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Tiempos prósperos: ¿para quiénes?¡Despertad! 2007 | mayo
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Tiempos prósperos: ¿para quiénes?
VIVIMOS en un mundo próspero. ¿Le cuesta creerlo? La verdad es que algunos países tienen tanto dinero que no son capaces de gastarlo. Se calcula que, en el 2005, el producto mundial bruto —el valor total de los bienes y servicios producidos en todo el mundo en un año— superó los sesenta billones de dólares. Si esta cantidad astronómica se distribuyera entre todos los habitantes del planeta, cada uno recibiría unos 9.000 dólares. Y esta proporción aumenta de año en año.
Irónicamente, tal prosperidad no es tan global como cabría esperar. Una reciente publicación de las Naciones Unidas señala que la fortuna combinada de las tres personas más ricas del mundo supera la suma del producto interno bruto de los 48 países más pobres. Por otro lado, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo indica que 2.500 millones de personas subsisten con menos de 2 dólares al día. Cientos de millones están desnutridos y no disponen de agua potable limpia.
En Estados Unidos, los sociólogos están estudiando lo que ellos denominan el grupo de los “casi pobres”, compuesto por las personas con un elevado riesgo de caer en la pobreza. Pese a vivir en un país inmensamente rico, más de cincuenta millones de estadounidenses se encuentran en esa penosa situación.
Pero si por todo el mundo no dejan de entrar grandes cantidades de dinero en las arcas públicas y cuentas bancarias, ¿por qué cientos de millones de personas siguen en la miseria? ¿Por qué tienen tan pocas oportunidades de disfrutar de la creciente riqueza del mundo?
[Comentario de la página 3]
Las tres personas más acaudaladas del mundo son más ricas que los 48 países más pobres
[Ilustración de las páginas 2 y 3]
En esta fábrica de ladrillos, los niños trabajan por 50 centavos al día
[Reconocimiento]
© Fernando Moleres/Panos Pictures
[Reconocimiento de la página 3]
© Giacomo Pirozzi/Panos Pictures
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¿Por qué hay tantos pobres en un mundo tan rico?¡Despertad! 2007 | mayo
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¿Por qué hay tantos pobres en un mundo tan rico?
EN EL siglo primero de nuestra era, Jesús dijo: “Siempre tienen a los pobres con ustedes” (Mateo 26:11). Desde entonces, la situación no ha cambiado. Pero ¿por qué vive tanta gente en la miseria en un mundo que nada en la abundancia?
Hay quienes piensan que las personas caen en la pobreza por culpa de sus malas decisiones. Y eso puede ser cierto en algunos casos. Es fácil que quienes se entregan a vicios como la bebida, la droga o el juego pierdan todos sus recursos. Sin embargo, no todos los pobres se encuentran en la miseria por haber actuado con poco juicio.
Multitud de trabajadores han perdido su empleo debido a cambios en la industria. Mucha gente ha visto esfumarse los ahorros de toda una vida por gastos médicos cada vez más elevados. Y la mayoría de los cientos de millones de pobres que viven en países en desarrollo no están en la miseria porque se lo hayan buscado. Con frecuencia, la pobreza se debe a factores que escapan al control de sus víctimas. Veamos un ejemplo histórico que lo ilustra.
Una lección del pasado
A principios de la década de 1930, el mundo se hallaba inmerso en una crisis económica que llegaría a conocerse como la Gran Depresión. En cierto país, millones de personas perdieron su empleo, y cientos de miles de familias, su casa. Pero mientras mucha gente pasaba hambre, los ganaderos vertían enormes cantidades de leche en las cunetas, y las autoridades obligaban a los granjeros a sacrificar millones de animales.
¿Por qué desperdiciaban así el alimento? Los principios económicos dictaban que la venta de estos y otros productos básicos debía producir beneficios. Cuando eso no era posible, comestibles tan necesarios para los pobres como la leche, la carne y los cereales perdían su valor comercial, y había que deshacerse de ellos.
La falta de alimento provocó disturbios en gran número de ciudades. Hubo quienes, incapaces de comprar comida para su familia, conseguían lo que necesitaban a punta de pistola. Otros sencillamente pasaban hambre. Todo esto sucedió nada menos que en Estados Unidos. Durante los primeros años de la Gran Depresión, el poderoso sistema económico de esta nación les falló a los más desprotegidos. Ganar dinero era lo primordial; satisfacer la necesidad de alimento, techo y trabajo de los ciudadanos era tan solo una cuestión secundaria.
La situación económica actual
La economía mundial se recuperó de la Gran Depresión, y hoy parece haber más riqueza y estabilidad que nunca antes. No obstante, en medio de tanta abundancia, los pobres siguen teniendo pocas oportunidades de mejorar su situación. Son tantos los informes del hambre y la miseria existentes en los países en vías de desarrollo que muchos se cansan de leerlos. Y, sin embargo, todo sigue igual: la guerra provoca hambre entre los refugiados, los políticos dejan que el alimento se pudra en los almacenes y las fuerzas del mercado encarecen tanto los artículos básicos que los pobres no los pueden adquirir. A la vista está que vivimos en un sistema incapaz de cuidar a sus miembros más vulnerables. A la economía mundial no le preocupan en lo más mínimo los millones de personas pobres.
En realidad, ningún sistema económico humano ha satisfecho debidamente las necesidades de todas las personas. Hace unos tres mil años, un agudo observador de la conducta humana llegó a la siguiente conclusión: “Yo mismo regresé para poder ver todos los actos de opresión que se están haciendo bajo el sol, y, ¡mira!, las lágrimas de aquellos a quienes se oprimía, pero no tenían consolador; y de parte de sus opresores había poder, de modo que no tenían consolador” (Eclesiastés 4:1). Todavía hoy, en medio de tanta prosperidad, se cometen numerosos actos de opresión económica.
Los millones de personas que viven actualmente en la miseria tienen pocas oportunidades de salir del pozo en el que están sumidos. Así y todo, muchos han aprendido a hacer frente a sus problemas económicos. También han aprendido a mirar al futuro con la firme esperanza de una vida mejor.
[Recuadro de la página 5]
La lucha por salir adelante
El escritor y periodista David Shipler nos ilustra la situación de algunos estadounidenses que viven al borde de la ruina económica: “Un apartamento viejo y deteriorado empeora el asma de un niño, lo que le causa una crisis y obliga a la madre a llamar a una ambulancia. Como no puede pagarla, su historial de crédito se echa a perder. Esto dispara la tasa de interés del préstamo para adquirir un automóvil y la fuerza a comprar uno de segunda mano no tan fiable, con el que llegará tarde al trabajo. La falta de puntualidad reduce sus posibilidades de recibir un ascenso y, por ende, de ganar más dinero, lo que le impide mudarse a un apartamento mejor” (The Working Poor—Invisible in America [Los trabajadores pobres: invisibles en Estados Unidos]). Aunque vivan en la nación más rica del mundo, la amenaza de la pobreza pende constantemente sobre esta madre y su hijo.
[Recuadro de la página 6]
¿Basta con tener buenas intenciones?
En noviembre de 1993, en un edificio gubernamental de la ciudad de Washington se había reunido un grupo de funcionarios para resolver una grave cuestión. Tenían cientos de millones de dólares a su disposición y querían utilizarlos en beneficio de las personas sin hogar de Estados Unidos. Mientras debatían este asunto, al otro lado de la calle se arremolinaban en torno a una parada de autobús varios policías, bomberos y trabajadores de servicios médicos de urgencias. El personal de la ambulancia estaba recogiendo el cadáver de una mujer que vivía en la calle. Había muerto enfrente del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, la agencia estadounidense encargada de ayudar a las personas que no tienen techo.
Un periodista del rotativo The New York Times entrevistó posteriormente a una funcionaria de dicha agencia. Hablando del número de trabajadores y vehículos de los servicios de urgencia que acudieron al lugar, ella dijo: “Es irónico que se inviertan tantos recursos en alguien cuando muere y que, en vida, no se le haya dado ni una mínima fracción de eso”.
[Ilustración de las páginas 4 y 5]
Familia desplazada por la pobreza durante la Gran Depresión de los años treinta
[Reconocimiento]
Dorothea Lange, FSA Collection, Library of Congress
[Ilustración de las páginas 6 y 7]
En talleres como este, los empleados reciben un salario medio de 14 dólares mensuales y tienen que trabajar hasta setenta horas a la semana
[Reconocimiento]
© Fernando Moleres/Panos Pictures
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¿Hay esperanza para los pobres?¡Despertad! 2007 | mayo
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¿Hay esperanza para los pobres?
NO ESTÁ mal trabajar duro para vivir, siempre y cuando los trabajadores reciban un salario justo. Cierto escritor bíblico lo expresó así: “He llegado a saber que no hay nada mejor [...] que regocijarse [...] y también que todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo. Es el don de Dios” (Eclesiastés 3:12, 13).
No obstante, hemos visto que el sistema económico mundial exige trabajar duro, pero a menudo no paga a los trabajadores como se merecen. Muchos siguen siendo pobres y tienen que luchar día a día por sobrevivir. Por eso, en rarísimas ocasiones tienen ánimos para “regocijarse” y ver “el bien por todo su duro trabajo”. Si bien el mundo ha alcanzado niveles de riqueza extraordinarios, es posible que hasta la mitad de la población mundial no se esté beneficiando de esa abundancia.
Dios se interesa por los pobres
A Jehová Dios, el Creador del hombre, le disgusta esta situación. Él siente compasión por los más necesitados. Como muestra la Biblia, “de seguro no se olvidará del clamor de los afligidos” (Salmo 9:12). En efecto, Jehová es un Dios que se interesa por los pobres.
Dirigiéndose a él, el salmista dijo: “A ti el desdichado, el huérfano de padre, se encomienda. Tú mismo has llegado a ser su ayudador” (Salmo 10:14). En este versículo bíblico se alude al afligido de forma individual, lo que indica que Dios se interesa por cada persona y sus necesidades particulares.a Para él, todo ser humano tiene mucho valor y merece atención personal. Por eso, invita a gente de todo nivel económico a aprender de él y ser sus amigos.
Observando el ejemplo de Dios, las personas aprenden a mostrar compasión y a ponerse en el lugar de los demás. Ese es el caso de los testigos de Jehová, quienes se consideran parte de una gran familia espiritual. Entre ellos florece el verdadero amor cristiano, pues se valoran unos a otros. El Señor Jesucristo dijo a sus discípulos: “Todos ustedes son hermanos” (Mateo 23:8). De modo que todos los que practican la adoración verdadera componen una hermandad en la cual no se discrimina a nadie por su situación económica. Más bien, se cuidan unos a otros y se animan cuando atraviesan tiempos difíciles.
Además, en su Palabra, Dios ofrece principios que permiten minimizar las consecuencias de la pobreza. Por ejemplo, nos exhorta a que no contaminemos el cuerpo —con tabaco u otras sustancias— y a que no abusemos del alcohol (Proverbios 20:1; 2 Corintios 7:1). La persona que sigue estos principios no malgasta el dinero en tales vicios. Asimismo, se ahorra los gastos médicos que provocan las enfermedades relacionadas con la adicción al tabaco y al alcohol. Las Santas Escrituras también nos enseñan a rechazar el materialismo y la avaricia (Marcos 4:19; Efesios 5:3). Quienes obedecen la Palabra de Dios en estas cuestiones tampoco despilfarran su dinero en el juego.
Así pues, la Biblia suministra principios para el diario vivir que resultan prácticos, incluso si uno se encuentra en la miseria. Veamos el siguiente caso.
En un país con mucho desempleo, una mujer se arriesgó a perder su trabajo en una fábrica al solicitar tiempo para ir a sus reuniones cristianas. Su jefe podía haberla despedido sin contemplaciones. Sin embargo, para sorpresa de ella y de los demás empleados, le concedió lo que le pedía. No solo eso: le dijo que quería que continuara en su fábrica y la alabó por ser “una trabajadora ejemplar”. ¿Por qué reaccionó así el jefe?
Porque esta empleada, que era testigo de Jehová, aplicaba los principios bíblicos en su vida. Como quería comportarse “honradamente en todas las cosas”, no mentía ni robaba, y así se había ganado una buena reputación (Hebreos 13:18). Además, siguiendo el principio inspirado de Colosenses 3:22, 23, obedecía a su jefe y llevaba a cabo su trabajo “de toda alma”, es decir, se esforzaba por realizar sus tareas diligentemente y sin perder el tiempo.
Claro, en el actual sistema económico impera el egoísmo y lo más importante son los beneficios. Así que es posible que a algunos, pese a respetar profundamente los principios bíblicos, les cueste trabajo conseguir alimento, ropa y vivienda. Con todo, tienen una conciencia limpia ante su Creador y, además, aguardan con confianza tiempos mejores, pues Jehová es “el Dios que da esperanza” (Romanos 15:13).
La solución definitiva a la pobreza
La Biblia revela lo mucho que le desagradan a Jehová todos aquellos que fomentan la injusta opresión de los pobres. La Palabra inspirada de Dios dice: “¡Ay de los que están decretando disposiciones reglamentarias dañinas y de los que, escribiendo constantemente, han puesto por escrito puro penoso afán, para rechazar de una causa judicial a los de condición humilde, y para arrebatar de los afligidos [...] la justicia, para que las viudas lleguen a ser su despojo, y para que puedan saquear aun a los huérfanos de padre!” (Isaías 10:1, 2). Tanto si perjudican a los pobres consciente como inconscientemente, los que dirigen las actividades económicas de esta sociedad forman parte de un sistema opresivo que el Dios todopoderoso va a reemplazar.
El profeta Isaías plantea una importante pregunta a tales personas: “¿Y qué harán ustedes ante el día de dárseles atención y ante la ruina, cuando venga de lejos?” (Isaías 10:3). Jehová pondrá fin a sus actividades el día que destruya este sistema injusto que ellos mantienen.
Pero Dios no solo se ha propuesto tomar medidas drásticas contra quienes oprimen a sus semejantes. También hará posible que hombres y mujeres de corazón noble tengan una vida libre de injusticias. Mediante un gobierno superior, conseguirá que todos los seres humanos lleven vidas felices, sin la amenaza de la pobreza. Para disfrutar de prosperidad, no serán necesarios ni una gran herencia ni buenos contactos comerciales ni visión para los negocios. Ahora bien, ¿qué garantía tenemos de que esos cambios tendrán lugar?
Jesucristo, aquel a quien Jehová ha designado para gobernar a la humanidad, llamó a esa maravillosa perspectiva la “re-creación” (Mateo 19:28). Al emplear este término —que conlleva la idea de renovación, un nuevo comienzo de la vida humana—, Jesús destacó un hecho importante: que nuestro amoroso Creador dará a los seres humanos justos la oportunidad de vivir la vida como él desea. En ese entonces, Jehová Dios colmará a la humanidad de bendiciones, una de las cuales será acabar definitivamente con los problemas económicos que hoy abruman a tanta gente.
Aludiendo a Jesús en su papel de gobernante, la Biblia profetiza: “Él librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador. Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará. De la opresión y de la violencia les redimirá el alma, y la sangre de ellos será preciosa a sus ojos” (Salmo 72:12-14).
Un hermoso futuro está al alcance de todos. Sin embargo, para vivir en este nuevo mundo, Dios nos pide que cumplamos ciertos requisitos, lo que exige aprender cuál es su voluntad y hacerla. Así pues, tomemos buenas decisiones basándonos en lo que nos enseña la Palabra de Dios. Aguardemos con anhelo el maravilloso futuro que Dios ofrece a la humanidad. No quedaremos decepcionados. La Biblia promete que no para siempre “será olvidado el pobre, ni perecerá jamás la esperanza de los mansos” (Salmo 9:18).
[Nota]
a Otros dos versículos donde se destaca que Dios se interesa por cada persona afligida son Salmo 35:10 y Salmo 113:7.
[Comentario de la página 9]
Un hermoso futuro está al alcance de todos
[Ilustración y recuadro de la página 10]
¿Debería mudarme para mejorar mi situación económica?
La Palabra de Dios no nos dice dónde debemos vivir ni trabajar. Sin embargo, contiene principios que nos ayudan a determinar si es conveniente mudarnos a otro país por cuestiones económicas. La siguiente lista de preguntas y principios bíblicos puede ayudarle a tomar una decisión.
1. ¿Me estoy dejando llevar por simples rumores? Proverbios 14:15 advierte: “Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra, pero el sagaz considera sus pasos”. Cierto hombre de Europa del Este que se mudó a un país rico señaló: “Me dijeron que aquí el dinero crece en los árboles. Todavía estoy buscando esos árboles”.
2. ¿Tengo una visión equilibrada de las necesidades de mi familia? ¿Veo como necesidades lo que en realidad son deseos poco realistas? Es cierto que el cabeza de familia tiene la responsabilidad de proporcionar el sustento a su esposa e hijos (1 Timoteo 5:8). Sin embargo, Dios también espera que dé a sus hijos una educación moral y espiritual (Deuteronomio 6:6, 7; Efesios 6:4). Si el padre se muda, es posible que pueda ayudarlos más en sentido material. Pero no podrá inculcarles valores morales y espirituales si se ausenta durante semanas, meses o años.
3. ¿Soy consciente de que una separación prolongada nos expone a mi esposa y a mí al adulterio? La Palabra de Dios aconseja a los casados que tengan en cuenta las necesidades sexuales de su cónyuge (1 Corintios 7:5).
4. ¿Entiendo que entrar ilegalmente en un país puede causarme serios problemas con las autoridades? Los cristianos verdaderos han de obedecer las leyes del país donde viven (Romanos 13:1-7).
[Ilustraciones de las páginas 8 y 9]
Los principios bíblicos son prácticos para ricos y pobres
[Reconocimiento de la página 7]
Arriba: © Trygve Bolstad/Panos Pictures
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