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  • ¿A qué Dios adora usted?
    La Atalaya 1990 | 1 de diciembre
    • ¿A qué Dios adora usted?

      POR todo el mundo la gente contestaría esa pregunta de muchas diferentes maneras. El apóstol Pablo dijo: “Hay muchos ‘dioses’ y muchos ‘señores’”, y hoy se adora a millones de dioses. (1 Corintios 8:5.) Sin embargo, ¿sabe usted que muchas personas dicen que adoran a un dios, pero en realidad adoran a otro? Y ¿se da cuenta de que muchos ateos son más devotos que personas que creen en un dios? ¿En qué sentido?

      Pues bien, una definición de adorar es “reverenciar con sumo honor o respeto”. En los idiomas bíblicos originales las palabras para “adorar” comunican la idea de rendir servicio o de postrarse ante alguien. Con eso presente, consideremos cómo la gente puede estar equivocada sobre a quién o qué realmente adora.

      Mezcla en la adoración

      Considere el ejemplo de los antiguos samaritanos. Muchos fueron originalmente extranjeros introducidos por los asirios en Palestina para reemplazar a las diez tribus norteñas de Israel que fueron llevadas al exilio. Antes habían adorado a dioses paganos, pero después se esforzaron por conocer a Jehová, el Dios de Israel. Pero ¿abandonaron su religión anterior? No. La Biblia informa: “Era conforme a su religión anterior que estaban haciendo. Y estas naciones llegaron a ser temedoras de Jehová, pero fue a sus propias imágenes esculpidas a quienes resultaron estar sirviendo”. (2 Reyes 17:40, 41.) De modo que los samaritanos, aunque reconocían nominalmente a Jehová, todavía servían a sus dioses anteriores, y así practicaban una adoración que representaba una mezcla de religiones.

      Algo parecido sucedió cuando los misioneros católicos introdujeron el catolicismo romano en Sudamérica. Convirtieron a la mayoría de los habitantes, pero estos, como los samaritanos de la antigüedad, no olvidaron a sus dioses anteriores. Así, en Brasil hay “cristianos” que todavía observan los ritos paganos del vudú, y tienen otras celebraciones que honran a deidades antiguas, como la diosa Iemanjá. Algo parecido se ha visto en otros países sudamericanos.

      Además, la misma religión que aquellos misioneros introdujeron en América del Sur era una mezcla de creencias de diferentes religiones. Muchas de sus doctrinas —como las de la Trinidad, un infierno de fuego y la inmortalidad del alma— vinieron de religiones y filosofías paganas de la antigüedad. Ciertamente no estaban en la Biblia. De igual modo, sus fiestas —entre ellas la Navidad y la Pascua Florida— tenían origen no cristianoa. ¿Es posible observar fiestas paganas de esa índole y creer en doctrinas no cristianas como esas y aún adorar al Dios de la Biblia, quien dijo: “No debes tener otros dioses contra mi rostro”? (Éxodo 20:3.) ¡De ninguna manera!

      “Guárdense de los ídolos”

      Considere otra manera como se engaña a la gente en cuanto a adoración. El apóstol Juan escribió: “Hijitos, guárdense de los ídolos”. (1 Juan 5:21.) Unos mil millones de personas son miembros de la cristiandad, y puede que digan que adoran al mismo Dios a quien adoró Juan. Con todo, centenares de millones de esas personas se inclinan ante imágenes de “santos”, de Jesús y de la virgen María.

      La idolatría se presenta en otras formas sutiles. En 44 E.C. el rey Herodes Agripa pronunció un discurso público, y la gente se entusiasmó tanto que gritó: “¡Voz de un dios, y no de un hombre!”. (Hechos 12:21, 22.) Sí, idolatraron a Herodes y lo hicieron un dios. Cosas similares suceden hoy día. En los días violentos en que el nazismo ascendía al poder en Europa, el clamor “¡Heil Hitler!” era en realidad un grito de adoración. Muchos estuvieron dispuestos a pelear y morir por el Führer como si él fuera un dios, el salvador de la nación. Sin embargo, ¡la mayoría de los que rendían aquel homenaje eran miembros de las iglesias de la cristiandad!

      Antes y después de los días de Hitler ha habido otros líderes políticos que también se han proclamado salvadores y han exigido devoción exclusiva. Los que sucumbieron convirtieron a aquellos hombres en dioses, prescindiendo de la religión formal a que pertenecieran como “adoradores” o de que afirmaran ser ateos. El homenaje que los fanáticos dan a estrellas de los deportes y del cine y a otros artistas también se asemeja a adoración.

      Adoración del dinero

      Además, piense en lo que implicaban estas palabras de Jesús: “Nadie puede servir como esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o se apegará al uno y despreciará al otro. No pueden ustedes servir como esclavos a Dios y a las Riquezas”. (Mateo 6:24.) ¿Conoce usted a alguien que sea miembro de alguna religión, pero cuyo interés principal en la vida sea ganar dinero? Entonces, ¿a quién sirve realmente esa persona?... ¿a Dios, o a las riquezas? ¿A cuántos incrédulos conoce usted que se hayan dado a la búsqueda frenética de dinero? Ciertamente ellos también son adoradores del dinero, y quizás hasta sean más celosos en ello que muchos creyentes.

      El apóstol Pablo explicó un principio similar cuando escribió: “Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría”. (Colosenses 3:5.) Si codiciamos algo tanto que todos nuestros esfuerzos van encaminados a conseguirlo, y quizás hasta violemos la ley mientras hacemos esto, entonces para nosotros ese objeto es un ídolo, un dios. (Efesios 5:5.) En otra carta, Pablo escribió esto respecto a ciertos malhechores: “Su dios es su vientre”. (Filipenses 3:19.) Si todo lo que buscamos en la vida es agradarnos a nosotros mismos, llenarnos el vientre, por decirlo así, entonces nosotros somos nuestro propio dios. ¿A cuántos conoce usted que adoran esa clase de dios?

      Sí; como escribió el apóstol Pablo: “Hay muchos ‘dioses’ y muchos ‘señores’”. Y en muchos casos sus adoradores son como los samaritanos de la antigüedad: de palabra sirven a un dios y por sus acciones sirven a otro. Sin embargo, la verdad es que hay un solo Dios que merece nuestra adoración. ¿Sabe usted quién es? Además, cierto factor es común a la adoración de todo dios menos él. ¿Cuál es ese factor? Lo veremos en el artículo siguiente.

      [Nota a pie de página]

      a Para más información, véase el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, páginas 212, 213, publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

  • ¿A qué Dios debe adorar usted?
    La Atalaya 1990 | 1 de diciembre
    • ¿A qué Dios debe adorar usted?

      EN PRIMER lugar, ¿cuál es el único Dios a quien se debe adorar? La Biblia contesta eso muy directamente. El libro de Revelación declara: “Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas”. (Revelación 4:11.) Sí, Jehová, el Creador, es el único Dios que merece nuestra adoración. ¿Por qué? Contestaremos esa pregunta en breve. Primero, sin embargo, consideremos a los demás dioses que la humanidad adora.

      Lo que hay tras todo dios falso

      Aunque el hombre sirve a muchos dioses, la verdad es que toda adoración que se rinde a los dioses de las naciones —aparte de la que se rinde a Jehová, el Creador— satisface los fines de un solo dios. ¿En qué sentido? Lea las palabras del apóstol Pablo a los cristianos de Corinto. En aquella ciudad se adoraba a muchas deidades, desde la licenciosa Afrodita hasta Esculapio, su dios de la curación. Sin embargo, Pablo mostró que había un solo poder siniestro tras todos aquellos dioses. Escribió: “Las cosas que las naciones sacrifican, a demonios las sacrifican, y no a Dios”. (1 Corintios 10:20.) Sí, los corintios paganos adoraban a demonios.

      Los demonios fueron el resultado de una rebelión. El primero y principal de ellos fue la criatura angelical que sedujo a Eva para que violara la ley de Dios allá en el jardín de Edén. (Génesis 3:1-6; Juan 8:44.) Cuando aquella criatura espiritual obró así, se rebeló contra la soberanía del Creador. Después se llamó a esta criatura Satanás, que significa “Resistidor”. Más tarde, otras criaturas celestiales se unieron a él en la rebelión. Estas también se hicieron demonios, y a Satanás se le identifica como “el gobernante de los demonios”. (Mateo 12:24, 26.) En el libro de Revelación a esos demonios se les llama “ángeles” de Satanás. (Revelación 12:7.) Como se ve, el adorar a los demonios equivale a adorar a Satanás.

      Satanás ejerce muchísima influencia. El apóstol Juan dijo que “el mundo entero” yace en el poder de Satanás, y Pablo lo llamó “el dios de este sistema de cosas”. (1 Juan 5:19; 2 Corintios 4:4.) Por eso, el que adora a cualquier dios que no sea Jehová está adorando en realidad a Satanás. Por lo menos hace lo que Satanás quiere, pues la meta de este es seducir a los hijos de Adán y Eva para que se rebelen contra Jehová. Puesto que Satanás está “extraviando a toda la tierra habitada”, está claro que ha logrado hacerlo en la gran mayoría de los casos. (Revelación 12:9.) Pero no ha tenido éxito en todos ellos. Todavía millones de personas se esfuerzan por adorar a Jehová. ¿Por qué?

      Los frutos de la adoración incorrecta

      En primer lugar, estas personas saben que el adorar a cualquier dios que no sea Jehová cuesta más de lo que ellas quieren pagar. Durante las excavaciones arqueológicas que se efectuaron en la antigua ciudad de Cartago, en el norte de África, se descubrió un cementerio de niños. Allí se hallaron esqueletos de niños que habían sido sacrificados al dios fenicio Baal. El sacrificio de niños fue el terrible precio que pagaron aquellos cartaginenses por adorar a Baal. El catolicismo medieval también exigió un precio mediante el sufrimiento inmensurable que causó en las sanguinarias Cruzadas y la cruel Inquisición. La adoración de los dioses incas de la América precolombina incluía ritos en los que se daba muerte a miles de personas.

      En tiempos más modernos, diferentes formas de adoración han contribuido a matanzas enormes en la India y a graves problemas políticos en el Oriente Medio y en Irlanda del Norte. La ignorancia, la superstición y el temor también son parte del precio que el hombre paga por rendir culto a sus muchos dioses.

      ¿Por qué debe servir a Jehová Dios usted?

      Por otra parte, de adorar a Jehová sólo vienen beneficios. En primer lugar, él es “Aquel que vive para siempre jamás, que creó el cielo y las cosas que hay en él, y la tierra y las cosas que hay en ella, y el mar y las cosas que hay en él”. (Revelación 10:6.) Por eso, debemos adorarlo a él porque es nuestro Creador.

      Además, debemos adorar a Jehová Dios porque sus cualidades nos invitan a adorarlo. El apóstol Juan dijo que “Dios es amor”. (1 Juan 4:8.) El fiel Job dijo que “[Dios] es sabio de corazón y fuerte en poder”. (Job 9:4.) Moisés cantó de él: “La Roca, perfecta es su actividad, porque todos sus caminos son justicia. Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia; justo y recto es él”. (Deuteronomio 32:4.) ¿Quién vacilaría en cuanto a servir a un Dios como ese?

      Además, la Biblia dice: “La devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir”. (1 Timoteo 4:8.) ¡Cuán cierto es eso! Jehová quiere lo bueno para la humanidad. Proveyó la Tierra como hermoso hogar para su creación e hizo provisiones en abundancia para que la vida fuera deleitable. A pesar de la rebelión del hombre, Dios ha seguido sustentando la vida en esta Tierra y ha suministrado todo lo que la humanidad necesita en sentido material, pues “hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos”. (Mateo 5:45.)

      Pero la “promesa de la vida de ahora” va más allá que eso. El servir a Dios es satisfaciente. El hombre fue creado para ello. Y Dios ayuda a sus siervos fieles a tener éxito en la vida. Mediante la Biblia, él da dirección a solteros, matrimonios, niños... a personas de toda condición. Da sabiduría confiable y práctica para que en cualquier situación podamos resolver los problemas de la vida que afrontamos como humanos imperfectos en un mundo bajo la influencia de Satanás. Si adoramos a Dios como a él le agrada, podemos disfrutar de “la paz de Dios que supera a todo pensamiento”. (Filipenses 4:7.)

      También merece mención la “promesa de la vida [...] que ha de venir”. Jesús dijo a Nicodemo el fariseo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. (Juan 3:16.) ¡Vida eterna! ¿Qué deidad que no sea Jehová puede hacer esa promesa y luego cumplirla? La condición final de los que reciban ese magnífico don se describe en Revelación: “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:4, 5.) ¡Ciertamente la perspectiva de la vida futura debe poner en nosotros el deseo de servir a Jehová!

      Entonces, ¿a qué Dios debemos adorar? Solo a Jehová, el Creador. De todas las deidades, solo a él aplican las siguientes palabras: “Grandes y maravillosas son tus obras, Jehová Dios, el Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de la eternidad. ¿Quién no te temerá verdaderamente, Jehová, y glorificará tu nombre, porque solo tú eres leal? Porque todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti, porque tus justos decretos han sido manifestados”. (Revelación 15:3, 4.) ¡Cuán sabios son los que responden a esta exhortación del salmista: “Oh, entren, adoremos e inclinémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor”! (Salmo 95:6.)

      [Fotografía en la página 7]

      La perspectiva de la vida futura debe poner en nosotros el deseo de servir a Jehová

      [Ilustración en la página 6]

      Dioses adorados por la humanidad por influencia de Satanás

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