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  • Las cardiopatías ponen en peligro la vida
    ¡Despertad! 1996 | 8 de diciembre
    • Las cardiopatías ponen en peligro la vida

      CADA año sufren un ataque cardíaco, o infarto de miocardio, millones de hombres y mujeres de todo el mundo. Muchos sobreviven con pocas secuelas, otros mueren, y hay quienes quedan con el corazón tan afectado que “es dudoso que puedan reemprender actividades útiles”, dice el cardiólogo Peter Cohn, que añade a continuación: “Por consiguiente, es imperativo tratar de inmediato los síntomas de infarto siempre que sea posible”.

      El corazón es un órgano muscular que bombea la sangre a todo el organismo. Lo que sucede en un infarto de miocardio es que parte del músculo cardíaco deja de recibir sangre y, por consiguiente, el tejido muere. Para mantenerse sano, el corazón precisa el oxígeno y los nutrientes que la sangre transporta; estos le llegan a través de las arterias coronarias, vasos que rodean por completo dicho órgano.

      Hay varios tipos de cardiopatías, según la parte del corazón que afecten. No obstante, la más común es la aterosclerosis, una insidiosa enfermedad de las arterias coronarias que consiste en la formación de placas, o depósitos de grasa, en sus paredes. Con el tiempo, dichas placas van aumentando de tamaño, endurecen y estrechan las arterias, y restringen el flujo de sangre hacia el corazón. La aterosclerosis es la enfermedad de base de la mayoría de los infartos.

      El infarto se produce cuando, debido a la obstrucción de una arteria o más, el corazón no recibe la cantidad de oxígeno que necesita. Aun en el caso de obstrucciones arteriales leves, una de las placas puede desprenderse y dar lugar a la formación de un coágulo de sangre (trombo). Las arterias afectadas también son más susceptibles al espasmo, y en su entorno es posible que se forme un coágulo de sangre, que tal vez libere una sustancia química que estreche aún más la pared de la arteria y provoque un infarto.

      Cuando el músculo cardíaco se ve privado de oxígeno demasiado tiempo, el tejido de esa zona muere. A diferencia de otros tejidos, este no se regenera. Cuanto más dure el ataque, más daño sufrirá el corazón y mayores serán las probabilidades de muerte. Si el sistema eléctrico del corazón se trastorna, el ritmo cardíaco se vuelve caótico y el corazón empieza a palpitar muy deprisa y sin coordinación. En este tipo de arritmia, llamado fibrilación ventricular, el corazón no puede bombear sangre al cerebro eficazmente, de modo que este deja de funcionar en menos de diez minutos y sobreviene la muerte.

      De ahí que la pronta intervención de personal médico especializado sea vital. Puede impedir que el corazón continúe sufriendo daño, prevenir o tratar la arritmia y hasta salvar la vida de la persona.

  • Reconozca los síntomas y actúe
    ¡Despertad! 1996 | 8 de diciembre
    • Reconozca los síntomas y actúe

      AL PRESENTARSE síntomas de infarto es necesario buscar ayuda médica de inmediato, pues la primera hora después del ataque es la más peligrosa para la vida del paciente. El tratamiento rápido puede proteger el músculo cardíaco de daños irreparables, y cuanto más músculo cardíaco se salve, mejor funcionará el corazón después del infarto.

      Ahora bien, algunos infartos son silentes, es decir, asintomáticos. En estos casos la persona tal vez no sepa que padece una enfermedad coronaria. Y a veces, lamentablemente, el primer indicio de que tiene problemas de corazón es un infarto de miocardio muy extenso. Cuando se produce un paro cardíaco (el corazón deja de bombear sangre), las posibilidades de supervivencia son pocas a menos que se llame enseguida a un equipo de emergencia y alguien practique de inmediato a la víctima la resucitación cardiopulmonar (RCP).

      El boletín médico Harvard Health Letter dice que aproximadamente la mitad de los que presentan síntomas de enfermedad coronaria no acuden enseguida al médico. ¿Por qué? “Por lo general no reconocen la importancia de sus síntomas, o no los toman en serio.”

      John,a un testigo de Jehová que sufrió un infarto, exhorta: “Cuando note que algo no va bien, no se demore en acudir al médico por temor de parecer melodramático. Yo casi perdí la vida por no reaccionar a tiempo”.

      Lo que sucedió

      John explica: “Un año y medio antes del infarto, un médico me había advertido que tenía el colesterol alto, un importante factor de riesgo coronario. Pero no hice caso, pues me consideraba joven —menos de 40 años— y gozaba de buena salud. Cuánto lamento no haber tomado medidas entonces. Tuve otros avisos: dificultad para respirar cuando hacía esfuerzos físicos, dolores que yo atribuía a indigestión y, durante varios meses antes del ataque, una gran fatiga. Yo lo achacaba todo a que dormía muy poco y tenía mucho estrés en el trabajo. Tres días antes del infarto tuve lo que me pareció un espasmo muscular en el pecho. Pero fue un ataque cardíaco leve previo al grave que sufrí tres días después”.

      Aproximadamente la mitad de los ataques cardíacos avisan con un dolor o sensación de presión en el pecho, lo que se conoce como angina de pecho. Algunas personas sienten dificultad para respirar o fatiga y debilidad, indicios de que el corazón no recibe suficiente oxígeno a causa de alguna obstrucción coronaria. Estos síntomas deben motivar a la persona a acudir al médico para un examen de corazón. El doctor Peter Cohn dice: “Si se trata la angina de pecho, se reducen las probabilidades de que el infarto sea inminente, aunque no hay garantía de que este no se produzca”.

      El infarto

      John continúa: “Aquel día íbamos a jugar al softball (especie de béisbol que se juega con pelota blanda). Mientras engullía una hamburguesa y papas fritas para el almuerzo, noté cierto malestar, náuseas y una sensación de opresión en el pecho, pero no les di importancia. Sin embargo, cuando llegamos al parque y empezamos a jugar, me di cuenta de que algo andaba mal. En el transcurso de la tarde fui sintiéndome cada vez peor.

      ”Me tumbé varias veces boca arriba en los bancos de los jugadores, y traté de estirar los músculos pectorales, pero cada vez los notaba más tensos. Mientras jugaba, me decía: ‘Puede que sea la gripe’, pues a ratos notaba un sudor frío y me sentía débil. Al correr me quedaba sin aliento. Volví a tumbarme en un banco y cuando me incorporé vi claramente que se trataba de algo grave. Grité a mi hijo James: ‘¡Tengo que ir al hospital AHORA MISMO!’. Sentía como si el pecho se me hubiera hundido. El dolor era tan intenso que no podía levantarme. Pero me dije: ‘No creo que esto sea un infarto. Solo tengo 38 años’.”

      El hijo de John, que entonces tenía 15 años, explica: “En tan solo cuestión de minutos papá perdió las fuerzas, así que tuvimos que cargarlo hasta el automóvil. Mi amigo conducía y al mismo tiempo le iba haciendo preguntas para saber cómo seguía. En cierto momento, papá dejó de contestar. ‘¡John!’, gritó mi amigo. Pero él seguía sin responder. Entonces papá hizo un movimiento brusco en el asiento y empezó a convulsionar y vomitar. Yo grité una y otra vez: ‘¡Papá! ¡Te quiero! ¡Por favor, no te mueras!’. Tras el ataque, su cuerpo quedó totalmente flácido en el asiento. Creí que había muerto.”

      En el hospital

      “Entramos en el hospital a toda prisa. Habían transcurrido dos o tres minutos desde que pensé que papá había muerto, pero abrigaba la esperanza de que pudieran reanimarlo. Para sorpresa mía, unos veinte testigos de Jehová que habían estado en el parque con nosotros se encontraban en la sala de espera. Me reconfortaron y me hicieron sentir amado, lo cual me ayudó mucho en aquellos momentos tan horribles. Unos quince minutos después, se me acercó un médico y me dijo: ‘Hemos podido resucitar a tu padre, pero ha sufrido un infarto muy extenso. No sabemos si sobrevivirá’.

      ”Luego me dejó verlo unos momentos. Me emocionó oír a papá manifestar su cariño por nuestra familia. A pesar del intenso dolor, susurró: ‘Hijo, te quiero. Recuerda siempre que Jehová es la persona más importante de nuestra vida. No dejes nunca de servirle, y ayuda a tu madre y a tus hermanos a que tampoco lo hagan. Tenemos una firme esperanza en la resurrección, y si muero, quiero verlos a todos cuando regrese’. Ambos derramamos lágrimas de cariño, temor y esperanza.”

      Mary, la esposa de John, llegó una hora después. “Cuando entré en la sala de urgencias, el médico me dijo: ‘Su esposo ha tenido un infarto muy extenso’. Me quedé atónita. Añadió que habían tenido que realizarle ocho desfibrilaciones. La desfibrilación es un tratamiento de urgencia que utiliza una descarga eléctrica para interrumpir los latidos caóticos del corazón y restaurar el ritmo normal. Es una técnica avanzada que, junto con la RCP, el suministro de oxígeno y la administración de fármacos por vía intravenosa, contribuye a salvar vidas.

      ”Cuando vi a John, se me partió el corazón. Estaba muy pálido y lleno de tubos y cables que lo conectaban a diversos monitores. Le supliqué a Jehová en silencio que me diera fuerzas para aguantar aquella prueba por el bien de nuestros tres hijos, y también le pedí que me guiara para tomar buenas decisiones en todo lo que pudiera sobrevenir. Mientras me acercaba a la cama de John, pensé: ‘¿Qué le dice uno a su amado en un momento como este? ¿Estamos realmente preparados para afrontar una situación de vida o muerte?’.

      ”‘Cariño —dijo John—, sabes bien que quizás no salga de esta. Pero es muy importante que tanto tú como los niños permanezcan fieles a Jehová, porque este sistema terminará pronto y ya no habrá más enfermedad ni muerte. Quiero despertar en el nuevo sistema y verte a ti y a nuestros hijos allí.’ A ambos se nos caían las lágrimas.”

      La explicación del médico

      “Después, el médico me llamó aparte y me explicó que, según todos los exámenes, el infarto de John fue provocado por una obstrucción total de la rama anterior descendente de la arteria coronaria izquierda. También tenía muy obstruida otra arteria. Me dijo que decidiera el tipo de tratamiento que prefería para John. Entre las opciones que tenía estaban los fármacos y la angioplastia. Él opinaba que en su caso era mejor la angioplastia, de modo que decidimos que se la hicieran. Pero los médicos no me dieron garantías, pues casi nadie sobrevive a esa clase de infarto.”

      La angioplastia es una técnica quirúrgica que consiste en introducir en la arteria afectada un catéter con un balón en la punta, que al inflarlo desobstruye la zona. Este procedimiento consigue restablecer el flujo sanguíneo en un gran porcentaje de los casos. Cuando varias arterias están muy obstruidas, suele recomendarse una operación de bypass (derivación coronaria).

      Pronóstico grave

      Después de la angioplastia, John siguió debatiéndose entre la vida y la muerte por otras setenta y dos horas. Finalmente su corazón empezó a recuperarse del trauma. Pero la capacidad de bombeo del corazón había quedado reducida a la mitad y gran parte del órgano se había convertido en tejido fibroso cicatricial, de modo que parecía inevitable que quedara incapacitado.

      Recordando el pasado, John recomienda: “Hemos de prestar atención a los avisos del corazón y cuidar nuestra salud, especialmente si somos personas con riesgo de infarto: es un deber que tenemos para con nuestro Creador, nuestra familia, nuestros hermanos espirituales y también para con nosotros mismos. Todos podemos, en buena medida, ser causa de felicidad o de aflicción. De nosotros depende”.

      El caso de John fue grave, y necesitó atención inmediata. Ahora bien, no toda sensación de ardor estomacal debe hacer que corramos al médico. Pero lo que a él le pasó nos sirve de advertencia, y todo aquel que sospeche que tiene síntomas de enfermedad coronaria debería hacerse un reconocimiento médico.

      ¿Qué puede hacerse para reducir el riesgo de infarto? En el siguiente artículo se explica.

      [Nota]

      a Los nombres que aparecen en estos artículos se han cambiado.

      [Recuadro de la página 6]

      Síntomas de un infarto

      • Sensación incómoda de presión, constricción o dolor en el pecho que dura varios minutos. Puede confundirse con un fuerte ardor estomacal

      • Dolor que puede irradiarse hacia el maxilar inferior, el cuello, los hombros, los brazos, los codos o la mano izquierda, o percibirse únicamente en alguno de esos lugares

      • Dolor prolongado en la parte alta del abdomen

      • Dificultad para respirar, mareo, desmayo, sudoración o piel fría y húmeda al tacto

      • Agotamiento (tal vez desde semanas antes del infarto)

      • Náuseas o vómitos

      • Ataques frecuentes de angina de pecho no provocados por esfuerzos físicos

      Los síntomas pueden variar de leves a intensos, y no todos se presentan en cada infarto. Pero si se manifiestan varios de ellos juntos, pida ayuda sin demora. En algunos casos, no obstante, el infarto es asintomático y pasa inadvertido.

      [Recuadro de la página 7]

      Medidas de supervivencia

      Si usted, o algún conocido, presenta síntomas de infarto:

      • Reconozca los síntomas.

      • Deje todo lo que esté haciendo y siéntese o acuéstese.

      • Si los síntomas duran varios minutos, llame a algún teléfono de emergencia. Diga a quien atienda la llamada que piensa que se trata de un infarto y déle todos los datos necesarios para que le localicen.

      • Si cree que la víctima llegará más pronto al hospital llevándola usted mismo en su automóvil, hágalo. En caso de que la víctima sea usted, pida a alguien que le lleve.

      Si espera la llegada del personal médico de emergencia:

      • Aflójele las prendas de vestir, especialmente el cinturón y la corbata. Ayude a la persona a que se ponga cómoda, sosteniéndola con almohadas si es necesario.

      • Manténgase calmado, ya sea usted la víctima o el que auxilia. La excitación incrementa las posibilidades de arritmia, que puede ser mortal. La oración fortalece y ayuda a mantener la calma.

      Si parece que la víctima deja de respirar:

      • Pregúntele en voz alta: “¿Me oyes?”. Si no le responde, no tiene pulso y no respira, empiece la resucitación cardiopulmonar (RCP).

      • Recuerde los tres pasos básicos de la RCP:

      1. Levante el mentón de la víctima para abrirle la vía respiratoria.

      2. Oprímale la nariz con los dedos e insúflele lentamente aire por la boca dos veces hasta que el pecho se eleve.

      3. Presione de 10 a 15 veces sobre el centro del pecho, a la altura de la línea de los pezones, para que el corazón se vacíe de sangre y esta fluya hacia el resto del cuerpo. Cada quince segundos repita el ciclo de dos insuflaciones seguidas de 15 compresiones hasta que la víctima recupere el pulso y la respiración o hasta que llegue el equipo de emergencia.

      Siempre es mejor que lleve a cabo la RCP alguien que haya recibido formación especializada. Pero si no hay cerca nadie con tal preparación, “mejor es algo de RCP que nada”, dice el doctor R. Cummins, director de un equipo de asistencia cardíaca de urgencia. A menos que alguien inicie estos pasos, las posibilidades de supervivencia son escasas. La RCP mantiene a la persona con vida hasta que llega la ayuda.

  • ¿Cómo puede reducirse el riesgo?
    ¡Despertad! 1996 | 8 de diciembre
    • ¿Cómo puede reducirse el riesgo?

      LA ENFERMEDAD coronaria está relacionada con varios factores genéticos, ambientales y de estilo de vida. Tras años, o hasta décadas, de riesgos vinculados con uno o más de estos factores, puede producirse la enfermedad coronaria y sobrevenir el infarto.

      Edad, sexo y herencia

      El peligro de infarto aumenta con la edad. El 55% de los ataques cardíacos corresponden a personas mayores de 65 años, y el 80% de las víctimas mortales tienen más de 65 años.

      Los hombres menores de 50 años corren más riesgo que las mujeres de su misma edad. En el caso de la mujer, el peligro aumenta después de la menopausia, pues la cantidad de estrógenos —hormona que protege de las enfermedades cardíacas— disminuye drásticamente. Según ciertas estimaciones, el tratamiento con estrógenos puede reducir en un 40% o más el riesgo de cardiopatías, pero existe la posibilidad de que incremente el peligro de desarrollar ciertos tipos de cáncer.

      La herencia también desempeña un papel importante. Los hijos de personas que sufrieron un infarto antes de los 50 años, o incluso después de esa edad, tienen mayor riesgo. Cuando ha habido casos de problemas cardíacos en la familia, existen más probabilidades de que los hijos desarrollen problemas similares.

      El colesterol

      El colesterol es un lípido esencial para la vida. Lo produce el hígado, y la sangre lo transporta a las células en unas moléculas llamadas lipoproteínas. Existen las lipoproteínas de baja densidad (colesterol LDL) y las de alta densidad (colesterol HDL). El colesterol se convierte en un factor de riesgo coronario cuando se concentra demasiado LDL en la sangre.

      Se cree que el HDL desempeña un papel protector, pues toma colesterol de los tejidos y lo lleva de vuelta al hígado, donde es transformado y eliminado del organismo. Si el LDL está alto y el HDL bajo, existe un elevado riesgo de cardiopatía. Al reducir el nivel de LDL, el riesgo disminuye considerablemente. Para bajar el colesterol es muy importante vigilar la dieta, aunque el ejercicio también ayuda. Existen, además, diversos fármacos bastante eficientes, pero algunos tienen efectos secundarios perjudiciales.a

      Es recomendable una dieta baja en colesterol y grasas saturadas. Al sustituir alimentos ricos en grasas saturadas, como la mantequilla, por otros menos ricos, como el aceite de canola o de oliva, puede reducirse el LDL y conservarse el HDL. Aunque, como dice la revista American Journal of Public Health, los aceites vegetales hidrogenados o parcialmente hidrogenados que se encuentran en casi todas las margarinas y demás materias grasas vegetales de uso culinario pueden elevar el LDL y reducir el HDL. Otra recomendación es restringir el consumo de carnes muy grasas y sustituirlas por piezas de pollo o pavo con un bajo contenido en grasa.

      Los estudios efectuados indican que la vitamina E, el betacaroteno y la vitamina C retardan la aterosclerosis en los animales. Un estudio en particular concluyó que también pueden reducir la incidencia de infarto en el ser humano. El consumo diario de verduras y frutas ricas en betacaroteno y otros carotenoides, además de vitamina C —como los tomates, las hortalizas de hojas verde oscuro, los pimientos, las zanahorias, las batatas (camotes) y los melones— contribuye a la prevención de la enfermedad coronaria.

      Se ha dicho que la vitamina B⁠6 y el magnesio también ayudan. Y lo mismo sucede con cereales integrales como la cebada y la avena, así como los frijoles, las lentejas y algunas semillas y frutos secos. Además, se cree que comer pescados como el salmón, la caballa, el arenque o el atún por lo menos dos veces a la semana reduce el riesgo coronario, pues son ricos en unos ácidos grasos poliinsaturados llamados Omega-3.

      Vida sedentaria

      Las personas de vida sedentaria tienen más riesgo de infarto. Pasan la mayor parte del día sin moverse apenas y no hacen ejercicio con regularidad. El ataque cardíaco suele sobrevenirles después de alguna actividad fuerte como trabajar arduamente en el jardín, correr, levantar objetos pesados o quitar nieve con una pala. Pero el riesgo es menor entre los que hacen ejercicio regularmente.

      Caminar durante veinte o treinta minutos a paso ligero tres o cuatro veces a la semana reduce el riesgo de infarto. El ejercicio regular mejora la capacidad de bombeo del corazón, ayuda a perder peso, hace descender los niveles de colesterol y disminuye la presión sanguínea.

      Hipertensión, exceso de peso y diabetes

      La presión arterial alta (hipertensión) puede dañar las paredes de las arterias y dejar que el colesterol LDL penetre en su revestimiento y contribuya a la acumulación de placas. Al acumularse esos depósitos de grasa, el flujo sanguíneo encuentra más resistencia y, por consiguiente, la presión arterial aumenta.

      La presión arterial debe examinarse con regularidad, pues a veces no da ninguna señal externa que indique la existencia de un problema. Se calcula que por cada reducción de un punto en la presión diastólica (la cifra inferior) se reduce el riesgo de infarto en un 2 ó 3%. La medicación para bajar la presión arterial puede ser efectiva. Seguir una dieta —y en algunos casos consumir menos sal— además de hacer ejercicio regular para bajar de peso, ayuda a controlar la hipertensión.

      El exceso de peso fomenta la hipertensión y las anomalías relacionadas con los lípidos. Evitar la obesidad, o por lo menos tratarla, es una de las mejores maneras de prevenir la diabetes, afección que acelera la enfermedad coronaria e incrementa el riesgo de infarto.

      Tabaco

      El tabaco influye mucho en el desarrollo de la enfermedad coronaria. En Estados Unidos constituye la causa directa del 20% de las muertes por infarto y de casi el 50% de los infartos sufridos por mujeres menores de 55 años. Fumar cigarrillos aumenta la presión arterial e introduce en la corriente sanguínea sustancias químicas tóxicas, como la nicotina y el monóxido de carbono. Estas sustancias, a su vez, dañan las arterias.

      Los fumadores también ponen en peligro a las personas que respiran el humo de sus cigarrillos. Los estudios revelan que los no fumadores que viven con fumadores tienen mayor riesgo de infarto. Por consiguiente, al dejar el tabaco, el ex fumador no solo reduce el riesgo para sí, sino que incluso puede salvar la vida de sus seres amados que no fuman.

      Estrés

      Al estar bajo mucho estrés emocional o mental, los enfermos coronarios corren mucho más peligro de infarto y de muerte súbita cardíaca que las personas que tienen las arterias sanas. Según cierto estudio, el estrés puede hacer que las arterias cargadas de placa se constriñan, llegando a reducir el flujo sanguíneo hasta en un 27%. Se observó una constricción significativa incluso en personas con arterias levemente afectadas. Otro estudio indicó que es posible que el estrés intenso propicie la ruptura de las placas en las paredes arteriales y provoque un infarto.

      La publicación Consumer Reports on Health dice: “Algunas personas parecen ir por la vida con una mala actitud. Son cínicas, están airadas y saltan a la menor provocación. Mientras que casi todo el mundo deja pasar las pequeñas ofensas, los individuos hostiles reaccionan de manera desmedida ante ellas”. La ira y hostilidad crónicas suben la presión arterial, aumentan el ritmo cardíaco y estimulan al hígado a descargar colesterol en la corriente sanguínea, lo que daña las arterias coronarias y contribuye a la enfermedad coronaria. Se cree que la ira duplica el riesgo de infarto, y dicho riesgo sigue constituyendo un peligro inmediato durante por lo menos dos horas. ¿Qué medidas ayudarían?

      Según The New York Times, el doctor Murray Mittleman mencionó la posibilidad de que corran menos riesgo de infarto las personas que tratan de permanecer calmadas en momentos de tensión emocional. Una idea muy parecida a la que se escribió en la Biblia hace siglos: “Un corazón calmado es la vida del organismo de carne”. (Proverbios 14:30.)

      El apóstol Pablo sabía lo que era estar en tensión. Él habló de las ansiedades que se le venían encima todos los días. (2 Corintios 11:24-28.) Pero recibió ayuda de Dios y escribió: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús”. (Filipenses 4:6, 7.)

      Aunque hay otros factores relacionados con los problemas de corazón, los que se han tratado aquí pueden ayudar a identificar el peligro a fin de que la persona afectada tome las medidas pertinentes. Ahora bien, ¿cómo les va a los que tienen que vivir con las secuelas de un infarto? ¿Qué grado de recuperación puede esperarse?

  • El camino de la recuperación
    ¡Despertad! 1996 | 8 de diciembre
    • El camino de la recuperación

      DESPUÉS de un infarto, es normal que el paciente sienta temor y preocupación. ¿Sufriré otro infarto? ¿Quedaré incapacitado o hasta cierto grado limitado por el dolor y la pérdida de fuerzas y vitalidad?

      John, mencionado en el segundo artículo, esperaba que las molestias y el dolor que sentía en el pecho todos los días remitieran con el tiempo. Pero al cabo de unos meses dijo: “Hasta la fecha no han remitido. Por eso, y debido a que me fatigo enseguida y tengo palpitaciones, me pregunto una y otra vez: ‘¿Estaré a punto de sufrir otro infarto?’”.

      Jane, una mujer de Estados Unidos que cuando sufrió el ataque cardíaco era todavía joven, aunque ya viuda, admitió: “Pensaba que no sobreviviría o que me daría otro infarto y moriría. La idea me aterrorizaba, pues tenía tres hijos que atender”.

      Hiroshi, de Japón, relató: “La noticia de que el corazón ya no me funcionaría como antes me afectó muchísimo; la capacidad de bombeo del corazón había disminuido en un 50%. Estaba casi seguro de que tendría que restringir algunas de mis actividades como ministro de los testigos de Jehová, pues no podía hacer ni la mitad de lo que había estado haciendo”.

      Cuando alguien ve limitadas sus fuerzas, es posible que tenga momentos de depresión y que le embarguen sentimientos de inutilidad. Marie, una australiana de 83 años que se dedicaba por completo a la obra de predicar que efectúan los testigos de Jehová, se lamentó diciendo: “El hecho de no poder estar tan activa como antes me entristeció. En lugar de ayudar a otros, era yo quien necesitaba ayuda”. En Sudáfrica, Harold comentó: “Estuve tres meses sin poder trabajar. Todo lo que podía hacer era caminar por el jardín. ¡Qué frustrado me sentía!”.

      Después de su segundo infarto, Thomas, de Australia, necesitaba una operación de bypass. Él confesó: “Yo no aguanto mucho el dolor, y me costaba asimilar la idea de someterme a cirugía mayor”. Jorge, de Brasil, contó cómo se sentía tras su operación cardíaca: “En vista de mi precaria situación económica, temía que iba a dejar a mi esposa sola y sin asistencia. Creía que no iba a durar mucho más”.

      Recuperación

      ¿Qué ha ayudado a muchas víctimas de infarto a recuperarse física y emocionalmente? Jane dijo: “Cuando me entraba miedo, oraba a Jehová, arrojaba mis cargas sobre él y allí las dejaba”. (Salmo 55:22.) La oración ayuda a obtener las fuerzas y la paz interior que tanto se necesitan en momentos de inquietud. (Filipenses 4:6, 7.)

      John e Hiroshi siguieron un programa de rehabilitación. La dieta adecuada y el ejercicio les fortaleció el corazón, y ambos se reincorporaron a su trabajo. Su recuperación psicológica y emocional la atribuyeron al poder sustentador del espíritu de Dios.

      En el caso de Thomas, el apoyo que recibió de sus hermanos cristianos le infundió valor para enfrentarse a la operación. Él comentó: “Antes de la operación vino a verme un superintendente y oró conmigo. Le suplicó fervientemente a Jehová que me fortaleciera. Aquella noche centré mis pensamientos en su oración y me sentí muy bendecido por tener ancianos como él, cuya empatía en momentos de angustia es ya de por sí una parte del proceso de curación”.

      Anna, de Italia, afronta la depresión de esta manera: “Cuando me siento desanimada, pienso en todas las bendiciones que ya he recibido como sierva de Dios y en las que recibiré en el futuro bajo el Reino de Dios. Esto me ayuda a recuperar la serenidad”.

      Marie se siente agradecida por la ayuda de Jehová. Su familia estuvo a su lado, y ella dice: “A pesar de tener sus propias cargas, mis hermanos y hermanas espirituales sacaron tiempo para visitarme, telefonearme o enviarme tarjetas. ¿Cómo podría estar triste ante tantas muestras de cariño?”.

      Ningún corazón solitario

      Para que haya recuperación, no debe haber corazones solitarios. El apoyo de la familia y los amigos desempeña un papel importante y positivo en la recuperación de las personas cuyo corazón necesita reponerse tanto en sentido literal como figurativo.

      Michael, que vive en Sudáfrica, comentó: “Es difícil explicar lo que significa estar abatido. Pero cuando entro en el Salón del Reino, el interés que muestran en mí los hermanos me reconforta y anima sobremanera”. Henry, de Australia, también se sintió fortalecido por el amor y la comprensión tan profundos que le demostraron los miembros de su congregación. Él dijo: “La verdad es que necesitaba aquellas tiernas palabras de ánimo”.

      Jorge agradece mucho el profundo interés que demostraron por él y su familia todos los que les ayudaron económicamente hasta que pudo volver a trabajar. Olga, de Suecia, también agradece la ayuda práctica que le brindaron tanto a ella como a su familia un buen número de sus hermanos espirituales. Unos le hacían la compra, y otros le limpiaban la casa.

      Con frecuencia, los pacientes cardíacos tienen que limitar su participación en algunas actividades que les satisfacían mucho. Sven, de Suecia, relató: “Cuando hace demasiado viento o frío, tengo que retraerme de participar en el ministerio, pues ese tipo de clima favorece el espasmo vascular. Agradezco la comprensión de muchos de mis compañeros Testigos en este asunto”. Y cuando tiene que guardar cama, Sven puede escuchar el programa de las reuniones porque los hermanos, amorosamente, se lo graban. “Me mantienen informado de lo que sucede en la congregación, y eso me hace sentir parte de ella.”

      Marie, que está postrada en cama, se siente bendecida por el hecho de que las personas que estudian la Biblia con ella acudan a su casa. De esta manera puede seguir hablando del maravilloso futuro que espera con tanto anhelo. Thomas agradece el interés que sus compañeros muestran por él: “Los ancianos han sido muy considerados y me dan menos asignaciones”.

      Las familias necesitan apoyo

      El camino de la recuperación suele ser tan difícil para los familiares como para la propia víctima. Ellos también experimentan estrés y miedo. Alfred, de Sudáfrica, dijo lo siguiente respecto a la inquietud que sentía su esposa: “Cuando regresé del hospital a casa, mi esposa me despertaba muchas veces durante la noche para ver si seguía bien, e insistía en que me hiciera un reconocimiento médico cada tres meses”.

      Proverbios 12:25 dice que “la inquietud deprime el corazón” (Levoratti-Trusso). Carlo, de Italia, comenta que desde que le dio el infarto, su leal y amante esposa “padece depresión”. Lawrence, que vive en Australia, afirmó: “Una de las cosas que hay que vigilar es que el cónyuge esté bien atendido, pues la situación le somete a mucha tensión”. Así pues, deberían tenerse presentes las necesidades de todos los miembros de la familia, incluidos los hijos. La situación puede tener en ellos repercusiones emocionales y físicas.

      Después del infarto de su padre, James, mencionado en el segundo artículo de este reportaje, se encerró en sí mismo. Él confesó: “Pensaba que ya no podía participar en ninguna diversión porque en el momento en que lo hiciera, sucedería algo malo”. Contar a su padre el temor que sentía y tratar de comunicarse con los demás le ayudó a aliviar su preocupación. Durante aquel tiempo James hizo algo más que tuvo un efecto muy positivo en su vida: “Dediqué más tiempo a mi estudio personal de la Biblia y a prepararme para las reuniones cristianas”. Tres meses después dedicó su vida a Jehová y se bautizó en agua como símbolo de su dedicación. “Desde entonces —añade— he cultivado una relación muy estrecha con Jehová. La verdad es que tengo muchas cosas que agradecerle.”

      Después de un infarto, la persona tiene tiempo para reexaminar su vida. John, por ejemplo, cambió su modo de ver las cosas. Él explica: “Uno percibe lo vanos que son los afanes mundanos y se da cuenta de lo importante que es el amor de la familia y los amigos, y de lo mucho que significamos para Jehová. Ahora, mi relación con Jehová, con mi familia y con mis hermanos espirituales tiene aún más prioridad”. Reflexionando en su traumática experiencia, añade: “No puedo concebir lo que sería afrontar algo así sin la esperanza de que vendrá el día en que todas estas cosas serán enmendadas. Cuando me siento deprimido, pienso en el futuro, y lo que sucede en el presente parece menos importante”.

      Al afrontar los altibajos del camino de la recuperación, estos supervivientes de infarto tienen su esperanza firmemente anclada en el Reino que Jesucristo nos enseñó a pedir en oración. (Mateo 6:9, 10.) El Reino de Dios proporcionará al ser humano vida eterna en perfección en una Tierra paradisíaca. Entonces las cardiopatías y todos los demás problemas de salud serán eliminados para siempre. El nuevo mundo está a las puertas. Verdaderamente, lo mejor de la vida está por venir. (Job 33:25; Isaías 35:5, 6; Revelación [Apocalipsis] 21:3-5.)

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