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  • Dios elige un pueblo
    La Atalaya 2014 | 15 de noviembre
    • Abrahán sosteniendo en brazos a su hijo Isaac recién nacido mientras unas mujeres atienden a Sara

      Dios elige un pueblo

      “¡Feliz es el pueblo cuyo Dios es Jehová!” (SAL. 144:15)

      ¿LO SABE?

      • ¿Cuándo comenzó Jehová a tener un pueblo en la Tierra?

      • ¿Por qué puede decirse que los israelitas eran una nación de testigos?

      • ¿Cómo fue desleal la nación de Israel? ¿Qué predijo Jehová por esa razón?

      1. ¿Qué creen algunos sobre las religiones y la gente que hay en ellas?

      MUCHOS reconocen que las grandes religiones, tanto cristianas como no cristianas, hacen poco por la humanidad. Y algunos admiten que tales religiones enseñan mentiras sobre Dios y lo deshonran con su conducta; por eso creen que él no puede aprobarlas. Sin embargo, les parece que en todas las religiones hay gente buena a la que Dios acepta. No ven la necesidad de que esas personas se salgan de la religión falsa y adoren al Creador formando parte de un pueblo separado. Pero ¿qué piensa Dios? Veámoslo repasando con la Biblia la historia de los siervos verdaderos de Jehová.

      JEHOVÁ ELIGE A SU PUEBLO

      2. ¿Quiénes llegaron a ser el pueblo de Jehová, y qué distinguió a ese pueblo de los demás? (Vea la ilustración del principio.)

      2 Unos cuatro mil años atrás, Jehová eligió a un grupo de personas para que fueran su pueblo. Abrahán, llamado “el padre de todos los que tienen fe”, era cabeza de una gran familia con cientos de sirvientes (Rom. 4:11; Gén. 14:14). De hecho, los gobernantes de Canaán lo consideraban “un principal poderoso” y lo trataban con respeto (Gén. 21:22; 23:6, nota). Jehová hizo un pacto, o acuerdo, con él y sus descendientes (Gén. 17:1, 2, 19). Le dijo: “Este es mi pacto que ustedes guardarán, entre yo y ustedes, incluso tu descendencia después de ti: Todo varón de ustedes tiene que ser circuncidado. Y [...] esto tiene que servir como señal del pacto entre yo y ustedes” (Gén. 17:10, 11). De ahí que Abrahán y todos los varones de su casa se circuncidaran (Gén. 17:24-27). La circuncisión era una señal que distinguía a los descendientes de Abrahán como el único pueblo que tenía una relación especial con Jehová.

      3. ¿Cómo llegaron los descendientes de Abrahán a ser un pueblo?

      3 El nieto de Abrahán, Jacob —también llamado Israel—, tuvo 12 hijos (Gén. 35:10, 22b-26). Estos se convirtieron en los cabezas patriarcales de las 12 tribus de Israel (Hech. 7:8). Huyendo del hambre, Jacob se refugió con los suyos en Egipto. José, uno de sus hijos, era el administrador de alimentos de aquel país y la mano derecha del faraón (Gén. 41:39-41; 42:6). Andando el tiempo, los descendientes de Jacob se hicieron muy numerosos y llegaron a ser un pueblo (Gén. 48:4; lea Hechos 7:17).

      JEHOVÁ LIBERA A SU PUEBLO

      4. ¿Cómo fue al principio la relación entre los egipcios y los descendientes de Jacob?

      4 Los descendientes de Jacob se quedaron en Egipto algo más de dos siglos, en una región del delta del Nilo llamada Gosén (Gén. 45:9, 10). Parece que más o menos la mitad de ese tiempo vivieron en paz con los egipcios. Moraban en pequeñas poblaciones y eran pastores. El faraón, que conocía y apreciaba a José, los había recibido amablemente (Gén. 47:1-6). Así que, aunque los egipcios sentían un especial desprecio por quienes cuidaban ovejas, tuvieron que tolerar la presencia de los israelitas (Gén. 46:31-34).

      5, 6. a) ¿Cómo cambió la situación del pueblo de Dios en Egipto? b) ¿Cómo se salvó Moisés? c) ¿Qué hizo Jehová por su pueblo?

      5 Pero la situación del pueblo de Dios iba a cambiar por completo. “Con el tiempo se levantó sobre Egipto un rey nuevo que no conocía a José. Y procedió a decir a su pueblo: ‘¡Miren! El pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y poderoso que nosotros’.” A raíz de eso, “los egipcios hicieron trabajar a los hijos de Israel como esclavos bajo tiranía. Y siguieron amargándoles la vida con dura esclavitud en trabajos de argamasa de barro y ladrillos y con toda forma de esclavitud en el campo” (Éx. 1:8, 9, 13, 14).

      6 El faraón llegó a ordenar que se matara a todos los varones hebreos en cuanto nacieran (Éx. 1:15, 16). Moisés nació en ese período. ¿Cómo se salvó? Cuando tenía tres meses, su madre, Jokébed, lo escondió entre los juncos de papiro del Nilo, donde lo encontró la hija del faraón. Esta posteriormente lo adoptó, pero Moisés fue criado por su fiel madre en sus primeros años y llegó a ser un siervo leal de Jehová (Éx. 2:1-10; Heb. 11:23-25). Jehová vio los sufrimientos de los israelitas y decidió liberarlos por medio de Moisés (Éx. 2:24, 25; 3:9, 10). Así fue como Jehová salvó a su pueblo de sus opresores (Éx. 15:13; lea Deuteronomio 15:15).

      EL PUEBLO LLEGA A SER UNA NACIÓN

      7, 8. ¿Cómo se convirtió el pueblo de Jehová en una nación santa?

      7 Aunque Jehová aún no había organizado a los israelitas como nación, sí los reconocía como su pueblo. Por eso mandó a Moisés y Aarón que le dijeran al faraón: “Esto es lo que ha dicho Jehová el Dios de Israel: ‘Envía a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto’” (Éx. 5:1).

      8 Hicieron falta 10 plagas y que Jehová destruyera al faraón y su ejército en el mar Rojo para liberar a los israelitas de la opresión de Egipto (Éx. 15:1-4). Menos de tres meses después, Jehová estableció un pacto con ellos en el monte Sinaí haciéndoles esta promesa histórica: “Si ustedes obedecen estrictamente mi voz y verdaderamente guardan mi pacto, entonces ciertamente llegarán a ser mi propiedad especial de entre todos los demás pueblos, [...] una nación santa” (Éx. 19:5, 6).

      9, 10. a) Según Deuteronomio 4:5-8, ¿cómo hizo la Ley que los israelitas fueran diferentes de las demás naciones? b) ¿Cómo demostrarían los israelitas ser el “pueblo santo” de Jehová?

      9 En Egipto, antes de ser esclavos, los hebreos formaban una sociedad tribal administrada por los cabezas de familia, o patriarcas. Estos, como otros siervos de Jehová que vivieron antes que ellos, cumplían las funciones de gobernantes, jueces y sacerdotes de su casa (Gén. 8:20; 18:19; Job 1:4, 5). Pero entonces Jehová, mediante Moisés, le dio a su pueblo un conjunto de leyes que lo haría diferente de todas las demás naciones (lea Deuteronomio 4:5-8; Sal. 147:19, 20). La Ley estableció un sacerdocio separado. Además, los jueces del pueblo serían “los ancianos”, a quienes se respetaba por su conocimiento y sabiduría (Deut. 25:7, 8). En resumen, la Ley reglamentó la vida religiosa y social de la nueva nación.

      10 Justo antes de que los israelitas entraran en la Tierra Prometida, Jehová les repitió sus leyes. Entonces Moisés les dijo: “En cuanto a Jehová, él te ha inducido a decir hoy que llegarás a ser pueblo suyo, una propiedad especial, tal como te ha prometido, y que observarás todos sus mandamientos, y que él te pondrá en alto por encima de todas las otras naciones que él ha hecho, con el resultado de alabanza y reputación y hermosura, mientras demuestres ser un pueblo santo a Jehová tu Dios” (Deut. 26:18, 19).

      JEHOVÁ RECIBE A EXTRANJEROS

      11-13. a) ¿Quiénes se unieron al pueblo escogido de Dios? b) ¿Qué tenían que hacer los extranjeros si querían servir a Jehová?

      11 Aunque ahora Jehová tenía una nación escogida en la Tierra, no prohibió que en ella hubiera extranjeros. Permitió que “una vasta compañía mixta” de egipcios y otros extranjeros acompañara a su pueblo en su salida de Egipto (Éx. 12:38; nota). Entre ellos seguramente estuvieron “los siervos de Faraón” que hicieron caso de la palabra de Jehová antes de la séptima plaga (Éx. 9:20).

      12 En el mensaje que Moisés dirigió a los israelitas justo antes de que cruzaran el río Jordán y entraran en Canaán, les dijo que debían “amar al residente forastero” (Deut. 10:17-19). Los israelitas tenían que aceptar entre ellos a todos los extranjeros que estuvieran dispuestos a obedecer las leyes básicas que Moisés había recibido, como los Diez Mandamientos (Lev. 24:22). Algunos de ellos se hicieron siervos de Jehová y compartieron los sentimientos de Rut, la moabita que le dijo a Noemí: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rut 1:16). A estos extranjeros se los conocía como prosélitos, y si eran varones, se circuncidaban (Éx. 12:48, 49). Jehová los acogía bondadosamente entre su pueblo (Núm. 15:14, 15).

      Una familia israelita recibiendo en su tienda a unos residentes extranjeros

      Los israelitas amaban a los extranjeros

      13 Cuando Salomón dedicó el templo, quedó claro que Jehová aceptaba la adoración de extranjeros. Así lo reflejó su oración: “Al extranjero que no es parte de tu pueblo Israel y que realmente venga de una tierra distante a causa de tu gran nombre y tu mano fuerte y tu brazo extendido, y realmente vengan y oren hacia esta casa, entonces dígnate escuchar tú mismo desde los cielos, desde el lugar establecido de tu morada, y tienes que hacer conforme a todo aquello por lo cual el extranjero clame a ti; a fin de que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre y te teman lo mismo que lo hace tu pueblo Israel, y sepan que tu nombre ha sido llamado sobre esta casa que yo he edificado” (2 Crón. 6:32, 33). Incluso en tiempos de Jesús, los extranjeros que querían servir a Jehová podían hacerlo, pero tenían que adorarlo junto con su pueblo escogido (Juan 12:20; Hech. 8:27).

      UNA NACIÓN DE TESTIGOS

      14-16. a) ¿Por qué puede decirse que los israelitas eran una nación de testigos? b) ¿Qué obligación moral tiene el pueblo de Dios hoy?

      14 Los israelitas adoraban a su Dios, Jehová, mientras que las demás naciones tenían sus propios dioses. En tiempos de Isaías, Jehová comparó la situación mundial a un juicio en un tribunal. La cuestión planteada era esta: ¿quién es el Dios supremo? Jehová invitó a los dioses de las naciones a presentar testigos que demostraran que eran reales. Declaró: “Que todas las naciones se junten en un solo lugar, y que los grupos nacionales se reúnan. ¿Quién hay entre [sus dioses] que pueda anunciar esto? ¿O pueden ellos hacernos oír siquiera las cosas primeras? Que suministren sus testigos, para que sean declarados justos, o que oigan y digan: ‘¡Es la verdad!’” (Is. 43:9).

      15 Los distintos dioses de las naciones no podían presentar ninguna prueba de su divinidad. Eran simples estatuas que ni podían hablar ni eran capaces de moverse sin que alguien las transportara (Is. 46:5-7). En cambio, Jehová le dijo lo siguiente a su pueblo Israel: “Ustedes son mis testigos [...], aun mi siervo a quien he escogido, para que sepan y tengan fe en mí, y para que entiendan que yo soy el Mismo. Antes de mí no fue formado Dios alguno, y después de mí continuó sin que lo hubiera. Yo... yo soy Jehová, y fuera de mí no hay salvador. [...] De modo que ustedes son mis testigos [...], y yo soy Dios” (Is. 43:10-12).

      16 Los miembros del pueblo que Jehová había elegido debían testificar con claridad y firmeza que Jehová es el único Dios verdadero. Él los llamó “el pueblo a quien he formado para mí mismo, para que relate la alabanza mía” (Is. 43:21). Eran el pueblo que llevaba su nombre. Puesto que él los había liberado de Egipto, tenían la obligación moral de obedecerle y glorificarlo ante los demás pueblos de la Tierra. Tenían que hacer lo mismo que, como dijo Miqueas, tendría que hacer el pueblo de Dios hoy: “Todos los pueblos, por su parte, andarán cada cual en el nombre de su dios; pero nosotros, por nuestra parte, andaremos en el nombre de Jehová nuestro Dios [...] para siempre” (Miq. 4:5).

      JEHOVÁ RECHAZA A LA NACIÓN

      17. ¿Cómo se convirtió Israel en una inservible “vid extranjera” a los ojos de Jehová?

      17 Por desgracia, los israelitas le dieron la espalda a Jehová. Se dejaron influir por las naciones vecinas, que adoraban dioses de madera y piedra. Hace unos dos mil ochocientos años, el profeta Oseas escribió que Israel era “una vid que degenera”, una viña arruinada, inservible. ¿Cómo se había arruinado? El profeta explicó: “Ha multiplicado sus altares. [...] El corazón de ellos se ha hecho hipócrita; ahora se les hallará culpables” (Os. 10:1, 2). Unos ciento cincuenta años después, Jehová dirigió mediante Jeremías estas palabras a su pueblo infiel: “Yo te había plantado como una vid roja selecta, toda ella semilla verdadera. ¿Cómo, pues, has sido cambiada para conmigo en los sarmientos degenerados de una vid extranjera? ¿Pero dónde están tus dioses que has hecho para ti? Que se levanten, si pueden salvarte en el tiempo de tu calamidad”. Y afirmó: “Mi propio pueblo... ellos me han olvidado” (Jer. 2:21, 28, 32).

      18, 19. a) ¿Cómo predijo Jehová que produciría un nuevo pueblo que llevaría su nombre? b) ¿Qué veremos en el próximo artículo?

      18 En vez de producir buen fruto practicando la adoración pura y comportándose como fieles testigos de su Dios, los israelitas produjeron el fruto podrido de la idolatría. Por eso Jesús les dijo a los hipócritas guías religiosos de su día: “El reino de Dios les será quitado a ustedes y será dado a una nación que produzca sus frutos” (Mat. 21:43). Solo aquellos a quienes Jehová eligiera podrían ser parte de esa nueva nación, el Israel espiritual. Prometió que haría “un nuevo pacto” con ellos y dijo: “Llegaré a ser su Dios, y ellos mismos llegarán a ser mi pueblo” (Jer. 31:31-33).

      19 Como el Israel natural no resultó fiel, en el siglo primero Jehová eligió como pueblo suyo al Israel espiritual.

  • El nuevo pueblo de Dios
    La Atalaya 2014 | 15 de noviembre
    • Los apóstoles y discípulos de Cristo recibiendo el espíritu santo en el Pentecostés del año 33

      El nuevo pueblo de Dios

      “En un tiempo ustedes no eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios.” (1 PED. 2:10)

      ¿QUÉ CONTESTARÍA?

      • ¿Quiénes llegaron a ser el pueblo de Jehová en el siglo primero?

      • ¿Cómo podían los cristianos verdaderos demostrar que eran un pueblo para el nombre de Jehová?

      • ¿Quiénes son el pueblo de Jehová hoy? ¿Qué tienen que hacer las “otras ovejas” para protegerse durante la “gran tribulación”?

      1, 2. a) ¿Qué cambio tuvo lugar en el Pentecostés del año 33? b) ¿Quiénes llegaron a formar parte de la nueva nación? (Vea la ilustración del principio.)

      EN EL Pentecostés del año 33 tuvo lugar un cambio histórico. Ese día Jehová formó una nueva nación: el Israel espiritual, “el Israel de Dios” (Gál. 6:16). Para elegir a sus miembros, utilizó su espíritu santo. Por primera vez desde los días de Abrahán, los varones del pueblo de Dios ya no tenían que circuncidarse. ¿Por qué? El apóstol Pablo aclaró cuál sería la señal que distinguiría a cada uno de los miembros de la nueva nación a partir de entonces. “Su circuncisión es la del corazón por espíritu”, escribió (Rom. 2:29).

      2 Los primeros miembros de esta nueva nación fueron los apóstoles y más de cien otros discípulos de Cristo que se habían reunido en la planta alta de una casa de Jerusalén (Hech. 1:12-15). Dios los ungió con espíritu santo y así los adoptó como hijos (Rom. 8:15, 16; 2 Cor. 1:21). Este suceso demostró que Jehová había aceptado el sacrificio de Jesús y que el nuevo pacto reemplazaba al pacto de la Ley (Luc. 22:20; lea Hebreos 9:15). Así fue como estos discípulos llegaron a ser miembros de la nueva nación, o pueblo, de Dios. El espíritu santo les permitió hablar en diferentes lenguas. Gracias a eso pudieron predicar “las cosas magníficas de Dios” a los judíos y prosélitos que habían venido a Jerusalén de todas partes del Imperio romano para celebrar la fiesta de las Semanas, o Pentecostés (Hech. 2:1-11).

      EL NUEVO PUEBLO DE DIOS

      3-5. a) ¿Qué les dijo Pedro a los judíos el día de Pentecostés? b) ¿Cómo fue creciendo la nueva nación en sus primeros años?

      3 Mediante el apóstol Pedro, Jehová abrió el camino para que judíos y prosélitos llegaran a ser miembros de la nueva nación, la congregación cristiana. El día de Pentecostés, Pedro les dijo con valentía a los judíos que tenían que aceptar a Jesús —el hombre al que ellos habían matado— como “Señor y también Cristo”. Cuando le preguntaron qué debían hacer, Pedro contestó: “Arrepiéntanse, y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo” (Hech. 2:22, 23, 36-38). Ese mismo día, unas tres mil personas se unieron al Israel espiritual (Hech. 2:41). Los apóstoles siguieron predicando con entusiasmo y cada vez más gente aceptó la verdad (Hech. 6:7). La nueva nación estaba creciendo.

      4 Más adelante, el mensaje también se llevó a los samaritanos, y con buenos resultados. De hecho, Felipe bautizó a muchos. Pero estos no recibieron el espíritu santo enseguida. El cuerpo gobernante, o junta directiva de la congregación cristiana, que estaba en Jerusalén, envió a Pedro y a Juan a ver a los nuevos hermanos. Una vez allí, los dos apóstoles “[les impusieron] las manos, y ellos empezaron a recibir espíritu santo” (Hech. 8:5, 6, 14-17). De esta manera, aquellos samaritanos llegaron a formar parte del Israel espiritual.

      Pedro entrando en la casa de Cornelio

      Pedro le predicó a Cornelio y a los suyos (Vea el párrafo 5)

      5 En el año 36, Jehová volvió a usar a Pedro para invitar a otro grupo más a unirse a la nueva nación. Esto ocurrió cuando el apóstol le predicó a un oficial romano llamado Cornelio, así como a su familia y amigos (Hech. 10:22, 24, 34, 35). La Biblia dice: “Mientras Pedro todavía estaba hablando [...], el espíritu santo cayó sobre todos los [no judíos] que oían la palabra. Y los fieles que habían venido con Pedro que eran de los circuncisos estaban asombrados, porque la dádiva gratuita del espíritu santo también estaba siendo derramada sobre gente de las naciones” (Hech. 10:44, 45). De ahí en adelante, los no judíos que no estaban circuncidados también podrían formar parte del pueblo de Dios.

      “UN PUEBLO PARA SU NOMBRE”

      6, 7. ¿Cómo debían los cristianos verdaderos demostrar que eran un pueblo para el nombre de Jehová, y hasta qué grado lo hicieron?

      6 En una reunión del cuerpo gobernante celebrada en el año 49, el discípulo Santiago dijo: “Symeón [Pedro] ha contado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para sacar de entre ellas un pueblo para su nombre” (Hech. 15:14). Este nuevo pueblo que llevaría el nombre de Jehová incluiría tanto a judíos como a no judíos (Rom. 11:25, 26a). Más tarde, Pedro escribió: “En un tiempo ustedes no eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios”. Y explicó cuál sería su misión cuando les dijo: “Ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias’ de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa” (1 Ped. 2:9, 10). Tenían que alabar públicamente a Jehová y declarar su nombre. Tenían que ser valientes testigos de su Dios, el Soberano del universo.

      7 Tal como hizo con el Israel natural, Jehová llamó al Israel espiritual “el pueblo a quien he formado para mí mismo, para que relate la alabanza mía” (Is. 43:21). Aquellos cristianos declararon con valor que Jehová era el único Dios verdadero y que todos los demás dioses que la gente adoraba eran falsos (1 Tes. 1:9). Sí, fueron testigos de Jehová y Jesús “tanto en Jerusalén como en toda Judea, y en Samaria, y hasta la parte más distante de la tierra” (Hech. 1:8; Col. 1:23).

      8. ¿Qué advertencia le hizo Pablo al pueblo de Dios del primer siglo?

      8 Pablo fue uno de esos valientes miembros del pueblo de Dios. Hasta delante de filósofos paganos, defendió sin temor que Jehová es el Soberano del universo, “el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él [...], Señor del cielo y de la tierra” (Hech. 17:18, 23-25). Hacia el final de su tercer viaje misionero, Pablo les hizo esta advertencia a los cristianos: “Sé que después de mi partida entrarán entre ustedes lobos opresivos y no tratarán al rebaño con ternura, y de entre ustedes mismos se levantarán varones y hablarán cosas aviesas para arrastrar a los discípulos tras de sí” (Hech. 20:29, 30). Y así fue. Para finales del primer siglo, ya había muchos apóstatas (1 Juan 2:18, 19).

      9. ¿Qué pasó con el pueblo de Dios cuando los apóstoles murieron?

      9 Cuando los apóstoles murieron, la apostasía se extendió y así surgieron las iglesias de la cristiandad. En lugar de demostrar ser “un pueblo para su nombre”, los cristianos apóstatas han eliminado el nombre de Jehová de muchas de sus traducciones de la Biblia. Además, han adoptado rituales paganos y han deshonrado a Dios con sus enseñanzas falsas, sus “guerras santas”, su corrupción y su inmoralidad sexual. Por eso, durante siglos Jehová tuvo solo unos pocos siervos fieles en la Tierra, no un grupo organizado como “pueblo para su nombre”.

      EL PUEBLO DE DIOS VUELVE A NACER

      10, 11. a) ¿Qué predijo Jesús en su parábola del trigo y la mala hierba? b) ¿Cómo se cumplió la parábola de Jesús después de 1914?

      10 En su parábola del trigo y la mala hierba, Jesús predijo la oscuridad espiritual que vendría con la apostasía. Señaló que “mientras los hombres [durmieran]”, el Diablo sembraría mala hierba en el campo donde el Hijo del hombre había sembrado semillas de trigo. Las plantas crecerían juntas hasta “la conclusión del sistema de cosas”. Explicó que “la semilla excelente” representaba a “los hijos del reino” y que “la mala hierba” eran “los hijos del inicuo”. En el tiempo del fin, el Hijo del hombre enviaría a sus “segadores”, los ángeles, a separar el trigo de la mala hierba. Entonces recogerían a los hijos del Reino (Mat. 13:24-30, 36-43). ¿Cómo se cumplió esto? ¿Y cómo volvió a tener Jehová un pueblo en la Tierra?

      11 “La conclusión del sistema de cosas” comenzó en 1914. En aquel entonces, solo había unos pocos miles de cristianos ungidos en la Tierra. Durante la guerra que estalló ese año, esos “hijos del reino” estuvieron cautivos de Babilonia la Grande, las religiones falsas. Pero en 1919 Jehová los liberó, con lo que hizo una clara distinción entre ellos y “la mala hierba”, los cristianos falsos. Tal como profetizó Isaías, los reunió en un pueblo organizado. En Isaías 66:8 leemos: “¿Acaso una tierra será producida con dolores de parto en un solo día? ¿O nacerá una nación de una vez? Porque Sión ha entrado en dolores de parto y también ha dado a luz sus hijos”. Sión, que aquí se refiere a la organización de ángeles que Jehová tiene en el cielo, dio a luz, por así decirlo, a los ungidos y los convirtió en una nación.

      12. ¿Cómo han demostrado los ungidos que son un pueblo para el nombre de Jehová?

      12 Igual que los primeros cristianos, los “hijos del reino” han sido testigos a favor de Jehová (lea Isaías 43:1, 10, 11). Como tales, se han distinguido por su conducta cristiana y por predicar las “buenas nuevas del reino [...] para testimonio a todas las naciones” (Mat. 24:14; Filip. 2:15). Así han ayudado a muchas personas —de hecho, a millones— a tener la aprobación de Jehová (lea Daniel 12:3).

      “IREMOS CON USTEDES”

      13, 14. a) ¿Qué tienen que hacer quienes no son israelitas espirituales para que Jehová acepte su adoración? b) ¿Cómo predijo esto la Biblia?

      13 Vimos en el artículo anterior que en el antiguo Israel Jehová aceptaba que los extranjeros lo adoraran, pero solo si se unían a su pueblo elegido (1 Rey. 8:41-43). De igual manera hoy, quienes no son israelitas espirituales, si quieren que Jehová acepte su adoración, tienen que unirse a su pueblo, sus testigos ungidos.

      14 Dos profetas bíblicos predijeron que en nuestro tiempo muchas personas se unirían al pueblo de Jehová. El primero, Isaías, profetizó: “Muchos pueblos ciertamente irán y dirán: ‘Vengan, y subamos a la montaña de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y él nos instruirá acerca de sus caminos, y ciertamente andaremos en sus sendas’. Porque de Sión saldrá ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová” (Is. 2:2, 3). Y el segundo profeta, Zacarías, declaró que “muchos pueblos y poderosas naciones realmente [vendrían] a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén, y a ablandar el rostro de Jehová”. Los describió como “diez hombres de todos los lenguajes de las naciones” que, simbólicamente, se agarrarían de la vestidura del Israel espiritual y dirían: “Iremos con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes” (Zac. 8:20-23).

      15. ¿En qué sentido van las “otras ovejas” con los israelitas espirituales?

      15 Las “otras ovejas” van con los israelitas espirituales, pues predican con ellos las buenas nuevas del Reino (Mar. 13:10). Han llegado a ser parte del pueblo de Dios y forman con los ungidos “un solo rebaño”, dirigido por “el pastor excelente”, Jesucristo (lea Juan 10:14-16).

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