que efectuar una obra mundial de predicar el ‘evangelio del reino’ por todo el mundo”. Russell pasó tres horas y media explicándole a Macmillan lo que le indicaba su lectura de la Biblia acerca de la gran obra que había que hacer.
-
-
Un tiempo de prueba (1914 - 1918)Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
-
-
[Recuadro en la página 62]
“Algunos habíamos sido un poco apresurados”
Al acercarse el mes de octubre de 1914, algunos Estudiantes de la Biblia esperaban recibir al fin de los Tiempos de los Gentiles su galardón celestial como cristianos ungidos por espíritu. Ilustra esta expectativa un incidente que ocurrió en la asamblea de los Estudiantes de la Biblia en Saratoga Springs (Nueva York), del 27 al 30 de septiembre de 1914. A. H. Macmillan, quien se había bautizado catorce años antes, presentó un discurso el miércoles 30 de septiembre. En él dijo: ‘Este probablemente sea el último discurso público que dé, porque pronto nos iremos a casa [al cielo]’.
Sin embargo, dos días después (el viernes 2 de octubre), en Brooklyn, donde los asambleístas tendrían otra reunión, el hermano Macmillan fue objeto de bromas sin mala intención. C. T. Russell, como cabeza de mesa del comedor, anunció: “Vamos a hacer algunos cambios en el programa del domingo [4 de octubre]. A las 10.30 del domingo por la mañana el hermano Macmillan nos dará un discurso”. ¿Qué efecto tuvo esto? Macmillan más tarde escribió: “Todos se rieron de buena gana al recordar lo que yo había dicho el miércoles en Saratoga Springs, ¡mi ‘último discurso público’!”.
“Bueno —siguió diciendo Macmillan—, entonces tuve que apresurarme a buscar qué decir. Hallé el texto de Salmo 74:9: ‘No vemos ya nuestras señales: no hay más profeta, ni hay con nosotros quién sepa hasta cuándo’. Ah, eso era diferente. En aquel discurso traté de mostrar a los hermanos que algunos quizás habíamos sido un poco apresurados al creer que nos iríamos al cielo inmediatamente, y que lo que teníamos que hacer era seguir ocupados en el servicio del Señor hasta que él determinara cuándo cualquiera de sus siervos aprobados sería llevado a su hogar celestial.”
-