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  • A un paso de la muerte
    ¡Despertad! 2000 | 8 de mayo
    • A un paso de la muerte

      “A veces sueño que otra vez tengo dos piernas. [...] Hace años, cuando era pequeñita, salí a jugar con mis amigas cerca de la casa. De repente, ‘¡PUM!’ [...], mi pierna derecha había volado en pedazos.”—Song Kosal, de 12 años (Camboya).

      Todos los días, las minas terrestres matan o mutilan a unas setenta personas como promedio. La mayoría de las víctimas no son soldados, sino civiles: hombres que cuidaban de sus rebaños, mujeres que acarreaban agua o niños que jugaban. Por ejemplo, la niña de ocho años que aparece en la portada, Rukia, quedó mutilada como resultado del estallido de una mina. En la explosión murieron sus tres hermanos y su tía.

      Estos artefactos permanecen activos durante más de cincuenta años después de instalados, por lo que “son las únicas armas existentes hoy día que pueden matar a más personas en la posguerra que durante el propio conflicto”, señala la revista The Defense Monitor. Nadie sabe cuántas minas hay sembradas por todo el mundo. Los cálculos con frecuencia sobrepasan los sesenta millones. Aunque es cierto que se están eliminando muchas, todavía en 1997 las Naciones Unidas informaron que “por cada mina desactivada, se colocan veinte. En 1994 se eliminaron unas cien mil, pero al mismo tiempo se sembraron otros dos millones”.

      ¿Por qué son las minas terrestres el arma preferida de muchos líderes militares modernos? ¿Cuál es el costo económico y social? ¿Cómo afecta a los supervivientes? ¿Estará nuestro planeta algún día libre de minas terrestres?

  • ¿Cuál es el costo de las minas terrestres?
    ¡Despertad! 2000 | 8 de mayo
    • ¿Cuál es el costo de las minas terrestres?

      Augusto, de seis años de edad, caminaba el día 26 de diciembre de 1993 por un campo cerca de Luanda, la capital de Angola. De súbito, captó su atención un objeto brillante en la tierra. Intrigado, decidió recogerlo. El siguiente movimiento accionó una mina terrestre.

      Como resultado de la explosión, tuvieron que amputarle el pie derecho. Ahora tiene 12 años, y pasa la mayor parte del tiempo en una silla de ruedas; además, está ciego.

      AUGUSTO quedó incapacitado por culpa de una mina antipersonal, llamada así porque su principal objetivo son las personas, en lugar de los tanques u otros vehículos militares. Se calcula que, hasta la fecha, se han fabricado más de trescientos cincuenta modelos de minas antipersonales en por lo menos 50 naciones. Muchas de ellas están concebidas para herir, no para matar. ¿Por qué? Porque los soldados heridos o mutilados necesitan atención y entorpecen los operativos militares, justo lo que el enemigo quiere. Además, los gritos desesperados de un combatiente herido pueden infundir temor en el corazón de sus compañeros. Por ello, las minas terrestres se consideran más eficaces si la víctima sigue viva, aunque quede maltrecha.

      Sin embargo, como señalamos en el artículo anterior, la mayoría de las víctimas de explosiones de minas son civiles, no soldados. Eso no siempre es accidental. El libro Landmines—A Deadly Legacy (Las minas terrestres: herencia mortal) explica que algunos explosivos fueron “construidos a propósito para atacar a civiles con el objetivo de limpiar un territorio, destruir fuentes de alimento, generar desplazamientos de refugiados o sencillamente para sembrar el terror”.

      Por citar un ejemplo, durante un conflicto en Camboya se colocaron minas en los alrededores de aldeas enemigas y luego se abrió fuego de artillería contra ellas. Tratando de escapar, los civiles corrieron justo hacia los campos minados. Mientras tanto, como presión para obligar al gobierno a sentarse en la mesa de negociaciones, los jemeres rojos colocaron minas en los arrozales, con lo que infundieron temor en el corazón de los campesinos y la agricultura se paralizó casi por completo.

      Lo que ocurrió en Somalia en 1988 quizás fue todavía más perverso. Los habitantes de Hargeisa se vieron obligados a huir cuando esta fue bombardeada. Entonces, los soldados colocaron minas en las casas abandonadas. Cuando los enfrentamientos terminaron, los refugiados regresaron, solo para acabar mutilados o muertos a causa de los explosivos ocultos.

      Pero las minas terrestres amenazan más que la vida o un miembro del cuerpo. Examine otros efectos de estas siniestras armas.

      Costo económico y social

      Kofi Annan, secretario general de la ONU, señala: “La presencia —o aun el temor a la presencia— de una sola mina terrestre puede impedir el cultivo de todo un campo, robarle a la aldea su medio de vida, colocar un obstáculo más en el camino de un país hacia la reconstrucción y el desarrollo”. Así que, en Afganistán y Camboya habría un 35% más de terreno cultivable si los campesinos no tuvieran miedo de arar la tierra. Aun así, algunos se arriesgan a hacerlo. “Me aterran las minas —dice un campesino camboyano—, pero si no salgo a cortar paja y bambú, no subsistimos.”

      Por lo común, quienes sobreviven a explosiones de minas terrestres afrontan una aplastante carga económica. Por ejemplo, en un país en desarrollo, un niño que pierda una pierna a los 10 años de edad necesitará unas quince prótesis en el transcurso de su vida, cada una con un costo promedio de 125 dólares. Claro, quizás a algunos eso no les parezca mucho, pero para la mayoría de los angoleños, 125 dólares son el salario de más de tres meses.

      Tome también en consideración el doloroso costo social. Los ciudadanos de un país asiático, por ejemplo, evitan acercarse a los amputados por temor de que les contagien la “mala suerte”. El matrimonio puede convertirse en un sueño imposible para un mutilado. Un angoleño a quien se tuvo que amputar una pierna como consecuencia de las heridas causadas por la explosión de una mina terrestre dijo afligido: “No tengo la esperanza de casarme. Una mujer quiere un hombre que pueda trabajar”.

      Es comprensible que muchas víctimas tengan poca autoestima. “Ya no puedo alimentar a mi familia —dice un camboyano—, y eso me avergüenza.” A veces, dichos sentimientos pueden ser hasta más debilitantes que la pérdida de una extremidad. “Creo que el mayor daño fue emocional —dice Artur, una víctima mozambiqueña—. Con frecuencia me molestaba sencillamente porque la gente se daba la vuelta para verme. Creía que ya nadie me respetaba y que mi vida nunca volvería a ser normal.”a

      ¿Por qué no desminar?

      En años recientes se han promovido vigorosas propuestas para animar a las naciones a prohibir el uso de las minas terrestres. Además, algunos gobiernos han iniciado la peligrosa tarea de eliminar aquellas que ya están instaladas. Con todo, existen varios obstáculos. Uno es el factor tiempo. El desminado es un proceso sumamente lento. De hecho, los desminadores calculan que, en promedio, se tarda cien veces más en desactivar una mina que en colocarla. Otro obstáculo es el costo. El precio de una sola mina oscila entre 3 y 15 dólares, pero quitarla puede costar hasta 1.000 dólares.

      Por ello, parece prácticamente imposible eliminarlas del todo. Por ejemplo, para que Camboya quedara limpia de minas, sería necesario que por varios años toda la población dedicara la totalidad de sus ingresos exclusivamente a esa misión. Pero se calcula que, aun si se contara con los fondos necesarios, el trabajo llevaría un siglo. El panorama mundial es más sombrío todavía. Con la tecnología actual, desminar el planeta podría costar 33.000 millones de dólares, y se necesitarían más de mil años para lograrlo.

      Por supuesto, se han propuesto técnicas innovadoras para retirar tales artefactos, desde moscas de la fruta manipuladas genéticamente para detectar explosivos, hasta gigantescos vehículos a control remoto que desminarían dos hectáreas por hora. De todos modos, pasará un buen tiempo antes de que sea posible emplear dichos procedimientos a gran escala, y todo parece indicar que solo podrán conseguirlos los países más acaudalados.

      Por eso, en la mayoría de los sitios se sigue el método antiguo: un hombre se arrastra pecho a tierra explorando el terreno con un palo, centímetro a centímetro, y así limpia de 20 a 50 metros cuadrados en un día. ¿Es peligroso? ¡Claro que sí! Por cada 5.000 minas que se extraen, muere un desminador y otros dos sufren lesiones.

      Intentos de unificación contra las minas

      En diciembre de 1997, los representantes de varios países firmaron la Convención sobre la Prohibición del Uso, Almacenamiento, Producción y Transferencia de Minas Antipersonales y sobre su Destrucción, conocida también como el Tratado de Ottawa. “Es un logro sin precedentes ni paralelos en cuestión de desarme internacional o legislación humanitaria internacional”, dijo Jean Chrétien, primer ministro de Canadá.b A pesar de ese hecho, cerca de sesenta países, entre ellos los mayores fabricantes de minas terrestres, no lo han firmado todavía.

      ¿Logrará el Tratado de Ottawa acabar con el azote de las minas terrestres? Tal vez hasta cierto punto. Pero muchos se muestran escépticos. “Aun suponiendo que todos los países del mundo adoptaran las medidas de Ottawa —señala Claude Simonnot, codirector del grupo francés Handicap International (Incapacitados internacionales)—, apenas sería un paso para liberar al planeta del peligro de las minas.” ¿Por qué? “Millones de minas permanecen sepultadas en el terreno, esperando pacientemente futuras víctimas”, explica Simonnot.

      Otro factor, según el historiador militar John Keegan, es que la guerra “se introduce hasta lo más recóndito del corazón humano, [...] donde reina el orgullo, donde las emociones son lo primordial, donde el instinto es el rey”. Los tratados no pueden eliminar por completo características tan arraigadas como el orgullo y la codicia. ¿Significa eso que los seres humanos serán siempre víctimas indefensas de las minas terrestres?

      [Notas]

      a Si se desea más información sobre cómo sobrellevar la pérdida de una extremidad, véanse los artículos de portada “Esperanza para los discapacitados”, págs. 3-10 del número del 8 de junio de 1999 de ¡Despertad!

      b El tratado entró en vigor el 1 de marzo de 1999. Para el 6 de enero de 2000, 137 naciones lo habían firmado y 90 ya lo habían ratificado.

      [Recuadro de la página 6]

      ¿Se lucran por partida doble?

      Un principio básico de los negocios es que las empresas son responsables si sus productos provocan algún daño. Por eso, Lou McGrath, del grupo Mines Advisory (Asesoramiento sobre minas), razona que debería exigirse una indemnización a las compañías que se han lucrado con la fabricación de minas terrestres. Lo irónico es que muchos de esos fabricantes son los mismos que obtienen beneficios con el desminado. Se dice, por ejemplo, que una anterior productora alemana de minas consiguió un contrato de desminado por valor de 100 millones de dólares en Kuwait. Y en Mozambique, el contrato para limpiar las principales carreteras, valorado en 7.500.000 dólares, se le concedió a un consorcio de tres compañías, dos de las cuales habían producido minas.

      Hay quienes consideran sumamente inmoral que las compañías fabricantes de minas terrestres sean las que obtengan ganancias con su eliminación. Dicen que, en cierto sentido, estos fabricantes se lucran por partida doble. Sea como fuere, tanto la fabricación como la desactivación de minas terrestres sigue siendo un próspero negocio.

      [Tabla de la página 5]

      (Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

      Promedio de minas por kilómetro cuadrado en nueve de los países más densamente minados

      BOSNIA y HERZEGOVINA 61

      CAMBOYA 57

      CROACIA 55

      EGIPTO 24

      IRAK 24

      AFGANISTÁN 16

      ANGOLA 12

      IRÁN 10

      RUANDA 10

      [Reconocimiento]

      Fuente: Departamento de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, 1996

      [Ilustraciones de la página 7]

      En Camboya, elocuentes carteles y avisos advierten de la presencia de minas terrestres

      Por cada 5.000 minas que se extraen, muere un desminador y otros dos sufren lesiones

      [Reconocimientos]

      Fondo: © ICRC/Paul Grabhorn

      © ICRC/Till Mayer

      © ICRC/Philippe Dutoit

  • Un planeta libre de minas terrestres
    ¡Despertad! 2000 | 8 de mayo
    • Un planeta libre de minas terrestres

      ¿QUIÉN puede resolver el problema de las minas terrestres? Como hemos visto, las medidas humanas no han logrado desarraigar el odio, la intolerancia ni la codicia. Los estudiantes de la Biblia, por otra parte, saben que el Creador sí puede conseguir una solución duradera. Pero ¿cómo lo hará?

      Se forma una sociedad pacífica

      Las guerras las hace la gente, no las armas. Por eso, si queremos que haya paz, es necesario eliminar el odio que divide a la humanidad en grupos raciales, tribuales y nacionales. Dios promete hacerlo mediante su Reino, el mismo que millones de personas de todo el mundo han aprendido a pedir en oración (Mateo 6:9, 10).

      La Biblia dice que Jehová es “el Dios que da paz” (Romanos 15:33). La paz que él ofrece no se basa en prohibiciones ni tratados; tampoco se funda en el temor a sufrir represalias por parte de una nación enemiga bien armada. Por el contrario, la paz que Dios da exige cambios en el modo de pensar de la gente y en los sentimientos hacia sus congéneres.

      Jehová Dios educará a los mansos en Sus caminos pacíficos (Salmo 25:9). Su Palabra, la Biblia, promete que vendrá un tiempo en el que todos los vivientes “serán personas enseñadas por Jehová, y la paz de [sus] hijos será abundante” (Isaías 54:13). En cierta medida, eso ya está ocurriendo. Por todo el mundo se conoce a los testigos de Jehová por promover la paz entre personas de los más diversos antecedentes. Quienes aprenden los elevados principios bíblicos se esfuerzan por vivir en unidad sin hacer caso a cuestiones que de otro modo los dividirían. La enseñanza bíblica produce un cambio completo de actitud, del odio al amor (Juan 13:34, 35; 1 Corintios 13:4-8).

      Además de la educación, por mucho tiempo se ha señalado que la colaboración mundial es un elemento clave para eliminar el armamento. Por ejemplo, el Comité Internacional de la Cruz Roja recomienda que la comunidad internacional promueva unidamente medidas preventivas y remedios contra la amenaza de las minas.

      Jehová promete hacer mucho más que eso. El profeta Daniel predijo: “El Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. [...] Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44).

      El Reino de Dios logrará lo que el hombre no puede. Por ejemplo, el Salmo 46:9 dice proféticamente: “[Jehová] hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes en el fuego”. El Reino de Dios producirá un ambiente en el que el ser humano podrá disfrutar de verdadera paz con su Creador y con su prójimo (Isaías 2:4; Sofonías 3:9; Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4; 22:2).

      Este mensaje de la Biblia ha consolado a Augusto, a quien mencionamos en la introducción del artículo anterior. Sus padres, que son testigos de Jehová, lo están ayudando a poner fe en las maravillosas promesas bíblicas (Marcos 3:1-5). Por supuesto, por el momento tiene que soportar los dolorosos efectos de la explosión de la mina que lo incapacitó. No obstante, Augusto espera ver el día en que se hará realidad la promesa divina de hacer de la Tierra un paraíso. “En aquel tiempo —expresó el profeta Isaías— los ojos de los ciegos serán abiertos, y [...] el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo.” (Isaías 35:5, 6.)

      En ese Paraíso venidero, las minas terrestres ya no supondrán ninguna amenaza para la vida ni para las extremidades. En vez de eso, la gente de todo rincón del globo terrestre vivirá en seguridad. El profeta Miqueas describió esas condiciones de la siguiente manera: “Realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:4).

      ¿Le gustaría aprender más de las promesas divinas expresadas en la Palabra de Dios, la Biblia? Comuníquese con los testigos de Jehová de la localidad, o escriba a la dirección de la página 5 de esta revista que corresponda.

      [Ilustración de las páginas 8 y 9]

      Bajo el Reino de Dios, las minas terrestres ya no representarán una amenaza

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