-
¿Hay algo que de verdad pueda unirnos?La Atalaya 2001 | 15 de septiembre
-
-
¿Hay algo que de verdad pueda unirnos?
SIN importar cuáles sean sus creencias, probablemente concordará en que hay personas que aman la verdad en casi todas las religiones, personas que sienten un profundo aprecio por lo que es auténtico y están dispuestas a buscarlo, independientemente de que sean hindúes, católicas, judías o de cualquier otra confesión religiosa. Sin embargo, parece que la religión divide a la humanidad. Incluso existen quienes la utilizan con fines siniestros. ¿Es posible que algún día se unan las personas sinceras, de todo credo, que aman la rectitud y la verdad? ¿Podrían reunirse para un fin común?
Resulta inquietante observar que la religión es, cada vez con más frecuencia, causa de división. Piense en algunos de estos conflictos. Hindúes y budistas luchan en Sri Lanka. Protestantes, católicos y judíos protagonizan sangrientos altercados. “Cristianos” combaten con musulmanes en Chechenia, Indonesia y Kosovo. En marzo de 2000, dos días de enfrentamientos relacionados con la religión ocasionan la muerte de 300 nigerianos. No cabe duda de que el odio religioso ha alimentado la ferocidad de estas contiendas.
La gente sincera a menudo se siente consternada a causa de las atrocidades que se llevan a cabo en el nombre de la religión. Por ejemplo, a muchos creyentes practicantes les ha horrorizado saber que diversas iglesias han permitido oficialmente que algunos sacerdotes culpables de abuso sexual de menores sigan ocupando su puesto. Otros se sienten muy avergonzados debido a las divisiones que existen entre las denominadas sectas cristianas sobre asuntos como la homosexualidad y el aborto. Es evidente que las religiones no han unido a la humanidad. Sin embargo, hay auténticos amantes de la verdad en muchas de ellas, como lo demuestran las siguientes experiencias.
Anhelaban la verdad
Fidelia era una sincera y devota católica que asistía a la iglesia de San Francisco, en La Paz (Bolivia). Se postraba ante la imagen de María y ponía frente al crucifijo las mejores velas que podía comprar. Todas las semanas, entregaba al sacerdote una gran cantidad de alimento para que lo distribuyera a los pobres. Pese a todo, se le murieron cinco hijos antes de que pudiera bautizarlos. Cuando el sacerdote le dijo que los cinco estaban sufriendo en la oscuridad del limbo, ella se preguntó: “Si Dios es bueno, ¿cómo puede suceder algo así?”.
Tara, médica de profesión, fue educada como hindú en Katmandú (Nepal). Siguiendo costumbres ancestrales de siglos de antigüedad, adoraba a los dioses en los templos hindúes además de tener ídolos en casa. No obstante, la desconcertaban interrogantes como “¿Por qué hay tanto sufrimiento?” y “¿Por qué muere la gente?”. Sus creencias no le proporcionaban respuestas satisfactorias a sus preguntas.
Por otro lado, Panya se crió como budista junto a un canal de Bangkok (Tailandia). Se le enseñó la idea de que el sufrimiento es consecuencia de los actos cometidos en vidas anteriores, y que para librarse de él hay que suprimir todo deseo. Como a otros budistas sinceros, le enseñaron a respetar profundamente la sabiduría de los monjes de la túnica amarilla que iban a casa al amanecer en busca de limosna. Practicaba la meditación y coleccionaba imágenes de Buda creyendo que lo protegerían. Tras sufrir un grave accidente que lo dejó paralizado de la cintura para abajo, empezó a visitar los monasterios budistas, esperando una curación milagrosa. No halló cura ni iluminación espiritual, sino que entró en contacto con el espiritismo y comenzó a practicarlo.
Un estadounidense de nombre Virgil llegó a formar parte de un grupo denominado Musulmanes Negros mientras estudiaba en la universidad. Distribuyó con celo sus publicaciones, las cuales sostenían que el hombre blanco es el Diablo, y que por eso había cometido tantas atrocidades contra los negros. Aunque era sincero en lo que creía, le inquietaban algunas preguntas: “¿Cómo pueden ser malas todas las personas blancas? ¿Por qué está tan relacionada la predicación con el dinero?”.
Aunque creció en Sudamérica, donde predomina el catolicismo, Charo era protestante convencida. Le agradaba no tener nada que ver con la idolatría que la rodeaba, y disfrutaba de asistir a la iglesia todos los domingos a escuchar un servicio religioso de gran emotividad, en el que, después de gritar “¡Aleluya!”, cantaban y bailaban. Charo creía sinceramente que había conseguido la salvación y había nacido de nuevo. Pagaba a la iglesia el décimo de sus ingresos y cuando su televangelista favorito solicitaba contribuciones, le enviaba dinero para los niños de África. No obstante, al preguntarle a su pastor por qué un Dios de amor atormenta las almas en el infierno, se dio cuenta de que él en realidad no sabía la respuesta. Posteriormente, también descubrió que sus contribuciones no eran para los niños africanos.
Pese a sus diferentes antecedentes, estas cinco personas tenían algo en común: amaban la verdad y buscaban con sinceridad respuestas verídicas a sus interrogantes. ¿Pudiera llegar a unirlas la adoración verdadera? El próximo artículo contestará a esa pregunta.
[Ilustración de la página 4]
¿Es posible que personas de distintos antecedentes lleguen a estar verdaderamente unidas?
[Reconocimiento de la página 3]
G.P.O. (Jerusalén)
-
-
La adoración verdadera une a las personasLa Atalaya 2001 | 15 de septiembre
-
-
La adoración verdadera une a las personas
AUNQUE la religión, por lo general, suele dividir a la humanidad, la adoración del único Dios verdadero tiene el poder de unirla. Cuando Israel era el pueblo elegido de Dios, muchos gentiles sinceros se sintieron atraídos a la adoración pura. Por ejemplo, Rut abandonó a los dioses de su tierra natal, Moab, y le dijo a Noemí: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rut 1:16). Para el siglo primero de nuestra era, multitud de gentiles se convirtieron en adoradores del Dios verdadero (Hechos 13:48; 17:4). Posteriormente, cuando los apóstoles de Jesús comenzaron a difundir las buenas nuevas por lugares distantes, otras personas sinceras se unieron para adorar al Dios verdadero. El apóstol Pablo escribió: “Ustedes se volvieron de sus ídolos a Dios para servir como esclavos a un Dios vivo y verdadero” (1 Tesalonicenses 1:9). ¿Tiene hoy dicha adoración el mismo poder de unión?
Los escépticos insisten en que no es correcto hablar de “adoradores verdaderos” ni de un “Dios verdadero”, quizás porque no conocen ninguna fuente que enseñe la verdad. Pero quienes la buscan, sin importar sus antecedentes, se han dado cuenta de que la religión no es cuestión de gustos y que la única persona que merece nuestra adoración es el Creador de todas las cosas, Jehová Dios (Revelación [Apocalipsis] 4:11). Puesto que él es el auténtico Dios, tiene derecho a decidir cómo debe adorársele.
A fin de ayudarnos a conocer sus requisitos, Jehová se ha comunicado con nosotros mediante su Palabra, la Biblia. En la actualidad, casi todo el mundo tiene acceso al libro completo o a algunas porciones de él. Además, el Hijo de Dios indicó: “Si permanecen en mi palabra, [...] conocerán la verdad” (Juan 8:31, 32). Por lo tanto, la verdad puede conocerse. De hecho, millones de personas de corazón sincero de diferentes antecedentes religiosos la están abrazando con valor y se están uniendo para practicar la adoración genuina (Mateo 28:19, 20; Revelación 7:9, 10).
Unidad mundial en nuestros tiempos
Una profecía extraordinaria del libro bíblico de Sofonías, que habla de la unión de personas de diversos orígenes, dice: “Entonces [yo, Jehová Dios] daré a pueblos el cambio a un lenguaje puro, para que todos ellos invoquen el nombre de Jehová, para servirle hombro a hombro” (Sofonías 3:9). ¡Qué hermosa es esta imagen de gente que ha transformado su vida y sirve a Dios en unidad!
¿Cuándo se cumplirían estas palabras? Sofonías 3:8 señala: “Manténganse en expectación de mí —es la expresión de Jehová— hasta el día en que me levante al botín, porque mi decisión judicial es reunir naciones, para que yo junte reinos, a fin de derramar sobre ellos mi denunciación, toda mi cólera ardiente; porque por el fuego de mi celo toda la tierra será devorada”. Así es, Jehová da a los mansos de la tierra el cambio a un lenguaje puro durante el tiempo en que él reúne a las naciones, pero antes de derramar sobre ellas su cólera ardiente. Estos sucesos se realizan en la actualidad, pues ya se está reuniendo a dichas naciones para la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso en Armagedón (Revelación 16:14, 16).
Para unir a su pueblo, Jehová le da un lenguaje puro, que incluye una buena comprensión de la verdad bíblica acerca de Él y sus propósitos. Hablar este lenguaje implica creer en la verdad, enseñarla a otras personas y vivir en armonía con las leyes y principios divinos. Exige rechazar la política divisiva y desarraigar del corazón actitudes egoístas como el racismo y el nacionalismo, también divisivo, que caracterizan a este mundo (Juan 17:14; Hechos 10:34, 35). Toda la gente de corazón sincero que ama la verdad puede aprender este lenguaje. Observe cómo las cinco personas mencionadas en el artículo anterior —entonces separadas en sentido religioso— se han unido para adorar al único Dios verdadero, Jehová.
Unidos por la adoración verdadera
Cuando Fidelia, católica devota, compró una Biblia para un trabajo escolar de su hija, pidió al sacerdote que le explicara con las Escrituras lo que les había sucedido a sus cinco hijos fallecidos. El resultado fue una gran desilusión. De modo que cuando los testigos de Jehová la visitaron, les preguntó algo parecido. Al leer en su propia Biblia la verdad sobre el estado en que se encuentran los muertos, se dio cuenta de que su Iglesia la había engañado. Aprendió que las personas fallecidas no tienen conciencia de nada y que, por lo tanto, no están sufriendo en el limbo ni en ningún otro lugar (Salmo 146:4; Eclesiastés 9:5). Fidelia se deshizo de todas sus imágenes religiosas, abandonó la Iglesia y comenzó a estudiar la Biblia (1 Juan 5:21). Durante los últimos diez años ha disfrutado de enseñar al prójimo la verdad bíblica.
Tara, de Katmandú, se mudó a un país donde hay pocos templos hindúes, por lo que decidió visitar una iglesia metodista con la esperanza de satisfacer sus necesidades espirituales. Pero no halló respuesta a su pregunta sobre el sufrimiento humano. Entonces se comunicaron con ella los testigos de Jehová y le ofrecieron un curso de la Biblia. Tara dice: “Me di cuenta de que un Dios de amor no podía ser el responsable de todo el sufrimiento que hay en este planeta [...]. Me llenó de alegría la perspectiva de un nuevo mundo pacífico y unido” (Revelación 21:3, 4). Tara se desprendió de sus imágenes hindúes, dejó de seguir las costumbres religiosas de su país natal y halló verdadera felicidad ayudando, como testigo de Jehová, a satisfacer las necesidades espirituales de otras personas.
Panya, budista, ejercía la adivinación cuando los testigos de Jehová lo visitaron por primera vez en Bangkok, por lo que le fascinaron las profecías bíblicas. Él relató: “Cuando supe por qué las condiciones actuales difieren de lo que Dios se propuso originariamente y que él ha hecho provisión para deshacer el daño ocasionado por quienes lo rechazan a él y a su soberanía, fue como si me hubieran quitado una venda de los ojos. Todo lo que decía la Biblia armonizaba entre sí. Llegué a amar a Jehová como persona, lo que me motivó a practicar lo que sabía que era correcto. Anhelaba ayudar al prójimo a apreciar la diferencia entre la sabiduría humana y la piadosa. La sabiduría verdadera ha cambiado mi vida”.
En cuanto a Virgil, con el tiempo comenzó a albergar serias dudas sobre sus creencias religiosas. En vez de pedir a Dios que le mostrase el modo de ayudar a las personas de raza negra y de orar a favor de lo que él consideraba una organización racista que parecía fomentar el odio hacia los blancos, le suplicó a Dios que le enseñara la verdad, sin importar cuál fuera ni dónde se hallara. “Después de esa fervorosa oración me dormí. Cuando desperté al día siguiente —recuerda—, encontré en casa un ejemplar de la revista La Atalaya [...]. Debieron deslizarla por debajo de la puerta.” Enseguida empezó a estudiar la Biblia intensamente con los testigos de Jehová. Él comenta: “Me sentía satisfecho por primera vez en mi vida. [...] Comenzaba a vislumbrar un rayo de esperanza”. Poco después, Virgil adoraba a Dios junto a quienes ofrecen a las personas la única esperanza verdadera, recogida en la Palabra de Dios, la Biblia.
Charo, de Latinoamérica, se quedó impresionada cuando una Testigo llamada Gladys empezó a ayudarla llevándola al mercado, tras haber observado que tenía algunos problemas con sus hijos pequeños. Con el tiempo, Charo aceptó la oferta de Gladys: un estudio bíblico gratuito en su hogar. Al aprender en su propia Biblia que no todas las personas buenas van al cielo pero que Jehová también bendecirá a los seres humanos con vida eterna en la Tierra, se sorprendió muchísimo (Salmo 37:11, 29). Charo lleva quince años dando a conocer esta misma esperanza a cuantos la rodean.
Imagínese una Tierra habitada por personas sinceras que adoran unidas a Jehová, el único Dios verdadero. Pues no es una ilusión. Es lo que Jehová ha prometido. Mediante su profeta Sofonías, Dios declaró: “Ciertamente dejaré permanecer en medio de ti un pueblo humilde y de condición abatida, y realmente se refugiarán en el nombre de Jehová. [...] No harán injusticia, ni hablarán mentira, ni se hallará en su boca una lengua mañosa; [...] y no habrá nadie que los haga temblar” (Sofonías 3:12, 13). Si le atrae esta promesa, tome a pecho la siguiente exhortación bíblica: “Busquen a Jehová, todos ustedes los mansos de la tierra, los que han practicado Su propia decisión judicial. Busquen justicia, busquen mansedumbre. Probablemente se les oculte en el día de la cólera de Jehová” (Sofonías 2:3).
-