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Diocleciano intentó destruir el cristianismoLa Atalaya 1958 | 15 de mayo
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se le sometió a otras torturas tan diabólicas que no pueden relatarse.4
Dado que fueron infructuosos sus esfuerzos por extirpar la fe cristiana de esta manera, el estado dirigió su furia salvaje no sólo en contra de los superintendentes, sino de todos los que profesaran la fe. “En el segundo año de la persecución, 304 d. de J.C., Diocleciano publicó un cuarto edicto, a instigación de su yerno y de los otros enemigos de los cristianos. Por medio de este edicto se dió a los magistrados la instrucción de obligar a todos los cristianos a ofrecer sacrificios a los dioses, y a usar torturas con ese propósito.”2 En todos los pueblos se clavaban en lugares conspicuos tanto los edictos imperiales grabados en metal como los decretos locales para que todos los vieran.1 Nunca antes había hecho Roma un esfuerzo tan concentrado por abolir la fe cristiana. En la parte occidental del imperio especialmente se deleitó Maximiano a causa de esta acción.3 Hasta en España se ha encontrado una columna que lleva las palabras: “Diocleciano . . . por haber extinguido el nombre de los cristianos.”1
Sólo dos años después de haber hecho el primer edicto, a saber, en 305 d. de J.C., Diocleciano se retiró de su puesto. Pero no cesó la persecución. Ahora que Galerio se hallaba en dominio supremo él satisfizo plenamente el odio que les tenía a los cristianos y el deleite que derivaba de la crueldad. Con severidad que variaba según la disposición de los gobernantes locales, 1a opresión continuó sin disminución hasta que Galerio, poco antes de morir, pronunció un edicto de tolerancia relativa, el cual fué seguido en el año 313 por una proclamación que Constantino hizo en Milán en que se concedía libertad de cultos.
Los fieles cristianos del siglo cuarto consideraron sus circunstancias como consideraron las suyas los tres hebreos delante del enfurecido rey Nabucodonosor: “¡He aquí que existe nuestro Dios, a quien nosotros servimos; él tiene poder para librarnos del horno ardiendo en fuego; y de tu mano, oh rey, él nos librará! Y aunque no, séate conocido, oh rey, que a tus dioses nosotros no daremos culto, ni adoraremos la imagen de oro que tú has hecho levantar.” A su pueblo Jehová le asegura victoria continua ante toda oposición hasta la liberación y entrada de ellos en el nuevo mundo, al decir él: “Ellos pelearán contra ti, mas no prevalecerán contra ti; porque contigo soy yo, dice Jehová, para librarte.”—Dan. 3:17, 18; Jer.1:19, Mod.
REFERENCIAS
1 The History of the Church of Christ, por José Milner, páginas 258, 270.
2 An Ecclesiastical History, por Mosheim, traducida por J. S. Reid, páginas 114, 115.
3 History of Christianity, por Eduardo Gibbon, páginas 270-275, 277.
4 The Ecclesiastical History, por Eusebio, Tomo 2, traducida por J. E. L. Oulton, páginas 265, 269.
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El tratamiento de los herejesLa Atalaya 1958 | 15 de mayo
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El tratamiento de los herejes
Tomás de Aquino, que vivió durante el siglo décimotercero, es el filósofo célebre de la Iglesia católica romana. Es de interés saber que hasta el día actual su Suma teológica permanece substancialmente como la autoridad católica romana que sirve de norma. Al considerar el tratamiento que se ha de dar a los herejes, dice en Pregunta XI, Art. 3, 2 a, 2ae: “Es un asunto mucho más grave el corromper la fe, que da vida al alma, que el falsificar dinero, que sostiene la vida temporal. Por lo tanto, si los príncipes seglares desde luego entregan a morir justamente a los falsificadores de dinero u otros malhechores, con cuánta más razón pueden los herejes, luego que se les haya declarado culpables de herejía, ser no sólo excomulgados, sino muertos justamente.”
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