BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • “La luz de la vida”
    La Atalaya 1960 | 1 de diciembre
    • Jesucristo no recibió su luz de este mundo; eso jamás pudiera haberlo hecho “la luz del mundo.” Todo lo contrario de ser “más y más como las comunidades que la circundan,” la luz del mundo tiene que ser, como Jesús dijo, semejante a una ciudad situada sobre un monte. Ningún individuo podría resplandecer de tal modo hoy día. Jesús hablaba a un grupo de sus discípulos cuando dijo: “Ustedes son la luz del mundo.” Así que “la luz del mundo” es una organización de cristianos portadores de luz—cristianos que son reflectores, no de lo que está en el mundo, sino de las verdades y mandamientos dadores de vida que provienen de Dios y que se hallan en el Libro de luz, la Santa Biblia.

      Hoy en día la sociedad del nuevo mundo de testigos de Jehová es esta organización portadora de luz; es una organización semejante a ciudad que es prominente en toda la redondez del globo porque todos sus miembros dejan que su luz resplandezca delante de la humanidad. En una ciudad hay tanto mujeres como hombres, y todos contribuyen desempeñando diversas funciones. Asimismo en esta organización semejante a ciudad de portadores de luz, todos contribuyen su parte a la luz para que la organización resplandezca como la luz más grande hoy día, como “la luz del mundo.”

      La luz que conduce a la vida eterna se origina de Jehová, la divina Fuente de toda luz y vida. Jesucristo recibió luz de su Padre y la reflejó a otros, para que ellos andaran en la luz y fueran portadores de luz ellos mismos. Como organización los verdaderos seguidores de Jesucristo son “la luz del mundo,” resplandeciendo con gran fulgor para la gloria de Jehová Dios y para la salvación de todos los que lleguen a tener “la luz de la vida.”

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1960 | 1 de diciembre
    • Preguntas de los lectores

      ● Mi esposo y yo somos testigos recién dedicados. Nuestros parientes están muy disgustados porque hemos dado este paso. Con el acercamiento de la Navidad y el acostumbrado cambio de regalos, ellos se sentirán contrariados todavía más por nuestra negación a participar en ello. ¿Podrían ustedes hacernos algunas observaciones al respecto?—R. M., EE. UU.

      Como cristianos dedicados estamos interesados en primer lugar en agradar a Jehová Dios y a Jesucristo. En segundo lugar tenemos la obligación de dar testimonio a nuestros conocidos, vecinos y parientes a medida que se presente la oportunidad. Según el grado de la eficacia con que hacemos esto ellos llegarán a entender cómo nos sentimos acerca de varios asuntos. Especialmente será cierto esto si mencionamos la manera en que la sociedad del nuevo mundo ve y trata las fiestas, personales, políticas y religiosas. Podemos aclarar que aclamamos a Cristo como Rey pero que no consideramos apropiado recalcar hoy en día su infancia. Podemos hacer esto con libertad de palabra, porque tenemos la satisfacción de saber que la manera en que nosotros vemos esto es la manera bíblica.

      Si recibiéramos regalos de Navidad, entonces ¿qué? No parece prudente atacar en esa ocasión la institución de la Navidad. Más bien que rechazar o devolverlos, sería mejor sencillamente expresar apreciación verbalmente o mediante una carta o tarjeta; y, pasando por alto completamente toda referencia a los días de fiesta, podríamos usar la ocasión para hacer alguna referencia a nuestra esperanza del nuevo mundo. Aun podría ser aconsejable esperar hasta después de los días de fiesta para disociar aun más nuestra expresión de gratitud de la celebración pagana.

      Y no hay por qué sentirnos obligados a disculparnos por no haber enviado también un regalo al tiempo de la Navidad aunque recibimos uno. En relaciones de negocios la Navidad sencillamente resulta ser una ocasión conveniente para que los patrones expresen aprecio por servicios rendidos mediante el dar ellos una gratificación. Las personas que dan solamente porque esperan recibir algo en recompensa lo hacen con mal motivo, uno que las Escrituras condenan. (Luc. 6:30-36) Sin embargo, si sentimos el impulso de dar un regalo podríamos esperar hasta otra ocasión o tiempo apropiado, y, a propósito, lo mismo es cierto respecto al dar regalos de cumpleaños. Pero en ningún tiempo deberíamos sentirnos obligados a dar un regalo porque recibimos uno. Además, conviene recordar que por medio de cumplir con nuestros votos de dedicación estamos dando mucho más, a personas más merecedoras y con mejor motivo, que cualquier dador de tiempo de Navidad. Estamos dándoles el mensaje que puede conducirlos a la vida.—Mat. 10:8; Juan 17:3.

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir