Puesto que la adoración pertenece exclusivamente a Jehová, ellos se niegan a inclinarse ante alguna representación del Estado o aclamarla. (Deuteronomio 4:23, 24; 5:8-10; 6:13-15.) Sin transigir, adoran a Jehová, “solo a él”, y Jehová es el Señor Soberano de su vida. (Mateo 4:8-10; Salmo 71:5; 73:28.)

El famoso historiador inglés Arnold Toynbee advirtió que en nuestro tiempo se desarrollaba la “forma sombría de una adoración pagana de los estados soberanos nacionales”, a la cual describió también como “un amargo fermento del vino nuevo de la democracia en los viejos odres del amor a la tribu”. Los gobernantes han manipulado y reglamentado estrictamente a los que afirman que su propia nación es superior a todas las demás —hasta el punto de adorar al Estado— para llevar a cabo su política, sea buena o mala. Como resultado ha surgido la clase Goliat, que somete a prueba la lealtad del pueblo de Dios, que son personas que aman su país de origen, pero se niegan a adorar al Estado y sus símbolos.