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ZambiaAnuario de los testigos de Jehová 2006
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Geoffrey Wheeler cuenta: “Nos enfrentamos a un serio problema a las tres semanas de empezar la obra de distrito. Estábamos en el lugar de la asamblea, listos para el programa del fin de semana. Me habían dado una hornilla de queroseno que no funcionaba bien. Hacía calor y corría el viento, así que, al prender la hornilla, se levantó una llamarada. En cuestión de minutos, el fuego se descontroló. La rueda que nuestro Land Rover llevaba al frente se incendió y, casi al instante, las llamas se propagaron por todo el vehículo”.
Si perder su medio de transporte ya fue malo de por sí, aún habían de enfrentarse a algo más. Geoffrey relata: “Guardábamos nuestra ropa en una maleta negra de metal dentro del Land Rover. ¡La ropa no ardió: se quedó totalmente apelmazada e inservible! Con todo, los hermanos pudieron rescatar nuestra cama, una camisa y mi máquina de escribir, que estaban al otro lado del vehículo. Agradecimos muchísimo que tuvieran tan buenos reflejos”. ¿Cómo se las arreglarían el superintendente de distrito y su esposa si habían perdido sus cosas y no iban a volver a la ciudad hasta después de dos meses? Geoffrey dice: “Un hermano me prestó una corbata, y tuve que pronunciar el discurso público calzado con unos zapatos de goma. Superamos aquello, y los hermanos hicieron cuanto pudieron para consolar a su inexperto superintendente de distrito”.
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En las zonas rurales, los hermanos suelen regalar productos agrícolas. “Una vez nos dieron un pollo —relata sonriente Geoffrey Wheeler—. Antes de anochecer, lo colocamos sobre un palo que había en la letrina, pero el muy bobo saltó y se cayó en el pozo. Logramos sacarlo vivo con una azada, y mi esposa lo lavó con agua caliente, jabón y mucho desinfectante. Lo cocinamos al final de la semana, y estaba muy rico.”
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