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Perspectivas sombrías¡Despertad! 2002 | 22 de septiembre
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Perspectivas sombrías
IMAGÍNESE esta situación: unos terroristas diseminan secretamente virus de viruela en tres centros comerciales de Estados Unidos. El virus infecta a compradores desprevenidos. En poco más de una semana se les diagnostica la enfermedad a veinte personas. El virus sigue propagándose durante los siguientes días. Cunde el pánico. Reinan los disturbios. El sistema de atención sanitaria no da abasto. Las fronteras se cierran. La economía se desestabiliza. Veintiún días después del ataque inicial, la enfermedad se ha propagado a veinticinco estados y otros diez países. Para entonces, 16.000 personas se han infectado y 1.000 han fallecido. Los médicos calculan que, tres semanas más tarde, la cantidad de infectados ascenderá a 300.000, y una tercera parte de ellos morirá.
Este no es el argumento de una película de ciencia ficción. Son los resultados de un ejercicio de simulación informática llevado a cabo en junio de 2001 por un prestigioso grupo de investigadores con el fin de prever lo que probablemente sucedería si se produjera un ataque biológico de ese tipo.
Para muchos, esas sombrías perspectivas adquirieron un sentido nuevo y amenazador tras los dramáticos sucesos del 11 de septiembre de 2001. Los ataques contra el World Trade Center (Nueva York) y el Pentágono (Washington, D.C.) demostraron que existen personas dominadas por el odio resueltas a masacrar sin piedad a su prójimo. Probaron también que Estados Unidos —y, por extensión, todo país— es vulnerable a tales ataques. Vivimos en un mundo en el que los terroristas, si se lo proponen, pueden acabar en un instante con la vida de miles de personas.
Poco después de los sucesos del 11 de septiembre, varios políticos estadounidenses y empleados de los medios de comunicación recibieron cartas que contenían la mortífera bacteria del ántrax (carbunco). La gente estaba asustada. Los medios de comunicación y los expertos en la materia avivaron los temores especulando sobre la posibilidad de que algunos terroristas atacaran con gérmenes patógenos aún más letales, como el de la peste bubónica o el de la viruela; también se planteó la idea de que algunos “estados disidentes” tal vez ya estuvieran produciendo en masa dicho material biológico en laboratorios clandestinos. Veamos algunos ejemplos de lo que se ha publicado recientemente:
“La World Medical Association reconoce la creciente amenaza de que se utilicen armas biológicas para provocar epidemias devastadoras que pudieran propagarse a escala internacional. Todos los países se encuentran potencialmente en peligro. La diseminación de microorganismos como el de la viruela, la peste y el ántrax podría resultar catastrófica, no solo por las enfermedades y muertes que ocasionaría, sino también por el pánico que tales brotes generarían.” (American Medical Association.)
“A diferencia de las bombas y los gases neurotóxicos, las armas biológicas actúan con sutileza: el período de incubación de la enfermedad hace que la calamidad aumente de forma lenta e imperceptible. Al principio, solo unas pocas personas ingresan en los hospitales. Los síntomas que presentan tal vez desconcierten a los médicos o se parezcan a los de enfermedades más comunes. Para cuando los profesionales de la salud se dan cuenta de lo que sucede, ciudades enteras podrían estar infectadas.” (Revista Scientific American.)
“Si hoy se liberara el virus de la viruela, la mayor parte de la población mundial estaría indefensa, y en vista de que el índice de mortalidad que ocasiona la enfermedad ronda el 30%, podrían morir casi dos mil millones de personas.” (Revista Foreign Affairs.)
‘Todos los países en peligro’, ‘ciudades enteras infectadas’, ‘podrían morir dos mil millones de personas’: declaraciones como estas son, desde luego, alarmantes. Ahora bien, ¿qué probabilidades hay de que se desencadene un ataque biológico catastrófico? Los expertos lo están estudiando. Para entender algunas de las cuestiones implicadas, lo animamos a leer el siguiente artículo.
[Ilustración de la página 4]
Personal militar respondiendo a un ataque biológico simulado
[Reconocimiento]
Foto DoD del cabo Branden P. O’Brien, Infantería de Marina de Estados Unidos
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Armas silenciosas: ¿constituyen una amenaza verdadera?¡Despertad! 2002 | 22 de septiembre
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Armas silenciosas: ¿constituyen una amenaza verdadera?
LA TÁCTICA de matar gente en tiempos de guerra contagiándoles una enfermedad no es nueva. En la Europa oriental del siglo XIV se catapultaron cadáveres de víctimas de la peste bubónica por encima de las murallas de una ciudad sitiada. En otra ocasión, cuatrocientos años más tarde, unos oficiales británicos entregaron deliberadamente mantas infectadas de viruela a los indios norteamericanos que estaban entablando negociaciones de paz durante la guerra francesa e india. Aquella acción provocó una epidemia que contribuyó a la rendición de los indios. Sin embargo, no se descubrió que los microbios producen enfermedades infecciosas hasta finales del siglo XIX, hallazgo que abrió nuevas y espantosas posibilidades de utilizar la enfermedad como arma.
Cierto, el progreso en el campo de la medicina y la ciencia también ha conducido al descubrimiento de fármacos y vacunas que han resultado muy útiles para tratar y prevenir enfermedades. No obstante, pese a dichos adelantos, las enfermedades infecciosas continúan siendo un temible enemigo que mata a más de diecisiete millones de personas todos los años: unas cincuenta mil por día. ¡Qué paradoja!: mientras que hombres y mujeres brillantes han dedicado su vida a conquistar las enfermedades del ser humano, otras personas de igual calibre han centrado su fervor en conquistar a seres humanos por medio de la enfermedad.
Tentativas de proscribir las armas biológicas
Por más de veinticinco años, Estados Unidos, la ex Unión Soviética y varias otras naciones trabajaron con afán por desarrollar armas biológicas. Pero en 1972 se decidió prohibir ese tipo de armamento. Aun así, ciertos países continuaron en secreto con sus labores de investigación hasta el punto de acumular grandes cantidades de agentes biológicos letales y crear además los medios para lanzarlos contra sus objetivos.
¿Qué condujo a la proscripción oficial de tales armas? Según el pensar que existía a principios de la década de 1970, los agentes biológicos, si bien altamente letales, no son prácticos en el campo de batalla. Por un lado, su efecto no es inmediato, los síntomas tardan cierto tiempo en aparecer; por otro, su eficacia varía según las fluctuaciones del viento y del estado del tiempo. Además, las naciones se dieron cuenta de que si una de ellas atacaba a otra con armas biológicas, esta probablemente contraatacaría con su propio arsenal biológico o nuclear. Por último, el hecho de utilizar adrede organismos vivos para incapacitar o matar al prójimo provocaba repulsión moral a muchas personas.
Pero no parece que ninguna de estas razones vaya a disuadir a los que están ciegos de odio y dispuestos a obrar al margen de las normas morales tradicionales. Las armas biológicas poseen un inmenso atractivo para quienes deseen provocar una matanza indiscriminada. Pueden fabricarse y utilizarse en secreto. La identidad del agresor puede mantenerse oculta y, en caso de conocerse, no resulta fácil tomar represalias contra una red terrorista que tiene células en muchos países. Además, un ataque biológico silencioso, invisible, de acción lenta y letal provocaría tal grado de terror que, por sí solo, ya desestabilizaría a la población. Los atentados contra los cultivos o el ganado ocasionarían escasez de alimentos y una verdadera crisis económica.
Otro incentivo es el costo relativamente bajo del desarrollo de armas biológicas. Un estudio realizado para calcular lo que costaría utilizar diversos tipos de armamento para matar a civiles indefensos en una extensión de un kilómetro cuadrado indicó que con armas convencionales costaría 2.000 dólares; con armas nucleares, 800; con gases neurotóxicos, 600, y con armas biológicas, solo un dólar.
Obstáculos tecnológicos para los terroristas
En las noticias se dice que algunos grupos terroristas han hecho experimentos con armas biológicas. Sin embargo, existe una gran diferencia entre experimentar con armas biológicas y lanzar un ataque eficaz con ellas.
Para lograr sus objetivos, el terrorista —o la organización terrorista— tiene que superar enormes problemas técnicos. En primer lugar, ha de obtener una cepa suficientemente mortífera del germen patógeno. En segundo lugar, tiene que saber la manera correcta y segura de manipularlo y almacenarlo. En tercer lugar, debe saber producirlo en grandes cantidades. Es cierto que pequeñas cantidades de microorganismos son lo bastante letales como para arrasar un campo de cultivo, una manada de animales o la población de una ciudad, siempre y cuando alcancen de lleno al objetivo. Sin embargo, no es fácil que los agentes biológicos sobrevivan fuera del laboratorio. En realidad, apenas una fracción de ellos alcanzaría el objetivo planeado, por lo que se necesitarían cantidades inmensamente mayores para lanzar un ataque catastrófico.
Y eso no es todo. El terrorista debe saber cómo mantener vivo y activo el agente patógeno mientras lo transporta desde el lugar donde lo guardaba hasta el lugar donde lo va a liberar. Por último, ha de saber cómo dispersarlo con eficacia, lo que implica asegurarse de que las partículas sean del tamaño adecuado, que se extiendan por una zona geográfica lo bastante amplia y que su concentración sea la necesaria para conseguir una infección en masa. A un equipo estadounidense de investigadores especializados en el campo de la guerra biológica les tomó más de diez años producir un sistema confiable de diseminación. Cuando los microorganismos se dispersan en la atmósfera, la luz solar y la variación de temperaturas a la que quedan expuestos pueden matarlos. Por lo tanto, para convertir un agente biológico en arma hace falta conocer a fondo cómo reacciona en el aire.
En vista de la multitud de obstáculos técnicos implicados, no es de extrañar que haya habido pocos atentados terroristas con armas biológicas. Además, el número de víctimas mortales de tales atentados es reducido. Recientemente, unas cartas contaminadas con ántrax mataron a cinco personas en Estados Unidos. Trágico, es cierto, pero se habrían producido más víctimas con un pequeño explosivo o hasta con una pistola. Los investigadores calculan que desde 1975, en el 96% de los atentados perpetrados en el mundo con armas químicas o biológicas fallecieron o sufrieron daños un máximo de tres personas.
Reconociendo lo difícil que sería tener éxito en un atentado biológico, el British American Security Information Council dijo: “Aunque los gobiernos reciben muchas amenazas de terrorismo químico y biológico, la mayoría de los analistas creen que las situaciones catastróficas con un gran número de víctimas, si bien posibles, son muy improbables”. De todas formas, aun cuando no haya muchas probabilidades de que se produzca un ataque de ese tipo, las consecuencias serían terribles.
Las malas noticias
Hasta aquí nos hemos limitado a las buenas noticias: el hecho de que tanto las dificultades técnicas como la historia indican que no es probable que se produzcan ataques biológicos catastróficos. Las malas noticias son, en pocas palabras, que la historia no es una guía segura del futuro. Aunque la mayoría de los atentados del pasado han fallado, los del futuro pudieran tener éxito.
Existe inquietud, pues cada vez hay más terroristas decididos a cometer una matanza humana colectiva. Los grupos terroristas no solo cuentan con tecnología cada vez más perfeccionada, sino que sus recursos económicos y técnicos son equiparables a los de algunos gobiernos.
No parece que los expertos teman que las naciones entreguen armas biológicas a grupos terroristas. Un analista comentó: “Los gobiernos, por despiadados, ambiciosos y extremistas que sean, se negarán a ceder armas no convencionales a grupos terroristas sobre los que no pueden ejercer pleno control; tal vez se vean tentados a utilizarlas ellos mismos en un primer ataque, pero es más probable que las empleen para intimidar que para una verdadera guerra”. Lo que en realidad preocupa a los expertos es que con ofertas lucrativas se consiga que científicos especializados trabajen para grupos terroristas.
Enfermedades programadas
Los adelantos en el campo de la biotecnología son también motivo de preocupación. Los científicos ya conocen la manera de modificar agentes patógenos existentes a fin de hacerlos extraordinariamente letales y al mismo tiempo más fáciles de manejar. Mediante ingeniería genética pueden alterar microorganismos inocuos para que produzcan toxinas, manipularlos para que eludan los métodos de detección habituales o hacerlos resistentes a los antibióticos, las vacunas normales y el tratamiento. Ciertos científicos que desertaron de la ex Unión Soviética, por ejemplo, dijeron haber producido un tipo de peste resistente a dieciséis antibióticos.
Se teme que con los futuros avances en el campo de la biotecnología y la ingeniería genética aumenten las opciones. Los científicos son capaces de volver a barajar las cartas genéticas para rediseñar o crear una multitud de armas biológicas más mortíferas y resistentes, así como más fáciles de producir y de utilizar. Podrían adaptarlas de manera que sus efectos fueran más predecibles y manejables, y programar los agentes patógenos para que murieran al cabo de un número predeterminado de divisiones celulares, de modo que mataran y luego desaparecieran.
También cabe la posibilidad de que en el futuro se inventen armas sofisticadas que resulten indetectables. Por ejemplo, armas altamente especializadas que inhiban el sistema inmunológico en sí, de manera que las víctimas, en lugar de contraer una enfermedad concreta, sean propensas a muchas infecciones. Si apareciese un virus letal como ese, semejante al del sida, ¿quién sabría si se trata de una mutación natural, o si es producto de la manipulación genética llevada a cabo en un laboratorio enemigo?
Los adelantos tecnológicos han cambiado el pensar de los militares. Un oficial naval de Estados Unidos escribió: “Los diseñadores de armas no han hecho más que empezar en lo que tiene que ver con explorar el potencial de la revolución biotecnológica. El hecho de saber que lo que se ha conseguido hasta ahora no es nada en comparación con lo que puede fabricarse es preocupante”.
[Recuadro de la página 6]
¿En qué consiste la guerra biológica?
La expresión guerra biológica alude a la propagación deliberada de enfermedades entre seres humanos, animales o plantas. El medio para conseguirlo es infectar con microorganismos vivos al blanco del ataque. Los agentes patógenos se multiplican (algunos producen toxinas), y con el tiempo aparecen claramente los síntomas de la enfermedad. Algunas armas biológicas incapacitan a las víctimas, otras las matan. También las hay para atacar y destruir cosechas.
[Ilustraciones y recuadro de las páginas 8 y 9]
HOJA INFORMATIVA SOBRE LAS ARMAS BIOLÓGICAS
Ántrax. Enfermedad infecciosa causada por una bacteria que forma esporas (también recibe los nombres de ántrax maligno y carbunco). Los primeros síntomas tras la inhalación de las esporas se asemejan a los del resfriado común. Al cabo de unos días aparecen graves problemas respiratorios, y la víctima entra en estado de choque. Este tipo de ántrax suele ser mortal.
En las personas que han estado expuestas al ántrax, la infección puede prevenirse con antibióticos. El tratamiento temprano es esencial; la demora reduce las posibilidades de supervivencia.
La propagación directa de persona a persona es sumamente improbable, por no decir imposible.
En la segunda mitad del siglo XX, varios países, entre ellos Estados Unidos y la ex Unión Soviética, produjeron ántrax para utilizarlo como arma. La cantidad de naciones que se sospecha que mantienen programas para el desarrollo de estas armas aumentó de diez en 1989 a diecisiete en 1995. No se sabe a ciencia cierta cuántos de esos países están produciendo ántrax. Según una evaluación del gobierno de Estados Unidos, la dispersión de 100 kilos de ántrax en aerosol sobre una ciudad importante podría ser tan mortífera como una bomba de hidrógeno.
Botulismo. Enfermedad caracterizada por parálisis muscular progresiva, cuya causa es una bacteria que produce toxinas. Los principales síntomas del botulismo alimentario son visión doble o borrosa, párpados caídos, dificultades para hablar y tragar, y sequedad de boca. La debilidad muscular comienza en los hombros y va descendiendo por el resto del cuerpo. La parálisis de los músculos respiratorios puede ocasionar la muerte. El botulismo no se propaga de una persona a otra.
La pronta administración de una antitoxina reduce la intensidad de los síntomas y la probabilidad de muerte.
La toxina del botulismo se cuenta entre las armas biológicas predilectas no solo por ser una de las sustancias más tóxicas que se conocen, sino también porque es relativamente fácil de producir y transportar. Además, las personas infectadas necesitan recibir cuidados intensivos durante bastante tiempo. Se sospecha que varios países la están desarrollando para su arsenal biológico.
Peste. Enfermedad muy infecciosa causada por una bacteria. Los primeros síntomas de la letal peste neumónica son fiebre, dolor de cabeza, debilidad y tos. A continuación se produce un choque séptico y, a menos que se administren antibióticos cuanto antes, la muerte es casi inevitable.
La enfermedad se transmite de persona a persona a través de gotitas de saliva.
En el siglo XIV, la peste mató en cinco años a unos trece millones de seres humanos en la China y a entre veinte y treinta millones en Europa.
Durante las décadas de 1950 y 1960, tanto Estados Unidos como la ex Unión Soviética desarrollaron técnicas para propagar la peste neumónica. Se cree que miles de científicos han contribuido a convertir esta enfermedad en un arma biológica.
Viruela. Enfermedad muy infecciosa provocada por un virus. Algunos de los primeros síntomas son fiebre alta, fatiga y dolores de cabeza y de espalda. Después aparecen dolorosas ampollas que se llenan de pus. Un tercio de las víctimas muere.
La viruela fue totalmente erradicada en 1977, aunque la vacunación habitual contra ella ya había cesado a mediados de la década de 1970. Se desconoce si las personas vacunadas antes de entonces todavía poseen cierto grado de inmunidad o no. No existe tratamiento de probada eficacia contra esta enfermedad.
La viruela se transmite de persona a persona a través de gotitas de saliva infectada. La ropa de cama y las prendas de vestir contaminadas también pueden propagar el virus.
En 1980, la Unión Soviética emprendió un exitoso programa para producir grandes cantidades de virus de la viruela y adaptarlos para su lanzamiento mediante misiles balísticos intercontinentales. También trató de desarrollar cepas de viruela que fueran más virulentas y contagiosas.
[Ilustración]
Bacteria y espora esférica del ántrax
[Reconocimientos]
Fuentes: U.S. Centers for Disease Control and Prevention, Johns Hopkins Center for Civilian Biodefense Studies.
Víctima del ántrax: CDC, Atlanta, Ga.; bacteria del ántrax: ©Dr. Gary Gaugler, Photo Researchers; bacteria del botulismo: CDC/Courtesy of Larry Stauffer, Oregon State Public Health Laboratory
Bacteria de la peste: Copyright Dennis Kunkel Microscopy, Inc.; virus de la viruela: ©Meckes, Gelderblom, Eye of Science, Photo Researchers; víctima de la viruela: CDC/NIP/Barbara Rice
[Ilustración de la página 7]
Recientemente, unas cartas contaminadas con ántrax sembraron el pánico
[Reconocimiento]
AP Photo/Axel Seidemann
[Ilustración de la página 7]
Bombas aéreas (químicas y biológicas) destruidas después de la guerra del Golfo
[Reconocimiento]
AP Photo/MOD
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En busca de soluciones¡Despertad! 2002 | 22 de septiembre
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En busca de soluciones
A PARTIR de 1972, más de un centenar de naciones firmaron un tratado internacional que prohibía el desarrollo, la producción y el almacenamiento de armas biológicas. Este tratado, denominado Convención sobre Armas Biológicas y Toxínicas (BTWC, por sus siglas en inglés), fue el primero en proscribir todo un tipo de armas. Pero tuvo un defecto: no indicó la manera de determinar qué naciones obedecían las reglas.
Es difícil comprobar que los países no estén desarrollando armas biológicas, pues las mismas técnicas y conocimientos que se utilizan para fines pacíficos pueden también emplearse en la fabricación de armas biológicas. Este “doble uso” característico de la biotecnología hace que resulte fácil ocultar el desarrollo de dichas armas en plantas de fermentación y laboratorios que parecen dedicarse a actividades civiles legítimas.
En 1995, representantes de diversas naciones empezaron a negociar un protocolo vinculante para resolver los problemas de verificación. Durante más de seis años estuvieron deliberando sobre las medidas concretas que se podrían adoptar para garantizar el cumplimiento de la Convención. El 7 de diciembre de 2001, una conferencia de tres semanas a la que asistieron 144 firmantes del tratado de 1972 concluyó de forma caótica. El problema fue que Estados Unidos no concordó con las propuestas fundamentales sobre cómo verificar el cumplimiento de la Convención. A su entender, sus instalaciones militares e industriales quedarían expuestas al espionaje si permitía que fueran inspeccionadas por personas ajenas.
Qué perspectivas hay
La biotecnología tiene un enorme potencial tanto para el bien como para el mal. El hombre ha utilizado tecnologías importantes como la metalurgia, los explosivos, la combustión interna, la aviación y la electrónica para fines pacíficos, pero también para fines hostiles. ¿Sucederá lo mismo con la biotecnología? Muchos opinan que la respuesta a esa pregunta es sí.
En un informe publicado en 1999, la U.S. Commission on National Security (Comisión estadounidense de seguridad nacional) dijo: “Tanto a nivel individual como de grupo [habrá quienes] obtendrán poder e influencia, y muchos tendrán a su disposición alarmantes medios de destrucción. [...] Existirá un índice mayor de grupos activistas e individuos ad hoc llevados por su fervor religioso, sus creencias sectarias aparentemente irracionales o su rencor ciego. Hoy día, los terroristas pueden explotar tecnologías que tiempo atrás eran dominio exclusivo de naciones importantes y llevar a cabo atentados contra grandes centros de población del país”.
Aunque no sabemos lo que ocurrirá en el futuro inmediato, sí sabemos lo que Dios tiene pensado para la humanidad. La Biblia promete que llegará el día en que todas las personas de la Tierra “realmente morarán en seguridad, sin nadie que las haga temblar” (Ezequiel 34:28). Si desea más detalles sobre esta consoladora promesa, póngase en contacto con los testigos de Jehová de su localidad o escriba a la dirección que corresponda de las que aparecen en la página 5 de esta revista.
[Ilustración de la página 10]
Los investigadores están ideando maneras de neutralizar el ántrax
[Reconocimiento]
Foto por gentileza de Sandia National Laboratories
[Ilustración de la página 10]
Conferencia sobre Armas Biológicas (19 de noviembre de 2001, Suiza)
[Reconocimiento]
AP Photo/Donald Stampfli
[Ilustraciones de la página 11]
La Biblia promete que llegará el día en que todos “morarán en seguridad”
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