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Mi servicio con la organización más progresivaLa Atalaya 1994 | 1 de agosto
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Trabajo en la emisora
Nuestra organización estaba completamente dedicada a la difusión de las buenas nuevas por cualquier medio disponible. Aunque todo el mundo necesitaba saber acerca del Reino, éramos solo unos cuantos miles de Testigos. La tecnología radiofónica daba sus primeros pasos después de la I Guerra Mundial. Sin embargo, algunos hermanos perspicaces pensaron que este medio de comunicación era el que Jehová proveía en aquel tiempo. De modo que en 1923 emprendieron la construcción de la estación de radio WBBR en Staten Island, uno de los cinco barrios de Nueva York.
A veces yo era el único operador de la emisora. Vivía en Staten Island, pero en ocasiones tenía que hacer el viaje de tres horas en ferry y tren hasta la fábrica de Brooklyn para efectuar trabajos de electricidad o mecánica. Instalamos un generador Diesel para que nuestra emisora de radio fuera prácticamente independiente. En Staten Island también teníamos nuestros propios pozos de agua y un huerto, que proveía el alimento para la pequeña plantilla que trabajaba allí y también para la familia Betel de Brooklyn.
Hasta que llegó más ayuda, las responsabilidades de la emisora me limitaron de modo importante la asistencia a las reuniones y la participación en el servicio del campo. Aparte de las vacaciones anuales, no me quedaba tiempo para actividades sociales ni viajes de fin de semana. Alguien me preguntó una vez: “Con un horario tan apretado, ¿no pensaste alguna vez en dejar Betel?”. Sinceramente, tuve que responder: “No”. Ha sido un privilegio y un gozo vivir y trabajar junto a tantos hermanos fieles. Y siempre había trabajo que hacer, algún nuevo proyecto que acometer.
Produjimos y radiamos dramas emocionantes. Como no existían en aquel entonces grabaciones de efectos especiales, tuvimos que inventar nuestros propios métodos. Fabricamos una máquina que simulaba el sonido de una brisa suave o de una violenta tormenta. Para imitar el sonido de los cascos de caballo sobre calles adoquinadas, golpeábamos con medias cáscaras de coco tablas acolchadas. Cada drama era una empresa espectacular. Y la gente los escuchaba. En aquellos días de pocas distracciones, mucha gente se sentaba y prestaba atención a la radio.
En los años veinte y principios de los treinta, la Sociedad hizo historia en la radiodifusión, conectando repetidas veces el mayor número de estaciones para un solo programa. De este modo las buenas nuevas del Reino llegaron a millones de personas por todo el mundo.
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[Fotografía en la página 25]
Robert Hatzfeld en los controles de la emisora WBBR
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