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  • La juventud en crisis
    ¡Despertad! 2005 | 8 de abril
    • La juventud en crisis

      ◼ En Estados Unidos, un estudiante de 15 años dispara contra sus compañeros de clase y deja dos muertos y trece heridos.

      ◼ En Rusia, unos adolescentes ebrios asesinan brutalmente a una niña de nueve años y dan una paliza al padre y al primo.

      ◼ En Gran Bretaña, un muchacho de 17 años golpea y apuñala a uno de 14. “Al principio no pretendía matarlo, pero cuando vi la sangre, no pude parar”, confiesa a la policía.

      ACTOS monstruosos de este tipo no son casos aislados. No se les puede restar importancia como si no fueran más que sucesos insólitos. “La violencia juvenil es un problema grave de nuestra sociedad”, dice un artículo publicado en la revista Professional School Counseling. Y los datos respaldan este comentario.

      El Centro Nacional de Estadísticas sobre la Educación señala que si bien han disminuido un poco los actos de violencia escolar que se denuncian en Estados Unidos, “en 2001, los jóvenes con edades comprendidas entre los 12 y los 18 años fueron víctimas de 2.000.000 de robos o delitos violentos no mortales en los centros de enseñanza”. Cabe destacar también el aumento de las denuncias por intimidación en las escuelas.

      Pero no toda la violencia juvenil de Estados Unidos tiene lugar entre compañeros de clase. El citado organismo también informa que “durante los cinco años transcurridos de 1997 a 2001, los maestros fueron objeto de casi 1.300.000 delitos no mortales en la escuela, de los que 817.000 fueron robos y 473.000 ataques violentos”. Además, “el 9% de los maestros de enseñanza primaria y media recibieron amenazas de agresión por parte de algún estudiante, y el 4% fueron agredidos por un alumno”.

      ¿Cuál es la situación en otros países? Una agencia de noticias informa que “en China se arrestó a 69.780 delincuentes juveniles en 2003, lo que supone un aumento del 12,7% con respecto a 2002”, y añade que “el 70% de los actos de delincuencia juvenil los perpetraban pandillas”. Así mismo, un estudio efectuado en 2003 en Japón indicó que la mitad de los delitos denunciados en los diez años anteriores los habían cometido jóvenes.

      Las drogas: una forma de atentar contra sí mismos

      Otra prueba de la crisis que atraviesan los jóvenes es el hecho de que muchos de ellos atentan contra su propio cuerpo. Un informe del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, de Estados Unidos, declara que aproximadamente la mitad de los adolescentes de ese país han probado una droga ilícita antes de terminar los estudios de enseñanza media superior. Y añade: “El consumo de alcohol continúa sumamente extendido entre los adolescentes de hoy. Casi 4 de cada 5 estudiantes (el 77%) han tomado alcohol (más de tan solo unos sorbos) para cuando finalizan la enseñanza media superior, alrededor de los 18 años; y casi la mitad (el 46%) lo han hecho para cuando llegan a octavo grado, alrededor de los 14 años”.

      Promiscuidad sexual

      En esta era del sida, tener relaciones sexuales con múltiples parejas es indudablemente peligroso. Sin embargo, parece que muchos adolescentes ven las relaciones sexuales como un simple juego inofensivo. Por ejemplo, algunos jóvenes estadounidenses hablan con despreocupación de “hooking up” (algo así como “engancharse con alguien”) —un eufemismo aparentemente inocente para referirse a las relaciones sexuales pasajeras— y de tener “un amigo con privilegios”, es decir, una pareja sexual que no espera un compromiso emocional.

      Comentando sobre las orgías que organizan algunos jóvenes de clase media mientras sus padres trabajan, el escritor Scott Walter dice que, en una de ellas, una chica anunció que “iba a tener relaciones sexuales con todos los muchachos presentes”. Walter añade que a ese tipo de fiestas acuden “jovencitos de tan solo 12 años”.

      ¿Parece increíble? Para los expertos que han estudiado la conducta sexual de los jóvenes, no lo es. La doctora Andrea Pennington escribe: “En los últimos veinte años hemos visto reducirse la edad a la que los adolescentes inician su actividad sexual. Ya no es extraño encontrar algunos que empiezan con solo 12 años”.

      Un informe particularmente preocupante fue el que se publicó en el periódico USA Today: “En Estados Unidos, la cantidad de jovencitos [...] que practican el sexo oral va en aumento. [...] Ellos mismos se han autoconvencido de que ‘eso no es sexo’”. Según una encuesta realizada entre 10.000 chicas adolescentes, “el 80% dijeron que eran vírgenes, aunque el 25% habían practicado el sexo oral. Y el 27% definieron ese acto como ‘algo que se hace con un chico por diversión’”.

      Tales criterios sobre las relaciones sexuales se han extendido a otros lugares. “La juventud asiática es cada vez más propensa a contraer el virus del sida en relaciones heterosexuales debido a que muchos comienzan a llevar una vida sexual activa a una edad más temprana”, informa la UNESCO. Y añade: “Al mantener relaciones premaritales, frecuentemente con múltiples parejas, los adolescentes se alejan más y más de los ‘valores asiáticos’ de sus padres”.

      ¿Hay más indicaciones del peligro en que están los jóvenes? La revista canadiense Women’s Health Weekly dice: “El 25% de las muchachas con edades comprendidas entre los 16 y los 19 años sufrirán un episodio depresivo grave”. No obstante, la depresión es una enfermedad que afecta a personas de ambos sexos. Según U.S.News & World Report, todos los años se quitan la vida nada menos que 5.000 jóvenes. Y este informe indica que, por alguna razón, “hay seis veces más casos de suicidio entre los chicos que entre las chicas”.

      No cabe duda de que la generación actual de jóvenes es sumamente problemática. ¿A qué obedece esta crisis?

  • Las presiones que afrontan los jóvenes de hoy
    ¡Despertad! 2005 | 8 de abril
    • Las presiones que afrontan los jóvenes de hoy

      LA ADOLESCENCIA es una etapa de la vida que puede resultar bastante difícil, incluso en las mejores circunstancias. Durante la pubertad, los jóvenes se ven invadidos por una serie de emociones y sentimientos nuevos. Afrontan presiones diarias de parte de maestros y compañeros. Se ven expuestos a la incesante influencia de la televisión, el cine, la música e Internet. De ahí que un informe de las Naciones Unidas defina la adolescencia como “una fase de transición que suele caracterizarse por el estrés y la ansiedad”.

      Lamentablemente, los jóvenes carecen por lo general de la experiencia necesaria para sobrellevar bien el estrés y la ansiedad (Proverbios 1:4). Y si no reciben la dirección apropiada, pueden caer con facilidad en diversos tipos de conducta destructiva. Por ejemplo, el citado informe de la ONU dice: “Los estudios indican que el problema de la droga a menudo comienza durante la adolescencia o al inicio de la edad adulta”. Lo mismo puede decirse de otras formas de mala conducta como la violencia y la promiscuidad sexual.

      Sería un lamentable error que los padres pensaran que eso solo sucede entre “los pobres” o en ciertos grupos étnicos en particular. Los problemas que experimentan los jóvenes hoy trascienden las barreras económicas, sociales y raciales. “Si usted cree que un ‘delincuente juvenil’ solo puede ser un chico de 17 años perteneciente a alguna minoría de un barrio marginal, cuya madre es pobre y depende de la asistencia social, no está al día con la realidad”, dice el escritor Scott Walter. Y añade: “El niño problemático de nuestros días puede ser blanco, vivir en un hogar de clase media o clase media alta, tener menos (mucho menos) de 16 años y puede incluso ser una niña”.

      Pero ¿por qué corren peligro de caer en esos tipos de conducta tantos jóvenes? ¿Acaso la juventud de otras generaciones no estaba también expuesta a problemas y tentaciones? Claro que sí, pero vivimos en una época que la Biblia cataloga como “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1-5). Los jóvenes de hoy afrontan circunstancias y presiones exclusivas de esta época particular de la historia. Examinemos algunas de ellas.

      Cambios en la familia

      Analicemos, por ejemplo, los cambios en el ámbito familiar. “Más de un tercio de los niños estadounidenses pasan por la experiencia, antes de cumplir los 18 años, de que sus padres se divorcien”, informa la revista Journal of Instructional Psychology. Y se pueden citar datos parecidos de otros países occidentales. La separación de los padres suele ocasionar gran dolor emocional a los hijos. La citada revista dice que, “en general, a los niños que acaban de sufrir la desintegración de su familia les cuesta más desempeñarse bien social y académicamente que a los que pertenecen a familias intactas, o aquellas familias monoparentales o familias reconstruidas [las que cuentan con un padrastro o una madrastra] que lleven tiempo establecidas. [...] Además, es frecuente que el divorcio de los padres afecte la estabilidad emocional y la autoestima del niño”.

      La creciente cantidad de mujeres que se incorporan al mercado laboral también ha alterado el ambiente familiar. Un estudio sobre la delincuencia juvenil en Japón indicó que las familias en las que ambos progenitores trabajan fuera de casa tienen más dificultades para atender a los hijos que aquellas en las que uno de ellos se queda en el hogar.

      Hay que reconocer que muchas familias necesitan dos sueldos simplemente para cubrir las necesidades básicas. Además, con dos sueldos les pueden dar más comodidades a sus hijos. Pero hay un inconveniente: millones de niños regresan de la escuela a una casa en la que no hay nadie. Y cuando por fin llegan los padres, estos suelen estar cansados y preocupados por los problemas que han tenido en el trabajo. ¿Las consecuencias? Un sinnúmero de adolescentes están recibiendo menos atención de sus progenitores. “Mi familia no pasa tiempo junta”, se lamentó un muchacho.

      Muchos opinan que esta tendencia no presagia nada bueno para los jóvenes. El doctor Robert Shaw comenta: “Estoy convencido de que las teorías sobre la crianza de los hijos surgidas en los últimos treinta años son las causantes de que haya tantos niños despegados, retraídos, con trastornos de aprendizaje e incontrolables”. Y añade: “Los padres se encuentran esclavizados por una sociedad materialista, caracterizada por un afán excesivo de logro, que los empuja a pasar tantas horas en el trabajo y a gastar tanto dinero que no consiguen hallar tiempo para hacer cosas que contribuyan a establecer lazos afectivos con sus hijos”.

      Otro factor que amenaza el bienestar de los adolescentes es que cuando ambos progenitores trabajan fuera de casa, los hijos suelen pasar mucho tiempo sin supervisión, y es fácil que se metan en problemas.

      Cambio de criterios sobre la disciplina

      Los cambios de opinión tocante a cómo deben administrar los padres la disciplina también han influido en la juventud actual. El doctor Ron Taffel dice sin rodeos que muchos padres “renuncian a su autoridad”. Cuando esto sucede, los jóvenes crecen con pocas reglas o pautas que regulen su comportamiento, o sin ninguna.

      En algunos casos, parece como si los padres quisieran evitarles a sus hijos las experiencias negativas que tuvieron durante su propia infancia. Desean que sus hijos los vean como amigos, y no como la figura que los somete a una disciplina férrea. Una madre admite: “Era muy blanda. Como mis padres habían sido tan estrictos conmigo, yo no quería hacer lo mismo, pero fue un error”.

      ¿A qué extremo llegan algunos padres? USA Today informa: “Una encuesta reciente llevada a cabo entre casi seiscientos adolescentes en tratamiento de desintoxicación en Nueva York, Texas, Florida y California indicó que el 20% de ellos habían tomado drogas [...] en compañía de sus padres, y que en el caso del 5% de los adolescentes, quienes los iniciaron en el vicio —por lo general la marihuana— fueron precisamente su madre o su padre”. ¿Por qué harían unos padres algo tan irresponsable? Cierta mujer confesó: “Le dije a mi hija que prefería que consumiera drogas en la casa, donde yo pudiera vigilarla”. Otros padres, al parecer, creen que drogarse con sus hijos es una manera de generar un vínculo afectivo con ellos.

      El bombardeo de los medios de comunicación

      Luego está la potente influencia de los medios de comunicación. Según la investigadora Marita Moll, cierta encuesta reveló que, en Estados Unidos, los jóvenes pasan diariamente un promedio de cuatro horas y cuarenta y ocho minutos frente al televisor o la computadora.

      ¿Es eso forzosamente malo? Un artículo publicado en la revista Science explicaba que “seis importantes sociedades profesionales de Estados Unidos”, entre ellas la Asociación Médica Americana, concluyeron unánimemente que existe una conexión entre la violencia que transmiten los medios de comunicación y “el comportamiento agresivo de algunos niños”. La revista añadía que “pese al consenso entre los expertos, la gente común no parece captar el mensaje de la prensa popular sobre el hecho de que la violencia en los medios de comunicación contribuye a crear una sociedad más violenta”.

      Veamos, por ejemplo, el caso de los videos musicales. La mayoría de los padres se escandalizan de lo gráficos y eróticos que son algunos de ellos. ¿Pueden realmente influir en la manera de comportarse de algunos adolescentes? Según cierto estudio entre 500 universitarios, “la letra de las canciones violentas incrementa los pensamientos y sentimientos agresivos”. De acuerdo con otro estudio reciente llevado a cabo entre más de quinientas chicas, “cuanto más tiempo pasan las adolescentes contemplando las escenas de sexo y violencia que presentan los videoclips de rap gangsta, más peligro corren de imitar tales prácticas en la vida real”. Este mismo estudio reveló que las que pasaban mucho tiempo viendo videoclips gangsta eran más proclives a golpear a un profesor, a ser arrestadas y a tener múltiples parejas sexuales.

      Los adolescentes y las computadoras

      En los últimos años, la computadora también ha adoptado un papel importante en moldear la mentalidad de los jóvenes. De acuerdo con la revista Pediatrics, “la cantidad de ordenadores personales en los hogares ha aumentado drásticamente en las últimas décadas. [...] En Estados Unidos, dos tercios de las familias con un chico de edad escolar (de 6 a 17 años) tenían computadora [...]. El porcentaje de chicos estadounidenses de entre 3 y 17 años que tienen una computadora en casa aumentó de un 55% en 1998 a un 65% en 2000”. Esta tendencia se repite en otros muchos países.

      Ahora bien, no es necesario que un joven tenga computadora para que pueda acceder a una. Por eso, un investigador afirma que “el 90% de los chicos de entre 5 y 17 años usan ordenadores, y el 59% se conectan a Internet”. Esto les permite acceder a una cantidad de información sin precedentes, lo cual es bueno si la computadora se utiliza de manera responsable y con suficiente supervisión por parte de un adulto. Pero, lamentablemente, muchos padres han permitido que sus hijos usen este medio sin ninguna restricción.

      Como prueba de ello, la investigadora Moll escribe en la revista Phi Delta Kappan que, según una encuesta del año 2001 sobre el uso de Internet, “el 71% de los padres pensaban que sabían ‘mucho o bastante’ del uso que daba su hijo a Internet. Pero cuando se les formuló la misma pregunta a los niños, el 70% de ellos dijeron que sus padres sabían ‘muy poco o nada’ de lo que hacían al conectarse”. Dicha encuesta también indica que “el 30% de los niños de entre 9 y 10 años confesaron que visitaban salas de charla privadas y solo para adultos. Y el problema se agrava con la edad, pues el 58% de los chicos de entre 11 y 12 años, el 70% de los que tienen entre 13 y 14, y el 72% de los que tienen entre 15 y 17 dicen hacer lo mismo. [...] En una encuesta realizada en Gran Bretaña sobre el uso de Internet en casa, 1 de cada 7 progenitores admitió no tener ni idea de lo que sus hijos veían cuando se conectaban”.

      El uso no supervisado de Internet puede exponer a los jóvenes a la pornografía y a otros peligros. El doctor Taffel, mencionado antes, se lamenta diciendo: “Como nuestros hijos hacen amistades en la escuela y en el ciberespacio, pasan tiempo con niños a los que, a menudo, no llegamos a conocer”.

      Es evidente que la juventud actual está expuesta a presiones y problemas que no se conocían en otras generaciones. Por eso, no es de extrañar que el comportamiento de muchos adolescentes resulte alarmante. ¿Hay algo que pueda hacerse para ayudar a la juventud de hoy?

      [Comentario de la página 6]

      “Estoy convencido de que las teorías sobre la crianza de los hijos surgidas en los últimos treinta años son las causantes de que haya tantos niños despegados, retraídos, con trastornos de aprendizaje e incontrolables.”—DOCTOR ROBERT SHAW

      [Ilustración de las páginas 6 y 7]

      La incorporación de más mujeres al mercado laboral ha alterado el ambiente familiar

      [Ilustración de la página 7]

      Los jóvenes que carecen de supervisión pueden meterse fácilmente en problemas

      [Ilustración de la página 8]

      Los investigadores han vinculado los videos musicales violentos con la conducta violenta

      [Ilustración de la página 9]

      ¿Sabe lo que sus hijos están viendo en Internet?

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