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  • ¿Llegará el tiempo en que no haya guerras?
    La Atalaya 1988 | 1 de noviembre
    • ¿Llegará el tiempo en que no haya guerras?

      EL PRIMERO de julio de 1916, en la agradable región agrícola de Picardía, en el norte de Francia, empezó la primera batalla del Somme. Después de tremendos bombardeos de artillería y ataques aéreos, las fuerzas británicas y francesas lanzaron lo que esperaban que fuera el ataque que abriría una ruptura decisiva entre los ejércitos alemanes atrincherados frente a ellos. Pero no hubo ninguna ruptura. En vez de eso, en el primer día murieron 20.000 soldados británicos. Las semanas pasaron y la batalla continuó sin que se lograra la ruptura deseada. En octubre las lluvias torrenciales convirtieron en un mar de lodo el campo de batalla. Para mediados de noviembre los aliados habían avanzado solo ocho kilómetros (5 millas). Mientras tanto, se habían perdido 450.000 vidas alemanas, 200.000 francesas y 420.000 británicas. ¡Más de un millón de soldados, la mayoría de ellos en su juventud, perecieron en aquella batalla!

      Esto fue solo un episodio de la I Guerra Mundial. Y la I Guerra Mundial fue solo una de las innumerables guerras de la historia, aunque fue la peor hasta entonces. ¡Qué insensata pérdida de vidas humanas!

      ¿Por qué insisten los hombres en matarse unos a otros de ese modo? Hay muchos factores implicados, entre los cuales pudiéramos mencionar el egoísmo, la ambición y la avidez, así como una pasión por el poder y el prestigio. Otra causa de la guerra ha sido el nacionalismo. Sí, la guerra es un reflejo de la exactitud de la observación que se halla en la Biblia respecto a la historia humana: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”. (Eclesiastés 8:9.)

      La religión también ha sido causa frecuente de guerras. Las cruzadas de la Edad Media las pelearon naciones religiosas con un propósito aparentemente religioso: recobrar a Palestina para la cristiandad. En las dos guerras mundiales de este siglo, clérigos de diferentes organizaciones religiosas han tratado de aprovechar los sentimientos religiosos de los soldados para predisponerlos mejor para matar a sus contemporáneos del otro bando. Y algunos conflictos violentos de la actualidad tienen cariz intensamente religioso.

      Vislumbres de esperanza

      ¿Pudiera esperarse que algún día terminaran las guerras? Sí; puede esperarse que terminen. A Jesucristo se le llama “Príncipe de Paz”. Cuando vino a la Tierra, él cumplió con lo que ese nombre significa al enseñar a la gente a amar a su prójimo como a sí misma. Hasta les dijo que amaran a sus enemigos. (Isaías 9:6; Mateo 5:44; 22:39.) Esto transformó en una apacible hermandad internacional a los que prestaron atención a sus enseñanzas en el primer siglo. Era inconcebible para ellos pelear unos contra otros. Lamentablemente, la fe pura de aquellos cristianos primitivos no permaneció incontaminada. Con el tiempo las iglesias se mezclaron en la política, y las guerras de las naciones ensangrentaron sus manos.

      Mucho tiempo después fluyeron corrientes innovadoras por Europa. Parecía que la humanidad se había cansado del guerrear incesante. En 1899, y de nuevo en 1907, se celebraron congresos internacionales en La Haya, Países Bajos. En el congreso de 1899 se adoptó un acuerdo para el “Arreglo pacífico de las disputas internacionales”. Por eso, al empezar el siglo XX muchos esperaban que poco a poco el mundo perdiera su inclinación a guerrear. Sin embargo, los cañones de la I Guerra Mundial frustraron aquellas esperanzas. ¿Significó esto que las esperanzas de la humanidad respecto a la paz nunca se realizarían?

  • La guerra que acabará con las guerras
    La Atalaya 1988 | 1 de noviembre
    • La guerra que acabará con las guerras

      EN EL aire de la noche se oía el zumbido de un enorme dirigible alemán al pasar. Aquella nave aérea regresaba a su país después de un ataque a Londres y, al pasar sobre una aldea de Essex, dejó caer unas bombas. Una de ellas mató a una enfermera que estaba allí con permiso para ausentarse de la guerra en Francia.

      Este fue un episodio menor de la I Guerra Mundial, pero muy significativo. Fue un ejemplo de que con el siglo XX, lejos de que el hombre entrara en un tiempo en que ‘no aprendería más la guerra’, ha entrado en un período en que han aumentado enormemente tanto las armas como los escenarios de la guerra. (Isaías 2:2-4.) Por miles de años las guerras se habían peleado en tierra y en la superficie del mar. Pero en la I Guerra Mundial la lucha pasó a la atmósfera y a debajo de la superficie del mar. Así, ciudadanos comunes a centenares de kilómetros de las líneas de batalla murieron como resultado de bombardeos, y la actividad de submarinos que se mantuvieron invisibles envió muchos barcos al fondo del océano.

      Sí, durante aquella primera terrible guerra mundial murieron ocho millones de soldados, y se calcula que doce millones de ciudadanos comunes murieron por causas como el hambre y la exposición a los elementos. “La tragedia de la Gran Guerra [la I Guerra Mundial] —dijo el historiador H. A. L. Fisher— fue que se peleó entre los pueblos más civilizados de Europa por una cuestión que unos cuantos hombres sensatos pudieran haber resuelto con facilidad.” Para justificar la horrenda matanza, se llamó a aquella guerra “la guerra que acabará con las guerras”. Pero pronto aquella frase pareció muy vacía.

      Una organización para la paz

      Firmada la paz en 1918, una generación amargada exigió medidas que garantizaran que jamás habría otra guerra como aquella. Así surgió la Liga o Sociedad de Naciones en 1919. Pero aquella Sociedad fue una gran desilusión. En 1939 el mundo se sumió de nuevo en una guerra mundial... una guerra más mortífera que la anterior.

      La II Guerra Mundial dejó en escombros muchas ciudades, y convirtió en pesadilla la vida del ciudadano ordinario. Después, en 1945, las bombas atómicas que cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki introdujeron al hombre en la era nuclear. Las horrorosas nubes en forma de hongo sobre aquellas dos ciudades japonesas anunciaron una amenaza que ha pendido sobre la humanidad desde entonces.

      Sin embargo, hasta antes de arrojarse aquellas bombas había planes para establecer una organización como la desaparecida Sociedad de Naciones. El resultado fue la Organización de las Naciones Unidas, que básicamente tenía el mismo objetivo que su predecesora: mantener la paz mundial. ¿Qué ha logrado esta organización? Pues bien, no ha habido una guerra mundial desde 1945, pero ha habido muchísimas guerras menores en las cuales han muerto millones de personas.

      ¿Significa eso que la humanidad nunca verá cumplida la promesa divina mediante Isaías de que los hombres ‘no aprenderán más la guerra’? No. Simplemente significa que no será el hombre quien la haga realidad. La Biblia, llamada ‘una luz para nuestra vereda’, es el libro que contiene esa promesa inspirada. Y la Biblia muestra que Dios mismo, y nadie más, finalmente hará cesar todas las guerras. (Salmo 119:105.)

      El fin de todas las guerras

      Como mencionamos en el artículo anterior, en el primer siglo hubo un grupo que estableció una hermandad internacional en la cual hubiera sido inconcebible que un miembro peleara contra su hermano o hermana. Aquel grupo fue la congregación cristiana, cuyos miembros habían ‘batido sus espadas en rejas de arado’ en un sentido muy literal. Hoy, mientras la humanidad en general lucha inútilmente por abolir la guerra, de nuevo hay un grupo que ha logrado aquella misma meta sobresaliente. ¿Quiénes son estos?

      Por años antes de 1914 los que formaban este grupito habían confiado en la Biblia. Por eso sabían que los esfuerzos humanos por abolir la guerra eran inútiles. De su estudio de la Biblia aprendieron que el año 1914 sería un punto de viraje en la historia humana, y ellos habían anunciado esto por 40 años. Tal como lo había indicado la profecía bíblica, con 1914 comenzó un tiempo caracterizado por hambres, pestes y terremotos, así como guerras. (Mateo 24:3, 7, 8; Lucas 21:10, 11.) Respecto a la I Guerra Mundial, el historiador James Cameron escribió: “En el año 1914 el mundo, como se conocía y se aceptaba entonces, terminó”.

      Antes de que aquella guerra terminara, una terrible epidemia de gripe se extendió por todo el mundo y mató a veinte millones de personas... más del doble de la cantidad de los soldados que murieron en la guerra misma. Desde entonces, enfermedades como el cáncer y, recientemente, el SIDA, han aterrorizado a la humanidad.

      Ahora note otra profecía bíblica: “Y por el aumento del desafuero se enfriará el amor de la mayor parte”. (Mateo 24:12.) ¿Vemos su cumplimiento? ¡Sí! Día tras día los medios de comunicación exponen el desafuero mundial: asesinatos, asaltos y desórdenes en general. Además, sobre la II Guerra Mundial los políticos habían predicho que traería “libertad del temor”. En contraste con eso, la Biblia predijo con exactitud que los hombres ‘desmayarían por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la tierra habitada’. (Lucas 21:26.) Una vez más las predicciones humanas fallaron, pero las palabras proféticas de Dios se cumplieron.

      El belicista principal

      Un belicista es uno que fomenta la guerra. Políticos, clérigos y hasta hombres de negocio han desempeñado ese papel. Pero nadie es mayor belicista que Satanás el Diablo, llamado en las Escrituras “el dios de este sistema de cosas”. (2 Corintios 4:4.)

      Satanás se rebeló contra Jehová Dios hace milenios, y después logró que una hueste de ángeles se le uniera. Pero en 1914 le llegó su tiempo. La Biblia nos dice: “Estalló guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el dragón, y el dragón y sus ángeles combatieron, pero este no prevaleció, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. De modo que hacia abajo fue arrojado el gran dragón, la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada; fue arrojado abajo a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados abajo con él”. (Revelación 12:7-9.)

      Esto explica por qué ha habido tanto peligro en la Tierra desde 1914. La Biblia predijo el resultado del derribo de Satanás: “¡Ay de la tierra [...]!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. (Revelación 12:12.) ¿Cuán corto sería ese espacio de tiempo? Jesús dijo: “De ningún modo pasará esta generación [la que vería los sucesos que comenzarían en 1914] hasta que sucedan todas estas cosas”. (Mateo 24:34.) ¿Qué cosas? Todos los desastres y los tumultos que Jesús profetizó para nuestros días.

      Sin embargo, la Biblia muestra que a pesar del fracaso de la Sociedad de Naciones y la impotencia actual de la Organización de las Naciones Unidas las naciones no cesarían de tratar de conseguir la paz por sus propios esfuerzos. Sí, llegará el tiempo en que piensen que han tenido éxito. Habrá un gran clamor de “paz y seguridad”, pero a esto seguirá la “destrucción repentina” de este mundo corrupto. Puesto que los hombres están en oscuridad, este giro de los acontecimientos —que vendrá “como ladrón en la noche”— tomará por sorpresa a los hombres. (1 Tesalonicenses 5:2, 3.)

      ¿A qué llevará eso? A la guerra que en verdad “acabará con las guerras”: la batalla de Armagedón, llamada en la Biblia “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso”. Esto significará la destrucción de todos los elementos malvados y sus apoyadores. “Los malhechores mismos serán cortados.” (Revelación 16:14-16; Salmo 37:9.) Finalmente se encerrará a Satanás, el gran belicista, en un lugar que le impedirá influir en la humanidad. Y llegará el tiempo en que él también será destruido. (Revelación 20:1-3, 7-10.)

      Pero note que en esa guerra no habrá destrucción sin sentido tanto del inocente como del culpable. Habrá sobrevivientes, y esos serán los que estén “rindiendo servicio sagrado [a Dios] día y noche”. Sí; los que en este mismo tiempo dejan de aprender la guerra y siguen los caminos pacíficos del cristiano verdadero sobrevivirán a esta última gran guerra. ¿Serán muchos? La Biblia los llama “una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas”. (Revelación 7:9, 14, 15.)

      Después de la tormenta

      ¡Qué alivio sentirán! En vez de muchos gobiernos nacionalistas, habrá un solo gobierno: el Reino de Dios. (Daniel 2:44; Mateo 6:9, 10.) En vez de haber gente orgullosa y ambiciosa, los mansos heredarán la Tierra y “hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. (Salmo 37:10, 11.) “Dios mismo [...] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor.” (Revelación 21:3, 4.) Jehová hará “cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra”. Las espadas serán batidas en rejas de arado, y las lanzas en podaderas, y la gente ‘no aprenderá más la guerra’. (Salmo 46:8, 9; Isaías 2:4.)

      ¿No quisiera usted vivir en un mundo como ese? ¡Por supuesto que sí! Pues bien, eso está a su alcance. El primer paso es estudiar la Palabra de Dios, la Biblia, y convencerse de que esta esperanza es verdadera y tiene base sólida. Entonces, entérese por la Biblia de cuál es la voluntad de Dios para usted ahora y obre en armonía con ella. Es verdad que el estudio implica esfuerzo, pero vale la pena. Jesús dijo que el conocimiento que usted adquiera —usado correctamente— significará “vida eterna”. (Juan 17:3.) ¿Puede haber algo que sea más importante que eso?

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