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Invitación para alabarLa Atalaya 1950 | 15 de julio
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en puerta, visitando a la gente muchas veces con el mensaje del Reino, los testigos de Jehová y sus compañeros testifican a la gente respecto al Reino y sus bendiciones. Invitan a la gente a tomar parte en alabar a Dios, porque ahora están siendo juzgados los hombres sobre este punto en disputa de la alabanza de Dios. Una gran obra divisora es la que ahora está en progreso entre la gente por dondequiera, como lo predijo Jesús. Los que emprenden la actividad de cantar las glorias de Dios se clasifican como “ovejas” cuya herencia será bendiciones eternas. Los que se niegan a reconocer a Dios mediante la alabanza de su nombre ahora se ponen con las “cabras” cuyo fin es la destrucción eterna. (Mat. 25:32-46) ¿Dónde estará usted? ¿Podrá decir usted lo que se predijo que Jesús diría, “Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca, y en medio de mucha gente le celebraré”?—Sal. 109:30.
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Uniendo nuestras alabanzas universalmenteLa Atalaya 1950 | 15 de julio
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Uniendo nuestras alabanzas universalmente
1. ¿Qué curso mundano no hace falta para aprender a alabarlo a él?
SUPÓNGASE ahora, habiéndose considerado los hechos anteriores que tienen que ver con la importancia de alabar a Dios en este fin del mundo, que usted sinceramente desea buscar a Dios y esforzarse por la salvación y las bendiciones que él ha prometido. ¿Qué hará usted? ¿Se inscribirá usted en un seminario religioso y emprenderá un curso de estudio difícil, consumiendo años de tiempo, para prepararse para servir a Dios de una manera que merezca su salvación? ¿Es preciso que primero produzca usted un certificado significando grandes alcances educativos en las escuelas de este mundo antes de poder esperar hacer confesión de alabanza a Dios? Si así es, entonces no muchos hombres podrían esperar manifestarse aptos para la salvación que Dios promete. Y si sólo unos cuantos son capaces y aptos para cantar las alabanzas de Dios de la manera correcta, entonces ¿cómo podemos entender estas palabras de Jesús? “Y este evangelio del reino será predicado en toda la tierra habitada, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Mat. 24:14) ¿Cómo sería posible que tal testimonio se diera a todas las naciones en esta misma generación, como dijo Jesús que se haría, a menos que hubiera muchas, muchas personas que cantaran las alabanzas de Dios? No, tal elevado alcance educativo mundano no le hace falta para que usted sirva a Dios. Por eso es posible que Jehová llame una “grande muchedumbre” de entre todas las naciones en estos postreros días.
2, 3. ¿Cómo fué ejemplificado esto en el caso de Jesús?
2 Consultando el relato bíblico hallamos que Jesús mismo no había estudiado a los pies de Gamaliel, doctor en leyes en Jerusalén, ni tampoco hay relato que diga que haya tenido educación extendida en algún colegio o escuela como requisito previo para comenzar la obra de predicar que Dios su Padre había ordenado para él. Jehová Dios sabía lo que le hacía falta a la gente: le hacía falta la verdad respecto a Dios y su reino de salvación. Le hacía falta este mensaje en una forma pura y sin mezcla, sin embellecimientos mundanos, no obscurecido por la sabiduría del hombre. De modo que cuando Jesús se presentó en la sinagoga en Nazaret no era conocido a la gente como erudito doctor en teología, ni como doctor en letras, sino que era conocido como carpintero, hijo de carpintero. Eso no impidió que Jesús declarara su intención de alabar a Dios, haciéndose predicador de la Palabra de Jehová, ¿verdad? De veras que no, porque tomó las Sagradas Escrituras y leyó su comisión del libro del profeta Isaías: “El espíritu del Señor [Jehová] está sobre mí, porque me ha ungido para proclamar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para publicar libertad a los cautivos, y el recobro de la vista a los ciegos; para dar libertad a los oprimidos; para proclamar una era de aceptación con el Señor.”—Luc. 4:16-21, Diaglotón (en inglés).
3 Sí, causó conmoción entre la gente el que Jesús hiciera esto, sobre todo porque sabían que no era apto conforme a las normas de los hombres en aquel tiempo. “Y maravillábanse los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin habérsele nunca enseñado?” (Juan 7:15) Quizá Jesús no era erudito en toda la sabiduría de su tiempo, pero sí tenía la verdad, que es la Palabra de Dios. (Juan 17:17) Él sabía que la verdad era lo que haría libre a la gente y la capacitaría a tomar parte en alabar a Dios para la salvación, y de esta verdad de la Palabra de Dios él se había llenado el corazón. (Juan 8:32) De modo que Jesús no podía dejar de hacer lo que sabía que era para el bien más elevado de la humanidad y, de mayor importancia, para la eterna gloria de Dios y la vindicación del nombre de Jehová. El deseo de alabar a Dios era como fuego que ardía dentro de él y no podía quedarse callado. Jeremías se sentía de la misma manera, pues dijo: “Pero su palabra fué en mi corazón como fuego consumidor, encerrado en mis huesos; me cansé pues de refrenarme; no pude callar.” (Jer. 20:9) Jesús no se esforzó por retener su alabanza. Más bien, conforme está escrito, “Y aconteció después, que viajaba por toda ciudad y aldea, publicando y proclamando las buenas nuevas del reino de Dios; y los doce estaban con él.”—Luc. 8:1, Diaglotón (en inglés).
4. ¿Cómo fué ejemplificado esto en el caso de los apóstoles?
4 Y, ¿qué hay de los doce que estaban con él? Ellos, también, vinieron a ser alabadores de Dios, predicando su Palabra y hablando de sus buenas obras. Buscaban la salvación de Dios, tal como nosotros la buscamos ahora en estos postreros días cuando está tan cerca. ¿Cómo se hicieron ellos aptos para alabar a Dios? No pasaron años preparándose para hablarles a otros acerca del glorioso evangelio del Reino. Con la excepción de Pablo, no eran hombres de educación mundana, pero eso no les impidió que confesaran
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