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Informe mundialAnuario de los testigos de Jehová 2006
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Samoa. Una precursora llamada Elena le daba clases de la Biblia a una metodista que vivía enfrente del pastor de la localidad. Un día, mientras estudiaban en una sección abierta de la vivienda que daba a la casa de dicho pastor, este se acercó a donde ellas estaban. La estudiante le preguntó qué deseaba, a lo que el pastor contestó: “Vengo buscando a mi corderita. Hace casi un mes que no la veo”. Entonces se volvió a Elena y le preguntó: “¿Sabe por qué se marchó?”. Pensando que se refería a una corderita literal, Elena le dijo que tal vez se había escapado porque él siempre le daba el mismo tipo de comida, y le recomendó que intentara alimentarla con algo diferente. Para sorpresa de Elena, el pastor señaló a la estudiante y dijo: “¡Ella es mi corderita!”. Y luego añadió: “Usted me la ha robado. Ponga punto final a este estudio y no vuelva a hacerlo nunca más”. Dado que los pastores de la iglesia gozan de un gran poder en las aldeas de Samoa, la mujer se echó a llorar. Elena intentó tranquilizarla explicándole que, según la propia Biblia, es de esperar que les pasen cosas así a quienes estudian la Biblia.
Con todo, Elena cambió de inmediato el día y la hora del estudio, así como el lugar donde lo llevaban a cabo. “En vez de celebrarlo en la parte abierta que tienen al frente las casas samoanas —cuenta ella—, nos trasladamos a un pequeño cuarto de la parte posterior de la vivienda. Hacía mucho calor, pero al menos pudimos seguir estudiando durante dos meses. Un día, después de la oración de comienzo, el pastor se presentó por sorpresa. Pensé que iba a interrumpir el estudio, pero su actitud había cambiado.”
El pastor se quedó durante el estudio e incluso planteó algunas preguntas. Al terminar, le dijo a la mujer: “Quiero contarle algo. Ayer por la noche, cuando regresábamos de la ciudad, se nos averió el automóvil cerca de una aldea vecina. Un matrimonio joven y un muchacho se acercaron para ayudarnos a arreglarlo, pero como no arrancaba, nos propusieron dejarlo en su casa y se ofrecieron a traernos. Al subirme a su vehículo, vi Atalayas y otras publicaciones, lo cual me hizo pensar que tal vez estas personas pertenecieran a la misma iglesia que la mujer que venía a visitarla a usted”.
Llegados a este punto, la mujer interesada respondió: “Claro que sí. De hecho, son los hijos de Elena”. Entonces, el pastor se disculpó y dijo: “Sigan estudiando. Ahora sé que los testigos de Jehová son gente buena y amorosa. Perdónenme por todo lo que dije. Este programa de enseñanza ayudaría a modificar la actitud de algunos de mis feligreses”. Desde ese día en adelante, ya no estudian en la pequeña y sofocante habitación posterior, sino en la fresca parte delantera de la casa, frente a la casa del pastor, quien no ha vuelto a molestarlas.
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Informe mundialAnuario de los testigos de Jehová 2006
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[Ilustración de la página 58]
Elena (Samoa)
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