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¿Por qué me siento así?Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas
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Sección 4: ¿Por qué me siento así?
Solo, deprimido, triste y desanimado... ¿te sientes así la mayor parte del tiempo? ¡Por supuesto que no! Como la mayoría de los jóvenes, probablemente estás bastante contento contigo mismo. Sin embargo, todo el mundo se ve a veces asaltado por sentimientos desalentadores. Lee y descubre cómo puedes comprenderte mejor a ti mismo y enfrentarte a esos sentimientos.
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¿Por qué no estoy contento conmigo mismo?Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas
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Capítulo 12
¿Por qué no estoy contento conmigo mismo?
“YO NO veo nada especial en mí”, se lamentó Louise. ¿Te disgustas tú también contigo mismo a veces?
La verdad es que todo el mundo necesita alguna medida de amor propio. Se le ha llamado “el ingrediente que da dignidad a la existencia humana”. Además, la Biblia dice: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 19:19.) Y si no te sientes a gusto contigo mismo, puede que te desagraden otras personas también.
‘¡Nada de lo que hago me sale bien!’
¿Qué razón pudiera haber para que te veas a ti mismo de modo tan pesimista? En primer lugar, puede que tus limitaciones te frustren. Estás creciendo, y a menudo los jóvenes pasan por un período de torpeza en que a diario pasan la vergüenza de dejar caer las cosas o tropezar con ellas. Además, simplemente no tienes la experiencia que ayuda al adulto a recuperarse de las desilusiones. Y porque no tienes tus “facultades perceptivas” lo suficientemente entrenadas “mediante el uso”, puede que no siempre tomes las decisiones más sabias. (Hebreos 5:14.) ¡A veces pudiera parecerte que nada de lo que haces te sale bien!
El no estar uno a la altura de lo que esperan sus padres también puede llevar a uno a desestimarse a sí mismo. “Si en la escuela obtengo calificación de ‘90’ —dice un joven—, mis padres quieren saber por qué no obtuve ‘100’, y me llaman un fracaso.” Por supuesto, es instintivo en los padres el instar a sus hijos a hacer lo mejor posible. Y cuando uno no está a la altura de lo que otros razonablemente esperan, puede estar seguro de que se lo harán saber. El consejo bíblico es: “Escucha, hijo mío [o hija mía], la disciplina de tu padre, y no abandones la ley de tu madre”. (Proverbios 1:8, 9.) En vez de desanimarte, acepta con serenidad la crítica y aprende de ella.
Pero ¿qué hay si los padres hacen comparaciones injustas? (“¿Por qué no puedes ser como Pablo, tu hermano mayor? Él siempre fue un estudiante sobresaliente.”) Por hirientes que parezcan al momento comparaciones como esa, por lo general tienen alguna validez. Tus padres solo desean lo mejor para ti. Si crees que son demasiado duros contigo, ¿por qué no consideras calmadamente el asunto con ellos?
Cultivo del amor propio
¿Cómo puedes reforzarte en tu propia estima? Primero, examina honradamente los factores personales que te favorecen y los que no. Verás que muchos de los llamados factores no favorables son bastante insignificantes. ¿Qué hay de los defectos graves, como el tener mal genio o ser egoísta? Esfuérzate a conciencia por vencer estas debilidades, y así desarrollarás amor propio, estima propia.
¡Tampoco te ciegues al hecho de que cuentas con factores a tu favor! Quizás no creas que sea tan importante saber cocinar o cambiar un neumático. ¡Pero la persona que tenga hambre, o un automovilista en dificultades, te elogiará porque puedes hacer esas cosas! Considera, además, tus virtudes. ¿Eres estudioso? ¿Paciente? ¿Compasivo? ¿Generoso? ¿Bondadoso? Estas cualidades superan por mucho defectos insignificantes.
También pudiera serte útil considerar esta breve lista:
Fíjate metas realistas: Si siempre anhelas lo inalcanzable, vas a sufrir amarga desilusión. Fíjate metas que puedas alcanzar. ¿Qué hay de adquirir algún conocimiento práctico como el de mecanografiar? Aprende a tocar un instrumento musical o a hablar otro idioma. Mejora tu manera de leer o extiende el campo de tu lectura. El amor propio es consecuencia provechosa del logro.
Haz bien tu trabajo: Si haces trabajo de mala calidad, no te vas a sentir muy satisfecho de ti mismo. Dios se deleitó en sus obras creativas y declaró ‘buenos’ sus períodos de creación al concluirlos. (Génesis 1:3-31.) Tú también puedes deleitarte en cualquier trabajo que hagas en tu casa o en la escuela si lo haces hábil y concienzudamente. (Ve Proverbios 22:29.)
Haz cosas para otras personas: No vas a cultivar dignidad sentándote a esperar que otros te traten a cuerpo de rey. Jesús dijo que “el que quiera llegar a ser grande [...] tiene que ser ministro”, o siervo, de otros. (Marcos 10:43-45.)
Por ejemplo, Kim, de 17 años de edad, dedicaba 60 horas cada mes del verano a enseñar verdades bíblicas a otras personas. Dice: “Esto me ha acercado más a Jehová. También me ha ayudado a amar de verdad a la gente”. ¡No parece probable que esta joven feliz vaya a carecer de estima propia!
Escoge bien a tus amigos: “No estoy contenta conmigo misma —dijo Barbara, de 17 años—. Cuando estoy entre gente que confía en mí, todo lo hago bien. Entre los que me tratan como si fuera una pieza de una máquina, me convierto en una tonta”.
Es verdad que los arrogantes o los que insultan a otros pueden hacer que te desestimes. Por eso, escoge amigos que de veras se interesen en tu bienestar, amistades que te edifiquen. (Proverbios 13:20.)
Haz de Dios tu más íntimo amigo: “Jehová es mi peñasco y mi plaza fuerte”, dijo el salmista David. (Salmo 18:2.) David no cifró su confianza en sus propias habilidades, sino en su íntima amistad con Jehová. Por eso, después, cuando le sobrevinieron calamidades, pudo aguantar crítica severa sin perder la calma. (2 Samuel 16:7, 10.) ¡Tú, también, puedes ‘acercarte a Dios’ y así ‘jactarte’, no en ti mismo, sino en Jehová! (Santiago 2:21-23; 4:8; 1 Corintios 1:31.)
Callejones sin salida
Cierto escritor dijo: “A veces el adolescente que no se conoce bien a sí mismo y que se tiene en poca estima trata de crearse una fachada con la cual enfrentarse al mundo”. Los papeles que se crean algunos son conocidos: El peleón, el libertino, el fanático de la música “punk”, que viste de modo extravagante. Pero tras esa fachada esos jóvenes todavía luchan con sentimientos de inferioridad. (Proverbios 14:13.)
Por ejemplo, considera el caso de los que practican el amor libre o la promiscuidad sexual “para disipar sentimientos de depresión, aumentar el amor propio [imaginándose que alguien los quiere], conseguir intimidad y, con la preñez, ganar el amor y la aceptación incondicional de otro ser humano... un bebé” (Coping With Teenage Depression [Cómo tratar con la depresión en la adolescencia]). Una joven desencantada escribió: “Traté de hallar consuelo en las relaciones sexuales en vez de edificar una sólida relación con el Creador. Todo lo que conseguí fue un vacío, soledad y mayor depresión”. Por lo tanto, ten cuidado con esos callejones sin salida.
Unas palabras de advertencia
¡Nota que muchas veces las Escrituras advierten contra el pensar demasiado de uno mismo! ¿A qué se debe esto? Parece que la mayoría de nosotros, en nuestros esfuerzos por adquirir confianza en nosotros mismos, tendemos a pasarnos de la raya. Muchos se hacen egotistas y exageran muchísimo sus conocimientos prácticos y aptitudes. Algunos se elevan sobre otros mediante humillarlos.
En el primer siglo de nuestra era común había rivalidad intensa entre los judíos y los gentiles (no judíos) de la congregación cristiana de Roma. Por eso, el apóstol Pablo les recordó a los gentiles que solo mediante “la bondad” de Dios se les había ‘injertado’ en un puesto de favor ante Dios. (Romanos 11:17-36.) También los judíos que se creían muy justos tenían que encararse a sus propias imperfecciones. “Porque todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios”, dijo Pablo. (Romanos 3:23.)
Pablo no los despojó de su estima propia, sino que les dijo: “Pues por la bondad inmerecida que se me ha dado digo a cada uno [...] que no piense más de sí mismo de lo que sea necesario pensar”. (Romanos 12:3.) Así que aunque sea “necesario” tener cierta medida de amor propio, uno debe evitar los extremos en este asunto.
Como menciona el Dr. Allan Fromme: “La persona que se tiene a sí misma en buen concepto no se siente triste, pero tampoco tiene que estar en un estado de felicidad delirante. [...] No es pesimista, aunque su optimismo no es desenfrenado. No es ni temeraria ni está libre de temores específicos [...] Se da cuenta de que no siempre tiene éxito sobresaliente, y que no es un fracaso perenne [continuo]”.
Por lo tanto, sé modesto. “Dios se opone a los altivos, pero da bondad inmerecida a los humildes.” (Santiago 4:6.) Reconoce los factores que te favorecen, pero no pases por alto tus faltas. Más bien, esfuérzate por corregirlas. Todavía dudarás de ti mismo de vez en cuando. Pero no debes dudar nunca de tu propia valía ni de que Dios se interesa en ti. Porque “si alguien ama a Dios, este es conocido por él”. (1 Corintios 8:3.)
Preguntas para consideración Capítulo 12
◻ ¿Por qué no piensan bien de sí mismos algunos jóvenes? ¿Comprendes por qué se sienten así?
◻ ¿Cómo pudieras cumplir con lo que tus padres te piden?
◻ ¿De qué maneras puedes edificarte en tu amor propio?
◻ ¿Qué callejones sin salida debes evitar si quieres aprender a estimarte a ti mismo?
◻ ¿Por qué no debes tener una opinión exagerada de tu valía?
[Comentario en la página 98]
Al amor propio se le ha llamado “el ingrediente que da dignidad a la existencia humana”
[Fotografía en la página 99]
¿Te sientes rechazado, inferior? Hay solución
[Fotografía en la página 101]
El hacer alardes o jactarse no es la solución a la poca estima propia
[Fotografía en la página 102]
¿Te parece a veces que nada de lo que haces te sale bien?
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¿Por qué me deprimo tanto?Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas
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Capítulo 13
¿Por qué me deprimo tanto?
Melanie siempre se había conformado al ideal de su madre de lo que era una niña perfecta... hasta que cumplió 17 años. Entonces, dejó de participar en las actividades escolares, cesó de aceptar invitaciones a fiestas y, al parecer, ni siquiera le preocupó que sus calificaciones bajaran de sobresaliente a solo normal. Cuando, con cariño, sus padres le preguntaron qué le pasaba, se alejó enfurecida, gritando: “¡Déjenme en paz! No me pasa nada”.
Mark, a los 14 años, era impulsivo y dado a la agresión, de temperamento explosivo. En la escuela era inquieto y desordenado. Cuando se sentía frustrado o se enojaba, montaba en su motocicleta y se iba al desierto, o se lanzaba en su tabla de patinar por colinas empinadas.
MELANIE y Mark padecían de variedades del mismo mal... la depresión. El Dr. Donald McKnew, del Instituto Nacional [estadounidense] de Salud Mental, dice que posiblemente del 10 al 15% de los niños de edad escolar sufren síntomas de depresión. Menos niños sufren ataques severos.
A veces el mal se debe a algún trastorno biológico. Ciertas infecciones o trastornos del sistema glandular, cambios hormonales en el ciclo menstrual, hipoglicemia, algunas medicinas, exposición a ciertos metales o productos químicos, alergias, una dieta desequilibrada, anemia... todos estos factores pueden causar depresión.
Las presiones que llevan a la depresión
Los años de la adolescencia son en sí mismos fuente de depresión emocional. Por no tener la experiencia de un adulto para enfrentarse a los problemas de la vida, el joven pudiera creer que nadie se interesa en él, y deprimirse mucho por asuntos de poca importancia.
El no poder estar a la altura de lo que los padres, los maestros o los amigos esperan de uno es otra causa de tristeza deprimente. Por ejemplo, a Donald le parecía que para complacer a sus padres —personas muy educadas—, tenía que sobresalir en la escuela. Al no lograrlo, se deprimió, y empezó a pensar en suicidarse. Se lamentó así: “Nunca he podido hacer nada bien. Siempre he quedado mal con todo el mundo”.
El ver que uno ha fallado en algo puede provocar depresión, como se evidencia por el caso de un hombre llamado Epafrodito. En el siglo primero, este fiel cristiano fue enviado en una misión especial de ayudar al apóstol Pablo, quien estaba en prisión. Pero al llegar a donde estaba Pablo, Epafrodito enfermó... ¡y Pablo tuvo que cuidar de él! Puedes imaginarte, pues, por qué a Epafrodito pudo haberle parecido que había fracasado, y por qué se sentiría “abatido”. Parece que no tomó en cuenta todo el bien que había hecho antes de enfermar. (Filipenses 2:25-30.)
Un sentimiento de pérdida
En su libro Too Young to Die—Youth and Suicide (Demasiado joven para morir... la juventud y el suicidio), Francine Klagsbrun escribió: “Muchos casos de depresión debida a factores emocionales tienen como raíz un sentimiento profundo de pérdida: de haber perdido a alguien o algo que se amaba profundamente”. Como se ve, la pérdida de uno de los padres por muerte o por divorcio, la pérdida del empleo, o de una carrera, o hasta de la salud física, pudiera ser raíz de una depresión.
Sin embargo, para el joven una pérdida aún mayor es la pérdida del amor, el creerse indeseado y pensar que nadie se interesa en él. “Cuando mi madre nos dejó, me sentí traicionada y sola”, reveló una joven llamada Marie. “Me parecía que de repente todo estaba al revés en la vida.”
Imagínate, entonces, la confusión y el dolor de algunos jóvenes que se enfrentan a problemas familiares como el divorcio, el alcoholismo, el incesto, el maltrato de esposas o de hijos o simplemente el rechazamiento por padres que están demasiado preocupados con sus propios problemas. ¡Cuánta verdad encierra el proverbio bíblico que dice: “¿Te has mostrado desanimado en el día de la angustia? Tu poder [y también tu capacidad para resistir la depresión] será escaso”! (Proverbios 24:10.) Puede que, sin razón para ello, un joven hasta se culpe a sí mismo por los problemas de su familia.
Cómo reconocer los síntomas
Hay diferentes grados de depresión. Pudiera ser que algún suceso desconcertante abatiera temporalmente a un joven. Pero por lo general esos sentimientos no duran mucho.
Sin embargo, si el estado de depresión persiste y en general el joven tiene una actitud de desaliento junto con sentimientos de inutilidad, ansiedad y cólera, esto puede convertirse en lo que los médicos llaman depresión crónica menor, o de grado inferior. Como lo muestran las experiencias de Mark y Melanie (mencionados al principio), los síntomas pueden variar considerablemente. Un joven pudiera sufrir ataques de ansiedad. Otro pudiera estar siempre cansado, sin apetito, sin poder conciliar fácilmente el sueño, y pudiera perder peso o sufrir una serie de accidentes.
Algunos jóvenes tratan de ahogar la depresión en placeres: fiestas constantes, promiscuidad sexual, vandalismo, borracheras, y así por el estilo. Un muchacho de 14 años confesó: “Realmente no sé por qué tengo que estar saliendo siempre. Solo sé que si estoy a solas me doy cuenta de lo mal que me siento”. Es tal como dice la Biblia: “Aun en la risa el corazón puede estar con dolor”. (Proverbios 14:13.)
Cuando es más que simple aflicción
Si la depresión crónica menor no se trata a tiempo, puede empeorar y convertirse en un problema de grandes proporciones... la depresión grave. (Ve la página 107.) “Siempre me parecía que estaba ‘muerta’ por dentro —explicó Marie, una víctima de depresión grave—. Sencillamente existía, pero nada me importaba. Vivía en constante temor.” Cuando se padece de depresión grave, la aflicción es constante y puede durar meses. Por lo tanto, ese tipo de depresión es el factor más común en el suicidio de adolescentes; en muchos países hoy día se considera una “epidemia oculta”.
La emoción más persistente —y la más mortífera— con relación a la depresión grave es una profunda convicción de que todo cuanto se haga resultará inútil. El profesor John E. Mack escribió acerca de una joven de 14 años llamada Vivienne, que padecía de depresión grave. Según las apariencias era una perfecta señorita, cuyos padres se interesaban mucho en ella. Sin embargo, en su desesperación, ¡se ahorcó! El profesor Mack escribió: “El que Vivienne no pudiera ver posible mejoría en su situación, que no tuviera esperanza alguna de librarse de su dolor, fue un factor importante en su decisión de suicidarse”.
A los que sufren de depresión grave les parece que nunca mejorarán, que no hay un mañana. Según los expertos, es ese sentido de futilidad lo que a menudo resulta en comportamiento suicida.
Sin embargo, el suicidio no es la respuesta. Marie, cuya vida se había convertido en una pesadilla, confesó: “Claro que pensé en suicidarme. Pero me di cuenta de que habría esperanza mientras no me quitara la vida”. El suicidio no resuelve nada. Desgraciadamente, en su desesperación muchos jóvenes no pueden siquiera imaginarse que su problema tenga solución, o que exista la posibilidad de que todo salga bien. En el caso de Marie, ella trató de escapar de su problema mediante inyectarse heroína. Dijo: “Me sentía muy confiada... hasta que se disipaba el efecto de la droga”.
Cómo hacer frente a la depresión leve
El Dr. Nathan S. Kline, especialista neoyorquino en depresión, dijo: “Algunos se deprimen debido al hambre. Puede que la persona no haya desayunado y por alguna razón no haya podido almorzar. Entonces, a eso de las tres de la tarde empieza a preguntarse por qué no se siente bien”.
Lo que uno coma también puede tener su efecto. Debbie, una joven atormentada por sentimientos de desesperanza, reconoció lo siguiente: “No sabía que los alimentos poco nutritivos tuvieran tan mal efecto en mi disposición. Los comía mucho. Ahora noto que cuando como menos dulces me siento mejor”. He aquí otros datos útiles: el que hagas algún tipo de ejercicio pudiera levantarte el ánimo. En algunos casos pudiera ser conveniente un examen médico, pues la depresión pudiera ser un síntoma de algún mal físico.
Cómo vencer en la lucha mental
A menudo la depresión es resultado de la poca estima en que uno se tenga a sí mismo, o pudiera empeorarse debido a esa actitud. “El que se ha enfrentado con el menosprecio de muchos —se lamentó Evelyn, de 18 años—, llega a creer que no vale nada.”
Pero considera esto: ¿Les toca a otros decidir lo que tú vales como persona? Ciertas personas se burlaron del apóstol cristiano Pablo. Algunos decían que él era débil de carácter y que no era buen orador. ¿Hizo esto que Pablo se viera a sí mismo como de ningún valor? ¡De ninguna manera! Pablo sabía que lo importante era amoldarse a las normas de Dios. Podía jactarse de lo que había logrado con la ayuda de Dios... sin importar lo que otros dijeran de él. Si tú también te recuerdas a ti mismo que tienes la aprobación de Dios, a menudo la aflicción se disipará. (2 Corintios 10:7, 10, 17, 18.)
¿Qué hay si te sientes deprimido por alguna debilidad o algún pecado cometido? Dios dijo a Israel: “Aunque los pecados de ustedes resulten ser como escarlata, se les hará blancos justamente como la nieve”. (Isaías 1:18.) Nunca olvides que nuestro Padre celestial es compasivo y paciente. (Salmo 103:8-14.) Pero ¿te esfuerzas tú por resolver la situación? Si te quieres deshacer de tus sentimientos de culpa tienes que poner de tu parte. Como dice el proverbio: “Al que las confiesa y las deja [sus transgresiones] se le mostrará misericordia”. (Proverbios 28:13.)
Otra manera de vencer el abatimiento es poniéndote metas que puedas alcanzar. No tienes que ser el estudiante más sobresaliente de la clase para sentir que has alcanzado éxito. (Eclesiastés 7:16-18.) Reconoce que las desilusiones son parte de la vida. Cuando te vengan, en vez de pensar: ‘Nadie se interesa en lo que me pasa, ni se interesará jamás’, piensa: ‘Ya se me pasará’. Además, no hay nada malo en desahogarse llorando.
El valor del logro
Daphne, quien ha vencido ataques de desánimo, aconseja: “La desesperación no se va por sí sola. Hay que pensar en otras cosas o envolverse en alguna actividad física. Hay que empezar a hacer algo”. Considera el caso de Linda, quien hacía todo lo posible por contrarrestar la tristeza; ella dijo: “Me distraigo con la costura. Empiezo a coser y sigo cosiendo hasta que olvido la perturbación. Mantenerme ocupada es una verdadera ayuda”. El ocuparte en cosas que sabes hacer bien puede alimentar tu amor propio, que por lo general está en su punto más bajo durante una depresión.
También es provechoso que participes en las actividades que más placer te causan. Ve de compras y consíguete algo especial, participa en juegos, prepara tu plato favorito, curiosea en una librería, ve a comer a un restaurante, lee o trata de resolver un crucigrama, como los que aparecen en la revista ¡Despertad!
Debbie descubrió que podía hacer frente a la depresión si planeaba viajes cortos o se ponía metas que podía alcanzar fácilmente. Sin embargo, una de las cosas que más le benefició fue ayudar a otras personas. “Conocí a una joven que estaba muy deprimida, y empecé a ayudarla mediante un estudio de la Biblia —dijo Debbie—. Lo que consideraba con ella semanalmente me permitió mostrarle cómo vencer su depresión. La Biblia le dio verdadera esperanza. Esto también me ayudó a mí.” Es precisamente como dijo Jesús: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. (Hechos 20:35.)
Considera el asunto con alguien
“La solicitud ansiosa en el corazón de un hombre es lo que lo agobia, pero la buena palabra es lo que lo regocija.” (Proverbios 12:25.) La “buena palabra” de una persona comprensiva puede tener buen efecto. Ningún humano puede leer tu corazón, así que desahógate con alguien en quien confíes y que pueda ayudarte. De acuerdo con Proverbios 17:17 (Versión Popular) “un amigo es siempre afectuoso, y en tiempos de angustia es como un hermano”. Evan, de 22 años, dijo: “Guardar uno dentro de sí sus problemas es como llevar una carga pesada a solas, pero el compartirlos con otra persona puede aliviarle a uno la carga”.
Quizás digas: ‘Pero ya he tratado eso, y lo único que consigo es un sermón sobre ver el lado brillante de la vida’. Entonces, ¿dónde puedes hallar a alguien que no solo te escuche y sea comprensivo, sino que también pueda aconsejarte objetivamente? (Proverbios 27:5, 6.)
Dónde hay ayuda
Comienza por ‘dar tu corazón’ a tus padres. (Proverbios 23:26.) Ellos te conocen mejor que nadie, y por lo general te pueden ayudar si se lo permites. Si perciben que tu condición es grave, quizás hagan arreglos para que recibas ayuda profesionala.
Los miembros de la congregación cristiana son otra fuente de ayuda. “En el transcurso de los años me había convencido de que nadie comprendía realmente cuán deprimida estaba —reveló Marie—. Pero entonces hablé con una de las hermanas de edad madura de la congregación. ¡Cuán comprensiva fue! Ella había pasado por experiencias como las mías. Me animó saber que otras personas habían experimentado lo mismo que yo y que todo les había salido bien.”
No, la depresión de Marie no desapareció instantáneamente. Pero con el tiempo pudo enfrentarse a sus emociones mientras profundizaba su relación con Dios. Entre los adoradores verdaderos de Jehová tú también puedes hallar amigos y “parientes” que se interesen genuinamente en tu bienestar. (Marcos 10:29, 30; Juan 13:34, 35.)
Poder que es más allá de lo normal
Sin embargo, lo que más te puede ayudar a disipar la aflicción es lo que el apóstol Pablo llamó “el poder que es más allá de lo normal”, que proviene de Dios. (2 Corintios 4:7.) Dios te puede ayudar a combatir la depresión si arrojas tu carga sobre él. (Salmo 55:22.) Mediante su espíritu santo, él te suministra poder que sobrepasa el poder normal.
La amistad con Dios es realmente reconfortante. Una joven llamada Georgia dijo: “Oro mucho cuando me siento triste. Sé que Jehová proveerá una salida sin importar lo grave que sea la situación”. Daphne concuerda con esto, y agrega: “Le puedes contar todo a Jehová. Solo tienes que expresarle la aflicción de tu corazón, con la confianza de que, aunque nadie más te comprenda, él te comprende y se interesa en ti”.
Por eso, si te aflige la depresión, órale a Dios, y trata de hablar con alguna persona sabia y comprensiva a quien puedas contar lo que sientes. En la congregación cristiana hallarás “ancianos” que son consejeros hábiles. (Santiago 5:14, 15.) Ellos siempre están dispuestos a ayudarte a mantener tu amistad con Dios, pues Dios comprende tus problemas y te invita a arrojar tus inquietudes sobre él ‘porque se interesa en ti’. (1 Pedro 5:6, 7.) Sí, la Biblia promete: “La paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús”. (Filipenses 4:7.)
[Nota a pie de página]
a La mayoría de los expertos en el campo de la medicina recomiendan que las víctimas de depresión grave reciban ayuda profesional, debido a la posibilidad de suicidio. Por ejemplo, puede que se necesiten ciertas medicinas que solo pueda recetar un médico.
Preguntas para consideración Capítulo 13
◻ ¿Qué razones puede haber para que un joven se sienta deprimido? ¿Te has sentido así alguna vez?
◻ ¿Puedes reconocer los síntomas de la depresión crónica menor?
◻ ¿Sabes reconocer la depresión grave? ¿Por qué es tan serio este mal?
◻ Menciona maneras de vencer la aflicción. ¿Te han ayudado algunas de estas sugerencias?
◻ ¿Por qué es tan importante considerar con otros tu situación si te sientes muy deprimido?
[Comentario en la página 106]
La depresión grave es la razón más común del suicidio entre los adolescentes
[Comentario en la página 112]
La amistad íntima con Dios te puede ayudar a hacer frente a la depresión grave
[Recuadro en la página 107]
¿Será depresión grave?
Cualquier persona puede tener temporalmente uno o más de los siguientes síntomas sin que su problema sea grave. Pero si varios de estos síntomas persisten, o si alguno de ellos es tan intenso que interfiere con tus actividades normales, puede ser que sufras de 1) un mal físico, y tengas que someterte a un reconocimiento médico, o de 2) un trastorno mental... la depresión grave.
Nada te agrada. No te complaces en actividades de que antes disfrutabas. Te sientes como si en realidad no existieras, como si estuvieras en una neblina y actuando mecánicamente.
Completa inutilidad. Te parece que tu vida no es contribución importante a nada y que eres totalmente inútil. Puede que sientas mucha culpa.
Cambio drástico de humor. Si en un tiempo eras sociable, ahora eres retraído, o viceversa. Puede que llores a menudo.
No te parece que haya remedio. Opinas que todo anda mal, que no puedes hacer nada al respecto y que las condiciones nunca mejorarán.
Quisieras estar muerto. La angustia es tan grande que a menudo piensas que sería mejor estar muerto.
No te puedes concentrar. Piensas constantemente en los mismos asuntos, o lees sin comprender.
Cambios en tus hábitos de comer o evacuar. Pierdes el apetito o comes en demasía. Padeces intermitentemente de estreñimiento o diarrea.
Cambios en tus hábitos de dormir. Duermes poco, o excesivamente. A menudo puede que tengas pesadillas.
Dolores y punzadas. Sufres dolores de cabeza, calambres y dolores del abdomen y el pecho. Quizás te sientas cansado constantemente sin que haya razón para ello.
[Fotografía en la página 108]
El no vivir a la altura de lo que los padres quieren puede deprimir a un joven
[Fotografía en la página 109]
El hablar con otros y desahogarte es una de las mejores maneras de hacer frente a la depresión
[Fotografía en la página 110]
El rendir servicio a otros es otra manera de vencer la aflicción
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¿Cómo puedo vencer la soledad?Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas
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Capítulo 14
¿Cómo puedo vencer la soledad?
Es sábado por la noche. El joven está solo en su habitación.
“¡Odio los fines de semana!”, grita. Pero allí no hay nadie que le conteste. Hojea una revista y ve una foto de un grupo de jóvenes en una playa. Arroja la revista contra la pared. Se le saltan las lágrimas. Se muerde el labio inferior, pero no puede contener las emociones. Vencido, se echa sobre la cama llorando, preguntándose: “¿Por qué tengo que ser yo quien siempre se quede solo?”.
¿TE HAS sentido así alguna vez: excluido del mundo, solo, inútil y sin propósito? Si así es, no te desesperes. Aunque no es agradable sentirse solo, tal sentimiento no es una enfermedad mortal. La soledad es sencillamente una señal de advertencia. El hambre te avisa que necesitas alimento. La soledad te avisa que necesitas compañerismo, estar cerca de otros, tener amigos íntimos. Para que el cuerpo funcione bien necesitamos alimento. De igual modo, para sentirnos bien necesitamos la compañía de otros.
¿Has visto alguna vez un lecho de brasas ardientes? Cuando apartas una brasa de las demás, pierde su fulgor. Pero si la colocas de nuevo entre las demás, ¡vuelve a resplandecer! De manera similar, nosotros no ‘fulguramos’ o funcionamos bien por mucho tiempo si nos aislamos. Por naturaleza, nosotros los humanos necesitamos la compañía de otras personas.
A solas, pero sin sentirse solo
El ensayista Henry David Thoreau escribió: “Jamás he encontrado compañero más agradable que la soledad”. ¿Concuerdas con él? “Sí —responde Bill, de 20 años—. Me encanta la naturaleza. A veces me voy a pasear en mi botecito por un lago. Paso horas sentado en el bote, completamente solo. Así tengo tiempo para reflexionar sobre lo que estoy haciendo en la vida. Disfruto mucho de ello.” Steven, de 21 años, concuerda. Dice: “Vivo en un edificio grande de apartamentos, y a veces subo a la azotea, donde esté solo. Allí medito y oro. Es muy agradable”.
Los momentos de soledad pueden ser muy satisfacientes cuando se emplean bien. Aun Jesús disfrutó de la soledad: “Muy de mañana, mientras todavía estaba oscuro, [Jesús] salió y se fue a un lugar solitario, y allí se puso a orar”. (Marcos 1:35.) Recuerda que Jehová no dijo: ‘No es bueno que temporalmente el hombre esté solo’. Más bien, Dios dijo que no era bueno que el hombre ‘continuara solo’. (Génesis 2:18-23.) Por eso, lo que puede afligirte con un sentimiento de soledad es que tengas períodos largos de aislamiento. La Biblia advierte: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta; contra toda sabiduría práctica estallará”. (Proverbios 18:1.)
Soledad temporal
A veces ciertas circunstancias que están fuera de nuestro control nos obligan a estar solos, como cuando nos mudamos a otro lugar, lejos de nuestros amigos íntimos. Steven recuerda: “Allá donde yo vivía, James y yo éramos amigos íntimos, más allegados que hermanos. Cuando me mudé, sabía que lo echaría de menos”. Steven pausa, como reviviendo la despedida. “Cuando subí al avión se me hizo un nudo en la garganta. Nos abrazamos, y partí. Sentí que acababa de perder algo precioso.”
¿Cómo le fue a Steven después que se mudó? “Fue difícil —dice—. Donde yo vivía mis amigos me querían, pero aquí algunos compañeros de trabajo me hacían sentir como si no sirviera para nada. Recuerdo que miraba el reloj, descontaba cuatro horas (que era la diferencia horaria) y pensaba en lo que pudiéramos haber estado haciendo James y yo en aquel momento. Echaba de menos su compañía.”
Cuando en el presente no nos va bien, tendemos a pensar en los tiempos mejores del pasado. Pero la Biblia dice: “No digas: ‘¿Por qué ha sucedido que los días anteriores resultaron ser mejores que estos?’”. (Eclesiastés 7:10.) ¿Por qué se nos da este consejo?
En primer lugar, las circunstancias pudieran mejorar. A eso se debe la constante referencia de los investigadores a una “soledad temporal”. Así, Steven pudo vencer su soledad. ¿Cómo? “Algo que me ayudó fue explicar mis sentimientos a una persona comprensiva. No se puede vivir en el pasado. Me esforcé por conocer a otras personas e interesarme en ellas. Dio resultado; hallé nuevos amigos.” ¿Y qué hay de James? ‘Yo estaba equivocado. La mudanza no acabó con nuestra amistad. El otro día lo llamé por teléfono, y pasamos una hora y quince minutos hablando.’
Soledad crónica
Pero a veces la angustia causada por la soledad persiste y parece invencible. Ronny, un estudiante de escuela secundaria, dice: “Llevo ocho años en la escuela de este distrito, ¡y nunca he conseguido un solo amigo! [...] Nadie sabe cómo me siento y nadie se interesa en saberlo. ¡A veces me parece que no puedo soportarlo más!”.
Igual que Ronny, muchos adolescentes padecen de lo que suele llamarse soledad crónica. Es más grave que la soledad temporal. De hecho, los investigadores dicen que las dos “difieren tanto entre sí como el resfriado común difiere de la pulmonía”. Pero tal como una pulmonía tiene curación, la soledad crónica tiene remedio. El primer paso es tratar de entender qué la causa. (Proverbios 1:5.) Rhonda, de 16 años, señala así la causa más común de la soledad crónica: “Creo que me siento tan sola porque... nadie puede tener amigos si no está contento consigo mismo. Y no me parece que yo esté muy contenta conmigo misma” (Lonely in America [Soledad entre los estadounidenses]).
La soledad de Rhonda tiene raíz interna. La poca estima en que se tiene a sí misma le crea una barrera que le impide ser más tratable y atraerse amigos. Un investigador dijo: “Ideas como ‘No tengo atractivos’, ‘Soy aburrido’, ‘No sirvo para nada’ son conceptos comunes entre los que sufren de soledad crónica”. Si quieres vencer la soledad, puede que la clave esté en que te edifiques en tu estimación propia. (Ve el capítulo 12.) Si desarrollas lo que la Biblia llama “la nueva personalidad”, caracterizada por bondad, humildad mental y apacibilidad, ¡de seguro verás que tu amor propio crece! (Colosenses 3:9-12.)
Además, cuando aprendes a verte de mejor manera tus buenas cualidades atraen a otros. Pero así como solo se puede apreciar todo el colorido de una flor cuando está abierta, nadie podrá apreciar plenamente tus cualidades sino hasta cuando te hagas tratable y amigable con la gente.
Cómo romper el hielo
Según una publicación reciente del Instituto Nacional [de los E.U.A.] para la Salud Mental, ‘el mejor consejo para el que se siente solo es tratar con otras personas’. Esta recomendación concuerda con el consejo bíblico de ‘ensancharse’ y ‘compartir sentimientos de compañeros’; es decir, manifestar empatía. (2 Corintios 6:11-13; 1 Pedro 3:8.) Da resultado. El interesarte en otros no solo te ayuda a olvidar tu propia soledad, sino que hace que otros se interesen en ti.
Así, Natalie, de 19 años, decidió que no iba a quedarse sentada esperando que la gente la saludara. ‘Yo también tengo que ser amigable —dijo—. Si no, la gente va a pensar que soy orgullosa.’ Por eso, tú, empieza con una sonrisa. Puede que la otra persona te responda de igual manera.
El paso siguiente es entrar en conversación con la gente. Lillian, de 15 años, confiesa: “Temía abordar inicialmente a desconocidos. Temía que no me aceptaran”. ¿Cómo empieza Lillian las conversaciones? Dice: “Hago preguntas sencillas como: ‘¿De dónde son?’, ‘¿Conocen a tal persona?’. Puede que ambos conozcamos a la misma persona, y en poco tiempo estamos conversando”. Los actos bondadosos y un espíritu generoso también te ayudarán a edificar amistades valiosas. (Proverbios 11:25.)
También recuerda que puedes tener un amigo que nunca te abandonará. Jesucristo dijo a sus discípulos: “No estoy solo, porque el Padre está conmigo”. (Juan 16:32.) Jehová también puede ser tu amigo más allegado. Llega a conocer su personalidad mediante leer la Biblia y observar su creación. Fortalece tu amistad con Él por la oración. Al fin y al cabo, la amistad con Jehová Dios es la mejor curación para la soledad.
Si todavía te sientes solo de vez en cuando, no te alarmes. Eso es perfectamente normal. Pero ¿qué hay si eres demasiado tímido y te retraes de hacer amigos y estar con otros?
Preguntas para consideración Capítulo 14
◻ ¿Es malo estar solo? ¿Es beneficiosa la soledad?
◻ ¿Por qué es temporal la soledad en la mayoría de los casos? ¿Es así en tu caso?
◻ ¿Qué es soledad crónica, y cómo puedes combatirla?
◻ ¿Cómo puedes ‘romper el hielo’ y hablar con otros? ¿Qué te ha sido práctico para hacer esto?
[Comentario en la página 119]
El Instituto Nacional [de los E.U.A.] para la Salud Mental dice que ‘el mejor consejo para el que se siente solo es tratar con otras personas’
[Fotografías en las páginas 116 y 117]
Los amigos pueden mantenerse en comunicación aunque vivan lejos uno de otro
[Fotografía en la página 118]
Puede haber deleitables períodos de soledad
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¿Por qué soy tan tímido?Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas
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Capítulo 15
¿Por qué soy tan tímido?
“TODOS me dicen que soy muy bonita”, escribió una joven a un periódico. Sin embargo, pasó a decir: “Se me hace difícil hablar con la gente. Si miro a alguien a los ojos mientras le hablo, me da vergüenza y me sofoco [...] En el lugar donde trabajo he oído decir que soy orgullosa porque no le hablo a nadie. [...] No soy orgullosa; lo que soy es tímida”.
Una encuesta señaló que el 80% de los entrevistados habían sido tímidos en alguna época de su vida, y que el 40% de ellos todavía se consideraban tímidos. Sí, desde remota antigüedad el problema de la timidez ha sido común entre el género humano. La Biblia dice que Moisés mostró timidez en cuanto a servir como portavoz de Dios a la nación de Israel. (Éxodo 3:11, 13; 4:1, 10, 13.) Parece que también el discípulo cristiano Timoteo era tímido y no tenía la confianza de hablar francamente y ejercer del modo debido su autoridad. (1 Timoteo 4:12; 2 Timoteo 1:6-8.)
En qué consiste la timidez
La timidez es un sentirse incómodo entre la gente... desconocidos, personas de autoridad o del sexo opuesto, o hasta los propios compañeros o amigos de uno. Es un cohibirse que afecta a sus víctimas de diversas maneras. Algunos se avergüenzan, bajan la cabeza mientras el corazón les late violentamente, y no pueden hablar. Otros pierden la compostura y empiezan un parloteo imparable. A otros se les hace difícil hablar con franqueza y dar a conocer sus opiniones y preferencias.
Con todo, una medida de timidez tiene sus aspectos favorables. Se parece a la modestia y a la humildad, y algo que Dios espera de nosotros, y que alaba, es que ‘seamos modestos al andar con él’. (Miqueas 6:8.) El ser discreto y no ser pretensioso ni autoritario ni muy agresivo trae otros beneficios. A menudo se aprecia a la persona tímida como buen oyente. Pero cuando la timidez nos limita tanto que impide que nos desenvolvamos a plenitud, y perjudica nuestra relación con otros y nuestro trabajo y nuestros sentimientos, ¡es tiempo de hacer algo al respecto!
Un buen comienzo es entender el problema. (Proverbios 1:5.) La timidez no describe lo que eres; describe tu comportamiento, tu reacción a ciertas situaciones, el modo de responder que has seguido y alimentado mediante experiencias con otros. Tú crees que otros te juzgan mal, que no les caes bien. Crees que los demás son mejores o más normales que tú. Crees que no tendrás éxito si tratas de relacionarte con otras personas. Esperas malos resultados, y a menudo ocurre así... porque estás tenso y actúas según lo que crees.
Cómo afecta tu vida la timidez
El retraerte y no hablar francamente, o estar tan preocupado contigo mismo que no prestes atención a los demás, pudiera dar la impresión de que eres orgulloso, poco amigable, aburrido o hasta indiferente o ignorante. Por estar pensando en ti mismo, se te hace difícil concentrarte en lo que se esté considerando. Por eso prestas menos atención a la información que recibes. Entonces, ocurre lo que más temes... das la impresión de ser un tonto.
En esencia, te has encerrado tras los muros de la timidez y no hallas escape de esa situación. No aprovechas las oportunidades que se te presentan. Aceptas artículos o situaciones que realmente no deseas... todo porque tienes miedo de hablar con franqueza y expresar tu opinión. No llegas a tener el gozo de conocer a otras personas ni hacer nuevos amigos ni participar en actividades que enriquecerían tu vida. Pero los demás también salen perdiendo. Nunca llegan a conocerte como verdaderamente eres.
Cómo vencer la timidez
Con tiempo y esfuerzo, puedes cambiar de manera de ser. En primer lugar, no te preocupes de si la otra persona te está evaluando o no. Puede que esté demasiado ocupada pensando en sí misma y en lo que ella va a decir y hacer. Y si esa persona se ríe de ti, comprende que es ella quien tiene un problema. “El que menosprecia a su prójimo carece de entendimiento.” (Proverbios 11:12, Reina-Valera, 1977.) Si alguien merece ser tu amigo, será la persona que no te juzgue por lo externo, sino por la clase de persona que eres.
Además, trata de pensar de modo edificante. Nadie es perfecto; todos tenemos nuestras virtudes y nuestras debilidades. Ten presente que hay diversas maneras de ver las cosas, diferentes gustos y aversiones. El que alguien no opine como tú en ciertos asuntos no significa que no le caigas bien.
Aprende también a juzgar imparcialmente a los demás. Un joven que era tímido dice: “Descubrí dos cosas sobre mí mismo [...] En primer lugar, era demasiado egocéntrico. Pensaba demasiado en mí mismo y me preocupaba por lo que la gente pudiera pensar de lo que dijera. En segundo lugar, imputaba malos motivos a los demás; porque desconfiaba de ellos, creía que me menospreciarían”.
Este joven asistió a una reunión de los testigos de Jehová. “Allí escuché un discurso que realmente me ayudó”, recuerda. ‘El orador señaló que el amor se vuelve hacia otros; que si uno tiene amor, piensa lo mejor de los demás, no lo peor. Así que aprendí a no imputar malos motivos a la gente. Me decía a mí mismo: “Van a ser comprensivos, van a ser bondadosos, van a ser considerados”. Empecé a confiar en la gente. Me di cuenta de que algunos quizás me juzgarían equivocadamente, pero ahora me parecía que eso sería el problema de ellos.’
“También pude ver que tenía que mostrar el amor por acciones... dar más de mí a los demás —explicó—. Traté primero con los más jóvenes. Después empecé a visitar a otras personas en sus hogares. Aprendí a notar lo que necesitaban, a pensar en términos de qué ayuda podría darles.” Así, este joven experimentó lo verídico del consejo de Jesús en Lucas 6:37, 38: “Dejen de juzgar, y de ninguna manera serán juzgados; y dejen de condenar, y de ninguna manera serán condenados. [...] Practiquen el dar, y se les dará. [...] Porque con la medida con que ustedes miden, se les medirá en cambio”.
Cómo empezar
Por eso, aprende a ser sociable... a saludar a la gente y a entablar conversaciones. Puede ser tan sencillo como el hacer un comentario sobre las condiciones del tiempo. Recuerda: tú solo tienes el 50% de la responsabilidad. La otra mitad recae sobre la otra persona. Si cometes algún error al hablar, no te sientas mal. Si los demás se ríen, aprende a reírte junto con ellos. El decir: “Parece que eso que dije no me salió bien”, te ayudará a relajarte y a seguir con la conversación.
Viste cómodamente, pero asegúrate de que tengas la ropa limpia y planchada. El saber que luces bien minimiza tus temores a este respecto, y te ayuda a concentrarte en la conversación. Párate derecho... pero con naturalidad. Sé simpático y sonríe. Mira amigablemente a la otra persona y asiente con la cabeza o verbalmente cuando ella hable.
Al enfrentarte a una situación difícil, como al pronunciar un discurso ante otros o al presentarte para una entrevista con relación a un empleo, prepárate lo mejor que puedas. Practica de antemano lo que vayas a decir. Con la práctica, los problemas del habla también pueden superarse o hacerse menos obvios. Esto toma tiempo, tal como toma tiempo adquirir cualquier otro conjunto de aptitudes. Pero a medida que veas los buenos resultados te sentirás más animado a adelantar.
Y no olvides que Dios te puede ayudar. Saúl, el primer rey de la antigua nación de Israel, era muy tímido al principio. (1 Samuel, capítulos 9 y 10.) Pero cuando llegó el tiempo de actuar, “el espíritu de Dios entró en operación sobre Saúl”, ¡y Saúl dirigió al pueblo a la victoria! (1 Samuel, capítulo 11.)
Hoy día los jóvenes cristianos tienen la responsabilidad de instruir a otros respecto a Dios y el justo nuevo mundo que él ha prometido. (Mateo 24:14.) El llevar estas buenas nuevas y representar a la Autoridad más encumbrada del universo de seguro te inspirará confianza y te ayudará a dejar de concentrarte en ti mismo. Entonces, puedes estar seguro de que si sirves fielmente a Dios él te bendecirá y te ayudará a sobreponerte a tu timidez.
Preguntas para consideración Capítulo 15
◻ ¿Qué es la timidez, y cómo se comporta ante otros el que es tímido? ¿Tienes tú ese problema?
◻ ¿Por qué pierde confianza cuando está ante otras personas el tímido?
◻ ¿Cómo perjudica la timidez?
◻ ¿Cómo puede vencerse la timidez? ¿Te ha sido provechosa alguna de estas sugerencias?
[Comentario en la página 121]
El tímido se queda sin amigos y pierde oportunidades
[Recuadro en la página 124]
Puedes vencer la timidez si
Quieres cambiar, y crees que puedes hacerlo
Reemplazas los pensamientos desalentadores con acción que
signifique progreso
Te fijas metas realistas y significativas
Aprendes a relajarte y a encararte a la inquietud
Ensayas de antemano qué hacer en las situaciones
Aumentas poco a poco tu confianza con buenas experiencias
Recuerdas que hay diferencias de opinión y los demás también
se equivocan
Practicas para mejorar las aptitudes que tienes y adquirir
otras
Te esfuerzas por mostrar amor y ayudar a otros
Vistes con buen gusto y obras con confianza
Confías en la ayuda que Dios da
Asistes a las reuniones cristianas y participas en ellas, y
compartes tu fe con otras personas
[Fotografía en la página 123]
El tímido se imagina que otros lo menosprecian
[Fotografía en la página 125]
Aprende a ser sociable... a sonreír, saludar a otros y entablar conversaciones
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¿Es normal que esté tan afligido?Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas
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Capítulo 16
¿Es normal que esté tan afligido?
MITCHELL recuerda el día que su padre murió: “¡No lo podía creer!... Me seguía diciendo que aquello no podía ser verdad”.
Puede que alguien a quien amas haya muerto... uno de tus padres, un hermano, una hermana o un amigo. Y en vez de solo sentirte triste, también estás enojado y confuso y con temor. Por más que tratas, no puedes contenerte; tienes que llorar. O puede que, en vez de llorar, reprimas el dolor que te agobia.
En verdad es solo natural que nos afecte mucho la muerte de una persona amada. Hasta Jesucristo, cuando supo que un amigo íntimo suyo había muerto, “cedió a las lágrimas” y “gimió” para sus adentros. (Juan 11:33-36; compara con 2 Samuel 13:28-39.) El que reconozcas que otros se han sentido como tú puede ayudarte a sobrellevar la pérdida.
Cuando se niega la realidad
Al principio puede que se te confunda el pensamiento. Quizás en lo más profundo de tu ser esperes que todo sea una pesadilla, que venga alguien y te despierte y todo siga como antes. Por ejemplo, la madre de Cindy murió de cáncer. Cindy explica: “La verdad es que no he aceptado su muerte. A veces suceden cosas que en el pasado yo habría considerado con ella, y me sorprendo diciéndome a mí misma: ‘Tengo que contarle esto a mamá’”.
Los afligidos tienden a resistirse a la idea de que ha habido una muerte. Puede que hasta se imaginen que acaban de ver al difunto en la calle, en un autobús o en el metro. Un leve parecido puede encender la esperanza de que todo haya sido una equivocación. Recuerda, Dios hizo al hombre para vivir, no para morir. (Génesis 1:28; 2:9.) Por eso, es normal que nos neguemos a aceptar la muerte.
“¿Cómo es posible que me haya hecho esto?”
No te sorprendas si a veces sientes algún enojo contra el que ha muerto. Cindy recuerda: “Cuando mamá murió, a veces yo pensaba: ‘No nos dejaste saber que ibas a morir. Desapareciste sin aviso’. Me sentía traicionada”.
La muerte de un hermano o una hermana puede afectarnos de la misma manera. “Casi es ridículo enojarse con alguien que ha muerto —explica Karen—, pero cuando mi hermana murió, no pude evitarlo. Seguía pensando: ‘¿Por qué murió y me dejó tan sola? ¿Cómo es posible que me haya hecho esto?’.” Algunos se enojan por todo el dolor que les ha causado la muerte de su hermano o hermana. Algunos se sienten abandonados, o quizás hasta se resienten por todo el tiempo y la atención que se dio al hermano enfermo o a la hermana enferma antes de que muriera. Los padres afligidos que, por temor a perder otro hijo u otra hija, de pronto tienden a imponer demasiadas restricciones a los demás hijos, también pueden causar en estos resentimiento contra el muerto.
“Si tan solo...”
Un sentimiento de culpa es otra reacción que suele presentarse. Vienen preguntas y dudas a la mente. ‘¿Pudiéramos haber hecho más? ¿Deberíamos haber visto a otro médico?’ Además, se piensa: ‘Si tan solo no hubiéramos reñido tanto’. ‘Si tan solo le hubiera mostrado más bondad.’ ‘Si tan solo hubiera ido a la tienda yo en lugar de él.’
Mitchell dice: “Quisiera haber podido ser más paciente y comprensivo con mi padre. O haber sido más servicial en casa para que él no hubiera tenido que afanarse tanto al regresar a casa”. Y Elisa dijo: “Cuando mamá enfermó y murió tan de repente, eran muchos los asuntos del sentimiento que no habíamos resuelto por completo. ¡Ahora me siento muy culpable! Pienso en todo lo que debí haberle dicho, en lo que no debí haberle dicho y en lo que hice mal”.
Puede que hasta te culpes por lo que haya pasado. Cindy dice: “Me sentía culpable por todas las riñas que habíamos tenido, por toda la tensión que le había causado. Me parecía que aquella tensión había contribuido a su enfermedad”.
“¿Qué les digo a mis amigos?”
Respecto a su hijo, una viuda dijo: “Jonny no podía decir a otros niños que su padre había muerto. Se avergonzaba, y también se enfadaba por sentirse avergonzado”.
El libro Death and Grief in the Family (Muerte y aflicción en la familia) explica: “‘¿Qué les digo a mis amigos?’, es una pregunta muy importante para los que sobreviven a un hermano o una hermana. Muchas veces sucede que estos creen que sus amigos no comprenden su situación angustiosa. El tratar de comunicarles el gran dolor que los embarga pudiera recibirse con miradas perdidas y de desconcierto. [...] Esto llevaría al sobreviviente adolorido a sentirse rechazado, aislado y, a veces, hasta a creerse anormal”.
Sin embargo, trata de comprender que a veces otras personas no saben qué decir a un amigo afligido y, por eso, no dicen nada. Además, la pérdida que has sufrido les recuerda que ellas, también, pueden perder a un ser querido. Porque no quieren recordar eso, puede que te eviten.
Cómo hacer frente a tu aflicción
El saber que tu aflicción es normal puede ayudarte a hacerle frente. Pero si sigues negando la realidad, solo prolongarás el dolor. A veces pudiera ser que una familia dejara vacío un lugar en la mesa para el difunto, como si este estuviera a punto de venir a comer. Pero cierta familia decidió manejar la situación de otra manera. La madre dice: “Nunca volvimos a sentarnos a la mesa de la cocina en el mismo orden. Mi esposo se sentó en la silla de David, y esto ayudó a llenar el vacío”.
Otra ayuda es que reconozcas que aunque quizás haya habido cosas que debiste o no debiste haber dicho o hecho, generalmente sucede que estas no han sido la causa de la muerte de tu ser querido. Además, “todos tropezamos muchas veces”. (Santiago 3:2.)
Comparte tus sentimientos
El Dr. Earl Grollman recomienda: “No basta con que reconozcas tu conflicto emocional; tienes que hacerle frente abiertamente. [...] Es ocasión de compartir tus sentimientos”. No es un momento en que debas aislarte. (Proverbios 18:1.)
El Dr. Grollman dice que si niegas tu dolor “solo prolongas la agonía y retrasas el curso natural de la aflicción”. Sugiere: “Busca a un buen oyente, un amigo que comprenda que tus varios sentimientos son reacciones normales a tu amargo dolor”. En muchos casos el padre o la madre, o un hermano o una hermana, o un amigo, o un anciano de la congregación cristiana pudieran ser una verdadera fuente de fortaleza.
Y ¿qué hay si tienes ganas de llorar? El Dr. Grollman dice: “Para algunos —sean hombres, mujeres o niños— las lágrimas son el mejor remedio contra la tensión emocional. El llorar es una manera natural de aliviar la angustia y desahogarse”.
Cooperación familiar
Tus padres también pueden ser una gran ayuda en tu tiempo de angustia... y tú puedes ayudarles a ellos. Por ejemplo, Jane y Sarah, de Inglaterra, perdieron a su hermano Darrall, de 23 años de edad. ¿Cómo superaron la aflicción? Jane contesta: “Puesto que éramos cuatro, papá y yo cooperábamos en lo que hacíamos, y Sarah y mamá cooperaban entre sí. Así nadie estaba solo”. Jane también recuerda: “Yo nunca había visto llorar a papá. Lo vi llorar un par de veces, y aquello fue en cierto modo hermoso; al recordar aquellos momentos, me alegra haber estado a su lado para consolarlo”.
Una esperanza sustentadora
El joven David, de Inglaterra, perdió a su hermana Janet, de 13 años de edad, que murió de la enfermedad de Hodgkin. Dice: “Algo que me ayudó muchísimo fue un texto citado en el funeral. Dice: ‘Porque Dios ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada con justicia por un varón a quien ha nombrado, y ha proporcionado a todos los hombres una garantía con haber resucitado a Jesús de entre los muertos’. El orador enfatizó la expresión ‘garantía’ con relación a la resurrección. Eso me fortaleció mucho después del funeral”. (Hechos 17:31; ve también Marcos 5:35-42; 12:26, 27; Juan 5:28, 29; 1 Corintios 15:3-8.)
La esperanza bíblica de la resurrección no elimina el dolor. Nunca olvidarás a tu ser querido. Sin embargo, muchas personas han hallado verdadero consuelo en las promesas bíblicas, y así han empezado a recuperarse del dolor de haber perdido a un ser amado.
Preguntas para consideración Capítulo 16
◻ ¿Crees que es normal afligirse por un ser amado que haya muerto?
◻ ¿Qué sentimientos pudiera tener la persona afligida, y por qué?
◻ ¿Cómo puede enfrentarse a sus sentimientos el joven afligido?
◻ ¿Cómo podrías consolar a un amigo que hubiera perdido a un ser amado?
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