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    Anuario de los testigos de Jehová para 1989
    • Otros Testigos prestaban su colaboración en la parte occidental del país, cerca de la frontera italiana. La hermana Gelmi ampliaba diapositivas de los artículos de La Atalaya que Narciso Riet introducía a través de la frontera con Italia. Entonces ella preparaba las matrices para el mimeógrafo, y las copias, una vez terminadas, se llevaban a un lugar en lo alto de una montaña. Desde allí se procedía a su distribución. La hermana Tammerl, de Innsbruck, y las hermanas Entacher (madre e hija), de Schwaz, colaboraban en la distribución de ayudas para el estudio de la Biblia a sus compañeros de creencia. Se daban cuenta de lo que podía ocurrirles si se les detenía, y estaban preparadas para enfrentarse a ello si fuese necesario.

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    Anuario de los testigos de Jehová para 1989
    • La obra sufrió un nuevo revés cuando el código secreto que empleaban las hermanas para la distribución de las revistas también cayó en manos de las autoridades. Ahora les era fácil entender lo que quería decir la frase “veinte ejemplares para ‘Resi’”... el nombre de la hermana Schreiber era Therese y la llamaban Resi para abreviar. La hermana Schreiber fue detenida y enviada al campo de concentración de Ravensbrück sin haber sido juzgada. Y ¿qué fue de su madre? Había muerto dos meses antes.

      Testificación valerosa ante el tribunal

      Transcurrido algún tiempo, la hermana Schreiber fue llevada nuevamente a Viena desde el campo de concentración. ¿Qué pretendían hacer con ella? Pronto iba a averiguarlo. Durante el proceso celebrado en la Audiencia Provincial de Viena, ella vio sobre la mesa varias revistas La Atalaya en las que aparecía el nombre de Hitler. Habían sido publicadas clandestinamente. La hermana Schreiber supuso que conocían su implicación tanto en la reproducción como en la distribución de las revistas.

      “¿Hizo usted estas copias?”, le preguntó el juez enfáticamente. Ya con anterioridad a su detención la hermana Schreiber había orado a Jehová para que pusiera las palabras adecuadas en su boca, a fin de poder dar un testimonio que lo honrase a Él. Ella asumió la responsabilidad, respondiendo con entereza: “Sí, lo hice”.

      La hermana Schreiber era una mujer físicamente agraciada y de modales distinguidos. El juez, obviamente impresionado, quiso absolverla. Pero la Gestapo la mantuvo bajo custodia y la envió de nuevo al campo de concentración. Un traslado posterior a un campo de trabajos forzados le salvó la vida, aunque tuvo que soportar cinco años y medio de detención.

      Se siguen mimeografiando publicaciones

      Esa fue una época difícil para el hermano Gölles pues, uno tras otro, iban arrestando a sus leales colaboradores. Él se esforzaba al máximo por continuar distribuyendo el alimento espiritual. Pero, ¿quién le iba a ayudar? Se acordó de una hermana que unos meses antes le había abordado y le había dicho: “Hermano Gölles, quisiera hacer algo para la obra del Señor”. Se trataba de Hansi Hron (actualmente, Buchner), que se había bautizado en 1931. Ella había pasado algunos años en el extranjero, y había regresado a Austria en un momento crítico. Estaba plenamente dispuesta a asumir la difícil misión de servir de mensajera.

      Ludwig Cyranek también ofreció su ayuda. Ya había cumplido una sentencia de dos años de prisión en Alemania. Tan pronto como fue puesto en libertad, reemprendió la actividad clandestina y puso su experiencia al servicio de los hermanos de Viena. Tomó parte en la arriesgada tarea de reproducir La Atalaya.

      Pero, ¿se habría divulgado también la ubicación del mimeógrafo? No estando seguros de la respuesta, los hermanos primero trasladaron la máquina a un lugar, y después, a otro. El hermano Cyranek preparaba las matrices, mientras que el hermano Joseph Schön, de Praga, y la hermana Anna Voll, de Viena, le dictaban el texto, y Ernst Bojanowski, junto con otro hermano, hacía las copias mimeografiadas. La hermana Hansi Hron las recogía en un lugar diferente para distribuirlas entre los hermanos.

      Nuevamente hubo que cambiar el emplazamiento del mimeógrafo, y el hermano Schön encontró en una casa de campo un lugar donde esconderlo. Allí, él y otro hermano mimeografiaban las revistas. Una vez completada esa tarea teocrática, el hermano Schön entregaba las ayudas para el estudio de la Biblia a los hermanos. Cierto día, en uno de los lugares de entrega, se le invitó a quedarse y charlar un poco. Fue un error. Poco después fue arrestado.

      La hermana Hron aprendió de esta triste experiencia. Ella tomó por costumbre hacer sus entregas rápidamente y entonces se ponía de nuevo en camino. Unos seis meses después también fue arrestada. Pero había realizado su deseo sincero de “hacer algo para la obra del Señor”.

      Con el paso del tiempo, los hermanos se hicieron más sagaces a la hora de ocultar la literatura y la ubicación de sus grupos de estudio. De esta manera, cuando la policía registraba sus hogares por sorpresa, nunca encontraba ninguna publicación. En algunos lugares los hermanos iban a las montañas o a los bosques para celebrar sus reuniones. Cuando el maíz estaba lo suficientemente crecido, se reunían en pequeños grupos en medio de los campos, entre las hileras de los tallos, donde no podían ser avistados desde la carretera. ¡Y qué apropiados eran los artículos de estudio de La Atalaya!, artículos como “Nación fiel” y “Aguante en la verdad”. Era verdaderamente “alimento al tiempo apropiado”. (Mat. 24:45.)

      El enemigo busca el mimeógrafo

      Los funcionarios públicos se disponían a asestar un nuevo golpe. Querían arrestar a tantos testigos de Jehová como fuera posible, pero también intentaban desesperadamente encontrar la multicopista que se usaba para hacer copias de La Atalaya.

      Los archivos de la Gestapo que se han podido consultar contienen una orden emitida el 8 de junio de 1940, que dice: “Por orden de la RSHA [oficina principal de seguridad del estado alemán], Berlín, el 12 de junio de 1940 todos los miembros del I.B.V., así como todas las personas que trabajan para este movimiento y todas las personas a las que se les conozca como Estudiantes de la Biblia, deberán ser puestas bajo custodia. [...] Las mujeres también están incluidas. [...] Esta medida de la policía estatal abarca todo el territorio del estado alemán y deberá ejecutarse repentinamente el día 12 de junio de 1940. Deberán registrarse las casas al mismo tiempo que se efectúan arrestos, y deberá incautarse todo lo relacionado con el movimiento de los Estudiantes de la Biblia”.

      Este ataque enemigo se llevó a cabo de manera tan fulminante que resulta imposible reconstruir los detalles. Pero sabemos que en una sola redada se arrestó a 44 hermanos y hermanas, incluyendo a la mensajera Hansi Hron.

      Sin embargo, la evidencia muestra que el enemigo estaba resuelto a hacer más que solo detener personas. Esto lo atestigua un veredicto de la audiencia de Viena fechado el 28 de enero de 1941. Dice: “Solo después de investigaciones detalladas se hizo posible encontrar el lugar donde se efectuaba la impresión. Se descubrió el escondite, y se encontró y requisó la multicopista, junto con la máquina de escribir y otros artículos”. La maliciosa satisfacción de los enemigos del pueblo de Jehová queda claramente reflejada en esas palabras.

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