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  • La sabiduría de Dios... ¿puede verla usted?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1987
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1987
w87 15/4 págs. 3-4

La sabiduría de Dios... ¿puede verla usted?

VEA con la imaginación la corte de un rey de la antigüedad. Allí está el monarca en sus vestiduras reales, presidiendo desde un trono esplendoroso. Este rey es famoso, no solo por sus riquezas, sino también por su sabiduría. Los siervos que le sirven en la corte están organizados a perfección. La escena de magnificencia es impresionante. Vea: ¡es el rey Salomón! (1 Reyes 10:1-9, 18-20.)

Ahora escuche al hombre reconocido como el Gran Maestro, Jesucristo: “En cuanto al asunto de ropa, ¿por qué se inquietan? Aprendan una lección de los lirios del campo, cómo crecen; no se afanan, ni hilan; pero les digo que ni siquiera Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos”. (Mateo 6:28, 29.)

¿Qué quiso decir Jesús con eso? Está claro que estaba dando consejo acerca de evitar el materialismo. Pero ¿podían ser literalmente verdaderas sus palabras acerca de Salomón? Recuerde que Jesús usaba ilustraciones que se ajustaban a la realidad. De manera que los diseñadores y artífices de Salomón, aunque eran competentes, no podían igualar los diseños, la armonía de colores, la simetría de “los lirios del campo” en el marco de sus alrededores naturales.

La sabiduría de Jehová manifestada

Hasta un examen somero de las flores puede hacer que uno concuerde con la declaración de Jesús. No sabemos precisamente qué variedad de lirio tendría presente Jesús, pero por muchas partes de la Tierra abundan las flores. Observe cuidadosamente una flor —cualquier flor—: un lirio, una rosa, una orquídea. ¡Qué delicados matices e intrincados diseños puede ver, una combinación de los sépalos, las hojas y otras partes del cuerpo de la flor! ¿Puede ver la prueba silenciosa —pero contundente— de que hay un Gran Diseñador de sabiduría e imaginación infinitas tras esta hermosa obra? El deleite que nos presentan las flores no es solo visual, por su belleza; también aspiramos sus variadas fragancias en el aire.

El apóstol Pablo señaló que “las cualidades invisibles de él [Jehová Dios] se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas”. (Romanos 1:20.) Sin embargo, Dios creó más que flores para cubrir la Tierra; hizo innumerables arbustos y árboles, todo lo cual forma un reino de organismos de valor práctico, pero hermosamente verdes. Si usted pudiera visitar el Bosque Nacional Humboldt, en California, E.U.A., hallaría un secoya gigantesco del que se cree que es el árbol más alto del mundo. Si pudiera detenerse al pie de este árbol y levantar la vista para admirar su altura de unos 110 metros (más de 360 pies) ¿no alabaría usted en silencio al Creador que supo hacer tal árbol?

La sabiduría instintiva de los animales

En la tierra y el mar hay animales —grandes y pequeños— que nos impresionan por la sabiduría divina que se refleja en ellos. Aparentemente cada uno cumple con algún propósito del Creador. El sabio rey Salomón aconsejó: “Ve a la hormiga, oh perezoso; mira sus caminos y hazte sabio”. (Proverbios 6:6.) Los que han observado a la hormiga se maravillan de sus logros de organización. Las hormigas no se aíslan; viven en comunidades. Algunas desempeñan faenas agrícolas y recolectan semillas. En los trópicos se ve a algunas hormigas ocupadas en cortar pedacitos de hojas para llevarlos a sus nidos. ¿Cómo saben hacer esto? Agur, uno de los escritores del libro de Proverbios, contesta que la hormiga es ‘instintivamente sabia’. ¿Quién la hizo así? Jehová, el Productor del cielo y la Tierra. (Proverbios 30:24, 25.)

Sí; la creación animal tiene sabiduría instintiva. Esto se manifiesta claramente en la migración de las aves. Usted quizás sepa de la migración de las golondrinas de Capistrano. A cierto tiempo cada año viajan miles de kilómetros desde los lugares donde inviernan en la América del Sur hasta una misión en San Juan de Capistrano, en California, E.U.A. Por instinto, y sin fallar, vienen al mismo lugar al mismo tiempo en marzo.

En cuanto al vasto mar, el salmista dice: “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones. En cuanto a este mar, tan grande y ancho, allí hay cosas movientes sin número”. (Salmo 104:24, 25.) Desde los pecesillos hasta las grandes ballenas, la sabiduría divina se manifiesta en la forma y función de tales organismos.

La criatura con que Dios coronó su creación en la Tierra fue el hombre mismo. Aquí estaba una criatura que no obraba solo por sabiduría instintiva. Podía ser como Dios de muchas maneras. ¡Cuán cierto es de él que está hecho maravillosamente, “de manera que inspira temor”! Aunque no seamos científicos de experiencia médica, podemos leer los descubrimientos de estas personas y llegar a las mismas conclusiones a que llegó el escritor inspirado. Las obras del Creador evidentes en el cuerpo humano son maravillosas. (Salmo 139:14.)

La sabiduría celestial de Jehová

Salmo 19:1 dice que los cielos declaran la gloria de Dios. ¡Cuán verídico! El salmista David no tenía telescopios ni instrumentos electrónicos, pero apreciaba con reverencia lo que podía ver. Hoy la persona corriente sabe mucho más de lo que David sabía acerca de nuestro sistema solar y nuestra gran galaxia, la Vía Láctea. También sabe que hay otras galaxias —en cantidad innumerable— en el espacio ilimitado. ¿Qué sentimiento le comunica a usted la contemplación de la sabiduría del magnífico e inigualable Diseñador? ¿Puede decir con reverencia en la voz: ‘Jehová, estás “haciendo inescrutables cosas grandes, y cosas maravillosas sin número”’? Debería poder hacerlo. (Job 9:10.)

Por edades innumerables Jehová se ocupó en sus actos de creación: primero su Hijo unigénito, después el resto de su creación espiritual. Tras esto vino el universo material. Todo se hallaba en serenidad y orden. Sí, en aplauso, ¡los hijos angélicos de Dios de hecho gritaron su aprecio al fundarse la Tierra! (Job 38:4-7.) El hombre y la mujer fueron creados y colocados en un jardín perfecto, pero entonces sucedió algo terrible. Desde lo invisible, hablando mediante una serpiente, una voz difamó al Magnífico Creador. Acusó a Jehová de usar mal su soberanía; llamó mentiroso a Dios. Por eso, el que dejó oír así su voz adquirió para sí nombres de desdoro que lo identifican, tales como Diablo, Serpiente y Satanás. ¿Qué haría ahora el Omnisapiente? ¿Qué podía hacer? Se requeriría una nueva dimensión de sabiduría que eclipsara diseños que ya sobrepasaban la gloria de Salomón. (Génesis 3:1-5.)

[Comentario en la página 4]

Desde los pecesillos hasta las grandes ballenas, la sabiduría divina se manifiesta en la forma y función de tales organismos

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