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Fui uno de los supervivientes del hundimiento del Bismarck¡Despertad! 1987 | 8 de octubre
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Fui uno de los supervivientes del hundimiento del Bismarck
UNA enorme llamarada surgió de la popa del buque de guerra británico Hood. Inmediatamente ascendió una columna de fuego de unos trescientos metros de altura y formó una oscura nube de humo. Esta aumentó de tamaño y ascendió hacia el cielo, dejando caer residuos incandescentes al mar.
Cuando el humo se disipó, no quedaba nada del Hood, un crucero de batalla británico de 42.000 toneladas, el orgullo de la Royal Navy. Un proyectil del acorazado alemán Bismarck había alcanzado un depósito de municiones. De modo que a las seis de la mañana del 24 de mayo de 1941, en las costas de Islandia perecían más de 1.400 marineros británicos, con tan solo 3 supervivientes.
Ya fueran amigos o enemigos, nadie que presenció esta terrible escena pudo permanecer indiferente. Es cierto que la tripulación del Bismarck, donde yo estaba al mando de una batería antiaérea, se regocijó por la victoria. Sin embargo, noté que algunos de los marineros que estaban a mi alrededor tenían lágrimas en los ojos mientras observaban cómo se hundía el navío británico. Se ponían en el lugar de los marineros que estaban perdiendo la vida.
El “Bismarck” atacado
El 18 de mayo por la tarde, abandonamos Gotenhafen, actualmente el puerto báltico de Gdynia (Polonia). Nuestra escuadra tenía la misión de atacar a la Marina mercante aliada en el Atlántico Norte. Esto era parte de la “Operación Rheinübung”, o Ejercicio de Renania, que había sido planeada por el Almirantazgo alemán.
Al mando de nuestra misión estaba el almirante de la flota, Lütjens. Su buque insignia era el orgullo de la Marina de guerra alemana, uno de los acorazados más potentes del momento: el Bismarck. Desplazaba más de cincuenta mil toneladas y tenía una tripulación superior a los dos mil hombres. Al saber que habíamos entrado en el Atlántico Norte, varios barcos británicos se pusieron en camino un par de días después para interceptar al Bismarck.
Cuando el 24 de mayo hundimos el Hood, cada uno de los buques británicos se preparó para hundir el Bismarck. Esa noche, el portaaviones Victorious lanzó un ataque de aviones torpedo. Yo estaba al mando de una batería antiaérea de 20 milímetros situada hacia el estribor de la proa. Aún hoy puedo ver a aquellos aviones británicos volando a ras de agua, viniendo directamente contra nuestro intenso fuego. Un torpedo nos alcanzó, pero causó pocos daños. Conseguimos eludir a nuestros perseguidores por más de treinta horas.
No obstante, el 26 de mayo por la mañana, un avión Catalina de reconocimiento británico nos localizó de nuevo. El portaaviones británico Ark Royal mandó dos fuerzas de asalto que lanzaron trece torpedos contra nosotros. Esta vez, dos de ellos alcanzaron al Bismarck, y uno causó graves daños al timón. Como resultado, perdimos el control del barco y empezamos a navegar en un inmenso círculo. A pesar de todo, estaba convencido de que nada grave podía pasarnos. Pero las horas que se avecinaban iban a demostrarme que estaba equivocado.
El “Bismarck”... un blanco fácil
Durante la mañana del 27 de mayo, fuimos rodeados por buques de guerra británicos. Estos abrieron fuego, y literalmente hicieron llover sobre nosotros muerte y destrucción. Nos alcanzaron, por lo menos, ocho torpedos y varios cientos de proyectiles. Aunque se había convertido en un blanco fácil, el Bismarck se mantuvo a flote obstinadamente.
La situación a bordo era desesperada. Los botes salvavidas estaban estropeados debido a los proyectiles y los ataques aéreos. Reinaba una absoluta desolación. Por todas partes había metal retorcido. Un humo negro salía de los agujeros que se habían abierto en la cubierta. Varios incendios incontrolados estaban causando estragos. Los muertos y heridos yacían por doquier.
Se dio la orden de abandonar el barco. Los supervivientes abarrotaron la parte trasera del buque, con los chalecos salvavidas bien ajustados. Yo estaba entre los que saltaron al mar, con el viento detrás de nosotros para evitar que las olas nos estrellaran contra el casco del barco. Una vez en el mar, nuestra única meta era nadar tan deprisa como pudiéramos para evitar ser tragados con el barco a medida que este iba hundiéndose hasta, finalmente, desaparecer.
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Fui uno de los supervivientes del hundimiento del Bismarck¡Despertad! 1987 | 8 de octubre
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Me dieron un permiso, y en mi camino de regreso a Alemania me enteré de que solo 110 de los más de 2.000 miembros de la tripulación del Bismarck habían sobrevivido.
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