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Página 2¡Despertad! 1987 | 8 de junio
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A lo largo de los siglos se han hecho millones de oraciones por la paz.
Pero, quizás, ningunas han sido tan insólitas como las que hicieron los líderes religiosos del mundo a finales de 1986 en Asís (Italia).
¿Qué pasó en Asís? ¿Fue realmente importante aquella reunión? ¿Escucharon las oraciones y actuaron en conformidad con ellas los miembros de aquellas religiones? ¿Las escuchó Dios?
Un corresponsal de ¡Despertad! en Italia analiza estas preguntas en los artículos siguientes.
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¿Quién escucha las oraciones en favor de la paz?¡Despertad! 1987 | 8 de junio
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¿Quién escucha las oraciones en favor de la paz?
¿QUÉ hacía en el mismo escenario un indio norteamericano, ataviado con su gran plumero de colores, junto a un sacerdote ortodoxo griego? ¿Por qué estaba sentado el Dalai Lama budista con el arzobispo de Canterbury? ¿Qué podrían tener en común un rabino judío y un metropolitano de la iglesia ortodoxa rusa? ¿Y por qué presidía esa reunión el papa Juan Pablo II de la iglesia católica?
Hace poco, hubiera sido inconcebible que, para orar, el Papa compartiera la misma plataforma con líderes de las otras principales religiones. Sin embargo, a finales de 1986 se reunió con todas esas otras religiones en la ciudad italiana de Asís para celebrar la “Jornada ecuménica de oración por la paz”. El Papa fue el anfitrión del encuentro, y lo convocó en vista de que las Naciones Unidas habían designado el año 1986 como el Año Internacional de la Paz.
En Asís se pronunciaron diversas oraciones por la paz. Pero, ¿quién las escuchó? ¿El Dios Trinitario de la cristiandad? ¿El Dios de los judíos? ¿Alá de los musulmanes? ¿El Gran Pulgar y el Trueno Rugiente de los animistas? ¿Hubo alguno de estos dioses que escuchase tales oraciones? Ahora que ha transcurrido algún tiempo desde el encuentro de Asís, las respuestas son evidentes.
Lo que ocurrió
Las oraciones de esos líderes religiosos fueron la culminación de la jornada internacional de oración celebrada el día 27 de octubre en Asís (Italia). En el telón de fondo de la gran plataforma que se había construido aparecía la palabra “PAZ” escrita en catorce diferentes idiomas. Dispuestos en un gran semicírculo, en cuyo centro estaba el Papa, más de sesenta líderes de las principales religiones tomaron su turno para orar desde una tribuna. Las cámaras de televisión filmaron toda la ceremonia y se dice que 500 millones de personas la siguieron por todo el mundo.
Los budistas, que oraron primero, pidieron “un océano de felicidad y gozo”. Luego los hindúes imploraron “paz para todos los seres”. Los musulmanes oraron: “Alabado sea Dios, Señor del universo”.
“Concedednos paz”, fue la súplica de los animistas africanos cuando invocaron a sus divinidades. “Ofrecemos la Pipa al Gran Espíritu, a la Madre Tierra”, dijeron los indios norteamericanos mientras fumaban la pipa de la paz. “Concede paz a la Tierra”, pidieron los judíos.
“Imploremos a nuestro Señor Dios en paz y unidad”, fue la oración de los representantes católicos, anglicanos, luteranos y ortodoxos griegos. Los sijs, zoroástricos, sintoístas y jainíes también oraron por la paz universal.
La ocasión recibe publicidad
La prensa comentó que era la primera vez que clérigos de tan alto rango de las religiones del mundo se habían reunido en el mismo lugar para orar. Por esta razón, el encuentro fue calificado de “ocasión histórica”.
Algunos creían que aquello era cumplimiento de profecía bíblica. Como Asís está ubicada en la cima de una colina, hubo quienes la consideraron el simbólico monte de Miqueas capítulo 4 y Miq 4 versículo 2. Según un artículo, el encuentro de Asís fue “una reunión predicha por el profeta Miqueas hace 2.700 años: ‘En el [tiempo del] fin el monte donde está el templo del Señor será el más alto [...]. Todos los pueblos se reunirán al pie de ese monte y dirán: Subamos a la montaña del Señor. Él nos enseñará lo que tenemos que hacer’”.— Voce delle Contrade.
El periódico Il Sabato publicó este entusiástico comentario: “Es la primera vez que ocurre algo semejante desde la Torre de Babel. En aquella ocasión, debido a su deseo de alcanzar los cielos, los hombres fueron divididos. Hoy, los hombres son unidos por sentimientos religiosos que los hacen receptivos a la dádiva de Dios: la paz”.
Surgen preguntas importantes
No hay duda de que ese suceso fue un espectáculo. Sin embargo, hizo surgir preguntas naturales. El diario La Nazione preguntó: “¿Cumplió su propósito ese mensaje? ¿Habrá llegado al corazón de los 500 millones de observadores? ¿Habrá abierto brecha en la posición intransigente de aquellos que, directa o indirectamente, determinan y dirigen los acontecimientos y el destino del mundo?”.
Las personas pensadoras se hacen otras preguntas: ¿Acepta Dios todas las oraciones sin importar el tipo de adoración que se practique? ¿Es suficiente con orar por algo sin averiguar cómo ve Dios la cuestión? ¿Ha motivado este encuentro a la gente a trabajar en pro de la paz? ¿Qué aprendemos del pasado? Y, por encima de todo, ¿qué dicen las Escrituras en cuanto a cómo se logrará la paz mundial?
También debemos preguntarnos: ¿Fue el encuentro de las religiones de este mundo en Asís realmente una Torre de Babel del día moderno?
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¿Una Torre de Babel moderna?¡Despertad! 1987 | 8 de junio
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¿Una Torre de Babel moderna?
LA ANTIGUA Torre de Babel se ha convertido en un símbolo de confusión y desacuerdo. Fue allí, donde hace unos 4.000 años, Dios confundió las lenguas de la gente. ¿Por qué? Porque se rebelaron contra él. Rehusaron obedecer a Dios, centrando su vida en los planes de hombres imperfectos. De modo que Dios los esparció. (Génesis 11:1-9.)
¿Acaso fue tan diferente lo que sucedió en Asís? ¿Estaba justificada aquella reunión? ¿Realmente promovieron la paz mundial aquellos líderes religiosos de más de dos mil millones de personas?
¿Hubo unidad?
Solo unos días antes, el Papa había recalcado en un discurso: “Lo que va a ocurrir en Asís ciertamente no será sincretismo religioso [conciliación de doctrinas]”. Y añadió: “No podemos orar juntos, es decir, elevar una oración común, pero sí podemos estar presentes mientras otros oran”.
Así, el Papa indicó que el criterio que se seguía al orar por la paz era “juntarse para orar”, no “orar juntos”. Algunos comentaron que él quería evitar participar en una oración común. De esta manera, los católicos no podrían acusarlo de mezclar las diversas creencias religiosas.
Esta postura se desprende de las palabras de bienvenida que el Papa dirigió a los líderes religiosos aquella mañana. Puntualizó enfáticamente: “El hecho de que hayamos venido aquí no implica ninguna intención de buscar un consenso religioso entre nosotros o de negociar nuestras convicciones religiosas. Tampoco significa que las religiones pueden ser conciliadas sobre la base de un cometido común en un proyecto terrestre que las sobrepujaría a todas ellas”.
De modo que, ciertamente, no se iba a hacer ningún esfuerzo por conciliar las muchas diferentes enseñanzas religiosas representadas por los que se reunieron en Asís. Por consiguiente, la unidad religiosa sería imposible. La confusión de las ‘lenguas religiosas’ continuaría existiendo. Así pues, puede decirse que existe una impresionante similitud con la antigua Torre de Babel.
Esta desunión religiosa se evidencia al considerar algunas creencias representativas. Por ejemplo, el budismo no acepta la existencia de un Dios personal y enseña que la meta final del hombre es el Nirvana, una condición de absoluta bienaventuranza conseguida por la absorción del individuo en la esencia divina. Los hindúes creen en millones de dioses y en un ciclo continuo de reencarnaciones que pueden conducir al Nirvana. Las religiones católica, ortodoxa y protestante creen en una trinidad. Pero los musulmanes creen que hay un solo Dios, Alá, y que Mahoma es su profeta; sin embargo, no creen que Dios tenga un hijo. Los judíos adoran a un solo Dios, pero no aceptan a Jesús como el Mesías. Las religiones africanas creen que las plantas, los animales y los objetos inanimados tienen espíritu. Los indios norteamericanos adoran a las fuerzas de la naturaleza.
No obstante, la verdadera paz implica, por lo menos, una reunión de los diferentes pueblos. Pero las religiones que se reunieron en Asís estaban tan divididas que ¡ni siquiera podían ponerse de acuerdo para rezar una misma oración! Es seguro que Dios no puede aprobar todas esas ideas en conflicto porque, como escribió el apóstol Pablo: “Dios no es Dios de desorden, sino de paz”. (1 Corintios 14:33.)
¿Escucha Dios?
¿Cómo puede el único Dios verdadero, el Creador del cielo y de la Tierra, escuchar con favor las oraciones de líderes religiosos que no tienen ninguna intención de trabajar en pro de la verdadera unidad? La propia Palabra inspirada de Dios dice claramente que los que practican la adoración verdadera deben ‘hablar de acuerdo, y no tiene que haber divisiones entre ellos, sino que han de estar aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar’. (1 Corintios 1:10.)
Si Dios escuchase las oraciones de estas religiones divididas, no sería consecuente consigo mismo. Indicaría que aprueba aquello que condena: la división. Pero al Dios de la verdad no se le puede acusar de actuar inconsecuentemente. Él no contraviene su propia Palabra, pues “Dios [...] no puede mentir”. (Tito 1:2.) Por consiguiente, él no escucha con favor las oraciones procedentes de una adoración tan dividida.
La Biblia muestra claramente que Dios sólo aprueba aquella adoración que está en armonía con su voluntad. Jesús dijo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. También dijo que Dios “busca”, es decir, únicamente aprueba y escucha, a los que lo adoran “con espíritu y con verdad”. Eso se hace acatando su Palabra y obedeciendo sus mandamientos. De modo que Dios desaprueba a las religiones que no hacen su voluntad, tal como desaprobó a los que construyeron la Torre de Babel, quienes tampoco estaban haciendo su voluntad. Hasta rechaza a tales personas. Por ello, Jesús dijo a aquellos que hacían su propia voluntad en lugar de la de Dios: “Apártense de mí, obradores del desafuero”. (Mateo 7:21-23; Juan 4:23, 24.)
De modo que la condición espiritual de las religiones que se reunieron en Asís es lo opuesto a lo que Dios requiere de los adoradores verdaderos. En lugar de estar unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar, están fragmentadas por la desunión, tal como sucedió en la Torre de Babel.
Al examinar la evidencia histórica se hace más obvio que Dios no escucha con favor las oraciones de las religiones de este mundo que recuerdan a la antigua Babel. ¿Qué clase de cuadro presenta esa evidencia?
[Ilustración en la página 6]
Torre-templo de Babilonia
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‘Sus manos están llenas de sangre’¡Despertad! 1987 | 8 de junio
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‘Sus manos están llenas de sangre’
“AUNQUE hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de derramamiento de sangre.” Eso es lo que el Dios Todopoderoso dijo a los que profesaban servirle pero que derramaban sangre inocente. (Isaías 1:15.)
¿Son culpables las religiones de este mundo de derramar sangre inocente? Sí, ciertamente lo son. En cada una de las guerras de este siglo XX las religiones del mundo y su clero han apoyado el derramamiento de sangre. Como consecuencia, hasta miembros de la misma religión se han estado matando masivamente unos a otros.
No obstante, Jesús enseñó a sus seguidores que deberían ‘volver su espada a su lugar’. (Mateo 26:52.) El apóstol Pablo declaró: “Las armas de nuestro guerrear no son carnales”. (2 Corintios 10:4.) El poderoso mensaje de la Palabra de Dios dice que los que practican la religión verdadera deben amarse unos a otros y no derramar sangre: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio, que debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del inicuo y degolló a su hermano”. (1 Juan 3:10-12.)
Si una religión no practica esa clase de amor, sus oraciones no serán oídas por Dios. La Biblia dice: “Cualquier cosa que le pedimos la recibimos de él, porque estamos observando sus mandamientos y estamos haciendo las cosas que son gratas a sus ojos”. (1 Juan 3:22.) Pero las religiones de este mundo no han observado los mandamientos de Dios. Al contrario, han demostrado su debilidad consintiendo el degüello de unos 100 millones de personas ¡tan solo en este siglo!
¿Escucharán los gobernantes y la gente?
En su discurso de conclusión en Asís, Juan Pablo II dijo: “Invitamos a los líderes mundiales a que presten atención a nuestra humilde imploración a Dios por la paz”. ¿Escucharán este llamamiento los líderes políticos y sus súbditos en general? Para saberlo, echemos un vistazo a la historia.
La historia revela que los tratados y las oraciones por la paz no son nada nuevo. En la Edad Media, a los tratados de paz se les solía llamar treguas de Dios o treguas santas. Se proclamaban en ocasiones festivas religiosas de la cristiandad y, durante esas treguas, tenían que cesar todos los conflictos. Pero ni siquiera la amenaza de excomunión para los que violaban dichas treguas era suficiente para que los hombres las respetasen.
En el año 1915 el papa Benedicto XV hizo un llamamiento a las naciones para que pusiesen fin a la “horrenda matanza” de la primera guerra mundial. Oró a Dios por “el cese del malvado azote”. Pero ni los líderes nacionales ni sus súbditos escucharon. Y, como en ambos bandos los combatientes eran miembros de la misma religión, lógicamente Dios tampoco escuchó. Fue así que católico mató a católico y protestante mató a protestante, algo que estaba claramente en contra de los mandamientos de Dios.
En la primavera de 1939, cuando se estaban formando los nubarrones de la segunda guerra mundial, Pío XII organizó “una cruzada de oraciones públicas por la paz”. En agosto de ese año, justo antes de que estallase la guerra, hizo un llamamiento a los líderes nacionales y a sus súbditos para que abandonasen “las acusaciones, las amenazas, las causas de desconfianza mutua” con el fin de evitar lo peor.
Pero todos esos llamamientos y oraciones no detuvieron la máquina de guerra de la Alemania católica y protestante, ni tampoco impulsaron a la paz a la Italia católica o al Japón sintoísta. Y no se amenazó con la excomunión a los miembros de ninguna religión por matar a otros de su misma fe. Por consiguiente, la matanza de hermano por hermano continuó durante seis años, con el respaldo del clero de cada nación.
En respuesta al llamamiento del Papa en Asís, el 27 de octubre de 1986 se detuvieron las luchas en algunos lugares. Pero en otros países continuaron. Muchos de estos fueron países cuya religión estaba representada en Asís. Por ejemplo, en Irlanda, los guerrilleros católicos del IRA hicieron explotar una bomba. Los sijs lucharon en la India. En Afganistán, Etiopía, Líbano, Irán e Irak, así como en otras zonas, también continuó el derramamiento de sangre. Incluso en los lugares donde aquel día guardaron la tregua, justo al día siguiente se volvía a sembrar la muerte y el terror. ¡Qué paz tan extraña!
¿Podría bendecir “el Dios de la paz” esas iniciativas que indirectamente aprueban los que dejan de matar hoy, solo para empezar de nuevo mañana? ¿Aprobó Dios a Caín después que mató a Abel? ¡Sin duda que no! (Hebreos 13:20.)
No son una fuerza a favor de la paz
Encuestas recientes que se han llevado a cabo en diversas naciones indican que un gran número de personas considera que las religiones del mundo fomentan la guerra en lugar de promover la paz. Esa es la opinión del 47% de los franceses y el 48% de los israelíes.
John Taylor, secretario general de la Conferencia Mundial de Religiones para la Paz, comentó lo siguiente en el mensuario católico francés L’Actualité Religieuse dans le Monde: “Nos engañamos a nosotros mismos al pensar que la religión podría aportar luz y caridad a los conflictos, y que nosotros nos beneficiaríamos mucho uniendo las fuerzas contra la guerra, contra los armamentos. Pero al examinar estos problemas, gradualmente nos dimos cuenta de que no son los armamentos los que causan las guerras, sino los odios y las divisiones entre los hombres [...]. Y en esto también ha desempeñado su papel la religión”.
El historiador Ernesto Galli Della Loggia aún fue más explícito cuando dijo en el diario católico Avvenire: “Parece ser que la religión no ha construido una estructura unificadora entre los hombres y entre los pueblos, sino que ha hecho justo lo contrario. Ha sido así por siglos. Las más grandes religiones monoteístas no solo han luchado entre sí en una guerra sin cuartel, sino que algunas de ellas —principalmente la cristiandad y el islam— han dedicado todas sus fuerzas a exterminar las religiones animistas de los llamados pueblos primitivos. Esto ha ocurrido porque el poder religioso y el político son las dos caras de la misma moneda”.
Por esta y por otras razones, los gobiernos, o no hacen caso de los líderes religiosos, o simplemente los toleran como si fuesen una molestia necesaria. Y en sí, la religión mundial tan solo es un barniz superficial que resulta en poco o ningún beneficio para el hombre y las condiciones mundiales.
Al concluir la jornada de oración, el propio Papa admitió la responsabilidad que recaía sobre el catolicismo por todo este derramamiento de sangre. Dijo: “Estoy dispuesto a reconocer que los católicos no han sido siempre fieles a esta afirmación de fe”. Y luego, añadió: “No hemos sido siempre ‘pacificadores’. Por consiguiente, para nosotros, pero quizás también, en cierto sentido, para todos, este encuentro en Asís es un acto de penitencia”.
Pero ¿ha demostrado la religión del día moderno por sus acciones que su actitud para con la guerra ha cambiado? ¿Está realmente arrepentida de su deshonroso pasado? Hablando de guerras actuales, Ernesto Galli Della Loggia observó: “Nueve de cada diez de estos conflictos son también, por no decir principalmente, conflictos religiosos”.
De modo que las oraciones por la paz han sido inútiles. Ni los líderes políticos ni la gente las escuchan y actúan en conformidad con ellas; y Dios tampoco, pues ha dicho: “Aunque hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de derramamiento de sangre”. (Isaías 1:15.) Esa es la razón por la que el Año Internacional de la Paz, el año 1986, promovido por las Naciones Unidas y respaldado por las oraciones de las religiones de este mundo, ha resultado ser un verdadero fracaso.
[Fotografía en la página 8]
En todo el mundo hubo personas que recitaron oraciones
[Fotografía en las páginas 8, 9]
Muchos jóvenes están interesados en la paz del mundo
[Recuadro en la página 10]
Una encuesta realizada en Italia
La revista ¡Despertad! realizó una encuesta en diversas ciudades de Italia, entrevistando a cientos de personas, la mayoría de ellas católicas. Cuando se les preguntó si iniciativas tales como la jornada de oración en Asís en pro de la paz y de las treguas ayudarían a eliminar las guerras y los armamentos, el 70% dijo que no, el 17% dijo que eso tan solo era el primer paso y, únicamente el 10% creía que era un paso positivo.
Un sacerdote de Bérgamo, ciudad del norte de Italia, dijo: “Creo que la iniciativa será muy útil siempre y cuando su mensaje se lleve a cabo. Es un buen comienzo que no debe quedar aislado”.
Pero una joven católica de la misma zona dijo: “Una no puede por menos que verse afectada profundamente por la hipocresía de la gente que ha estado luchando por años, incluso por razones religiosas, y que un día deponen las armas y oran por la paz mundial sabiendo perfectamente que al día siguiente seguirán luchando”. Y una adolescente de Brescia dijo: “Reuniones como estas no ayudan a combatir la indiferencia religiosa. Si las iglesias quieren que Dios las escuche, deberían interesarse menos en la política”.
En respuesta a la pregunta: “¿Qué debería hacer la religión para contribuir de manera más efectiva a la paz?”, un católico de Turín dijo que “tendrían que disociarse de toda complicidad temporal y enseñar a los hombres a vivir sin armas”. Una joven católica de Cremona declaró: “La Iglesia tendría que haber puesto un buen ejemplo no involucrándose en las guerras y en la política. Pero ya es demasiado tarde”.
Cuando se le preguntó: “¿Qué opina de la iniciativa de paz del Papa?”, un abogado de la provincia de Pésaro respondió: “La Iglesia está utilizando el problema de la paz para su propia ventaja, para hacer propaganda del catolicismo en el mundo”. Una señora católica de 84 años dijo: “Es inútil. Si quieren una guerra, la van a empezar de todas formas”.
Hablando de los “designios políticos” de la religión, el periódico Il Corriere della Sera, de Milán, hizo este comentario significativo: “La Iglesia se aprovecha del pacifismo y promueve las iniciativas que le permiten controlar, en lugar de estar supeditada a, los debates de la opinión pública sobre las principales cuestiones políticas del momento”.
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