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  • ¡Despertad! 1987
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¡Despertad! 1987
g87 22/1 págs. 10-12

Respuesta a las otras preguntas

La respuesta a cómo vinimos a la existencia determina la respuesta a las otras preguntas: ¿Cuál es la razón de nuestra existencia? ¿Qué futuro nos espera finalmente? ¿Tiene significado nuestra vida?

POR su misma naturaleza, la evolución se mueve sin propósito ni metas. Si llegamos a existir por evolución, estamos aquí sin motivo alguno, no nos dirigimos a ningún lugar y nuestra vida no tiene significado.

Felizmente para nosotros, la evolución no es verdad. Nunca empezó, y mucho menos llegó hasta nosotros. La evidencia científica da un veredicto unánime: Una célula viviente, llena de miles de funciones con propósito, no pudo haberse originado por cambios sin dirección, accidentales. Cuando la razón prevalece sobre los deseos de los evolucionistas, esto queda claro. Como dijo Francis Crick: “Un hombre honrado, armado con todo el conocimiento a nuestra disposición ahora, solo podría declarar que, en algún sentido, por el momento el origen de la vida parece casi milagroso”. Un miembro de la Real Sociedad, el profesor H. S. Lipson, dijo a regañadientes: “Tenemos que ir más allá y confesar que la única explicación aceptable es creación”.

Sin embargo, rara vez expresan los evolucionistas tal honradez. Lo que por lo general ofrecen es dogmatismo, como en estas expresiones: ‘La evolución es un hecho. Ya no tiene que ser probada. Ningún científico competente la pone en duda. Toda persona educada la cree. Solo los ignorantes la rechazan’. En un programa de TV de la serie NOVA, Stephen Jay Gould dijo que la ciencia “suele reflejar los prejuicios, en gran parte subconscientes, de los que efectúan el trabajo”. Dos minutos después demostró su propio prejuicio cuando dijo que Darwin efectuó más que todo otro humano para “establecer el hecho de la evolución”.

Darwin creía que la vida había sido “originalmente inspirada por el Creador en unas pocas formas, o en una sola”. Su creencia de que hubo evolución por cambios graduales heredados está desplomándose. El registro de los fósiles que él esperaba que probara su concepto le ha fallado. Gould mismo ha abandonado todas estas posturas de Darwin porque no están fundadas en hechos. Para rescatar la teoría, Gould ha pasado de creer en cambios lentos a creer en saltos grandes y rápidos que transforman una forma de vida en otra. No hay base para esto. Es una maniobra arbitraria para que no haya necesidad de presentar los fósiles intermedios que el registro fósil no muestra. La evolución no solo queda sin haber sido probada por la ciencia; la ciencia la refuta.

Por eso, como último recurso los evolucionistas incluyen en sus escritos propaganda intimidante. Por tácticas de ese tipo los evolucionistas hacen entrar en su rebaño de creyentes a millones de conversos a quienes han lavado el cerebro. Puesto que no tienen apoyo en la realidad, recurren a la misma tiranía de la autoridad que emplearon contra Jesús los desesperados fariseos:

“La policía del Templo que había ido a prenderlo regresó ante los principales sacerdotes y fariseos. ‘¿Por qué no lo trajeron?’ demandaron estos. ‘¡Es que dice tantas cosas bellas! Jamás habíamos oído hablar así a nadie.’ ‘¿Es que también ustedes se han dejado engañar?’ preguntaron en son de burla los fariseos. ‘¡A que ningún gobernante judío ni fariseo cree que Él es el Mesías!’ ”. Cuando uno de ellos protestó, se burlaron de él diciendo: “¿Eres tú también uno de esos miserables galileos?”. (Juan 7:45-52, La Biblia al Día.) De manera similar, ¡los evolucionistas tildan de incompetente a todo científico que rechaza la evolución, y amontonan burla violenta sobre los que se atreven a favorecer la creación!

La creación es mucho más científica que la evolución. Da cuenta del diseño con propósito que vemos en los cielos y en la Tierra, en las plantas y los animales, en nuestros propios cuerpos y en nuestro sorprendente cerebro. El contenido de información que vemos en el ADN ciertamente es testimonio de la obra de una inteligencia de tremendo poder. A Einstein nunca le gustó el Dios de las religiones de la cristiandad, pero quedó profundamente impresionado por “la armonía de la ley natural, que revela una inteligencia de tal superioridad que, en comparación con ella, todo el pensar y actuar sistemático de los seres humanos es un reflejo absolutamente insignificante”.

La creación también permite dar respuesta a las preguntas fundamentales.

¿Cuál es la razón de nuestra existencia?

Jehová dijo cuál es cuando creó a la primera pareja de criaturas humanas. “Hagamos al hombre a nuestra imagen —dijo Dios al Verbo (quien después vivió en la Tierra como el hombre Jesús)—, según nuestra semejanza, y tengan ellos en sujeción los peces del mar y las criaturas volantes de los cielos y los animales domésticos y toda la tierra y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra.” Dios también hizo un jardín en Edén y “procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. Además, dio a la primera pareja en Edén el mandato de ‘ser fructíferos y hacerse muchos y llenar la tierra’. (Génesis 1:26, 28; 2:8, 15.)

Nosotros, como descendientes de Adán y Eva, estamos aquí para poblar la Tierra, para cuidarla y cultivarla, y para ejercer mayordomía amorosa sobre sus plantas y animales. Dios nos ha equipado para hacer esto al habernos hecho a su semejanza... no en apariencia física, sino porque se nos ha dotado de ciertos atributos suyos, tales como el amor, la sabiduría, el poder, la justicia y un deseo de efectuar trabajo con propósito y tener sentido de logro. El estar así en la semejanza de Dios nos separa de todos los animales y nos hace pensar en las preguntas fundamentales que nunca se le ocurren a ninguna otra criatura terrestre.

Sin embargo, los ateos alegan que no hemos sido creados a la imagen de Dios, sino que nosotros hemos creado a Dios a nuestra imagen. No es así. Los dioses creados por los hombres son la imagen y semejanza del Sol, la Luna, las estrellas, los árboles, los truenos, los relámpagos, las montañas, los animales, los gobernantes, el dinero, el sexo, el vientre y cualquier otra cosa que el hombre se complace en deificar. (Romanos 1:25; Filipenses 3:19.) La imagen del hombre no refleja los atributos de Dios en equilibrio. Más bien, debido a nuestra condición caída se nos insta a volver a la imagen de Dios. (Colosenses 3:9, 10.) La evolución no explica la tremenda laguna que existe entre el hombre y los animales, ni produciría ni conservaría como útil nuestro impulso interno de plantear las preguntas fundamentales. El que existamos a la imagen y semejanza de Dios sí explica esto.

¿Qué futuro nos espera finalmente?

Ningún animal hace esta pregunta. Los animales no tienen sentido consciente de tiempo, ni pasado ni futuro. Pero el hombre sí. Dios hizo esta otra laguna entre el hombre y los animales, como se declara en Eclesiastés 3:11: “Ha plantado la eternidad en el corazón de los hombres” (La Biblia al Día). Por eso el hombre está al tanto de los milenios que han pasado y sabe que el tiempo continuará en el futuro. Esto le preocupa. ¿Qué le sucederá a él cuando muera? ¿Tiene él un alma inmortal que siga viviendo? ¿Irá a la gloria celestial o al tormento del infierno o al olvido del sepulcro? ¿O quizás transmigrará a otra vida?

Ciertamente no desea encararse a la idea de que perderá la vida. Le causa gran angustia pensar que el tiempo continuará transcurriendo para siempre sin su presencia, que la Tierra y la gente continuarán su existencia sin él, mientras él pasa al olvido eterno. Para evitar este pensamiento que se le hace inaceptable, se adhiere a la idea de que tiene un alma inmortal, una doctrina que no se enseña en ningún lugar en la Biblia. (Ezequiel 18:4.)

Sí, la Biblia dice que cuando el hombre muere regresa al polvo. “En ese día de veras perecen sus pensamientos.” ‘No está consciente de nada en absoluto.’ (Salmo 146:4; Eclesiastés 9:5.) Pero habrá una resurrección para miles de millones de personas: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán”. Entonces los que amen a Dios y a su prójimo escucharán las palabras del Rey Jesucristo: “Hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo”. (Juan 5:28, 29; Mateo 25:34.)

Desde el principio el propósito de Jehová para la familia humana era que los humanos moraran en la Tierra para siempre, en un paraíso. Ahora se acerca el tiempo en que la humanidad obediente heredará ese Reino. Se describe en Revelación 21:3, 4: “¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de los ojos de ellos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor”.

Hacia eso adelanta la humanidad obediente. Pero los que son incorregiblemente inicuos dormirán un sueño eterno. “Solo un poco más de tiempo —escribe el salmista—, y el inicuo ya no será; y ciertamente darás atención a su lugar, y él no será. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.” (Salmo 37:10, 11; Romanos 6:23.)

¿Tiene significado nuestra vida?

Hay miles de millones de galaxias en el universo y miles de millones de estrellas en cada galaxia. En la inmensidad del espacio nuestro sistema solar queda reducido a un puntito, y la Tierra se hace microscópica. Los cinco mil millones de humanos que viven en la Tierra quedan en nada. Pero no es sencillamente esta pequeñez en medio del espacio lo que nos hace sentir insignificantes. La corta existencia que tenemos en medio del tiempo infinito también nos comunica el sentimiento de que nuestra vida carece de significado. No obstante, nuestra mente exige significado. Fuimos creados de modo que nos sintiéramos así.

En el vasto universo quizás parezcamos menos que microscópicos, y quizás seamos como un instante fugaz en la corriente infinita del tiempo, pero nuestra posición en la Tierra es singular, y nuestra vida está implicada en la cuestión más significativa de todo el universo. No sólo nos puso aquí Jehová Dios el Creador del universo, sino que nos dio trabajo para que lo hiciéramos: Llenar la Tierra, cuidarla, ejercer dominio amoroso sobre sus plantas y animales. Y hasta más significativo que esto: podemos participar en declarar el Reino de Jehová bajo Cristo que limpiará de iniquidad a la Tierra, vindicará el nombre y la Palabra de Dios, y quitará de sobre la Tierra la gobernación demoníaca.

Vidas vividas de este modo tienen significado. Los que vivan así durarán para siempre. El pueblo de Dios es como la niña de Su ojo. (Deuteronomio 32:10.) Alcanzan paz, porque las preguntas fundamentales en lo recóndito de su ser han sido contestadas.

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