¿Le duele dar?
A CADA instante se le pide al público que dé. Por correo, por teléfono, de casa en casa y procedente de agentes callejeros se oye el clamor: ‘Dé.’ ‘Dé para caridad.’ ‘Se necesita su ayuda.’ Los llamados tienen el propósito de tocar las fibras del corazón y desatar las cuerdas de los bolsos. Se fuerzan las billeteras y carteras por el apremio de la opinión pública. Se subraya que el dar es un deber religioso. Como resultado, en los Estados Unidos solamente cada año se vierten aproximadamente 5,000,000,000 de dólares de los bolsillos y carteras particulares en caridades.
Aunque la Biblia dice: “Dios ama al dador alegre,” y Jesús declaró: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir,” se le dice al público ‘que dé hasta que le duela.’ Bajo premura la gente da, y a menudo testifica que realmente duele. ¿Pero por qué le es una experiencia tan dolorosa a tanta gente el dar cuando Jesús dijo que debería producir la mayor felicidad? ¿Ha experimentado que le duele dar?—2 Cor. 9:7; Hech. 20:35.
El sacar dinero del público en el nombre de Dios se ha convertido en una gran empresa comercial. Es fuente de dolor, y ocasiona daño, no felicidad, a sus víctimas. El 3 de abril de 1960, el Sunday Express de Londres llevaba el encabezamiento “Expertos comerciales fomentarán colectas de la Iglesia C.R.” La organización, Cathos Ltd., con sucursales por todo el Canadá y en los Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña, se especializa exclusivamente en aumentar las rentas de la Iglesia Católica Romana. El diario londinense describió que su objetivo era el duplicar el ingreso de las iglesias católicas romanas en Gran Bretaña. Esta empresa tiene la bendición del cardenal primado católico romano Godfrey.
Parte del programa de Cathos es un recorrido de pedidos de casa en casa, tratando que todas las familias católicas de una parroquia firmen una obligación en la cual se comprometen a contribuir cierta suma semanalmente a la iglesia. También se incluye un gran banquete “de ablande.” La primera campaña de Cathos en Gran Bretaña comenzó el año pasado en Potters Bar, Middlesex, con un gran banquete para 300 feligreses. La meta anunciada era la de incrementar las colectas anuales de la parroquia de $4,900 a $10,080. El Sr. Haraldo Brinjes, presidente de Cathos, comentó: “La gente de Potters Bar dará hasta que le duela un poco. Esto es parte del ajuste normal después que nos hagamos cargo.”
Sí, duele dar cuando a uno se le obliga a hacerlo, sin importar cuán digna sea la causa. Cuando uno se siente obligado a dar, si da porque si no lo hace provocará ceños fruncidos y miradas y palabras de desaprobación, entonces el dar no produce felicidad, sino lastima. Así, la práctica religiosa de pasar un platillo de colecta de modo que una persona pobre se sienta obligada a competir con la contribución grande de una persona rica no resulta en felicidad. El que es rico, al hacer pomposamente una contribución grande, logra una recompensa inmediata—‘la gloria de los hombres.’ La persona pobre, apremiada a aparentar respetabilidad, ‘da hasta que le duele.’ Ni el uno ni el otro logra la felicidad de la cual habló Jesús.—Mat. 6:2.
En cierta ocasión los miembros de la congregación cristiana de Jerusalén llegaron a estar en un período de necesidad material debido a un hambre en el país. Pablo informa que sus hermanos cristianos de Macedonia, aunque ellos mismos eran pobres, “de su misma voluntad siguieron pidiéndonos con fuerte ruego el privilegio de dar bondadosamente y de tener una participación en el ministerio destinado para los santos.” Testifica que hasta dieron aun “más allá de su habilidad real.” Nadie obligó ni avergonzó a los cristianos macedonios para que dieran, sino que quisieron hacerlo, imploraron la oportunidad de dar. Les hacía felices hacerlo porque sabían que era en provecho de aquellos a quienes amaban tan profundamente.—2 Cor. 8:1-4.
¿Cómo se puede lograr felicidad hoy en día al dar? Primero hay que desarrollar una disposición generosa; hay que obedecer los dos mandamientos más grandes: de amar a Jehová Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerza, y a su prójimo como a sí mismo. Al tener tal amor, uno da de corazón; da porque hace feliz a aquel a quien ama. Se regocija en la oportunidad de expresar su amor dando; logra mayor felicidad, aunque también se hace muy feliz al necesitado que recibe. Esto fue lo que sucedió cuando los cristianos macedonios contribuyeron para sus hermanos en Jerusalén.
Como ejemplo del día moderno, considere a los testigos cristianos de Jehová que salieron de los campos de concentración alemanes al fin de la II Guerra Mundial. Tal como los cristianos de Jerusalén, necesitaban ayuda. Sus hermanos cristianos por todo el mundo se regocijaron por el privilegio de contribuir cosas que sus hermanos alemanes necesitaban. Ahora estos testigos alemanes poseen cierta cantidad de cosas materiales, y altruistamente han contribuido centenares de millares de dólares más de lo que se necesita para adelantar la obra de predicar en su propio país. Este dinero ha ayudado a sus hermanos y ha costeado el envío de misioneros a muchos países por todo el mundo. ¿Quién negará que los testigos alemanes han recibido mayor felicidad al dar que la que tuvieron cuando recibieron de sus hermanos al fin de la II Guerra Mundial?
Es cierto que no todos poseen cosas materiales que dar, pero todavía pueden lograr la mayor felicidad de dar. Considere el ejemplo del apóstol Pedro. Afuera de la puerta del templo estaba un paralítico solicitando obsequios de misericordia. “Pedro dijo: ‘Plata y oro no poseo, pero lo que tengo es lo que le doy: ¡En el nombre de Jesucristo el nazareno, ande!’” El hombre sanó inmediatamente y saltó con gran regocijo. ¡Qué felicidad debe haber sentido Pedro, al darle salud a ese inválido apreciativo! Es una verdad que hoy podemos dar un don más valioso que la salud. Jesús dijo que significa la vida eterna el adquirir conocimiento de él y de su Padre Jehová De modo que obtenga este conocimiento usted mismo y délo. ¡Se regocijará su corazón con gozo insuperado al ver iluminarse los ojos con entendimiento y resplandecer con gozo al contemplar el nuevo mundo que les ha mostrado que puede ser su esperanza firme! El dar así no le ocasionará daño alguno, sino que le hará apreciar verdaderamente aquello a que se refirió Jesús cuando dijo: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 3:6; 20:35; Juan 17:3.