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Carta del Cuerpo GobernanteAnuario de los testigos de Jehová 1999
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En mayo comenzaron las asambleas de distrito e internacionales. En las nueve reuniones internacionales de América del Norte hubo representantes de 160 países. Asistieron y fueron entrevistados graduados de Galaad y de la Escuela de Entrenamiento Ministerial, siervos internacionales, betelitas en servicio extranjero y otros hermanos a los que se reconoce como misioneros. Muchos de ellos dieron las gracias por las generosas contribuciones que les habían permitido asistir a la asamblea en su país natal.
Miles de visitantes de todo el mundo se alojaron en los hogares de sus hermanos cristianos y disfrutaron con ellos de su vida familiar, lo cual sirvió para profundizar el amor intenso que une a la hermandad mundial del pueblo de Jehová (1 Ped. 4:8; 5:9). El amor y la hospitalidad abundaron a un grado nunca antes visto con motivo de las asambleas internacionales. Se recibieron cartas que contaban los emotivos momentos en que los anfitriones, con lágrimas de alegría y un nudo en la garganta, conocían a sus invitados, que reaccionaban de modo parecido. Un anfitrión escribió: “Gracias por la experiencia más maravillosa de nuestra vida”. Y un asambleísta de Sudáfrica escribió: “La acogida que se nos dispensó [...] fue una experiencia que nunca olvidaremos. [...] Siempre incrementará el agradecimiento que sentimos por la hermandad mundial, una dádiva maravillosa de nuestro Padre celestial, Jehová”.
Los asistentes a las asambleas de Gran Bretaña, Alemania y Grecia estaban imbuidos del mismo espíritu. Se sentían entusiasmados con el programa de la asamblea, el compañerismo con los Testigos de otros países y la visita a las sucursales de la Sociedad. Muchos enviaron cartas de gratitud por lo que habían vivido.
Las asambleas dieron un extraordinario testimonio. El público reconoció que el tema, “Andemos en el camino de Dios”, que se resaltaba en la portada del programa y en las tarjetas para la solapa que llevaban los hermanos, encerraba un mensaje importante.
La resolución presentada en esas asambleas expresó nuestra decisión de seguir en este camino de ahora en adelante, y de dar prueba de ello en todo lo que hagamos: en la vida privada, en el círculo familiar, en la congregación cristiana y en el ámbito de la asociación mundial de hermanos (Tito 2:11, 12; 1 Ped. 2:17).
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Aspectos sobresalientes del año pasadoAnuario de los testigos de Jehová 1999
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De todos los emocionantes acontecimientos que hubo el año pasado, uno de los más destacados fueron las asambleas internacionales “Andemos en el camino de Dios”. Estas suministraron prueba palpable de que los adoradores de Jehová verdaderamente se han convertido en “una gran muchedumbre [...] de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas”, a la que Jehová está preparando para vivir en Su nuevo mundo (Rev. 7:9, 10). Tras asistir a una de estas asambleas, un Testigo de Guadalupe dijo que ahora, por primera vez, ‘captaba en el corazón’ la realidad de este hecho.
Nunca antes viajaron tantos asambleístas internacionales de un lado a otro. Decenas de miles se desplazaron a otros países, incluso a otros continentes, para asistir a las asambleas. Al hacerlo, quedó muy patente que en verdad forman parte de una familia internacional.
Desde finales de mayo hasta agosto, se celebraron asambleas internacionales “Andemos en el camino de Dios” en varias ciudades de Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, seguidas de las de Alemania y Grecia. En todas ellas discursaron miembros del Cuerpo Gobernante, muchas veces mediante intérpretes. Al mismo tiempo tuvieron lugar cientos de asambleas de distrito por toda América del Norte y Europa.
Cuando dio comienzo la primera asamblea internacional, en San Diego (California, E.U.A.), el 22 de mayo, los asambleístas estaban encantados de tener entre ellos a 45 misioneros de catorce países. Dos semanas después se reunieron en el mismo estadio los Testigos hispanohablantes. De los 25.181 asistentes a esta asamblea, más de tres mil cien eran representantes extranjeros. Como en el programa participaron oradores de la Argentina, Chile, Costa Rica, El Salvador, España, México, Perú y Uruguay, los presentes tuvieron que adaptarse al acento característico de cada uno. ¡Qué concurrencia tan feliz y entusiasta resultó ser!
A la semana siguiente, la asistencia a la asamblea de Pontiac (Michigan, E.U.A.) fue mayor que en las anteriores: 42.763 personas; y también hubo más países representados: por lo menos cuarenta y cuatro. Las delegaciones de Gran Bretaña, República Checa y República Sudafricana constaban de más de trescientos miembros cada una. Los asambleístas procedían de catorce países europeos, ocho africanos, veinte americanos y dos asiáticos. En algunos casos, familias enteras, e incluso congregaciones completas, ayudaron con los gastos para que al menos uno de sus miembros asistiera. La presencia de tantos representantes de otros países pareció electrizar a los concurrentes. Y los discursos pronunciados por miembros del Cuerpo Gobernante —los hermanos Schroeder, Barr y Sydlik— les llegaron al fondo del corazón. Lo ocurrido fue, en palabras de un Testigo, ‘algo que relatar a las generaciones futuras, y probablemente también a las pasadas cuando se las resucite’ (compárese con Salmo 48:1, 12-14).
Mientras se celebraba la asamblea de Pontiac, tenían lugar otras cuatro en Montreal (Quebec, Canadá), en francés, portugués, griego y árabe. A los hermanos les conmovió profundamente lo que hicieron para servirles a todos ellos los miembros del Cuerpo Gobernante, algunos de los cuales son muy mayores. La asistencia fue de 33.242 personas, con 4.071 representantes de otros países. Hubo una gran cantidad de Francia y Brasil, y bastantes de Bélgica, Guadalupe y Martinica. Estaban representados trece países africanos. Uno de los asambleístas era un hermano de Malí (África occidental) que es precursor desde hace mucho tiempo y que asistió gracias a la bondad de una mujer de negocios a la que entrega habitualmente las revistas. Un matrimonio brasileño dijo que habían vendido su automóvil para pagarse el viaje: “Fue la mejor inversión que hemos hecho jamás”.
Los siguientes dos fines de semana de junio tuvieron lugar dos asambleas más en Vancouver, en la costa occidental de Canadá. La asistencia conjunta fue de 22.273 personas, con numerosos representantes de lugares tan lejanos como el sudeste asiático y el norte de Europa. Al mismo tiempo que se celebraba la última asamblea de Vancouver, tuvo lugar otra en Toronto (Ontario). Además de asambleístas de Canadá, había de Alemania, Polonia, Finlandia, Austria y muchos otros países de Europa y África. La asistencia llegó a 41.381 personas. Las asambleas de Canadá contaron con representantes de un total de 52 países extranjeros, verdaderamente una muchedumbre internacional.
Del 3 al 5 de julio hubo siete asambleas simultáneas en Estados Unidos, cerca de la costa del Pacífico, en Long Beach (California). Se celebraron en chino (cantonés y mandarín), coreano, inglés, italiano, japonés, tagalo y vietnamita, todas ellas en diversas instalaciones del enorme Centro de Convenciones de Long Beach. Las concurrencias oscilaron entre los 552 presentes en la sesión vietnamita y los 12.659 en la inglesa. Numerosas delegaciones de Italia y de países de Oriente disfrutaron del compañerismo de quienes procedían del resto de América, Europa oriental y África. Entre ellos se encontraban algunos hermanos que habían hecho un esfuerzo extraordinario por estar presentes. Durante los intermedios de las sesiones, algunos asambleístas vestidos con atuendos de su país iban de un grupo lingüístico a otro estrechando la mano de los hermanos, abrazándolos, intercambiando direcciones y tomando fotografías. Un hermano que participó en los preparativos de la asamblea escribió: “Todas las asambleas son buenas; el efecto de todas ellas es como una onda expansiva que se siente durante meses. Esta fue más bien como un tsunami. Fue impactante, y dejó una profunda huella en el corazón de los presentes”.
El fin de semana siguiente de las asambleas de Long Beach, se celebró otra en español, esta vez en Houston (Texas). Entre los 34.257 asistentes había 2.820 representantes de catorce países, a los que se alojó en 1.217 hogares de Testigos texanos, quienes abrieron hospitalariamente su corazón a los visitantes.
Una de las cosas que más impresionaron a los asistentes fue la cálida recepción que se les dispensó: el amor fraternal que les mostraron compañeros cristianos a los que no conocían. Habían leído sobre la hermandad internacional y sabían que Jehová enseña a su pueblo a amar de ese modo (Heb. 13:1, 2; 3 Juan 5-8). Pero en ese momento lo experimentaban personalmente como nunca antes. Hermanos y hermanas, jóvenes y ancianos, dieron una entusiasta bienvenida a los asambleístas en los aeropuertos. También se había dispuesto que los representantes del extranjero se quedaran en los hogares de los Testigos, lo que resultó una bendición.
En Texas, cientos de autobuses llenos de visitantes fueron al Salón de Asambleas de Rosenberg para que los hermanos se encontraran con sus anfitriones. Allí, una multitud de unos quinientos Testigos vitorearon y aplaudieron a los asambleístas cuando estos llegaron. En Belleville (Michigan), cientos de Testigos recibían a todas las horas del día y de la noche los autobuses llenos de cansados asambleístas. Cuando estos entraban en el Salón de Asambleas, les daba la bienvenida un numeroso coro de voces que cantaba “Hermanos por diez millares” y “¡Somos testigos de Jehová!”. En el Salón de Asambleas de Mira Loma (California), muchos hermanos eran bilingües, así que cantaban alternativamente en inglés y español las estrofas de “Gracias, Jehová”. Fue una hermosa escena, y resultaba difícil encontrar a alguien que no llorara de alegría.
En Michigan, los Testigos ofrecieron el doble de los alojamientos necesarios. Muchos telefoneaban rogando que se les concediera el privilegio de atender a algún visitante. Quienes no pudieron alojar a los asambleístas ayudaron con la comida y el transporte. Algunos representantes se encontraron con que sus anfitriones, además de recibirlos en su hogar, les cedieron su propia cama, mientras que ellos dormían en el suelo. Por las tardes y después de las asambleas, grupos de familias de Testigos, incluso congregaciones enteras, se reunían para comer o ir de campo con los concurrentes. Cantaban, bailaban bailes típicos y contaban experiencias. Fue realmente una fiesta. Aunque muchos asambleístas no sabían hablar el idioma de la familia que los alojaba, o hablaban, como mucho, solo unas cuantas palabras, encontraron maneras de hacerse entender. Cuando les llegó el momento de partir, hubo algo que dificultó la comunicación más que la diferencia de idioma: fue la emoción que les embargaba. Se había puesto el fundamento de amistades que durarán toda la vida.
Los visitantes no fueron los únicos que se beneficiaron de quedarse en las casas de los hermanos. Un matrimonio de Canadá que abrió su hogar a los asambleístas escribió: “Todos nos preguntábamos cómo sería tener con nosotros durante una semana entera a personas a las que no conocíamos. Nos dimos cuenta de que no fue suficiente tiempo”. Una madre sola escribió: “Tuve el magnífico privilegio de alojar a un matrimonio de Francia, y fue muy enriquecedor tanto para mis hijos como para mí. Lo único que puedo decir es que fue una experiencia maravillosa, muy agradable e inolvidable”. Otra familia que tuvo un huésped de Togo escribió: “No podemos expresar el gozo y el amor que compartimos [...]. ¡Qué maravilloso! Jehová nos dio todo lo que podíamos desear”.
El itinerario de los asambleístas de 87 países los llevó también hasta la sede mundial de la organización visible de Jehová, que realiza una parte importante de sus actividades en varios emplazamientos del estado de Nueva York: Brooklyn, Wallkill (a 144 kilómetros [90 millas] de Brooklyn) y Patterson (a 112 kilómetros [70 millas] de Brooklyn). Desde el 28 de mayo hasta el 20 de julio visitaron las instalaciones más de catorce mil quinientas personas. Fue, como dijeron muchos, “un sueño hecho realidad”. Para expresar cómo se sentían, un grupo de hermanos que visitaban el Centro Educativo de la Watchtower, en Patterson, se dispusieron en forma de coro en el comedor tras el almuerzo y cantaron a cuatro voces el cántico 42: “Este es el camino”. Profundamente impresionados por lo que vieron y por el amor y la hospitalidad que se les mostró, muchos lloraban de alegría cuando daban las gracias a los hermanos y las hermanas que habían servido de guías. No solo se conmovieron los visitantes. Los miembros de la familia Betel dijeron también que nunca olvidarán aquellos días.
Las multitudes que asistieron a las asambleas internacionales de Europa tuvieron sentimientos parecidos. Durante el mes de julio empezaron a llegar los asambleístas a Gran Bretaña. Desde el 24 al 26 de ese mes se celebraron asambleas simultáneamente en nueve ciudades. Todas tuvieron el mismo programa, independientemente de que se presentaran en inglés, francés, español o punjabí. Las sedes se conectaron electrónicamente durante los discursos de los miembros del Cuerpo Gobernante. Se habían congregado representantes de más de sesenta países.
Un aspecto destacado del programa fue las entrevistas a los misioneros y siervos internacionales, que procedían de 45 naciones. Ellos contaron al auditorio las alegrías y los desafíos del servicio en el extranjero. Susan Snaith, que sirve en África occidental, reconoció: “Sobre todo durante los primeros meses en la nueva asignación, se siente mucha añoranza; por ello, saber que se cuenta con el apoyo y el ánimo de los padres puede ser de verdadera ayuda para permanecer en la asignación”. Doreen Kilgour, que lleva muchos años de misionera en Sudáfrica, dijo: “Lo importante es amar a las personas. El que las ames de verdad y las ayudes a amar a Jehová y a andar en su camino te estimula a permanecer en la asignación”. Myrna Simms, que llegó de Ecuador, añadió: “No se concentren en lo que han dejado, sino en la labor que hay que realizar. No se fijen en los aspectos negativos. Miren más allá, y recuerden que tenemos una obra que hacer”. Y Anne Crudass, de Liberia, un país devastado por la guerra, dijo: “Se supone que nosotros animemos a los hermanos del país, pero, en realidad, ellos nos han animado enormemente a nosotros. Hemos visto su fervor, su fe y su valentía durante la guerra, cómo se cuidan unos a otros y arriesgan la vida unos por otros. [...] Hemos experimentado personalmente el amor y el cuidado de los hermanos. Se nos ha evacuado de nuestra asignación en cuatro ocasiones, [...] y cuando hemos estado refugiados, los hermanos se han preocupado tanto por nuestros sentimientos y espiritualidad, que nos han escrito cartas hermosas y edificantes. [...] Todas estas bendiciones han facilitado nuestro regreso a Liberia, incluso cuando la situación ha sido inestable”.
A los pocos días de finalizar las asambleas de Gran Bretaña, comenzaron las de Alemania. Los Testigos de las ciudades anfitrionas invitaron al público, lo que les dio la oportunidad de explicar que las asambleas internacionales, cinco de las cuales estaba previsto celebrarlas en Alemania, son una característica de nuestro programa mundial de instrucción bíblica. El programa se presentó íntegro en trece idiomas. Se conectaron las cinco ciudades (Berlín, Nuremberg, Múnich, Dortmund y Stuttgart) durante secciones clave del programa. La asistencia máxima fue sobresaliente: 217.472 personas, unas cuarenta y cinco mil de las cuales procedían del extranjero, muchas de ellas, de Europa oriental. Asistieron al menos ciento cincuenta misioneros, siervos internacionales y betelitas en asignación extranjera.
Del 21 al 23 de agosto, antes de acabar el año de servicio, se celebró otra asamblea histórica en Atenas (Grecia). Pese a la airada oposición del clero de la Iglesia Ortodoxa Griega, se reunieron 39.324 asambleístas de veintiún países. En todos los lugares adonde fueron —tanto Atenas como otras partes del país—, dieron un maravilloso testimonio mediante su conducta, vestimenta y arreglo personal, así como mediante la predicación y las publicaciones que distribuyeron. La cálida hospitalidad de los Testigos griegos fue tal que, si bien el pueblo de Jehová está acostumbrado a experimentar el amor cristiano, a muchos les embargó la emoción y se echaron a llorar de alegría. Y ver a griegos y turcos abrazarse y besarse con lágrimas en los ojos, así como ofrecer y aceptar hospitalidad..., bueno, es un milagro que solo Jehová puede realizar.
Ya estamos en un nuevo año de servicio, y se están celebrando más asambleas internacionales en África, América Latina, Corea y Australia.
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