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Dios nunca nos abandona si hacemos su voluntadLa Atalaya 1989 | 1 de febrero
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Trabajamos bajo restricciones
Al regresar de la hermosa Suiza, pronto experimentamos verdadera persecución. Nos arrestaron y nos encerraron en la prisión principal de Belgrado. El hermano a cargo de la obra en Yugoslavia solicitó permiso para visitarnos, pero se le negó. Sin embargo, habló en voz tan alta con un carcelero que pudimos oírle, y tan solo oírle nos fortaleció.
Unos días después nos llevaron esposados a la frontera de Hungría; nos habían confiscado la literatura y el dinero. Por eso, llegamos a Budapest casi sin fondos, pero con muchos piojos que transportábamos desde la prisión.
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Dios nunca nos abandona si hacemos su voluntadLa Atalaya 1989 | 1 de febrero
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Puesto que teníamos pasaportes alemanes, pudimos regresar a Yugoslavia, pero solo se nos permitió una corta estadía. Después, para evitar que nos arrestaran, teníamos que dormir en un lugar diferente cada noche. Vivimos así por unos seis meses. Entonces, a fines de 1938, recibimos una carta de la oficina de la Sociedad en Berna, Suiza, con las instrucciones de que tratáramos de ir a Suiza. El ejército nazi ya había ocupado Austria, y crecía la presión política. De hecho, el gobierno yugoslavo ya había puesto en manos de los nazis a algunos precursores alemanes.
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