-
La ilusión de mi vida es no morir nuncaLa Atalaya 1996 | 1 de febrero
-
-
Aunque Rowena, mi esposa, no había abrazado aún la verdad bíblica, le dije que iba a invitar a Alf Bryant a venir desde Pahiatua para que me enseñara a predicar de casa en casa del modo debido. Deseaba organizar la predicación y abarcar nuestro territorio de forma sistemática.
Rowena dijo: “Hector, si vas a ir dando testimonio de casa en casa, no me verás aquí cuando vuelvas. Te voy a dejar. Aquí es donde te toca estar, en esta casa, con tu familia”.
Me vestí con cierta vacilación. No dejaba de repetirme: ‘Tengo que hacerlo. Va en ello mi vida y la de mi familia’. De modo que le expliqué a Rowena que no pretendía hacerle daño alguno y que la quería con toda el alma, pero que tenía que predicar de aquel modo, pues estaban en juego el nombre y la soberanía de Jehová, así como nuestra vida.
-
-
La ilusión de mi vida es no morir nuncaLa Atalaya 1996 | 1 de febrero
-
-
Al ir de camino a casa, no sabía qué nos aguardaría. Recibí la grata sorpresa de que Rowena nos había preparado té. Quince días después, mi esposa me acompañó en el ministerio público, y desde entonces dio un impecable ejemplo de celo cristiano.
-