-
La guerra que cambió al mundoLa Atalaya 2014 | 1 de febrero
-
-
La guerra que cambió al mundo
Hace un siglo, millones de jóvenes dejaron la seguridad de sus hogares para irse a la guerra. Marcharon entusiastas, arrastrados por el patriotismo. “Estoy feliz y lleno de emoción por los maravillosos días que nos esperan”, escribió un voluntario estadounidense en 1914.
Pero pronto el entusiasmo se convirtió en amargura. Nadie se imaginó que los ejércitos acabarían atascados por años en los terrenos lodosos de Bélgica y Francia. En ese entonces, al conflicto lo llamaron la Gran Guerra. Ahora lo llamamos la Primera Guerra Mundial.
Aquella fue sin duda una gran guerra por el número de víctimas —diez millones de muertos y veinte millones de mutilados, según algunos cálculos— y también por los grandes errores que la desencadenaron. Los políticos europeos fueron incapaces de evitar que las tensiones internacionales desembocaran en un conflicto de escala global. Peor aún, la Gran Guerra dejó cicatrices que cambiaron al mundo, y hasta el día de hoy sentimos sus efectos.
ERRORES QUE ACABARON CON LA CONFIANZA
La Primera Guerra Mundial comenzó debido a errores de cálculo. En aquel placentero verano de 1914, los líderes europeos parecían, según una obra, “sonámbulos caminando en el borde de un precipicio”. (The Fall of the Dynasties—The Collapse of the Old Order 1905-1922.)
En cuestión de semanas, el asesinato de un archiduque austríaco sumió a las potencias europeas en una guerra que nadie quería. Tras el inicio de las hostilidades, se le preguntó al canciller alemán: “¿Pero qué pasó?”, a lo que él respondió con tristeza: “Ojalá lo supiera”.
Los líderes que tomaron las desastrosas decisiones que llevaron a la guerra ni se imaginaban las consecuencias. Pero allá en las trincheras, los soldados no tardaron en descubrir la realidad: sus políticos les habían fallado, sus clérigos los habían engañado y sus generales los habían traicionado. ¿De qué modo?
Sus políticos les habían fallado, sus clérigos los habían engañado y sus generales los habían traicionado
Los políticos aseguraron que la guerra produciría un mundo mejor. El canciller alemán proclamó: “Luchamos para defender los frutos de nuestra pacífica industria, la herencia de nuestro glorioso pasado e incluso nuestro futuro”. El presidente Woodrow Wilson, de Estados Unidos, acuñó una frase esperanzadora que se hizo popular. Dijo que la guerra haría del mundo “un lugar más seguro para la democracia”. Y en Gran Bretaña, la gente creyó que sería una guerra que acabaría con todas las guerras. ¡Qué equivocados estaban todos!
Los clérigos apoyaron el conflicto con toda el alma. “Los guardianes de la palabra de Dios fueron los primeros en entonar el canto de guerra. La lucha sin cuartel se volvió sinónimo de odio irrefrenable”, señala The Columbia History of the World. Y lejos de combatir las llamas del odio, las alimentaron. “Los clérigos demostraron que no podían, y en la mayoría de los casos no querían, poner la fe cristiana antes que la nacionalidad —observa el libro La historia del cristianismo—. La mayoría siguió el camino fácil y equiparó el cristianismo con el patriotismo. Los soldados cristianos de todas las confesiones recibieron la exhortación a matarse mutuamente en nombre de Su Salvador.”
Los generales prometieron una victoria rápida, pero sin ninguna base. De pronto, los ejércitos cayeron en un sangriento atolladero y millones de soldados sufrieron lo que, en palabras de un historiador, “fue posiblemente la mayor y más cruel tortura física y emocional que el ser humano haya tenido que soportar”. A pesar de las terribles pérdidas, los generales seguían lanzando a sus hombres contra las barricadas de alambres de púas y las ráfagas de metralleta. No es de extrañar que muchos se amotinaran.
¿Qué efecto tuvo esta guerra en la sociedad? Una obra de historia cita estas palabras de un veterano: “La guerra [...] marcó con fuego la mente y el espíritu de una generación”. Así es, imperios enteros desaparecieron, y el trágico conflicto fue el preludio del siglo más sanguinario de la historia. A partir de entonces, las revoluciones y las protestas se volvieron algo cotidiano.
¿Por qué se sumió el planeta en el caos después de esta guerra? ¿Fue tan solo un colosal accidente? ¿Qué revelan las respuestas sobre nuestro futuro?
-
-
El verdadero culpable de la guerra y el sufrimientoLa Atalaya 2014 | 1 de febrero
-
-
El verdadero culpable de la guerra y el sufrimiento
La Primera Guerra Mundial terminó el 11 de noviembre de 1918. La gente cerró sus negocios y salió a bailar a las calles. Pero la celebración duró poco. Otra tragedia —más mortífera aún que la ametralladora— se cernía sobre el mundo.
En junio de 1918 apareció en los campos de batalla franceses una terrible plaga conocida como la gripe española, la cual no tardó en demostrar su agresividad. En unos cuantos meses mató a más soldados estadounidenses en Francia que el fuego enemigo. Y las tropas que regresaron a casa se la llevaron consigo y la esparcieron por todo el planeta.
El hambre y la pobreza también marcaron los años de la posguerra. Gran parte de Europa se moría de inanición al finalizar el conflicto. Para 1923, la moneda alemana había perdido casi todo su valor. Seis años después, la entera economía mundial se desplomó. Y finalmente, en 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial, que en ciertos sentidos fue una continuación de la anterior. ¿Qué hubo detrás de esta singular cadena de catástrofes?
LA SEÑAL DE LOS ÚLTIMOS DÍAS
Para entender qué hay detrás de ciertos sucesos históricos, y en particular de la Primera Guerra Mundial, debemos recurrir a las profecías de la Biblia. Jesucristo predijo una época en la que las naciones lucharían unas con otras y habría epidemias y falta de alimentos por todos lados (Mateo 24:3, 7; Lucas 21:10, 11). Les dijo a sus discípulos que estas calamidades serían la señal de los últimos días. El último libro de la Biblia, Revelación (o Apocalipsis) ofrece más detalles, los cuales vinculan el sufrimiento en la Tierra con una guerra celestial. (Vea el recuadro “Guerra en la Tierra, guerra en el cielo”.)
Este libro habla de los cuatro jinetes del Apocalipsis. Tres de ellos representan los mismos desastres que ya había predicho Jesús: guerras, hambres y epidemias. (Vea el recuadro “¿Están cabalgando los cuatro jinetes del Apocalipsis?”.) Está claro, pues, que la Primera Guerra Mundial desató un período de sufrimiento que continúa hasta hoy. Y la Biblia revela que el Diablo es el verdadero culpable (1 Juan 5:19). ¿Podrá detenerlo algún día alguien?
Revelación asegura que al Diablo le queda solo “un corto espacio de tiempo” (Revelación 12:12). Por eso está lleno de rabia y está provocando tanto sufrimiento en la Tierra. En efecto, las dificultades que vemos a nuestro alrededor demuestran que el tiempo se le está agotando.
SE DESBARATAN LAS OBRAS DEL DIABLO
La Primera Guerra Mundial fue un acontecimiento que cambió por completo el rumbo de la historia. Dio inicio a una época de guerras, revoluciones y desilusión con la clase política. También demostró sin lugar a dudas que Satanás fue echado del cielo (Revelación 12:9). La reacción del gobernante invisible de este mundo ha sido igual a la de un dictador desalmado que sabe que su gobierno tiene los días contados. Cuando su tiempo se agote, la era de crisis que comenzó con la Primera Guerra Mundial por fin acabará.
Las profecías bíblicas nos dan sólidas razones para confiar en que Jesucristo, nuestro Rey celestial, pronto “desbaratar[á] las obras del Diablo” (1 Juan 3:8). Ya desde ahora, millones de personas están pidiendo que venga ese Reino. ¿Y usted? Gracias a ese gobierno, la gente de bien podrá ver cómo se hace la voluntad de Dios —y no la del Diablo— en la Tierra (Mateo 6:9, 10). Bajo el Reino de Dios, no volverá a ocurrir una guerra mundial ni ninguna otra guerra (Salmo 46:9). Aprenda más sobre él y vivirá para ver el tiempo en que la paz dominará el planeta (Isaías 9:6, 7).
a Vea el capítulo 8 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?, publicado por los testigos de Jehová.
-