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  • La mujer cristiana merece honra y respeto
    La Atalaya 1995 | 15 de julio
    • a The International Standard Bible Encyclopedia explica: “Las mujeres no comían con los invitados varones, y no se veía bien que los hombres hablaran con las mujeres. [...] Conversar con una mujer en público era escandaloso”. La Misná judía, una colección de enseñanzas rabínicas, aconsejaba: “No charles demasiado con las mujeres; [...] todo aquel que mantiene larga conversación con una mujer, atrae el mal hacia sí, deja de ocuparse de las palabras de la Ley, y acabará por tener parte en el [Gehena]”. (Abot 1:5.)

      b El libro Palestine in the Time of Christ (Palestina en los tiempos de Cristo) dice: “En algunos casos, a la mujer se la trataba casi como a una esclava. Por ejemplo, no podía testificar en un tribunal de justicia, excepto para atestiguar la muerte de su marido”. Respecto a Levítico 5:1, la Misná explica: “[La ley acerca del] juramento de testificación vale para hombres, pero no para mujeres”. (Shebuot 4:I.)

      c Josefo, historiador judío del siglo primero, informa que Salomé, la hermana del rey Herodes, se comunicó con su esposo “por carta [y] le indicó la ruptura de su casamiento, en contra de lo que establecen las leyes de los judíos. Este derecho entre nosotros está reservado al marido”. (Antigüedades Judías, XV, VII, 10.)

  • La mujer cristiana merece honra y respeto
    La Atalaya 1995 | 15 de julio
    • La enseñanza rabínica de aquel tiempo permitía al hombre divorciarse de su esposa por razones de muy poco peso, como, por ejemplo, estropear una comida o hablar con un extraño. Es más, hasta se permitía que el hombre se divorciara de su esposa si hallaba a otra mujer que consideraba más hermosa.

  • La mujer cristiana merece honra y respeto
    La Atalaya 1995 | 15 de julio
    • Un comentario bíblico explica: “Según el judaísmo rabínico, la mujer infiel podía cometer adulterio contra su esposo, y un hombre que mantenía relaciones sexuales con la esposa de otro hombre podía cometer adulterio contra este. Pero el hombre nunca podía cometer adulterio contra su esposa, sin importar lo que hiciera.

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