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    Anuario de los testigos de Jehová 2006
    • Servicio misional

      “Uno de los aspectos gratificantes del servicio misional es ver cómo Jehová usa a hombres y mujeres de toda clase para realizar Su propósito. También produce mucho gozo ver el aprecio de quienes reciben ayuda espiritual”, comentó Ian (John) Fergusson, que sirvió muchos años en Zambia. Los misioneros de otras religiones suelen preocuparse por las cuestiones sociales y económicas, mientras que los misioneros de los testigos de Jehová se centran en la obra de hacer discípulos cristianos. Al llevar a cabo dicha comisión divina, estos misioneros han dado prueba de que tienen “amor libre de hipocresía” (2 Cor. 6:6).

      Hubo un buen grupo de hermanos que manifestaron un auténtico espíritu misional. William Johnston, por ejemplo, llegó al sur de África unos años antes de estallar la primera guerra mundial y viajó por casi toda esa región. A principios de 1921, Piet de Jager, Parry Williams y otros hermanos ya habían llegado a Salisbury (hoy Harare), capital de Rhodesia del Sur (hoy Zimbabue), país vecino de Zambia. George Phillips, Thomas Walder y William Dawson predicaron en Rhodesia del Norte a mediados de la década de 1920. Algunos hermanos de Rhodesia del Norte conocieron a los Estudiantes de la Biblia mientras trabajaban en el extranjero y decidieron regresar a su tierra natal para difundir “buenas nuevas de cosas buenas” (Rom. 10:15). Manasse Nkhoma y Oliver Kabungo aportaron mucho en aquellos tiempos. A Joseph Mulemwa, natural de Zambia, se le predicó en las minas de Wankie (hoy Hwange), en el norte de Zimbabue, y después sirvió fielmente en la parte occidental de Zambia. Fred Kabombo fue el primer superintendente viajante de aquella zona. Estos hermanos eran verdaderos precursores, pues se desplazaron hasta zonas en las que las buenas nuevas no se habían predicado todavía, o solo muy poco, y colocaron un fundamento sólido para el aumento que se produciría en el futuro.

      Al aproximarse el final de la segunda guerra mundial, Charles Holliday, de Sudáfrica, aceptó la invitación de George Phillips, de la sucursal de Ciudad del Cabo, para que visitara los grupos de personas interesadas que vivían en la provincia Occidental. Acompañado por un hermano local que le hacía de intérprete, el hermano Holliday viajó en trenes madereros, en canoas y en pequeños vagones de plataforma accionados manualmente. Al llegar a Senanga, pequeña población a unos 250 kilómetros [150 millas] al norte de las cataratas Victoria, una gran multitud de personas los recibieron con entusiasmo. Algunos de los presentes habían viajado varios días para escuchar las verdades bíblicas que iba a explicar aquel visitante.

      Llegan misioneros de Galaad

      En 1948 llegaron a Zambia dos misioneros: Harry Arnott e Ian Fergusson, los cuales empezaron a predicar a los miles de europeos que se habían trasladado allí para efectuar trabajos relacionados con la extracción de cobre. La respuesta de la gente fue magnífica. Aquel año hubo un 61% de aumento en la cantidad de Testigos activos en el ministerio del campo.

      En muchos lugares no era raro que los misioneros anotaran en una lista de espera a quienes deseaban estudiar la Biblia. La sucursal compró una furgoneta Dodge que ya tenía diez años para que dos misioneros la utilizaran en su labor de superintendentes viajantes a fin de llegar a las zonas alejadas de los centros industriales. “Fue muy útil —explica un informe de la sucursal—, aunque a veces volvía con tres ruedas o arrastrando medio chasis.”

      En 1951 había seis misioneros en el país, y en diciembre de 1953 llegaron otros seis. Entre estos últimos estaban Valora y John Miles, que sirvieron en Zambia durante seis años y luego fueron trasladados a Zimbabue, y de allí a Lesotho. Con el paso de los años fueron llegando más misioneros: Joseph Hawryluk, John e Ian Renton, Eugene Kinaschuk, Paul Ondejko, Peter y Vera Palliser, Avis Morgan y otros. Todos ellos se esmeraron amorosamente por ayudar, aunque, como es natural, para ser eficientes en su servicio especial tuvieron que adaptarse y hacer sacrificios.

      “¡Si no es más que un niño!”

      “Estaba convencido de que había sido un error —dice Wayne Johnson al recordar lo que sintió cuando recibió su asignación de ir a Zambia tras graduarse de la clase 36 de Galaad—. Solo tenía 24 años y parecía aún más joven. Puesto que estaba aprendiendo el idioma chinyanja [llamado también chichewa], entendía lo que decían las hermanas cuando se susurraban unas a otras ‘akali mwana’ (¡Si no es más que un niño!) al verme por primera vez.” Wayne llegó al país con su compañero Earl Archibald a principios de 1962, y en la actualidad sirve de ministro viajante en Canadá acompañado de su esposa, Grace.

      “Me di cuenta de que tendría que confiar plenamente en Jehová y su organización —añade él—. Quería que todos supieran que, en conformidad con Hechos 16:4, yo solo estaba transmitiendo las instrucciones y la información preparada por Jehová y su organización. También procuraba actuar de una forma que les resultara aceptable. Cuando recuerdo aquellos tiempos, todavía me parece increíble que me dieran semejante privilegio.”

      ¡Deportados!

      Las décadas de 1960 y 1970 fueron años de cambios. De vez en cuando estallaba persecución por todo el país y, tras la independencia de Zambia en 1964, los hermanos afrontaron más y más problemas relacionados con el saludo a la bandera y el himno nacional. A finales de esa década, algunos políticos opinaban que la influencia de los misioneros minaba los objetivos del gobierno, y tomaron ciertas medidas. Un informe de la sucursal explica lo que sucedió: “A primeras horas de la mañana del 20 de enero de 1968, los superintendentes de casi todas las congregaciones de habla inglesa empezaron a llamar a la sucursal para informar que habían recibido órdenes de deportación. Y lo curioso fue que no solo las recibieron testigos de Jehová extranjeros, sino también zambianos, como George Morton e Isaac Chipungu”.

      Todo ocurrió muy deprisa. A las diez de la mañana de aquel mismo día, llegaron a la sucursal unos agentes de inmigración para entregar la orden de deportación a cinco matrimonios de misioneros. “Cuando quisimos darnos cuenta —recuerda el misionero Frank Lewis—, ya los teníamos en la entrada. Habíamos decidido que si algo así sucedía, los varones misioneros de la sucursal saldríamos por la puerta trasera e iríamos a la casa de un hermano para iniciar la estrategia que teníamos planeada en caso de que se proscribiera la obra. Pero como una misionera estaba arriba gravemente enferma de malaria, no nos atrevíamos a marcharnos. No obstante, los hermanos locales insistieron en que nos fuéramos y nos prometieron que cuidarían de la hermana, de lo cual no teníamos ninguna duda.

      ”Qué sensación tan extraña nos dio leer en el periódico Times of Zambia que la Watchtower (así nos llamaban) había sido proscrita y que sus ‘dirigentes’ se habían ocultado. Nuestros nombres aparecían en primera plana, y también se decía que las autoridades estaban buscándonos casa por casa. Los hermanos locales que se quedaron en la sucursal manejaron la situación de maravilla y lograron trasladar los archivos y las publicaciones a diversos lugares. Al día siguiente regresamos a la sucursal para entregarnos.”

      Había un policía apostado en la sucursal, y pronto llegaron órdenes de deportación para algunos misioneros y otros hermanos extranjeros. “Nosotros estuvimos entre los últimos en marcharnos —explicó el hermano Lewis—. Todavía se nos hace un nudo en la garganta cuando recordamos a un grupo de hermanas, a las que no conocíamos personalmente, que caminaron con sus hijos 25 kilómetros [16 millas] desde Kalulushi solo para despedirse de nosotros en persona y darnos la mano.”

      Más deportaciones

      Pasó el tiempo, y un día de 1975, la policía se presentó de sorpresa en Betel. Albert Musonda, que ahora es miembro del Comité de Sucursal de Zambia pero que en aquel entonces tenía 22 años y trabajaba en el Departamento de Contabilidad, recuerda que se notificó a los misioneros que aún quedaban que en menos de dos días debían abandonar el país.

      John Jason añade: “En diciembre de 1975 recibimos una carta breve de la oficina de inmigración en la que se nos ordenaba que abandonáramos el país en las próximas treinta y seis horas”. Con la ayuda de un abogado local se presentó una apelación y se logró extender el plazo para que los misioneros pudieran recoger algunas de sus pertenencias. “Una vez concluido el plazo —continúa el hermano Jason—, tuvimos que marcharnos y dejar atrás a todas aquellas personas que tanto habíamos llegado a querer.”

      Dailes, la esposa de Albert Musonda, recuerda: “Acompañamos a nuestros hermanos hasta el aeropuerto Southdown para despedirlos. John Jason fue a Kenia e Ian Fergusson a España”. ¿Qué había ocasionado aquellas deportaciones?

      La asamblea de 1975 fue para muchos la gota que colmó el vaso. “Fue una de las asambleas más grandes que se celebraron durante aquel período turbulento; la asistencia total fue de más de cuarenta mil”, recuerda John Jason. Dio la coincidencia de que cerca de allí se estaba celebrando un mitin político, y algunos de los asistentes pidieron que se tomaran medidas firmes contra los testigos de Jehová debido a su neutralidad en cuestiones políticas. Además, según recuerda el hermano Jason, llegó a decirse que a aquella reunión había ido poca gente por culpa de la asamblea de los testigos de Jehová.

      Vuelven a entrar misioneros

      Pasaron diez años antes de que se volviera a permitir la entrada de misioneros en Zambia. La década de 1980 fue un período de mayor estabilidad política y de menos restricciones. En 1986 llegaron al país Edward Finch y su esposa, Linda, procedentes de Gambia. Posteriormente llegaron también Alfred y Helen Kyhe, y Dietmar y Sabine Schmidt, entre otros.

      En septiembre de 1987 entraron en Zambia vía Sudáfrica Dayrell y Susanne Sharp, procedentes de Zaire (la actual República Democrática del Congo). Se habían graduado de Galaad en 1969, y el hermano Sharp había servido de superintendente viajante por todo el Congo acompañado de su esposa, así que ambos conocían bien cómo era la vida en África central. Él es un hombre robusto que lleva ya más de cuarenta años en el servicio especial de tiempo completo. “Durante muchos años, nuestro hogar misional estaba en Lubumbashi, cerca de la frontera, y cruzábamos a menudo a Zambia”, explica.

      Susanne también guarda vívidos recuerdos de aquella época. “Debido a la escasez de alimento que había en el Congo durante los primeros años de la década de 1970, teníamos que ir a Zambia cada pocos meses para comprar comida —cuenta—. Entonces, a principios de 1987, el Cuerpo Gobernante nos pidió que nos marcháramos del Congo y fuéramos a una nueva asignación. ¿Adónde? ¡A Zambia!” Los Sharp se alegraron de trasladarse a un país donde los hermanos estaban recibiendo mayor libertad religiosa, pues en el Congo, su actividad se veía cada vez más restringida.

      Pero había que hacer algunos cambios tanto en la sucursal como en el ministerio del campo. Debido a la proscripción parcial que se había impuesto a la predicación pública, la mayoría de los hermanos solo conducían estudios bíblicos. Muchos publicadores no estaban acostumbrados a predicar abiertamente de casa en casa y les costaba mucho hacerlo. Pero como la predicación de casa en casa es una faceta fundamental del ministerio público de los testigos de Jehová, se animó a los hermanos a no retraerse, en especial dado que la situación del país era menos tensa y la policía apenas se fijaba en nuestras actividades.

      Hacia adelante sin retroceder

      Al Comité de Sucursal le preocupaba el hecho de que no hubiera habido aumento durante la década de 1970. Por un lado, la predicación de casa en casa estaba proscrita, y por otro, las tradiciones de la zona influían en que a los padres se les hiciera difícil enseñar la Biblia a sus hijos. De ahí que muchos dejaban que sus hijos estudiaran con otros publicadores mientras ellos daban clases de la Biblia a niños que no eran hijos suyos. Había llegado el momento de tomar decisiones drásticas. Durante los siguientes años se animó a los publicadores a abandonar las tradiciones y prácticas antibíblicas. Las congregaciones empezaron a responder y se observó la bendición de Jehová a medida que los hermanos se esforzaban por poner su vida en armonía con los principios bíblicos y con toda la hermandad mundial.

      En los cinco años posteriores a las deportaciones de 1975, la cantidad de publicadores descendió casi un once por ciento. En cambio, en los cinco años posteriores a la nueva llegada de misioneros en 1986, el máximo de publicadores aumentó más del cincuenta por ciento. Desde aquel año, el número de publicadores activos ha aumentado a más del doble.

      Silas Chivweka, anterior superintendente viajante, escribió lo siguiente en una carta dirigida a la sucursal: “A partir de la década de 1950, los misioneros graduados de Galaad ayudaron a muchos hermanos a progresar hacia la madurez. Fueron muy pacientes, comprensivos y bondadosos. Al mantenerse cerca de los publicadores, pudieron ver las cosas que requerían corrección”. La ayuda amorosa y sincera de los misioneros continúa fomentando el crecimiento hasta el día de hoy.

  • Zambia
    Anuario de los testigos de Jehová 2006
    • 1948: Llegan los primeros graduados de Galaad.

  • Zambia
    Anuario de los testigos de Jehová 2006
    • 1975: Se deporta a los misioneros.

      1986: Se vuelve a permitir la entrada de misioneros en el país.

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