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República Democrática del CongoAnuario de los testigos de Jehová 2004
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Salones del Reino en los años sesenta
En las grandes ciudades, las reuniones se celebraban en locales sin paredes laterales, lugares idóneos en vista del calor y la elevada humedad. El horario casi siempre se fijaba a primera hora de la mañana o por la noche, cuando hacía menos calor. Claro, siempre y cuando no lloviera. Durante la temporada de lluvias había que aplazar muchas reuniones hasta el día siguiente.
En 1962 se dedicó el primer Salón del Reino. Se construyó en Kimbanseke (Kinshasa) y lo ocupó una de las seis congregaciones que había en aquel tiempo. Desde entonces, las congregaciones congoleñas han mostrado una gran iniciativa en la construcción de Salones del Reino. No obstante, se encontraron con algunos problemas legales. A veces, un hermano donaba un solar para edificar un salón, pero no se registraba en la oficina pertinente. Cuando el hermano moría, sus familiares se apoderaban del salón y todo lo que contenía. No había manera de evitar tal acción. Cuando la obra se proscribió, las autoridades confiscaron muchos salones a fin de utilizarlos para sus intereses. Estos problemas supusieron una traba para construir más lugares de adoración.
No obstante, había Salones del Reino por todo el país, y aunque la mayoría eran edificios sencillos, todos reflejaban la fe de quienes los habían construido. Veamos la descripción que hizo un misionero de los lugares de reunión de finales de los años sesenta:
“Para llegar a un Salón del Reino de Léopoldville hay que atravesar un pasillo entre casas de cemento. Nos siguen un montón de niños hasta la entrada de un patio rodeado de un muro de hormigón. Detrás de la casa de unos hermanos se encuentra el salón, que no tiene paredes laterales. Hay algunos publicadores practicando cánticos del Reino con gran entusiasmo. ¡Escucharlos es un verdadero placer! Afortunadamente, unos árboles proporcionan sombra al auditorio de doscientos asientos. La plataforma es de cemento y tiene un techo de chapa de cinc. Si el orador es alto, tendrá que encorvarse un poco. Hay una mesa para las publicaciones y un tablero de anuncios donde se fijan las cartas de la sucursal y las asignaciones de la congregación. Los hermanos han colocado plantas al lado de la plataforma. También tienen lámparas de queroseno para celebrar reuniones de noche. Al marcharnos, los niños, que nos han esperado fuera, nos escoltan hasta la calle principal.
”Nos dirigimos al corazón del país. Al llegar a una aldea de cabañas de paja nos llama la atención el Salón del Reino. Es un local levantado sobre nueve postes y con un grueso techo de hojas. Observamos pequeñas zanjas en el suelo que van de un lado al otro de la sala. Nos sentamos en el suelo, metemos los pies en las zanjas y, para sorpresa nuestra, no resulta nada incómodo. Sobre el hermano que dirige la reunión cuelga un letrero escrito a mano en el dialecto local que dice ‘Salón del Reino’. La asistencia es de unas treinta personas, de las cuales quizá solo la mitad sean publicadores. Saben algunos cánticos del Reino, y lo que les falta de técnica musical, lo tienen de entusiasmo. Cantamos con toda el alma.
”Ahora viajamos hacia el norte. Detenemos el Land Rover cerca de una aldea y vemos un grupo de chozas de paja y, un poco más lejos, una construcción que se destaca del resto. Está hecha con gruesos postes de bambú bien atados entre sí, y el techo es de paja. La puerta y las ventanas son aberturas practicadas en las paredes. Delante de la construcción hay un sendero y una extensión de césped bien cuidado sobre la que descansa un letrero con el nombre ‘Testigos de Jehová’. Al llegar al salón, los hermanos nos reciben efusivamente. Una vez dentro, observamos que los bancos están hechos de cañas de bambú apoyadas sobre estacas verticales también de bambú. ¡Menos mal que el techo es impermeable! Si el bambú se mojara, echaría raíces y crecería rápidamente, de modo que la altura de los bancos sería mucho mayor que los 30 centímetros actuales. También hay un tablero de anuncios con la programación de las reuniones y las cartas de la sucursal. Los hermanos toman publicaciones de una mesa hecha con bambú partido por la mitad y unido con juncos.
”Salimos en dirección sur y llegamos a Katanga coincidiendo con la puesta de sol. El tiempo, mucho más fresco, nos obliga a abrigarnos un poco más. Al acercarnos al salón de otro poblado, escuchamos a los hermanos cantando. Los publicadores de las aldeas no suelen tener relojes, de modo que se fijan en el Sol para calcular la hora de la reunión. Los primeros en llegar comienzan a cantar hasta que la mayoría está presente y comienza la reunión. A la hora de sentarnos nos apiñamos en un tronco partido por la mitad que está sostenido en dos apoyos. Las publicaciones se guardan en un viejo armario, pero no por mucho tiempo, pues las cucarachas y las termitas acabarían con el papel. Al terminar la reunión, los hermanos nos enseñan el salón. Las paredes están hechas de pequeñas ramas atadas con juncos y cubiertas de arcilla. El techo, confeccionado con paja entretejida, es impermeable.”
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[Ilustración de la página 205]
Se construyeron lugares de reunión sencillos por todo el país
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