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  • ¿Por qué necesitamos esperanza?
    ¡Despertad! 2004 | 22 de abril
    • Examinemos otra investigación sobre los efectos del optimismo y el pesimismo en la cardiopatía isquémica. Se evaluó meticulosamente a más de mil trescientos hombres para ver si tenían una actitud optimista o pesimista tocante a la vida. Diez años después se evaluaron de nuevo, y se descubrió que más del doce por ciento de ellos habían padecido algún tipo de cardiopatía isquémica. De estos, casi el doble eran pesimistas. Laura Kubzansky, profesora adjunta de Salud y Conducta Social de la Facultad de Salud Pública de Harvard, comenta: “Casi todo el testimonio en apoyo de que ‘el modo de pensar positivo’ es bueno para la salud ha sido anecdótico. Este estudio proporciona algunas de las primeras pruebas realmente médicas tocante a la veracidad de tal criterio en el ámbito de las cardiopatías”.

      Algunas investigaciones han demostrado que quienes piensan que tienen mala salud tardan más en recuperarse de una operación que los que consideran que su estado es óptimo. Incluso se ha visto una relación entre el optimismo y la longevidad. Un estudio examinó cómo les afectan a los ancianos los criterios positivos y negativos sobre el envejecimiento. Cuando se expuso a personas mayores a mensajes breves que asociaban la vejez con una mayor sabiduría y experiencia, caminaban con mayor energía. De hecho, la mejoría era comparable a la obtenida tras doce semanas de ejercicios de fortalecimiento.

  • ¿Por qué necesitamos esperanza?
    ¡Despertad! 2004 | 22 de abril
    • Los efectos del optimismo y el pesimismo en nuestra vida

      Los investigadores han descubierto que las personas optimistas obtienen muchos beneficios de su actitud positiva. Suelen rendir más en sus estudios, en el trabajo y hasta en los deportes. Por ejemplo, se realizó una investigación con un equipo femenino de atletismo. Los entrenadores aportaron evaluaciones completas de las aptitudes estrictamente atléticas de las mujeres; al mismo tiempo, ellas mismas fueron entrevistadas y se evaluó su nivel de esperanza. Al final, el grado de esperanza de las atletas contribuyó más a predecir su rendimiento que todos los datos recopilados por sus entrenadores. ¿Por qué influye tanto la esperanza?

      Se ha aprendido mucho al estudiar lo opuesto del optimismo: el pesimismo. Durante la década de 1960 se descubrió algo inesperado tocante a la conducta animal, lo cual impulsó a los investigadores a acuñar la expresión resignación aprendida. Estos observaron que los seres humanos también podían padecer un síndrome similar. Por ejemplo, se expuso a una serie de individuos a un ruido desagradable y se les dijo que podían detenerlo aprendiendo a pulsar unos botones en cierta secuencia. Todos lograron hacerlo.

      Se repitió la prueba con otros individuos, pero al pulsar los botones, no desapareció el ruido. Como era de esperar, muchos participantes de la segunda prueba se resignaron. En pruebas posteriores vacilaron en tomar cualquier tipo de acción, pues estaban convencidos de que nada de lo que hicieran cambiaría la situación. Pero incluso en ese segundo grupo, los optimistas no cedieron a ese sentimiento de resignación.

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