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    ¡Despertad! 1996 | 22 de mayo
    • Los lahares: secuelas del monte Pinatubo

      POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN FILIPINAS

      HOGARES inundados. Negocios destrozados. Vehículos arrastrados. Edificios cubiertos. Millares de personas obligadas a huir, y las que no pueden hacerlo, quedan atrapadas. ¿Qué causa todo esto? ¿Un terremoto? ¿Un alud? No. Es el panorama que continuamente dejan los lahares. ¿Qué son estos? Coladas de agua y sedimentos volcánicos que incluyen cenizas, piedra pómez y derrubios de erupciones recientes y antiguas.

      Es probable que hace diez años usted no hubiera oído hablar del monte Pinatubo, de Filipinas. Pero tras la colosal erupción del 15 de junio de 1991, “Pinatubo” se convirtió en un término familiar en diversas partes del mundo. Después de un letargo de casi quinientos años, el monte Pinatubo expulsó su contenido volcánico formando uno de los “hongos” más gigantescos de este siglo. El volcán arrojó cenizas, arena y rocas que se precipitaron como lluvia en cantidades rara vez observadas por el ojo humano.a

      El volcán arrojó su inmenso contenido a más de 20 kilómetros de altura. Aunque la mayor parte cayó de nuevo, una gran cantidad de polvo permaneció en la atmósfera; y no solo polvo, sino grandes cantidades —unos 20.000.000 de toneladas— de dióxido de azufre.

      Quizás recuerde algunas de las repercusiones que tuvo en todo el mundo: las puestas de sol de sobresaliente belleza que hubo por un tiempo; el eclipse solar de brillo insólito en México y otras zonas cercanas en 1991; los cambios climáticos, que incluyeron ondas gélidas en el hemisferio norte, y la aceleración del deterioro de la capa de ozono. O tal vez oyó del hambre y las enfermedades que afectaron a la gente evacuada de aquella zona a causa de la erupción.

      Secuelas duraderas

      Una de las peores consecuencias de la erupción del Pinatubo, una secuela desconocida en gran parte del mundo, es el fenómeno conocido como lahar. Como se mencionó en el primer párrafo de este artículo, los lahares han causado sufrimientos inenarrables a decenas de miles de personas. Las secuelas de la erupción no son asunto del pasado; continúan hasta el día de hoy. Tal vez no le afecten directamente a usted, pero hay negocios, trabajos, hogares, vidas y hasta pueblos enteros cerca del monte Pinatubo que están siendo arrasados. Todo esto a causa de los lahares.

      Muchos lahares actúan como ríos lodosos que arrastran enormes cantidades de sedimentos; sin embargo, cuando el contenido de sedimentos sobrepasa el 60%, su comportamiento se asemeja al del hormigón, lo cual puede ser devastador. La obra A Technical Primer on Pinatubo Lahars (Manual técnico sobre los lahares del Pinatubo) dice: “Son coladas tan densas (dos veces más que el agua) que pueden arrancar y arrastrar rocas enormes, gaviones (estructuras metálicas llenas de piedras), vehículos, edificios de hormigón y hasta puentes”.

      ¿Qué origen tuvieron estos lahares? Recuerde que el Pinatubo arrojó cantidades descomunales de materia volcánica. Una porción quedó en la atmósfera, pero la mayor parte cayó en el monte o en sus cercanías dejando depósitos de piroclastos (formados por la actividad volcánica). ¿En qué cantidad? Según un reporte del Instituto Filipino de Vulcanología y Sismología, 6.650 millones de metros cúbicos. El vulcanólogo estadounidense C. G. Newhall menciona que cayeron suficientes derrubios para “pavimentar como mínimo veinte autopistas de cuatro carriles que cruzaran Estados Unidos”. De esta cantidad, 3.450 millones de metros cúbicos eran erosionables, y solo hacía falta que las lluvias los arrastraran a los valles para formar los lahares. Las tormentas tropicales y los tifones, comunes en Filipinas, agudizan el problema. Las fuertes precipitaciones súbitas pueden provocar lahares extremadamente grandes.

      Eso es precisamente lo que ha estado sucediendo durante varios años. Vez tras vez, el agua de las tormentas ha arrastrado consigo los derrubios. Los lahares han transformado el rico suelo cultivable en un yermo, y algunos pueblos en lodazales en los que solo sobresalen los techos. En ocasiones el fenómeno ha sucedido de noche. Miles de hogares han quedado destrozados, y sus habitantes, desarraigados de su lugar de origen, se han visto obligados a emprender una nueva vida en otro lugar. Para principios de 1995, el 63% de los piroclastos ya había sido arrastrado a los valles, lo que deja un 37% para futuras calamidades. Además, gran parte del 63% mencionado sigue representando un peligro, pues la lluvia torrencial forma canales en el barro depositado en las partes altas, y pone en movimiento nuevamente los lahares, que representan un peligro para la vida y la propiedad de quienes se han asentado en su curso. En julio de 1995, el Manila Bulletin informó lo siguiente: “Noventa y una barangays (aldeas) [...] fueron borradas del mapa del Luzón central, enterradas bajo toneladas de barro volcánico”.

      Otro desastre

      La tarde del sábado 30 de septiembre de 1995, la fuerte tormenta tropical Mameng (conocida internacionalmente como Sybil) afectó la zona del Luzón. Las intensas precipitaciones que cayeron en el monte Pinatubo ocasionaron graves desastres. Los lahares iniciaron su descenso sepultando todo lo que hallaban a su paso. En cierto lugar, la ruptura de un dique de contención hizo que una zona, que había estado fuera de peligro, quedara expuesta a lahares de hasta seis metros de profundidad. Los hogares de menos de dos pisos quedaron totalmente anegados. La gente subió a las azoteas para salvarse. En la parte más profunda, los lahares arrastraron rocas, vehículos y hasta casas.

      Los lahares también pueden provocar inundaciones al desviar el curso de ríos y torrentes. Miles de hogares quedaron bajo el agua, incluso casas de testigos de Jehová y Salones del Reino.

      Otros han tenido experiencias más desafortunadas. La persona que cae en la corriente de un lahar o en el lodo reciente de alguno de estos, se hunde y difícilmente consigue escapar. Solo se puede caminar sobre el barro después de varias horas o días. ¿Cómo han logrado escapar? Algunos han permanecido en árboles o techos hasta que el lahar se endurece lo suficiente como para caminar sobre él. Otros se han colgado de cables telefónicos o han caminado sobre ellos, pues los lahares han alcanzado tal altura. Otros más se han arrastrado sobre el barro semiendurecido. Pero algunos no han logrado salvarse. Las autoridades envían helicópteros a las zonas más afectadas para recoger a las personas de las azoteas. (Para más detalles, véase el artículo “Fuimos rescatados de un lahar”, en este mismo número.)

      El amor los motiva a brindar ayuda

      A los testigos de Jehová les dio mucha alegría saber que, aunque varias casas y algunos Salones del Reino fueron destruidos o quedaron muy dañados, ninguno de sus hermanos había perdido la vida. Está claro que sintieron la necesidad de ayudar a las víctimas de las inundaciones y coladas de barro. Algunos Testigos solo escaparon con la ropa enlodada que traían puesta. ¿Cómo los ayudaron sus compañeros cristianos?

      Los ancianos de las congregaciones más cercanas tomaron medidas inmediatas para averiguar si sus hermanos estaban a salvo o necesitaban ayuda para escapar. No fue fácil hacerlo, pues el barro de las coladas todavía estaba blando en varios lugares. Guillermo Tungol, anciano de la Congregación Bacolor, comentó: “Para llegar a los hermanos y brindarles ayuda, tuvimos que caminar sobre el tendido telefónico”. Wilson Uy, ministro de tiempo completo de la misma congregación, añadió: “Por poco no logramos llegar, pues el agua nos llegaba hasta el pecho y la corriente era muy fuerte”. Sin embargo, actuaron con cuidado; de esa manera pudieron enterarse de la situación de los miembros de la congregación y ayudarles en lo posible.

      Para la mañana del lunes 2 de octubre, la sucursal de la Sociedad Watch Tower estaba al tanto de las necesidades. ¿Podrían ayudar los 345 trabajadores voluntarios de la sucursal? ¡Por supuesto! Respondieron de inmediato. Para las diez de la mañana, estos trabajadores habían contribuido casi una tonelada de ropa para sus hermanos siniestrados. Ese mismo día se usó una camioneta para llevarles ropa, junto con algunos alimentos y dinero.

      En el lapso de unos días, se informó de esa necesidad a las congregaciones de la zona metropolitana de Manila. Pronto se enviaron cinco toneladas más de ropa y otros suministros. Una Testigo japonesa que estaba de visita en Filipinas cuando ocurrió el desastre, acababa de llegar de Hong Kong, donde se había comprado bastante ropa; pero cuando se enteró de las dificultades de sus hermanos cristianos de la zona del Pinatubo, regaló todas las prendas que había comprado y regresó a Japón. Es muy grato observar el amor que manifiestan los verdaderos cristianos a los necesitados, no solo deseando que les vaya bien, sino ‘dándoles las cosas necesarias para su cuerpo’. (Santiago 2:16.)

      También es encomiable que los testigos de Jehová no permitan que las calamidades apaguen su celo por las cosas espirituales. Las reuniones cristianas no se interrumpieron, ni siquiera cuando el agua llegaba a los tobillos en el Salón del Reino. Como entendían la importancia de llevar el mensaje bíblico al prójimo, estos cristianos continuaron predicando de casa en casa. Algunos tuvieron que cruzar en medio del agua hasta zonas menos inundadas donde dieron el testimonio. Llevaban una muda de ropa y se cambiaban cuando llegaban a un lugar seco. Así pues, aunque ellos mismos estaban sufriendo, no permitieron que eso les impidiera manifestar interés en los demás.

      Sí, las secuelas del Pinatubo han sido peores de lo que algunos imaginaron. Es una historia que se repetirá todavía durante algunos años. Se han adoptado medidas para controlar los lahares, pero en ocasiones eso supera la capacidad humana. Es muy agradable ver que en estas situaciones, los cristianos auténticos aprovechan la oportunidad para demostrar su amor a Dios y al prójimo.

      [Nota a pie de página]

      a Para más información acerca de la erupción, vea el artículo original “El día que llovió arena” de la revista ¡Despertad! del 8 de febrero de 1992, páginas 15 a 17.

      [Ilustración y recuadro de la página 21]

      CÓMO AFECTÓ AL MUNDO EL MONTE PINATUBO

      ¿ES CIERTO que cuando termina una erupción de tanta magnitud como la del monte Pinatubo, allí acaba todo? En absoluto. He aquí algunas de las repercusiones mundiales.

      ◼ Después de la erupción se observaron puestas de sol de extraordinaria belleza.

      ◼ A los científicos mexicanos les sorprendió el brillo inusual del eclipse total de Sol del 11 de julio de 1991. ¿A qué se debió? A las partículas de polvo de la erupción del Pinatubo, que dispersaron la luz de la corona más de lo normal.

      ◼ También se vio afectado el clima. Unos tres meses después de la erupción, se informó que la radiación solar en la ciudad de Tokio (Japón) era un 10% inferior a la normal. La ceniza volcánica bloqueaba parte de la luz del sol. La revista Science News informó un descenso de un grado Celsio en la temperatura promedio de varios lugares del hemisferio norte.

      ◼ Otra repercusión fue el aumento de la destrucción de la capa de ozono. La combinación del ácido sulfúrico arrojado por la erupción y los compuestos clorados que el hombre ha vertido aceleró la pérdida de ozono. La capa de ozono normalmente obra como escudo atmosférico protegiendo al hombre del cáncer. Poco después de la erupción, el nivel de ozono en la Antártida descendió hasta casi cero, y en el ecuador los niveles bajaron en un 20%.

      ◼ El hambre y las enfermedades también fueron secuelas. Las personas de las zonas evacuadas tuvieron que vivir temporalmente en refugios, en los que se propagaron rápidamente las enfermedades. Ese revés fue especialmente duro para los aeta, una tribu que se vio obligada a huir a causa de la erupción y a vivir en un ambiente extraño para ellos.

  • Fuimos rescatados de un lahar
    ¡Despertad! 1996 | 22 de mayo
    • Fuimos rescatados de un lahar

      EL 1 de octubre de 1995 fue un día completamente distinto en la vida de los García, una familia de fervorosos testigos de Jehová que vivía en el sector Cabalantian de Bacolor, municipio de la provincia filipina de Pampanga. Aunque su casa estaba cerca de las zonas damnificadas por los lahares del monte Pinatubo, no había sido afectada directamente. Cabalantian estaba protegida por los diques que las autoridades habían construido para contener los lahares. Sin embargo, la situación cambiaría muy pronto.

      Una fuerte tormenta tropical dejó caer 216 milímetros de lluvia sobre el monte Pinatubo. A primeras horas de la mañana sonó el teléfono. Alguien se había equivocado de número, pero de cualquier modo le dijo a la familia García que el dique se había roto y debían prepararse para una inundación.

      Comienza el drama

      Nonato García, padre de la familia y superintendente presidente de la Congregación Villa Rosemarie, relata: “Antes de las cinco de la mañana del domingo comenzó a ascender el agua en torno de la casa.

      ”Pensé que solo sería una inundación de agua, así que subimos nuestras pertenencias al piso de arriba. Sin embargo, después de las diez de la mañana, me di cuenta de que el agua arrastraba barro del lahar. La avenida, cada vez más alta y fuerte, traía consigo grandes rocas, de modo que subimos a la azotea.

      ”Poco después la corriente comenzó a arrastrar automóviles y hasta casas. Una roca enorme golpeó una casa, y cuando esta se desplomó, se la llevó la corriente. El lahar dejó el techo cerca de nuestro hogar. Como en él estaban algunas personas, les dije que pasaran al nuestro. Para hacerlo se sujetaron a un cable que yo me había atado a la cintura y, tirando de este, fui subiéndolas una por una. Otras personas llegaron desde otros techos a medida que el lahar los anegaba. Todo ese tiempo estuvo lloviendo.

      ”Por la tarde, los helicópteros empezaron a sobrevolar la zona, pero aunque hicimos señales desesperadamente ninguno bajó a rescatarnos. Pensamos que habría otras personas que necesitaban más su ayuda y que a ellas las recogerían primero. No pensé que nos auxiliarían pronto, pues había mucha gente subida en los techos de sus casas.

      ”En ocasiones como esta, la oración es crucial. Aunque se afronte un grave peligro, el temor desaparece después de orar. No le pedimos a Jehová que realizara un milagro, sino que nos conformáramos con su voluntad, pues sabemos que cualquier persona puede ser víctima de la calamidad. Lo que sí le rogamos fue que nos diera fortaleza, valor y sabiduría. De este modo pudimos afrontar la situación.”

      Carmen, esposa de Nonato, coincide con él: “Lo que dice mi esposo acerca de la oración es cierto. Al ver en peligro a mis seres queridos, tiendo a ponerme muy nerviosa. Cuando me di cuenta de que el techo estaba anegándose con el lodo del lahar y que daban contra él las rocas, le dije a mi esposo: ‘Parece que no tenemos escapatoria’. Pero él me alentó diciendo: ‘Vamos a orar’”.

      Nonato prosigue: “Ya eran las cuatro de la tarde, y la corriente seguía siendo muy fuerte. La casa soportaba los golpes de rocas grandes, y el barro había cubierto más o menos la mitad del techo. Pensé que pronto anochecería y sería muy difícil trasladarse, así que concluimos que sería mejor hacerlo mientras hubiese luz.

      ”Arrojé una silla al barro del lahar para ver si se hundía, y hasta me subí a ella, pero no se hundió. Así que con un palo largo fui tanteando el barro para determinar qué áreas eran suficientemente seguras para caminar en ellas. Así, algunos vecinos y nosotros —veintiséis en total— emprendimos nuestra salida del barro.

      ”A cierta distancia vimos un techo mucho más alto. Con los palos determinábamos dónde apoyarnos. En los lugares donde estaba muy blando, nos arrastrábamos.”

      Con lágrimas en los ojos, Carmen explica: “En algunos sitios pasamos por la orilla del lahar en movimiento, caminando de costado por pasillos muy estrechos. En cierto momento me hundí hasta el pecho y le dije a mi esposo: ‘No puedo seguir; voy a morir’. Pero él me dijo: ‘No, yo sé que tú puedes; levántate’. Con la ayuda de Jehová, continuamos adelante”.

      Nora Mengullo, pariente de ellos, añade: “En los sitios donde el barro estaba demasiado blando para arrastrarse bocabajo, nos apoyamos sobre la espalda y nos impulsamos con los pies. En ocasiones nos hundimos mucho, pero nos ayudamos unos a otros, especialmente a los niños”.

      Por fin se nos rescata

      Nonato sigue relatando: “Mientras nos arrastrábamos con gran esfuerzo por la orilla del lahar, un helicóptero sobrevoló el área y los que iban en él vieron nuestra lastimosa situación: no estábamos sobre un techo, sino en medio del lodo. Uno de los que iban con nosotros alzó a su pequeño de ocho meses, con la esperanza de que los socorristas se compadecieran. Entonces descendieron por nosotros. Permitimos que las mujeres y los niños subieran primero, pues no había lugar para todos.

      ”Finalmente, también nos alzaron a nosotros y nos llevaron a un albergue. Teníamos la ropa llena de barro, pero las personas que atendían el lugar no tenían nada que pudiéramos usar. Les dije que mi familia y yo no queríamos permanecer allí, sino que deseábamos ir a un Salón del Reino. En cuanto llegamos al Salón, nos dieron ropa, alimento y ayuda. Después vinieron más hermanos de esa congregación, y ellos también nos ayudaron.”

      Carmen añade: “Aunque no esperábamos ayuda de otra fuente, experimentamos la bendición de pertenecer a nuestra hermandad cristiana”.

      La casa de dos pisos de la familia García quedó cubierta por el barro del lahar, pero nos alegra saber que sus tres hijos, Lovely, Charmy y Charly, sobrevivieron a esta terrible experiencia junto con otros Testigos de aquella zona.

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