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Prestemos atención a la advertenciaLa Atalaya 2000 | 15 de febrero
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Prestemos atención a la advertencia
¡BUM! El 3 de junio de 1991, un retumbante estruendo acompañó la erupción del monte Fugen (Japón), que arrojó un torrente de cenizas y gases volcánicos; luego, esa mezcla de elementos a altísima temperatura se precipitó ladera abajo. Como consecuencia, murieron 43 personas. Muchos de los que a duras penas sobrevivieron sufrieron graves quemaduras. “Agua, agua”, gritaban algunos. Los bomberos y la policía corrían frenéticamente para ayudarlos.
UNAS dos semanas antes se había visto un domo de lava en la cima del monte Fugen, por lo que las autoridades y los habitantes estaban al tanto de la situación. Durante más de una semana antes del desastre, se advirtió a la población que evacuara el lugar. El mismo día anterior a la erupción, la policía pidió a los periodistas que se abstuvieran de entrar en la zona prohibida. Pese a todo, aquella fatídica tarde había 43 víctimas dentro de la zona de peligro.
¿Por qué se atrevieron tantas personas a entrar en la zona o a quedarse en ella? Algunos agricultores que habían desalojado sus casas regresaron para ver cómo estaban sus pertenencias y sus campos. Tres vulcanólogos trataban de acercarse al volcán todo lo posible para satisfacer su interés intelectual. Varios periodistas y fotógrafos se atrevieron a cruzar los límites porque querían conseguir una primicia de la actividad del volcán. También se encontraban allí tres taxistas contratados por la prensa. Había policías y bomberos voluntarios de servicio. Todos tenían razones para adentrarse en la zona de peligro, pero el resultado fue que perdieron la vida.
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No volvamos a la zona de peligroLa Atalaya 2000 | 15 de febrero
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EL COMETIDO de los vulcanólogos es hacer observaciones, evaluar las señales y advertir de las próximas erupciones volcánicas. (En el caso del monte Fugen, una vez que entró en erupción, la policía tuvo que mantener a la gente fuera de la zona de riesgo.)
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