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  • ¿En qué país no hay delito?
    ¡Despertad! 1996 | 8 de octubre
    • ¿En qué país no hay delito?

      Fue uno de los funerales más concurridos que se hayan visto en Moscú en muchos años. Miles de personas hicieron fila en la calle para tributar su último homenaje al joven ruso cuya vida habían segado las balas asesinas el 1 de marzo de 1995. Habían matado, casi al umbral de su casa, a Vladislav Listyev, elegido periodista del año en 1994 y célebre personaje de la televisión.

      MENOS de tres semanas después, el 20 de marzo, el metro de Tokio sufría la congestión típica de la madrugada cuando se lanzó un ataque con gas tóxico que causó la muerte de varias personas y ocasionó daños graves a muchas más.

      Posteriormente, el 19 de abril, la ciudad de Oklahoma atrajo la atención de los televidentes del mundo entero. Observaron con espanto cómo los equipos de rescate sacaban cuerpos maltrechos de entre las ruinas de un edificio federal que acababa de ser destruido por una bomba terrorista. Hubo 168 muertos.

      A finales de junio del año en curso tuvo lugar en las cercanías de Dhahran (Arabia Saudí) otro atentado criminal que segó la vida de diecinueve estadounidenses y dejó un saldo de 400 heridos.

      Estos cuatro sucesos ilustran que la delincuencia adquiere proporciones inusitadas. A los actos delictivos “normales” se añaden cada vez más los brutales atentados terroristas. Y las cuatro acciones mencionadas enseñan, cada una a su modo, lo vulnerables que somos todos a los ataques criminales. Sea que estemos en casa, en el trabajo o en la calle, el crimen puede reclamarnos la vida. Según una encuesta realizada en Gran Bretaña, tres de cada cuatro británicos piensan que hoy es más probable caer víctima del crimen que hace diez años. Tal vez sea parecido donde usted vive.

      Los hombres de bien anhelan un gobierno que no solo controle el delito, sino que termine con él. Y aunque las tasas indiquen que algunos gobiernos son más eficaces que otros en la prevención de la delincuencia, el cuadro general muestra que la gobernación humana está perdiendo la batalla contra el delito. Sin embargo, no es poco realista ni utópico creer que un gobierno lo eliminará pronto. La cuestión es qué gobierno y cuándo lo hará.

      [Ilustraciones y recuadros de las páginas 4 y 5]

      UN MUNDO LLENO DE DELITO

      EUROPA: Un libro italiano (L’occasione e l’uomo ladro [La ocasión y el ladrón]) dijo que en un breve lapso los delitos contra la propiedad en Italia habían “llegado a cotas que se creían inalcanzables”. En 1985, Ucrania, anterior república soviética, informó 490 delitos por cada 100.000 habitantes, cifra que aumentó a 922 en 1992, y sigue en alza. No extraña que un periódico ruso (“Argumentos y hechos”) escribiera: “Nuestro sueño es vivir —pervivir—, sobrevivir a esta etapa de miedo. [...] Miedo a tomar el tren, no sea que lo hagan descarrilar u ocurra un ataque vandálico; miedo a subir al avión, pues son frecuentes los secuestros y accidentes; miedo a subir al metro, por los posibles choques y explosiones; miedo a caminar por la calle, ya que las personas pueden verse en medio del fuego cruzado, o ser asaltadas, violadas, golpeadas o asesinadas; miedo a conducir, pues es posible que el automóvil se incendie, explote o sea robado; miedo a entrar en los pasillos de un bloque de viviendas, en los restaurantes o en las tiendas, debido al peligro de que nos hieran o nos asesinen en uno de estos tres lugares”. La revista húngara HVG comparó a una soleada localidad del país con la “sede de la mafia”, ya que en los últimos tres años fue “el punto de partida de todo nuevo tipo de delitos. [...] Cuando la gente ve que la policía no está preparada para combatir las mafias, aumenta la reacción en cadena del temor”.

      ÁFRICA: El periódico nigeriano Daily Times señaló que las “instituciones de enseñanza superior” de cierta nación de África occidental padecían “una oleada de terror desatada por integrantes de sectas secretas, casi al punto de impedir cualquier actividad académica significativa”. El diario añadió: “Esa oleada tiene cada vez más difusión y comporta la pérdida de vidas y propiedades”. Tocante a otro país de África, el diario sudafricano The Star dijo: “Hay dos tipos de violencia: la lucha entre comunidades y la violencia criminal ordinaria. Aunque el primero ha descendido notablemente, el segundo se ha disparado”.

      OCEANÍA: El Instituto de Criminología de Australia calculó que el delito cuesta en aquel país “un mínimo de 27.000 millones de dólares [australianos] cada año, o sea, cerca de 1.600 dólares por cada hombre, mujer y niño”. Esta cifra constituye “alrededor del 7,2% del producto nacional bruto”.

      LAS AMÉRICAS: El rotativo canadiense The Globe and Mail indicó que en su país los crímenes aumentaron recientemente en un período de doce años consecutivos, “parte de una tendencia que ha propiciado un aumento del 50% en actos violentos durante el último decenio”. Por otro lado, el diario colombiano El Tiempo informó que en su nación hubo 1.714 secuestros en uno de los últimos años, “cantidad que supera, en más de dos veces, al total de secuestros registrados en el resto del mundo en ese mismo período”. Según la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal de México, en uno de los últimos años se cometió en la capital un delito sexual cada cuatro horas. Su portavoz dijo que el siglo XX se ha caracterizado por la desvaloración de la persona, y añadió: “Vivimos una generación de úsese y tírese”.

      EL MUNDO ENTERO: El libro The United Nations and Crime Prevention comenta que hubo “un incremento constante de las actividades delictivas por todo el mundo entre los años setenta y ochenta”. Y agrega: “La cifra de delitos denunciados aumentó de unos 330 millones en 1975 a cerca de 400 millones en 1980, y se calcula que en 1990 ha alcanzado los 500 millones”.

  • La lucha contra el delito
    ¡Despertad! 1996 | 8 de octubre
    • La lucha contra el delito

      “LA JUVENTUD asevera que la principal causa de la delincuencia juvenil es el aburrimiento”, decía un titular de un destacado diario británico. Otro señalaba: “Se culpa a las peleas domésticas por el alza del delito”. Y un tercer rotativo declaró: “Las adicciones ‘desencadenan miles de fechorías’”. En Manila el 75% de los crímenes fueron obra de drogadictos, según cálculos de la revista Philippine Panorama.

      Hay otros factores que contribuyen a fomentar la conducta delictiva. Uno de ellos, según cierto inspector general de la policía nigeriana, es “la coexistencia de pobreza y opulencia”. También suelen mencionarse la presión de los compañeros, las malas perspectivas laborales, la ausencia de contundentes medidas disuasorias de carácter legal, la decadencia generalizada de los valores familiares, la falta de respeto a la autoridad y la ley, y la excesiva violencia que difunden las películas y vídeos.

      Otro factor es que muchos han dejado de creer que no hay crimen sin castigo. Un sociólogo de la Universidad de Bolonia (Italia) comentó que en un largo lapso de años, “el número de hurtos denunciados y el de individuos condenados por los mismos han seguido trayectorias opuestas”. Agregó que “la relación robos denunciados-condenas descendió del 50 al 0,7%”.

      Lamentablemente, el siguiente comentario de The New Encyclopædia Britannica es muy cierto: “Parece que el incremento en los actos delictivos es característico de toda sociedad industrializada moderna, y no hay constancia de que las reformas legislativas o penales incidan significativamente en el problema [...]. En la actual sociedad urbanizada, que prima el crecimiento económico y la realización personal, no hay motivos para suponer que la tasa de delitos vaya a frenar su ascenso”.

      ¿Una opinión muy pesimista?

      Pero ¿será de verdad tan mala la situación? ¿No afirman algunos países que el delito ha descendido? En efecto, se hacen tales anuncios, aunque las estadísticas pueden ser engañosas. Por ejemplo, en Filipinas se dijo que el delito había descendido en un 20% al haber restringido la tenencia de armas de fuego. Sin embargo, la revista Asiaweek explicó que, de acuerdo con un policía, los ladrones de automóviles y los atracadores de bancos habían dejado sus especialidades “para dedicarse al secuestro”. La disminución en el número de asaltos y robos de automóviles hizo menguar el total de delitos, aunque este dato no es tan significativo si se tiene en cuenta que la cantidad de secuestros se cuadruplicó.

      En lo que a Hungría se refiere, la revista HVG escribió: “En comparación con el primer semestre de 1993, las cifras delictivas han descendido en un 6,2%. Lo que omitió la policía es que la disminución [...] obedece mayormente a cambios administrativos”. El nivel pecuniario a partir del cual se tabulaban los casos de hurto, fraude o vandalismo se elevó en un 250%, razón por la que los delitos contra la propiedad inferiores a dicho nivel han dejado de computarse. Dado que los delitos contra la propiedad constituyen tres cuartas partes del total de actividades delictivas del país, el descenso de ningún modo es real.

      Hay que admitir que es difícil obtener estadísticas exactas sobre la delincuencia. Entre otras razones, porque muchas fechorías, quizás hasta el 90% en ciertos apartados, no se denuncian. Pero el punto no es si ha disminuido o aumentado el delito. La gente desea verlo eliminado, no solo reducido.

      Tentativas gubernamentales

      Según una encuesta realizada en 1990 por la ONU, los países más desarrollados dedican del 2 al 3% de su presupuesto anual a combatir el delito, mientras que las naciones en desarrollo, del 9 al 14%. Hay zonas en que se da prioridad a tener más policías y mejor equipo. Pero los resultados difieren. Algunos ciudadanos húngaros plantean esta queja: “Nunca hay suficientes policías para atrapar a los malhechores, pero sí para poner multas de tránsito”.

      Muchos gobiernos han visto necesario endurecer las leyes contra el delito. Así, dado que “los secuestros están en auge en toda Latinoamérica”, señala la revista Time, los gobiernos de la zona reaccionan con leyes “tan estrictas como ineficaces. [...] Dictar leyes es una cosa —admite—; hacerlas cumplir es otra”.

      Se calcula que en 1992 había en Gran Bretaña más de cien mil planes para la vigilancia vecinal, los cuales abarcaban a un mínimo de 4.000.000 de hogares. En Australia se instauraron programas parecidos a mediados de los años ochenta. Según el Instituto Australiano de Criminología, pretendían reducir la delincuencia “sensibilizando aún más a la ciudadanía sobre el tema de la seguridad pública, mejorando la actitud del residente y su comportamiento a la hora de denunciar los delitos y los sucesos sospechosos observados en su comunidad, y reduciendo la vulnerabilidad al crimen con la identificación debida de las posesiones y la adopción de sistemas de seguridad eficaces”.

      Hay zonas donde los comercios están conectados por circuito cerrado con las comisarías. La policía, los bancos y las tiendas usan videocámaras como elemento disuasivo y para identificar a los infractores.

      En Nigeria se realizan controles policiales en las carreteras a fin de capturar a los asaltantes y ladrones de vehículos. El gobierno ha creado un equipo que investiga las irregularidades comerciales para combatir el fraude. Hay comités de enlace, integrados por representantes de la comunidad, que avisan a la policía cuando se cometen delitos o ven individuos sospechosos.

      Si viaja a Filipinas, verá que los hogares no se dejan sin vigilancia y que mucha gente tiene perros guardianes. Los comerciantes contratan vigilantes para proteger sus negocios. Los dispositivos antirrobo son todo un éxito de ventas. Quienes pueden permitírselo se mudan a apartamentos o urbanizaciones de acceso controlado.

      El diario londinense The Independent comentó: “Al haber disminuido la confianza en el imperio de la ley, un creciente número de ciudadanos se organiza para defender su comunidad”. Y cada vez más personas adquieren armas. En Estados Unidos, por ejemplo, se calcula que 1 de cada 2 hogares posee al menos un arma de fuego.

      Los gobiernos conciben sin cesar nuevas medidas contra el delito. Sin embargo, V. Vsevolodov, de la Academia de Asuntos Interiores de Ucrania, indica que, de acuerdo con fuentes de la ONU, muchísimas personas con talento hallan “formas singulares de delinquir” con las que no puede mantenerse al paso “la formación de los agentes de policía”. Muchos maleantes astutos lavan grandes sumas de dinero en negocios y servicios sociales, y así se mezclan con la sociedad y “obtienen altos cargos en ella”.

      Pérdida de confianza

      En algunos países está cada día más generalizada la idea de que el gobierno forma parte del problema. Asiaweek incluyó el siguiente comentario del jefe de un grupo que combate el delito: “Un 90% de los sospechosos que detenemos está integrado por policías o militares”. Sean ciertos o no, informes de este tipo suscitaron el siguiente comentario de un legislador: “Si quienes juran sostener la ley son quienes la infringen, nuestra sociedad se halla en un grave problema”.

      Los escándalos sobre la corrupción que implican a altos cargos sacuden a gobiernos del mundo entero y contribuyen a minar la maltrecha confianza del ciudadano. Si antes no creía que los gobiernos pudieran frenar el delito, ahora duda que deseen hacerlo. Cierto educador dijo: “¿Cómo van a combatir el delito unas autoridades que están sumidas hasta el cuello en el fango?”.

      Los gobiernos van y vienen, pero el delito persiste. Sin embargo, muy pronto ya no habrá delito.

  • Por fin un gobierno que acabará con el delito
    ¡Despertad! 1996 | 8 de octubre
    • Por fin un gobierno que acabará con el delito

      LA BIBLIA predijo que en nuestra época los hombres serían “amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, [y] sin amor del bien” (2 Timoteo 3:2, 3); estas son características propias del delincuente.

      Como son las personas quienes cometen actos ilícitos, la delincuencia disminuirá al grado que estas se reformen. Pero enmendarse no es fácil, y hoy menos que nunca, pues desde 1914, año señalado por la cronología bíblica, vivimos en “los últimos días” del actual sistema de cosas. Como vaticinó la Biblia, afrontamos “tiempos críticos, difíciles de manejar”. El culpable de esta coyuntura es Satanás, el Diablo, el mayor criminal de la historia, quien siente “gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo”. (2 Timoteo 3:1; Revelación [Apocalipsis] 12:12.)

      Lo anterior explica el apogeo actual del delito. Satanás sabe que él y su sistema serán destruidos en breve. En el poco tiempo que le queda, intenta de toda forma concebible fomentar en el ser humano los vicios enumerados en el capítulo 3 de Segunda a Timoteo. Por lo tanto, el gobierno que elimine el delito tendrá que deshacerse primero de la influencia satánica y ayudar a la gente a cambiar, a abandonar la conducta mencionada arriba. Pero ¿hay algún gobierno capaz de labor tan sobrehumana?

      No, no hay ningún gobierno humano que pueda lograrlo. J. Vaskovich, profesor de Derecho en Ucrania, señala la necesidad de disponer de “un organismo común que sea competente para unificar y coordinar los esfuerzos de todas las corporaciones estatales y públicas”. A su vez, el presidente filipino Fidel Ramos declaró en una conferencia mundial sobre el delito: “Dado que la modernización ha achicado el mundo, la delincuencia ha logrado traspasar las fronteras, y se ha convertido en un problema internacional; de ahí que las soluciones deban ser, así mismo, internacionales”.

      “Tragedia mundial”

      La ONU es una entidad internacional que desde su fundación procura combatir el delito. Sin embargo, no brinda más soluciones que los gobiernos nacionales. El libro The United Nations and Crime Prevention (Las Naciones Unidas y la prevención del delito) comenta: “La delincuencia nacional se ha escapado del control de la mayoría de los países, y el delito internacional se ha disparado hasta quedar lejos del alcance de la comunidad internacional. [...] El crimen organizado crece alarmantemente, con funestos efectos en lo relativo a violencia física, intimidación y corrupción de las autoridades. El terrorismo mata a decenas de miles de inocentes. El rapaz narcotráfico es una tragedia mundial”.

      James Madison, cuarto presidente de Estados Unidos, dijo: “Al instaurar un gobierno en el que unos hombres administran a otros, lo más difícil es esto: primero, prepararlo para controlar a los gobernados, y luego, obligarlo a controlarse”. (Compárese con Eclesiastés 8:9.) Así pues, la solución sería cambiar los gobiernos en los que “unos hombres administran a otros” por un sistema gobernado por Dios. Pero ¿es una solución realista?

      El gobierno que terminará con el delito

      Los auténticos cristianos aceptan lo que dice la Biblia sobre el Reino de Dios.a Es un gobierno real. No es posible verlo, pues está en el cielo, pero sus logros son visibles en la Tierra. (Mateo 6:9, 10.) Lo integran Jesucristo y 144.000 personas escogidas “de toda tribu y lengua y pueblo y nación”, que “han de reinar sobre la tierra”. Este poderoso gobierno tendrá bajo su dominio a “una gran muchedumbre” de súbditos que, como predice la Biblia, también son “de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas”. (Revelación 5:9, 10; 7:9.) Así, gobernantes y súbditos son de extracción internacional y forman un pueblo verdaderamente unido que procede de todos los países y goza de la aprobación de Dios.

      Como aceptan el reinado de Dios, los testigos de Jehová han superado a buen grado el problema del delito dentro de sus filas. ¿De qué manera? Aprendiendo a ver la sabiduría de los principios bíblicos, aplicándolos en su vida y permitiendo que los motive la fuerza más potente del universo: el espíritu de Dios, unido a su fruto, el amor. La Palabra de Dios dice: “Vístanse de amor, porque es un vínculo perfecto de unión”. (Colosenses 3:14.) En más de doscientos treinta países, los testigos de Jehová manifiestan tal amor y unidad, y así demuestran que el Reino de Dios ya está adoptando medidas para acabar con el delito.

      Ilustra este hecho una encuesta realizada en Alemania entre 145.958 testigos de Jehová. Buena parte afirmó haber superado graves defectos para hacerse Testigos. La motivación del cambio fue el estudio de la Biblia. Así, 30.060 superaron la adicción al tabaco u otras drogas; 1.437 dejaron el juego; 4.362 corrigieron su conducta violenta o delictiva; 11.149 vencieron sentimientos como el odio y los celos, y 12.820 recuperaron la paz familiar.

      Estos datos se refieren a un solo país, pero son representativos de los Testigos del mundo entero. Tomemos por ejemplo a Yuri, joven ucraniano. Al empezar a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová era carterista; incluso había viajado alguna vez a Moscú pensando que el gentío le facilitaría su “labor”.

      En 1993, Yuri se hallaba de vuelta en Moscú, rodeado de multitudes. Pero aquel viernes 23 de julio ninguno de los 23.000 presentes en el estadio Locomotive tenía motivos para temerle, pues ya era testigo de Jehová. De hecho, estaba en la plataforma, participando en un programa dirigido a un público internacional. Ha cambiado para bien, pues obedece esta exhortación bíblica: “El que hurta, ya no hurte más”. (Efesios 4:28.)

      Como Yuri, muchos han abandonado el delito a fin de ser aptos para la vida en el nuevo mundo de justicia que instaurará Dios. Se corrobora, pues, la afirmación de sir Peter Imbert, ex oficial de policía británico: “La delincuencia se controlaría de la noche a la mañana si todos estuviéramos dispuestos a hacer el esfuerzo”. El programa educativo del gobierno de Dios brinda a la gente sincera la motivación para “hacer el esfuerzo”.

      Un mundo sin delito

      La delincuencia, en todas sus formas, demuestra falta de amor al prójimo. Pero los cristianos siguen el ejemplo de Jesús, quien dijo: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”. Y: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:37-39.)

      El único gobierno que se dedica a erradicar el delito enseñando a obedecer estos dos mandamientos es el Reino de Dios. Hoy, más de cinco millones de testigos de Jehová aprovechan esta instrucción. Están resueltos a no dejar que las tendencias delictivas arraiguen en su corazón y a hacer todo lo necesario para contribuir a que haya un mundo sin delito. Lo que Dios ha logrado en sus vidas no es más que un anticipo de lo que hará en su nuevo mundo regido por su gobierno celestial. Imagínese: un mundo sin necesidad de policías, jueces, abogados ni prisiones.

      Para conseguir estos logros a nivel mundial es preciso que el propio Dios realice el mayor cambio de gobierno de la historia. Daniel 2:44 dice: “En los días de aquellos reyes [que existen en la actualidad] el Dios del cielo establecerá un reino [celestial] que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. Dios también aplastará a Satanás, con lo que terminará su maligna influencia. (Romanos 16:20.)

      Una vez que el gobierno celestial de Dios sustituya a los gobiernos humanos, el hombre nunca volverá a dominar a su semejante. Los reyes celestiales, monarcas más excelsos que los propios ángeles, enseñarán a la humanidad los caminos de la justicia. No habrá más asesinatos, ataques con gas tóxico ni bombas terroristas; no más injusticias sociales que fomenten el delito; no más ricos y pobres.

      El profesor S. A. Aluko, de la universidad nigeriana Obafemi Awolowo, comentó: “El pobre no duerme de noche porque tiene hambre; el rico, porque el pobre está despierto”. Pero dentro de poco todos podrán dormir plácidamente, sabiendo que un gobierno, el de Dios, ha logrado terminar con la delincuencia.

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