¿Conveniencia política o principios?
TODAS las criaturas inteligentes, dado que tienen libre albedrío, tienen la alternativa de escoger ser gobernadas por principios o por pasión. El ser gobernado por principios significa obrar fundándose en conocimiento de la realidad según la razón y la conciencia. El ser gobernado por pasión significa obrar a causa de influencia exterior, dejar que se impongan consideraciones personales, tales como riqueza, fama, poder, seguridad o gratificación de los sentidos o instintos. Adán, nuestro primer padre, escogió ser gobernado por pasión, por la influencia exterior como se representaba en su esposa, Eva, en vez de por principios como se representaba en la voluntad y ley de Dios. La gran mayoría de su prole ha seguido su ejemplo.—Gén. 3:17; Mat. 7:13, 14.
Particularmente fuerte es la tentación a ser gobernados por influencia y pasión exteriores, en vez de por un sentido de deber y de principios, que sienten los que se hallan en puestos gobernantes. Debido a su autoridad tienen muchas oportunidades de usar sus puestos para su propio provecho en vez de administrar justicia. Ese mal uso del puesto político a veces adopta la forma de conveniencia política. La Palabra de Dios, la Biblia, registra más de un caso donde los que se hallaban en puestos responsables obraron por conveniencia en vez de por principios. Aarón permitió que la gente lo influyera a hacer el becerro de oro, y Saúl igualmente fué influído a desobedecer el mandato de Dios tocante a desarraigar a los amalecitas.—Éxo. 32:1-6, 21-24; 1 Sam. 15:13-23.
Sin embargo, el ejemplo más notorio de toda la historia de un gobernante que transigió con lo que sabía que estaba bien por causa de la conveniencia política es el que nos da Poncio Pilato. Pilato había emprendido sus deberes como gobernador de Judea en 26 d. de J.C. y repetidamente tuvo choques con los judíos, siendo él un gobernante obstinado y ellos un pueblo fanáticamente religioso y obstinado. En su propia terquedad Pilato a veces hizo que se derramara la sangre de los judíos innecesariamente, en una ocasión hasta mezclando la sangre de ellos con la de sus sacrificios.—Luc. 13:1, 2.
En vista de estos sucesos puede apreciarse por qué, cuando la chusma judía llegó con Jesús hasta donde estaba Pilato esa noche pascual de 33 d. de J.C., Pilato prefirió no tener nada que ver en el asunto y les dijo que castigaran a Jesús según su ley. Pero la chusma quería ver ejecutado a Jesús y por esto tenía que tener la autorización de Pilato. (Juan 18:31) Después de interrogar a Jesús y no hallar culpa en él Pilato estaba listo para dejarlo libre, pero eso no era lo que la chusma quería. Oyendo que Jesús era galileo, lo envió a Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande y tetrarca de Galilea, gozoso por la excusa que tenía para pasar a otro la responsabilidad.—Luc. 23:1-7.
Herodes tuvo gusto en ver a Jesús, esperando ver a éste ejecutar un milagro, pero, al hallar que Jesús no estaba comunicativo, lo devolvió a Pilato. Aunque esta acción resultó en que Pilato y Herodes se hicieran amigos “en aquel mismo día; porque antes de eso habían continuado en enemistad entre ellos mismos,” todavía dejó a Pilato con la responsabilidad de hacer una decisión respecto a Jesús. No podía haber habido duda en su mente respecto a la inocencia de Jesús, “porque él sabía que por envidia lo habían entregado.” En realidad, tres veces dijo a la chusma judía: “Pues, ¿qué mal cometió este hombre? No encontré nada en él que merezca la muerte; por lo tanto lo castigaré y lo dejaré libre.”—Mat. 27:18; Luc. 23:8-22, NM.
Pilato, quien podía mostrarse tan terco al tratar con los judíos, se mostró peculiarmente débil y falto de firmeza cuando había principios implicados. El populacho voluble, que sólo hacía cuatro días había aclamado a Jesús como Rey, ahora estaba clamando por su vida como resultado de la incitación a chusmas por parte de caudillos religiosos. (Luc. 19:38, NM) El temor a otra sublevación sin duda desempeñó su parte en hacer que Pilato cediera, así como lo indica el relato de Mateo. (Mat. 27:24) Pero evidentemente era todavía más fuerte el amor de Pilato a su puesto y su consideración al favor de César sobre el cual ese puesto dependía, un hecho notado por el apóstol Juan. Por eso cuando la muchedumbre le vituperó con: “Si usted deja libre a este hombre, no es amigo de César. Todo el que se hace rey habla contra César,” Pilato cedió. Sabía que estaba haciendo mal al ceder; su mismo acto de lavarse las manos en público reveló la presencia de una conciencia culpable. De modo que la conveniencia política fué responsable de que se perpetrara el crimen más grande de la historia, el asesinato más vil, el fin violento de la única vida perfecta que jamás se había vivido, la de nada menos que el Hijo de Jehová Dios.—Mat. 27:24; Juan 19:12-16, NM.
Ha habido muchos Pilatos a través de los siglos; gobernantes que han sacrificado a siervos inocentes de Jehová Dios debido a conveniencia política, entre los cuales pudiera incluirse a los que obraron como ‘espadas de la iglesia’ de Roma durante la edad media y del obscurantismo. Y hay muchos Pilatos con nosotros hoy; oficiales secundarios en países democráticos como los Estados Unidos, el Canadá, Suiza e Italia que ceden a la presión religiosa para perseguir a los siervos de Jehová, haciéndose necesario que éstos apelen a los Tribunales Supremos, los cuales tribunales en muchos casos han demostrado ser lo suficientemente honrados como para no ceder a la conveniencia política. Por otra parte hay países donde los primeros o principales oficiales gubernamentales han mostrado ser Pilatos al prestarse a sacrificar los intereses de los siervos de Jehová por los intereses de la conveniencia política. Los cristianos que sufren bajo tales condiciones pueden consolarse con las palabras de Jesús de que Jehová Dios, a su debido tiempo, vengará todas esas injusticias.—Luc. 18:7, 8.
El seguir principios cuesta algo. Significa amar la verdad, aunque sea impopular. Significa temer a Dios, no a los hombres. Y significa odiar la ganancia injusta, no ir en pos de ella. (Éxo. 18:21; Pro. 29:25) Pero es el precio que todos tienen que pagar, especialmente los que se encuentran en puestos de responsabilidad y autoridad, por tener libre albedrío; y no sólo para que así tengamos una conciencia limpia ahora sino también para que consigamos la aprobación del Juez de toda la tierra, nuestro Hacedor. El camino de la conveniencia política es el camino fácil que conduce a la muerte. El camino de los principios es el camino difícil, pero con conocimiento correcto conduce a la vida.—Mat. 7:13, 14; Juan 17:3.