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  • Se desentrañan los secretos del fondo oceánico
    ¡Despertad! 2000 | 22 de noviembre
    • y —aferrada al fondo marino formando colonias— la más extraña de todas: anélidos tubícolas, gusanos de hasta casi dos metros de longitud que ostentan penachos carmesíes.

  • Se desentrañan los secretos del fondo oceánico
    ¡Despertad! 2000 | 22 de noviembre
    • Un enigma viviente

      A raíz de los estudios que se realizaron, se calificó a los anélidos de enigmas vivientes, puesto que no cuentan con sistema digestivo ni boca. Por ello surgió la cuestión de cómo se alimentaban y cómo asimilaban los nutrientes. Más tarde se realizó el asombroso hallazgo de que poseen sangre roja (no un fluido semejante, sino auténtica sangre, rica en hemoglobina) que circula por su organismo y su penacho.

      Las incógnitas aumentaron al diseccionar la flácida envoltura del gusano, pues albergaba 10.000 millones de bacterias en cada gramo de tejido. En 1980, una estudiante de biología concibió la teoría de que el anélido tubícola vive en simbiosis (asociación íntima de organismos de diferente especie que se favorecen mutuamente), hipótesis que se confirmó al demostrarse que el gusano anfitrión alimenta a las bacterias, y viceversa.

      El penacho, al igual que las branquias de los animales acuáticos, absorbe oxígeno, carbono y otros ingredientes imprescindibles para que las bacterias fabriquen alimento. Pero no lo hace directamente del líquido abrasador que sale de la grieta —sería suicida intentarlo—, sino en los alrededores, donde el agua cercana al punto de congelación se mezcla con la que emana de la fuente. Por supuesto, la elaboración de nutrientes precisa de energía. Aunque la luz solar la suministra en abundancia a la vegetación terrestre y de aguas poco profundas, no llega a la zona abisal donde habita el anélido tubícola.

  • Se desentrañan los secretos del fondo oceánico
    ¡Despertad! 2000 | 22 de noviembre
    • A fin de atrapar todas las sustancias químicas que las bacterias necesitan, las moléculas de la hemoglobina de este gusano son treinta veces mayores que las humanas. Así, la sangre las transporta a las hambrientas bacterias, que, a su vez, las convierten en nutrientes para su anfitrión.

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