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El hombre contra la naturaleza¡Despertad! 2001 | 22 de noviembre
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El hombre contra la naturaleza
“Hoy día somos nosotros, los seres humanos, los culpables de que haya cada vez más especies en peligro de extinción.”—JANE GOODALL, CONSERVACIONISTA.
LA VIDA de nuestro planeta constituye un sistema dinámico de interacciones del que nosotros somos parte intrínseca. De él obtenemos el alimento que ingerimos, los medicamentos que necesitamos, el oxígeno que respiramos y todos los demás elementos que forman nuestro cuerpo. En un día normal, la población humana mundial se sirve de más de cuarenta mil especies de seres vivos. El conjunto de las especies terrestres integran un gran ecosistema complejo, asombroso e intrincado.
Sin embargo, muchos biólogos piensan que el ecosistema mundial se encuentra amenazado. Tal vez usted haya oído decir que el rinoceronte, el tigre, el panda y la ballena están en peligro de extinción. Algunos científicos sostienen que el 50% de las especies animales y vegetales que pueblan la Tierra podrían dejar de existir en el transcurso de setenta y cinco años. Los investigadores temen que algunas desaparezcan diez mil veces más rápidamente de lo que marca su ritmo natural de extinción. Un experto calcula que muere una especie cada diez o veinte minutos.
Los científicos creen que en el pasado remoto este fenómeno se debió a causas naturales. Pero todo indica que la razón de la crisis actual es otra: el hombre, a quien se ha denominado “especie exterminadora”.
¿Está provocando realmente el hombre la terrible pérdida de la biodiversidad? Si la respuesta es afirmativa, cabe preguntarse: ¿cómo? ¿Podemos sobrevivir sin dicha variedad biológica? ¿Se está haciendo algo para poner fin a lo que muchas personas consideran una crisis mundial de la extinción?
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El complejo ecosistema mundial¡Despertad! 2001 | 22 de noviembre
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Desaparece gradualmente la variedad
Lamentablemente, pese a la belleza y diversidad de las formas de vida, distintos investigadores afirman que las especies se extinguen a un ritmo alarmante a consecuencia de la acción humana. ¿Cómo está provocando el hombre la pérdida de la biodiversidad?
◼ La destrucción del hábitat. Se considera que esta es la principal causa de extinción. La tala de árboles para obtener madera o campos de pasto, la minería y la construcción de represas y carreteras en lugares anteriormente alejados de la civilización han fragmentado, deteriorado o eliminado el entorno natural de muchas especies. Con la reducción de los ecosistemas, estas pierden los recursos que necesitan para sobrevivir. Además, se trastocan las rutas migratorias de algunos animales, disminuye la diversidad genética, y las diferentes poblaciones de seres vivos no pueden hacer frente a las enfermedades y otros problemas. De modo que las especies van desapareciendo una a una.
Es posible que la pérdida de cierta especie desencadene una serie de extinciones, pues cuando falta un elemento del ecosistema, otros componentes sufren las consecuencias. La desaparición de algunas especies clave, como por ejemplo, los insectos polinizadores, puede repercutir en miles de animales y plantas.
◼ La introducción de especies foráneas. Cuando se introducen en un ecosistema organismos ajenos a él, es posible que estos se adueñen de nichos ecológicos ocupados por otras especies. También puede que, indirectamente, alteren el ecosistema lo suficiente como para causar la extinción de la fauna y la flora autóctonas, o importen enfermedades contra las que estas últimas no estén inmunizadas. Sobre todo en las islas, donde las poblaciones originarias han permanecido aisladas por largo tiempo sin sufrir intrusiones, pudiera suceder que tales poblaciones no fueran capaces de adaptarse para sobrevivir.
Un ejemplo característico lo tenemos en la Caulerpa taxifolia, llamada también alga asesina, que está exterminando otras especies del mar Mediterráneo. Fue introducida accidentalmente en las costas de Mónaco, y se está propagando por el lecho marino. Se trata de una planta tóxica de la cual, que se sepa, no se alimenta ningún ser vivo. “Pudiéramos estar presenciando el comienzo de una catástrofe ecológica”, dice Alexandre Meinesz, profesor de Biología Marina de la Universidad de Niza (Francia).
◼ La sobreexplotación. Ya ha provocado la extinción de varias especies. Un caso comúnmente citado es el de la paloma migratoria o viajera. A principios del siglo XIX era el ave más abundante de Norteamérica. Cuando emigraba —en bandadas de más de mil millones de ejemplares—, se oscurecía el cielo durante días. No obstante, a finales de aquel siglo se hallaba al borde de la aniquilación por causa de la caza. La última paloma migratoria murió en el zoo de Cincinnati en septiembre de 1914. Algo parecido le sucedió al bisonte americano de las praderas, el cual fue casi exterminado por los cazadores.
◼ El crecimiento demográfico. A mediados del siglo XIX, la población mundial alcanzó la cifra de 1.000.000.000 de personas. Hoy, siglo y medio después, hay 6.000.000.000 de habitantes, los cuales empiezan a preguntarse si no estarán abusando de los recursos. Mientras la población aumenta sin descanso, las especies desaparecen a un ritmo preocupante.
◼ El calentamiento del planeta. Según el Intergovernmental Panel on Climate Change, es posible que las temperaturas se eleven 3,5 °C durante el presente siglo. Este rápido aumento pudiera suponer el fin de algunas especies. Algunos estudios parecen indicar que la muerte de los arrecifes coralinos —sostén de gran parte de la biodiversidad marina— se debe al calentamiento de los océanos.
Los científicos afirman que si el nivel del mar sube un metro, desaparecerán de la Tierra numerosas marismas, las cuales albergan una abundante diversidad biológica. Además, se cree que el efecto invernadero está afectando a las plataformas de hielo de Groenlandia y la Antártida, cuyo derretimiento produciría un desastre medioambiental.
Una epidemia de extinciones
¿Con cuánta rapidez desaparecen las especies? La respuesta a dicha pregunta no es, en absoluto, exacta. Se desconoce todavía la mayoría de los animales y plantas que están en vías de extinción. Para empezar, habría que saber el número de especies que existen. Según John Harte, ecólogo de la Universidad de California en Berkeley, “se ha puesto nombre a alrededor de millón y medio de especies, pero quedan muchas más por identificar; la cifra total es probablemente de cinco a quince millones”. De acuerdo con otras estimaciones, esta alcanzaría los 50.000.000 o más. Es casi imposible determinar el número exacto porque “la mayoría de las extinciones se producirán antes incluso de que las especies sean denominadas y descritas”, señala el científico Anthony C. Janetos.
La ciencia apenas ha comenzado a descifrar los intrincados mecanismos ecológicos que mantienen en perfecto equilibrio la naturaleza. Si no sabemos siquiera cuántas especies de seres vivos hay, ¿cómo podemos comprender el complejo ecosistema mundial y predecir de qué forma repercutirá en él la pérdida de la biodiversidad?
Si bien los cálculos del ritmo de extinción que hacen los especialistas varían, suelen ser descorazonadores. “En los próximos cien años, es posible que alrededor del cincuenta por ciento de la fauna y flora se halle en vías de desaparición”, indica una escritora. El pronóstico de Harte es aún más sombrío: “Los biólogos creen que, en el plazo de setenta y cinco años, la deforestación del trópico ocasionará la pérdida de la mitad, o más de la mitad, de las especies existentes en el planeta”.
Basándose en los estudios del científico Stuart Pimm, de la Universidad de Tennessee, la revista National Geographic menciona que “el 11% de las aves, es decir, 1.100 especies de las casi diez mil que hay en el mundo, están al borde de la extinción. Es probable que la mayoría de ese 11% no subsista mucho después del final del [siglo XXI]”. Esta misma publicación afirma: “Un grupo de botánicos respetados informaron recientemente que 1 de cada 8 plantas se halla amenazada. ‘No solo corren peligro la flora insular, las pluviselvas, las aves o los grandes y fascinantes mamíferos —dice Pimm—, sino todos los seres vivos de todos los lugares. [...] Se trata de una epidemia mundial de extinciones’”.
¿Es necesaria tanta variedad?
¿Debe preocuparnos la pérdida de la biodiversidad? ¿Necesitamos realmente tantas especies? Muchos expertos de renombre sostienen que sí. De ellas obtenemos alimento, sustancias químicas útiles y muchos otros productos y servicios. Piense asimismo en los beneficios que pudieran reportarnos los seres vivos aún no descubiertos. Por ejemplo, se ha calculado que 120 de los 150 fármacos principales que se prescriben en Estados Unidos se extraen de compuestos naturales. Por consiguiente, con la pérdida de la flora, perdemos también la oportunidad de encontrar nuevos remedios y compuestos químicos. Sir Ghillean Prance, director de los jardines de Kew (Londres), comenta: “Cada vez que desaparece una especie, desaparece una opción futura; perdemos una posible cura para el sida o tal vez plantas y animales resistentes a los virus. Así pues, debemos frenar como sea este proceso, no solo por el bien del planeta, sino por el nuestro”.
Los ecosistemas saludables desempeñan otras funciones esenciales para nosotros y el resto de los seres vivos, como la producción de oxígeno, la purificación del agua, la filtración de los agentes contaminantes y la prevención de la erosión del suelo.
Por si fuera poco, los insectos polinizan las flores; las ranas, los peces y las aves mantienen bajo control ciertas plagas; los mejillones y otros organismos acuáticos purifican el agua, y las plantas y los microorganismos dan origen a distintos tipos de suelo. El valor económico de todos estos servicios que nos presta la biodiversidad mundial es inmenso. Según cálculos moderados, asciende a unos 3.000.000.000.000 de dólares anuales, de acuerdo con los precios de 1995.
Aunque está claro que dependemos de la diversidad biológica, el mundo parece estar sumido en una crisis que amenaza la supervivencia del intrincado ecosistema mundial. Ahora que empezamos a comprender el importante papel que desempeña tal variedad, estamos provocando más extinciones que nunca. Por ello, cabe preguntarse: “¿Somos capaces los seres humanos de resolver el problema? ¿Qué futuro le aguarda a la biodiversidad?”.
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