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Uniendo nuestras alabanzas universalmenteLa Atalaya 1950 | 15 de julio
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inclinaciones imperfectas, ejerciendo el amor y la longanimidad.
20. ¿Por qué no deleitarnos sino tratar de ayudar a los que han tomado paso falso?
20 Siendo guiados por el espíritu de Dios nunca nos engreiremos, ni nos ensoberbeceremos ni nos hincharemos, creyendo que hayamos progresado hasta el punto donde sea imposible cometer un pecado o ser vencidos por el adversario. “El que piensa que está firme, mire que no caiga.” (1 Cor. 10:12) Dándonos cuenta de que todos estamos sujetos a la tentación, no sentiremos ninguna satisfacción interna respecto al paso falso de otro hermano en la congregación. Teniendo amor, bondad y templanza, estaremos ansiosos por ayudar a ese hermano a levantarse de su condición desafortunada. No aumentaremos su carga yendo a otros en la congregación y diciéndoles en secreto precisamente cuáles son sus dificultades y aquello en lo que ha errado; no lo haremos si lo amamos y queremos ayudarle como una de las “ovejas” de Dios. Trataremos de imaginarnos a nosotros mismos en la misma posición y luego nos portaremos para con él como quisiéramos que otros nos trataran si nosotros cometiéramos el mismo error. Esta es la substancia del consejo del apóstol en Gálatas 6:1: “Si alguno fuere sobrecogido en cualquiera transgresión, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal en espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.”
21. ¿Cómo evitamos perturbar a la compañía por males personales?
21 Supóngase que un hermano comete un mal de alguna clase contra nosotros, quizá sin darse cuenta de ello. ¿Qué hemos de hacer? ¿Hemos de tener rencor y ser inflexibles en nuestra actitud, esperando que él venga abatido penitente a nuestros pies? ¿Insistiremos en una disculpa pública antes de que tratemos de hacer algo para reconciliarnos? No; nosotros podemos ir a él y arreglar el desacuerdo privadamente, evitando la publicidad que quizá lo avergüence. En espíritu de mansedumbre nos dirigiremos a él de la manera que Jesús mandó, esforzándonos por decidir la cosa con el menor disturbio posible. Si él no quiere oírnos, entonces podemos dirigirnos a los miembros representativos de la congregación para que ellos, calladamente y en espíritu de mansedumbre, reconvengan al que nos ha ofendido. (Mat. 18:15-17) No debemos de permitirnos olvidar el bien y la felicidad general de la congregación, y nuestros esfuerzos por resolver cualquier disputa deben de hacerse teniendo presente primero la paz y la unidad de la compañía, para que el servicio de alabanza a Dios no sea impedido. De esta manera tratamos de resguardar la organización de Dios, y al mismo tiempo retener a los que son nuestros hermanos, y no sólo predicar a otros fuera de la organización para traer a estos nuevos al redil de Dios. Todo esto nos impone una carga, pero tenemos que estar dispuestos a llevarla para ayudar a otros con la de ellos.
22. ¿Por qué debemos de ser misericordiosos y también no abusar de la misericordia de otros?
22 Tenemos que recordar que Jesús no se mimó, sino que ‘puso su vida por sus amigos’. Ciertamente andaba por el espíritu de Dios cuando altruístamente tomó nuestra gran carga de pecado, mientras que al mismo tiempo aguantaba los vituperios que caían sobre Dios. Reflejaba para nosotros la gran misericordia que Dios mismo ejerce, y así alababa a Jehová Dios. Nosotros tenemos que estar dispuestos a extender la misma misericordia a nuestros hermanos que cometen faltas y se equivocan. No olvide la ley divina: “Bienaventurados los misericordiosos; porque ellos alcanzarán misericordia.” (Mat. 5:7) Nosotros vamos a equivocarnos, también, alguna vez, y querremos perdón y restauración “en espíritu de mansedumbre”. Pero siempre tenemos que tratar de manifestar mejora, de otra manera tal misericordia se desperdicia en nosotros.
23. ¿Por qué tenemos que alabar a Dios durante este intervalo antes del Armagedón?
23 Hoy en día todos nosotros que hemos oído la verdad, por la misericordia y bondad amorosa de Dios, tenemos que tener presente constantemente el hecho de que Jehová permite este breve intervalo de tiempo entre la entronización de su Rey y el principio violento de la guerra del Armagedón para que “este evangelio del reino” se predique. Y a han pasado treinta y seis años y la oportunidad de alabar a Dios se hace más fugaz con cada año que pasa. Urgentemente cae sobre nosotros el mandato con más y más fuerza: “¡Alabad a Yah! ¡alabad a Dios en el Santuario! ¡alabadle en el firmamento de su poder! ¡alabadle por sus poderosos hechos! ¡alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza! . . . ¡Todo lo que tiene aliento alabe a Jehová! ¡Aleluya!” (Sal. 150:1-6, margen) Esta no es invitación local de alabar a Dios; es una exhortación universal a toda la creación a que tome parte en cantar las alabanzas de Jehová. Todos los hombres que conocen a Jehová tienen que alabarlo ahora, para que la mayor oportunidad se proporcione a otros de buena voluntad para enterarse de él y tomar parte en alabarlo. Todo instrumento disponible tiene que usarse para expresar las glorias de Jehová. Nadie debe de esquivarse de su privilegio de tener parte en el coro de “Aleluya”, pues la única creación que sobrevivirá hasta toda la eternidad será la que le rinde alabanza sin cesar a Jehová en este “día de Jehová” y para siempre, más allá de su terrible culminación.
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De Nicaragua a PanamáLa Atalaya 1950 | 15 de julio
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De Nicaragua a Panamá
EL PRESIDENTE de la Watch Tówer Bible and Tract Socíety, Nathan H. Knorr, volaba por la misma ruta que había tomado su secretario, Robert Morgan, unos días antes por la América Central. Durante ese viaje el hermano Morgan vió por primera vez un volcán que realmente echaba humo. Hay varios volcanes en la América Central que de vez en cuando son activos, pero éste evidenció su furia echando al aire una gran columna de humo y ceniza. El hermano Morgan gozó de obtener
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