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Página 2¡Despertad! 1989 | 8 de agosto
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En una sola jornada el mercado bajó la asombrosa cantidad de 508 puntos y hundió consigo a otras veintidós bolsas importantes del mundo.
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Un crac mundial¡Despertad! 1989 | 8 de agosto
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Un crac mundial
EL 19 DE OCTUBRE DE 1987 fue un día extraño en nuestro planeta. Ese día se desató una tormenta que barrió todo el globo y causó estragos en docenas de naciones. Pero fue una tormenta sin viento, y no resultó en ninguna granizada ni derribó ninguna casa ni mató a nadie. Ese día retumbó un crac en todo el mundo, y por un momento un toro que embestía se convirtió en un oso descontrolado.
¿Tormentas sin viento? ¿Toros que se convierten en osos? Es posible que usted ya sepa que esta tormenta no tuvo nada que ver con las condiciones climatológicas terrestres, y sí con su economía. Aquel 19 de octubre fue el día del hoy famoso crac de 1987, el día en que la Bolsa de Valores de Wall Street sufrió el mayor y más rápido desplome de su historia, sembrando el pánico en todo el mundo. El mercado dejó de experimentar rápidas y persistentes alzas en la cotización de los valores (lo que en la jerga bursátil norteamericana y, por extensión, en la mundial, se llama mercado bull [toro]) y temporalmente se puso a bajar con la misma rapidez y persistencia (mercado bear [oso]).
Aunque el crac no produjo un sonido audible y el oso no tenía verdaderas garras, las víctimas sí fueron reales. Un reportero de Zúrich oyó a un hombre gritar: “¡Estoy arruinado, completamente arruinado!”, y observó que las personas que leían los periódicos en el distrito financiero parecían leer sus esquelas mortuorias. El pánico llegó a tal grado en Hong Kong, que se cerró el mercado durante cuatro días. De todos los mercados implicados en el crac, este fue el más afectado, llegando a perder aproximadamente el 33% de su valor. Un solo hombre de negocios de Hong Kong perdió 124 millones de dólares. Una viuda de Nueva York descubrió que el crac no solo había acabado con su cartera de valores, sino que además debía a su broker (agente de cambio y bolsa) más de 400.000 dólares.
Millones son más pobres
Helmut Schmidt, ex canciller de la República Federal de Alemania, dijo al periódico alemán Die Zeit que “la caída de las bolsas en todo el mundo por valor de más de un billón de dólares (E.U.A.) ha hecho que entre 100 millones y 200 millones de familias de Occidente sean más pobres de lo que habían pensado que eran antes del crac”. Sin embargo, el crac no se limitó a Occidente. Igual que en Europa y América del Norte, en Hong Kong, Tokio, Singapur, Taiwan, Australia, República Sudafricana y América Latina los mercados se vinieron abajo como si fuesen fichas de dominó.
En el periódico parisiense Le Quotidien apareció un gran titular que decía: “LE CRASH”. El Cambio, de Lima (Perú), anunció: “¡PÁNICO EN NUEVA YORK, TOKIO Y LONDRES!”. The Australian Financial Review, de Sydney (Australia), afirmó que Wall Street había “caído con la fuerza de un toro muerto arrojado desde lo alto del edificio Empire State”. Pero como indicó el ex canciller alemán Schmidt, la caída de los índices bursátiles significó más que un revoltijo de números y titulares sensacionalistas, representó verdaderas pérdidas para los muchos que tuvieron que vender sus acciones a precios más bajos. Los ahorros de toda una vida, los fondos de pensiones, los ahorros para la jubilación, los planes de comprar una casa y para el cuidado de los hijos, todo era vulnerable a la acción de la tormenta financiera.
El optimismo del mercado bull desbocado que culminó en el crac solo empeoró las cosas. Entre 1975 y 1985 casi se había doblado el número de inversores directos en el mercado de valores de Estados Unidos, y el de los que poseen acciones indirectamente a través de fondos de pensiones, compañías de seguros y bancos había aumentado en casi 35 millones. La embestida del mercado bull atrajo inversores como la miel atrae a las moscas. Muchos invirtieron demasiado tarde, pagaron demasiado y no pudieron volver a sacar su dinero con la suficiente rapidez.
¿Una nueva depresión?
Cuando el crac salió de Wall Street y afectó a diferentes partes del mundo, la gente empezó a recordar otro año tristemente famoso en la historia económica: 1929, el año en que una caída similar del índice bursátil condujo a una depresión mundial. El mundo todavía se estremece cuando recuerda aquella época: sus colas para recibir alimentos gratis, sus comedores de beneficencia, su terrible índice de desempleo y su gran pobreza. ¿Conduciría este nuevo crac a una depresión similar? Al fin y al cabo, el peor día del crac de 1929 (martes negro) el mercado bajó un 12,8%, pero el lunes negro de 1987 cayó en picado un 22,6%. Un titular del New York Times del 20 de octubre de 1987 formulaba la siguiente pregunta: “¿Son iguales 1987 y 1929?”.
Para gran alivio de multitud de personas, la respuesta fue no. Casi dos años después del lunes negro, muchos expertos que estudiaron los daños duraderos que causó la tormenta descubrieron que fueron mínimos. La economía de Estados Unidos seguía expandiéndose, y el índice de desempleo era bajo. Al fin y al cabo, incluso después del lunes negro, el mercado solo estaba un 4% más bajo de lo que había estado el año anterior, y hasta se las arregló para superar este índice al terminar el año.
Muchos expertos contemplaron el lunes negro como el simple estallido de una burbuja, una corrección muy necesaria de los inflados precios del mercado de valores. Si el crac ha dejado algún legado duradero, ha sido la estampida del mercado de muchas personas, una estampida sin precedentes. “Nunca más”, prometieron, y parece que lo decían en serio.
¿Significa esto que el lunes negro no tuvo ninguna importancia? ¡Ni mucho menos! Algunos entendidos creen que el crac debería considerarse una advertencia que dejó ver algunas grietas profundas que comienzan en Wall Street y atraviesan la economía mundial. Pero, ¿ha prestado atención a esta advertencia el mundo en general? No, según un profesor de Economía que comentó lo siguiente a la revista Time: “Se puede comparar a un grupo de adolescentes borrachos que conducen un automóvil y piensan que como han conseguido tomar bien la última curva, también tomarán bien la siguiente”.
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¿Cómo afecta su economía Wall Street?¡Despertad! 1989 | 8 de agosto
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¿Cómo afecta su economía Wall Street?
SE HA dicho que la economía es una ciencia deprimente. No obstante, afecta la vida de todos nosotros, pues los precios que pagamos en la tienda, la disponibilidad de empleos, los servicios que provee el gobierno de nuestra nación, todo ello depende de la fortaleza de la economía del país.
“Pero, ¿qué tiene que ver eso con Wall Street? —tal vez pregunten algunos—. Está demasiado lejos para importarme.” Pues bien, el mercado de valores es como un espejo de la economía. Y hoy día las naciones del mundo son tan interdependientes que ninguna economía está aislada.
Una economía a escala mundial
El presidente de la Bolsa de Valores de Estados Unidos dijo que el desplome del lunes negro “dejó sumamente claro que ningún país tiene en sus manos el control total de su destino”. Un escritor del periódico italiano La Repubblica lo expresó de la siguiente manera: “Los impuestos de Alemania occidental ayer, la deuda de América Latina hoy y [...] la legislación del Congreso de E.U.A. mañana, son sucesos que antes estaban aislados el uno del otro o interconectados solo después de un largo período de tiempo, pero que hoy día están ligados al instante. Para darse cuenta de ello, limítese a entrar en la sala comercial de un gran banco internacional, donde una especie de nave espacial electrónica está enlazada día y noche con todos los mercados del mundo”.
¿Qué nación o qué economía puede afirmar que está aislada de este sistema globalmente interconectado e interdependiente? ¿Los países africanos? Los editores de un mensuario de negocios que informa sobre la economía africana aseguran que “las economías de África son muy vulnerables a los choques exteriores”. ¿Qué puede decirse de los países de América Latina? Un editor del Jornal do Brasil declaró que la crisis del mercado de valores era parte de una crisis financiera internacional. ¿Y qué hay del Oriente Medio? El editor adjunto del Ma’ariv, de Tel Aviv (Israel), citó un dicho de un anterior primer ministro de Israel: “Si Estados Unidos se resfría, Israel estornuda”.
Entonces, ¿quién está libre de las actuales tormentas económicas? Si a un pasajero que toma el sol en la cubierta de un transatlántico se le dijese que se ha abierto una vía de agua en la parte inferior del casco, ¿sería razonable que se sintiera libre de peligro solo porque la grieta está muy lejos? No, todas las partes del barco están conectadas, no hay ninguna que flote sola. Lo mismo es posible afirmar de las economías del mundo, si hay problemas en una de ellas, tal vez tenga problemas usted.
Aguas peligrosas para peces pequeños
Después del crac, una multitud de pequeños inversores dejaron el mercado. Este éxodo en masa significó graves pérdidas para la industria de la correduría, que sufrió más de 25.000 cesaciones después del desplome de la bolsa, pero para el mercado de valores en sí ha significado aún más problemas.
¿Qué asustó a tantos inversores e hizo que dejaran Wall Street? Aunque es obvio que el crac tuvo mucho que ver en ello, también de otras maneras Wall Street empezó a parecer un ambiente hostil para el pequeño inversor, como aguas demasiado peligrosas para que naden en ellas peces pequeños. Analicemos brevemente tres de las tendencias que han contribuido a esto: la computadorización, la euforia por comprar empresas enteras y la explosión de la deuda.
¿Llevan las máquinas la voz cantante?
El lunes negro fue un mal día para los ordenadores, ya que la avalancha de operaciones superó su capacidad. Los brokers de todo el país contemplaron impotentes y furiosos cómo las pantallas de sus terminales se llenaban de signos de interrogación o se quedaban en blanco. En el epicentro de la tormenta —la Bolsa de Valores de Nueva York—, el crac bloqueó casi todo el sistema. Pero muchos pensaron que los ordenadores no solo eran víctimas del crac, sino realmente los cómplices en generar la estampida de ventas. Un hombre lo expresó de la siguiente manera a The New York Times: “Solo se trata de ordenadores que venden a ordenadores”.
Por supuesto, eso no es estrictamente cierto. Sin embargo, en algunas operaciones complejas que suelen hacer los grandes inversores institucionales, los ordenadores están programados para reaccionar automáticamente de acuerdo con las condiciones del mercado —como la caída en el precio de una acción— y sugerir al broker lo que debe hacer. El problema es que este raras veces dispone de tiempo para cuestionarse las sugerencias de su ordenador. Por consiguiente, los ordenadores llegan a hacer el papel de coreógrafos de multitudes de brokers como si se tratase de una compañía de bailarines. Ellos los obedecen al unísono, y así crean enormes olas de ventas que a su vez generan más olas de venta. De modo que quizás los ordenadores hayan amplificado el crac, tal como el ruido de realimentación de un sistema de amplificación de sonido aumenta hasta convertirse en un chirrido ensordecedor. Hay quienes culpan a los ordenadores de 300 de los 508 puntos que bajaron.
Es posible que los ordenadores sean indispensables en el mercado de valores, pero el lunes negro hicieron que los “peces pequeños” se sintieran más pequeños que nunca. Los pequeños inversores ni siquiera podían comunicarse por teléfono con sus brokers para ordenar la venta de sus acciones, que bajaban en picado. Mientras tanto, los grandes inversores, con sus operaciones comerciales llevadas por ordenador, se libraban de enormes paquetes de acciones.
Una actividad febril
Muchos también encuentran molesto que durante los últimos años los “peces” de tamaño grande y mediano se hayan envuelto en una actividad febril, devorándose los unos a los otros en OPAS (ofertas públicas de adquisición) hostiles y en leveraged buyouts (traducible como “compra forzada de empresas”). “Hoy día la gente compra compañías enteras como solían comprar acciones”, dijo un banquero de inversiones retirado al que entrevistó ¡Despertad!
La leveraged buyout (LBO) es muy popular en Wall Street. Una compañía se vale de grandes cantidades de dinero prestado que ha obtenido, por ejemplo, de la venta de bonos basura, para absorber a otra compañía mediante la adquisición de las acciones restantes de su capital social. Una vez que el comprador se ha apoderado de la totalidad de la empresa, la divide en partes y las vende para saldar toda su deuda. De ese modo el comprador termina siendo el dueño de lo que queda sin gastar dinero. Con la venta de bonos basura, las pequeñas compañías se permiten el lujo de devorar a las grandes, como el pez pequeño que se come al gran tiburón.
Los negocios de absorción de empresas producen cantidades inimaginables de dinero a los bancos, abogados y hombres de negocios que tramitan la absorción. En una gigantesca LBO efectuada a finales de 1988, tan solo las tarifas de los bancos y los asesores se acercaron a los mil millones de dólares (E.U.A.). Algunos hombres que se hicieron famosos como compradores de empresas ganaron cientos de millones de dólares en solo unos pocos años. No pocos se metieron en problemas con la ley.
La explosión de la deuda
Las LBO no hacen más que ilustrar la continua aventura amorosa de Estados Unidos con la deuda. Individualmente, los estadounidenses solo ahorran el 5% de sus ingresos, mientras que los alemanes occidentales ahorran alrededor del 13%, y los japoneses, cerca del 17%. La afición de los estadounidenses por la tarjeta de crédito y el lema “compre ahora, pague más tarde” se han hecho legendarios. Las empresas deben más de 1,8 billones de dólares (E.U.A.), y la deuda federal es de más de 2,6 billones. En solo ocho años el gobierno de Estados Unidos también ha conseguido pasar de ser el mayor acreedor del mundo a ser el mayor deudor del comercio internacional. Un escritor del periódico canadiense Globe and Mail resumió la política de Estados Unidos con las palabras: “Gasta, gasta, y se limita a pedir prestado”.
Una recesión podría significar grandes problemas para las empresas estadounidenses cargadas de deudas. Si eso ocurriese, las compañías muy endeudadas se harían frágiles de repente. Podría sobrevenir una ola de incumplimientos de pagos y de declaraciones de bancarrota. A los bancos también les afecta el problema de la deuda, pues han hecho préstamos arriesgados de miles de millones de dólares. Varios centenares se encuentran en problemas, y muchos se han visto obligados a cerrar.
Aún más nefasta es la deuda que existe a escala mundial: los países del Tercer Mundo deben la exorbitante cantidad de 1,2 billones de dólares (E.U.A.). Así que no es de extrañar que el banquero de inversiones Félix Rohatyn definiese la economía de la siguiente manera: “Hemos creado un gigantesco castillo de naipes financiero, y ya se nos ha advertido bastante de su poca estabilidad”.
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