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ZambiaAnuario de los testigos de Jehová 2006
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De modo que, para promover la unidad y el conocimiento exacto entre las personas interesadas, hacía falta recibir con regularidad publicaciones bíblicas confiables en el idioma de la gente.
Publicaciones en lenguas vernáculas
A principios de la década de 1930 se publicaron en chinyanja el libro El Arpa de Dios y algunos folletos. Para 1934, el reducido número de publicadores activos había distribuido ya más de once mil publicaciones. Molestos por toda esta actividad, los que se oponían a nuestra obra acabaron “forjando penoso afán mediante decreto” y consiguieron que se proscribieran nuestras publicaciones (Sal. 94:20). Pero a finales de 1949, cuando ya se había levantado la proscripción de La Atalaya, se empezó a mimeografiar una edición mensual de la revista en cibemba y a enviarla por correo a los suscriptores.
Jonas Manjoni describe el trabajo que realizaba en la producción de La Atalaya a principios de la década de 1950. “Era el único que traducía al cibemba —recuerda—. Recibía el texto en inglés, lo traducía y lo corregía. Luego lo mecanografiaba sobre un cliché con el que después sacaba copias. Me tomaba mucho tiempo; a veces se necesitaban siete mil copias de cada número. Montaba todas las revistas a mano, las grapaba, las enrollaba por grupos, les pegaba los sellos y las llevaba a la oficina de correos en cajas de cartón para enviarlas a las congregaciones: muchísimo trabajo.”
Pese a la limitada tecnología de aquellos tiempos, los que participaban en la traducción manifestaron una gran dedicación, pues reconocían la importancia de su labor. Además de visitar las congregaciones como superintendente viajante, James Mwango escribía a mano sus traducciones, casi siempre a la luz de una vela. “Nunca me sentí demasiado cansado para hacerlo —dijo—. Me satisfacía saber que mi trabajo permitía suministrar alimento espiritual a mis hermanos y que los ayudaba a madurar.”
“Intercambiar manos”
Para transmitir adecuadamente la verdad, hace falta que el traductor conozca bien su propio idioma y, además, que entienda con claridad el texto inglés. Aaron Mapulanga explicó: “Al traducir, se encuentran expresiones que denotan algo muy distinto de lo que las palabras en sí significan. Recuerdo que en una publicación se hablaba de que Elías transfirió su asignación de profeta a Eliseo, y nos aparecía la expresión ‘to change hands’ (modismo inglés que significa “cambiar de dueño”). Un hermano la tradujo literalmente por ‘intercambiar manos’, pero yo tenía mis dudas de que significara eso. Después de consultarlo con otros hermanos, logramos captar su verdadero significado. También recuerdo que se nos aconsejó que no tradujéramos palabra por palabra, pues el texto traducido sonaría a inglés. Hicimos todo lo posible por seguir ese consejo y por construir las oraciones de la manera más natural en el idioma al que traducíamos”.
Ayuda técnica
Desde 1986, un buen número de sucursales cuenta con el sistema MEPS (acrónimo inglés para Sistema Electrónico de Fotocomposición Plurilingüe), el cual ha ayudado en gran manera a acelerar la traducción, corrección y composición del texto. En los últimos años se ha venido utilizando mucho el programa Watchtower Translation System (Sistema de Traducción Watchtower) y otros programas informáticos que facilitan la traducción. Actualmente hay equipos de traductores para varios de los idiomas principales de Zambia, lo que permite disponer de publicaciones bíblicas que la mayoría de los zambianos pueden comprender. La Traducción del Nuevo Mundo y otras “armas de la justicia” seguirán contribuyendo a que se ayude a las personas de buen corazón a llegar a conocer a Jehová (2 Cor. 6:7).
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ZambiaAnuario de los testigos de Jehová 2006
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[Ilustración y recuadro de las páginas 191 y 192]
“¡Estás echando a perder tu futuro!”
Mukosiku Sinaali
Año de nacimiento: 1928
Año de bautismo: 1951
Otros datos: Graduado de Galaad que trabajó de traductor y actualmente sirve de anciano en su congregación.
El día de mi bautismo, el misionero Harry Arnott habló conmigo, me dijo que se necesitaban traductores al silozi y me preguntó si podía ayudar. Pronto recibí una carta de asignación y una revista La Atalaya. Entusiasmado, comencé aquella misma noche. La labor de traducción era difícil. Me tomaba muchas horas escribir el texto a mano con una vieja pluma estilográfica y, además, no había ningún diccionario de la lengua silozi. Por si fuera poco, trabajaba de día en la oficina de correos y por la noche traducía. A veces la sucursal me enviaba este recordatorio: “Le rogamos que mande la traducción por correo sin demora”. Yo solía preguntarme: “¿Y por qué no emprendo el servicio de tiempo completo?”. Con el tiempo renuncié a mi empleo, lo cual levantó sospechas y hasta hizo que algunos llegaran a pensar que había malversado fondos, pese a que contaba con la confianza de las autoridades. La oficina de correos encargó a dos inspectores europeos que investigaran bien el caso, y estos comprobaron que no había cometido ningún delito. Pero nadie entendía por qué renunciaba. Incluso me ofrecieron un ascenso para que me quedara, y cuando no lo acepté, me advirtieron: “¡Estás echando a perder tu futuro!”.
¡Qué equivocados estaban! En 1960 me invitaron a Betel, y poco después a la Escuela de Galaad. Me puse muy nervioso. Como era la primera vez que viajaba en avión —a Nueva York vía París y Amsterdam— recuerdo que pensaba: “¿Será esto lo que sienten los ungidos cuando van al cielo?”. Al llegar a la sede mundial, me conmovió mucho ver el cariño con que me recibieron: los hermanos fueron sumamente humildes y no manifestaron ningún tipo de prejuicio. La asignación que recibí al terminar el curso fue regresar a Zambia, donde seguí colaborando con la traducción.
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