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ZambiaAnuario de los testigos de Jehová 2006
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Asambleas
Las fiestas precristianas de la nación de Israel y sus ‘convocaciones santas’ eran ocasiones alegres que permitían a los presentes centrarse en asuntos espirituales (Lev. 23:21; Deu. 16:13-15). Lo mismo puede decirse de las asambleas que el pueblo de Dios celebra en nuestros días. En Zambia, las asambleas de distrito no se llevan a cabo en modernos y relucientes complejos deportivos. Más bien, los hermanos construyen lo que ellos mismos llaman pueblos de asambleas, que cuentan con pequeñas cabañas para dormir.
Con el tiempo se han ido edificando estructuras más permanentes en dichos lugares, pero en aquellos primeros años había que improvisar mucho. Un superintendente de distrito recuerda: “Para las asambleas de circuito, los hermanos hacían una cabaña para mí, por lo general de paja. Luego rodeaban con una cerca la zona de los asientos, los cuales eran montones de tierra con un ‘cojín’ de paja encima. A veces nivelaban la parte superior de un termitero inactivo para hacer la plataforma, y sobre ella levantaban una pequeña caseta para los oradores”.
Un misionero llamado Peter Palliser relató: “En una de las asambleas, los hermanos dijeron que les gustaría tener una plataforma elevada. Uno de ellos, que sabía cómo usar explosivos, preparó la zona y voló la parte superior de un hormiguero abandonado de seis metros [20 pies] de altura, dejando un montículo sobre el que construimos la plataforma”.
Sacrificios para asistir
Casi todas las asambleas de distrito se celebraban en lugares de difícil acceso, lejos de las carreteras principales. Robinson Shamuluma recuerda una asamblea a la que asistió en 1959: “Unos quince fuimos en bicicleta hasta Kabwe, en la provincia Central. Para comer, llevábamos harina de maíz y pescado seco, y por las noches dormíamos en el bosque. En Kabwe tomamos un tren, y por fin llegamos a la asamblea después de casi cuatro días de viaje”.
Lamp Chisenga no olvida a un hermano que recorrió unos 130 kilómetros a pie y en bicicleta con sus seis hijos a fin de asistir a una asamblea de distrito. “Para el viaje —relata el hermano Chisenga— llevaron mandioca (yuca) asada, maní y mantequilla de maní. Muchas veces tuvieron que acampar a la intemperie en el bosque.”
Mientras servía de superintendente de distrito, a Wayne Johnson le llamaron la atención los sacrificios que muchos hermanos hacían para asistir. A este respecto, comentó lo siguiente: “Un precursor especial pedaleó casi una semana para ir a una asamblea. Otros viajaban en la parte trasera de un camión. Muchos llegaban con bastante antelación, a comienzos de la semana de la asamblea de circuito o distrito. Por las noches encendían hogueras, se sentaban alrededor de ellas y cantaban. En ocasiones salíamos tantos a predicar, que esa semana visitábamos tres veces todo el territorio.”
Asisten a pesar de la oposición
Las asambleas siguen fortaleciendo y animando a los hermanos, y en la actualidad son objeto de mucha publicidad favorable. Pero en períodos de cambios políticos, sobre todo durante las décadas de 1960 y 1970, este tipo de reuniones se veían con recelo. Hubo miembros del gobierno que trataron por todos los medios de estorbar nuestra adoración a Jehová. De hecho, debido a nuestra negativa a cantar el himno nacional, la policía no concedió los permisos necesarios para celebrar reuniones públicas. Posteriormente se restringió el número de asistentes. “El año 1974 fue el último en que los testigos de Jehová se reunieron en espacios abiertos —recuerda Darlington Sefuka—. El ministro del Interior anunció que no se podría celebrar ninguna reunión pública a menos que se cantara el himno nacional y se izara la bandera.” Sin embargo, a los hermanos se les permitió congregarse en los Salones del Reino, dentro de recintos delimitados por cercas de paja. En estas circunstancias, la sucursal dispuso que el programa de las asambleas de circuito se presentara en los Salones del Reino, a menudo con solo una o dos congregaciones presentes.
Las asambleas de distrito también se celebraban en pequeña escala. “En vez de una asamblea de distrito grande, teníamos veinte pequeñas —señala un hermano que colaboró en la organización de tales reuniones—. Esto implicó preparar a muchos hermanos para que intervinieran en el programa y atendieran los departamentos, de modo que cuando se levantó la proscripción, pudimos contar con muchos hombres experimentados que sabían organizar asambleas de circuito y distrito.”
Bautismos
Desde principios de la década de 1940 se procuró que quienes fueran a bautizarse comprendieran bien la importancia de ese paso. A algunos no les resultó fácil abandonar por completo “Babilonia la Grande” y las prácticas religiosas falsas (Rev. 18:2, 4). Para agravar el problema, relativamente pocos sabían leer, y muchas congregaciones no recibían suficientes publicaciones para el estudio de la Biblia. Debido a ello, los superintendentes de circuito y distrito entrevistaban a todos los candidatos para comprobar si reunían los requisitos para el bautismo. Geoffrey Wheeler, graduado de la clase 33 de Galaad, explica: “Nos fijábamos en si los bebés de las madres que deseaban bautizarse llevaban amuletos. Como había tantos candidatos, durante toda la semana de la asamblea era raro que nos fuéramos a dormir antes de la medianoche”. Con el tiempo, tales entrevistas dejaron de ser tan necesarias. Esto se debió, en buena medida, a la ayuda bondadosa que los ancianos recibieron de los superintendentes viajantes, a la ayuda de publicaciones posteriores —como el libro “Tu palabra es una lámpara para mi pie”— y a otras mejoras en la organización.
Miedo al público
Los dramas bíblicos con vestuario de época siguen siendo uno de los aspectos más populares de las asambleas de distrito. Todos los participantes se toman muy en serio la responsabilidad de transmitir las emociones del personaje, y los zambianos precisamente se distinguen por su expresividad. Frank Lewis, quien fue misionero y ahora es miembro de la familia Betel de Estados Unidos, recuerda: “Al principio, los dramas no venían grabados, así que los hermanos tenían que aprenderse su papel de memoria. Me acuerdo del primer drama que representamos, que trataba sobre José y se presentó en una asamblea celebrada en la provincia Septentrional. Pues bien, como el servicio postal era lento y los hermanos no habían recibido el guión, tuvimos que trabajar hasta bien entrada la noche para que memorizaran lo que debían decir. Durante la representación frente al auditorio llegamos a la escena en la que la esposa de Potifar le decía gritando a su esposo que José había intentado violarla. En ese momento, el hermano que hacía de Potifar se puso nervioso y, presa del miedo, salió del escenario. Yo estaba detrás haciendo de apuntador y lo vi salir, así que le recordé a toda prisa las primeras frases de su intervención y lo empujé de vuelta al escenario. ¡Entonces, con gran entereza, pronunció sus palabras de desprecio por el hombre acusado de querer violar a su esposa! Aunque aquello estuvo a punto de convertirse en un contratiempo, siempre que leo el relato bíblico me da por pensar: ‘Quizás sucedió así en la realidad. Quizás Potifar salió furioso de la habitación, recobró la serenidad y luego regresó para condenar a José’”.
En 1978, tras cuatro años de restricciones en el tamaño de las asambleas, la situación había mejorado. Ese mismo año, la asamblea de distrito “Fe Victoriosa” planteó un singular desafío. Un hermano que fue superintendente viajante explica cuál fue: “En aquella ocasión representamos todos los dramas que no habíamos podido representar cuando solo se nos permitía reunirnos en los Salones del Reino. La asamblea duró cinco días y hubo cinco dramas, uno cada día. ¡Nos pusimos al corriente con todos los que nos habíamos perdido! Fue magnífico, pero sumamente agotador para el representante de Betel, pues tuvo que supervisar todos los dramas”.
Un miembro del Comité de Sucursal comentó: “Puedo afirmar que nunca he asistido a asambleas más entrañables. Por las mañanas, las familias salen de sus pequeñas cabañas, todos bien limpios y arreglados, pues quieren presentarse ante Jehová luciendo lo mejor posible. Por lo general se sientan al sol, pues no hay asientos a la sombra. Aun así, se quedan allí todo el día, absortos en el programa. Es algo hermoso de contemplar”. Los testigos de Jehová consideran sus reuniones una parte esencial de su adoración (Heb. 10:24, 25). Estén o no “apesadumbrados” por problemas personales o por oposición religiosa, saben que asistir a las asambleas es una razón para sentirse “siempre regocijados” (2 Cor. 6:10).
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ZambiaAnuario de los testigos de Jehová 2006
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[Ilustración de la página 206]
Las instalaciones para las asambleas de distrito se construían con lodo, paja y otros materiales de la zona
[Ilustración de la página 215]
Izquierda: drama bíblico con vestuario de época (1991)
[Ilustración de la página 215]
Abajo: candidatos para el bautismo en la Asamblea de Distrito “Mensajeros de la Paz de Dios” (1996)
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