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República Democrática del CongoAnuario de los testigos de Jehová 2004
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Un superintendente de circuito que corrigió los asuntos
François Danda fue otro superintendente de circuito que se esforzó por establecer la diferencia entre los Testigos y el Kitawala. “Fueron tiempos difíciles —explica—, pues había mucha confusión. El grupo Kitawala siempre colocaba letreros con el nombre ‘Watch Tower’ en sus lugares de reunión. Claro, en la página de los editores de todas nuestras publicaciones aparecía el nombre ‘Watch Tower’. Supongamos que un lector de nuestras publicaciones que buscara al pueblo de Dios se encontrara con un lugar de reunión con el rótulo ‘Salón del Reino de los Testigos de Jehová’ en el idioma local y otro con el letrero ‘Watch Tower’. ¿En cuál de ellos entraría? Es fácil ver la gran confusión que había.
”A numerosos hermanos les faltaba conocimiento exacto, y no había muchas publicaciones. Las congregaciones solían mezclar la verdad con las enseñanzas del Kitawala, sobre todo en lo relativo a la santidad del matrimonio. En una ciudad pensaban que 1 Pedro 2:17, que exhorta a tener ‘amor a toda la asociación de hermanos’, significaba que los hermanos podían tener relaciones sexuales con cualquier hermana. Si una hermana se quedaba embarazada de un hermano en la fe, el esposo aceptaba el hijo como propio. Al igual que en el siglo primero, ‘los indoctos e inconstantes’ torcían las Escrituras (2 Ped. 3:16).
”Pronuncié varios discursos bíblicos muy directos sobre las normas de Jehová, entre ellas las relacionadas con el matrimonio. Dije que ciertos asuntos debían corregirse con paciencia, poco a poco, pero en lo que concernía al intercambio de esposas, esto tenía que cambiar de inmediato. Felizmente, los hermanos entendieron el punto de vista bíblico y lo aceptaron. En aquella ciudad, incluso algunos miembros del Kitawala abrazaron la verdad.”
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República Democrática del CongoAnuario de los testigos de Jehová 2004
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[Ilustración y recuadro de las páginas 195 y 196]
Entrevista con François Danda
Año de nacimiento: 1935
Año de bautismo: 1959
Otros datos: Fue superintendente viajante de 1963 a 1986. Estuvo en Betel de 1986 a 1996. Ahora sirve de anciano y precursor especial.
Durante la visita que realicé en 1974 a la congregación de Kenge (provincia de Bandundu), unos militantes del partido del gobierno me arrestaron a mí y a seis hermanos más. La principal acusación que presentaron contra nosotros fue nuestra negativa a participar en ceremonias políticas en honor al jefe de Estado. Nos metieron en una celda sin ventanas de dos metros de ancho por dos de largo. Nadie se podía sentar ni acostar; solo podíamos apoyarnos unos contra otros. Únicamente nos dejaban salir dos veces al día. Aquella situación duró cuarenta y cinco días. Cuando mi esposa, Henriette, se enteró de lo sucedido, recorrió 290 kilómetros (desde Kinshasa) para visitarme. No obstante, solo la dejaban verme una vez por semana.
Cierto día llegó a la prisión el fiscal del estado y prepararon una ceremonia política en su honor. Nosotros fuimos los únicos que no entonamos canciones políticas ni repetimos eslóganes del partido. El fiscal se puso furioso y me ordenó que obligara a los demás hermanos a cantar. Yo le respondí que no tenía autoridad sobre ellos y que esa era su decisión. Me dieron una paliza.
Posteriormente nos hicieron subir en la parte trasera de un todoterreno. Dos soldados nos custodiaban, y el fiscal se sentó delante con el conductor. Íbamos a gran velocidad rumbo a la ciudad de Bandundu, capital de la provincia del mismo nombre. Les dije a los hermanos que se sujetaran y comencé a orar. Justo cuando terminaba la oración, el vehículo tomó una curva demasiado rápido y volcó. Fue una sorpresa comprobar que nadie había muerto, ni siquiera había resultado herido. Percibimos la protección de Jehová. Cuando levantamos el vehículo, el fiscal ordenó a los dos soldados que nos acompañaran a pie a la prisión, mientras ellos seguían adelante.
Al llegar a la cárcel, los soldados les contaron el incidente a los responsables y les suplicaron que nos dejaran libres. El director de la prisión quedó sumamente impresionado, pues, al igual que nosotros, creía que Dios nos había protegido. Los siguientes días los pasamos en una celda normal y nos permitieron pasear por el patio con los demás prisioneros. Al poco tiempo nos liberaron.
Tras veinticuatro años en la obra de circuito, a François y Henriette los invitaron a Betel. Diez años después los nombraron precursores especiales. Henriette falleció el 16 de agosto de 1998.
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