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Nacidos para creer en DiosLa Atalaya 1961 | 15 de octubre
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Según Bryant, Lecomte du Nouy, el primer científico en aplicar con éxito fórmulas matemáticas a la declaración de leyes biológicas, muestra que “las leyes de la evolución inorgánica pugnan con las de la evolución de la vida. Él cita fórmulas matemáticas para mostrar que la materia inorgánica actuando de acuerdo con sus leyes no podría haber creado ni siquiera una sola molécula de proteína—mucho menos un organismo vivo con poderes de reproducción. Él sostiene que solamente por medio de la intervención de Dios pudo haberse salvado el abismo entre lo inorgánico y lo orgánico.”
LA BIBLIA Y DIOS
La ciencia no solo le da a uno motivo para creer en Dios, sino que hace que uno vea la necesidad de una revelación de parte de Dios acerca de sí mismo. La Biblia satisface esa necesidad. El químico Rogelio J. Voskuyl dice: “Como científico, es más razonable que yo crea en un Creador que en un cosmos eternamente existente.... No se puede conocer a Dios correctamente solo por medio del mundo natural. Aunque el científico trabaje durante toda una eternidad, nunca llegara a conocer a Dios y todos Sus atributos. . . . El hombre no es sino una criatura, hechura de un Creador; por eso, el hombre no puede aprender acerca de Dios por medio de la investigación de solamente Su creación sino que necesita una revelación especial. Esa revelación especial es la Palabra de Dios, que se ha suministrado en las Escrituras.”
El distinguido científico Warren Weaver dijo: “Yo creo que la Biblia es la revelación más pura que tenemos de la naturaleza y bondad de Dios.” El físico y químico Oscar León Brauer escribe: “Hay una revelación Divina Especial. Otro nombre para ella es la Biblia. La ciencia puede establecer el que un acto creativo tiene que haberse efectuado en algún tiempo, implicando la existencia de una Inteligencia Divina y de un Poder Divino. La ciencia también puede establecer el que nadie menos que una Inteligencia Divina pudo haber sido el Autor del tremendo sistema de leyes complicadas e intrincadas que existe en el universo. Pero solamente la Biblia puede identificar a esa Inteligencia y Poder Divino como el Dios de quien la mayoría de nosotros hemos aprendido a saber desde nuestra temprana niñez—el Dios que se ha revelado singular y supremamente en Su Hijo, Jesucristo.”
La Biblia hace lo que no puede hacer la naturaleza. La naturaleza solo presenta evidencia circunstancial de que Dios existe, pero la Biblia llama al Creador por nombre. “Esto es lo que El Dios verdadero, Jehová, ha dicho, el Creador de los cielos y El grande que los extiende; El que dispone de la tierra y su producto, El que da aliento a la gente sobre ella, y espíritu a los que caminan en ella. ‘Yo soy Jehová. Ese es mi nombre; y a nadie más daré mi propia gloria, ni mi propia gloria, ni mi alabanza a las imágenes esculpidas.”’ (Isa. 42:5, 8) El salmista escribió: “Para que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tu solo eres el Altísimo sobre toda la Tierra.”—Sal. 83:18.
El inspirado apóstol Pablo nos dice que en cuanto a Jehová sus “cualidades invisibles se observan claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se entienden por las cosas hechas, hasta su poder eterno y Divinidad.” El salmista exclama: “Los cielos están declarando la gloria de Dios, y de la obra de sus manos está contando la expansión. Un día tras otro día hace que el habla burbujee en salida, y una noche tras otra noche manifiesta conocimiento.”—Rom. 1:20; Sal. 19:1, 2.
Los grados de perfección evidentes en la creación del universo implican a existencia de una norma absoluta y de un Ser perfecto. Respecto a Jehová, la Biblia dice: “Perfecta es su actividad.” “Dios es Dios, no del desorden, sino de la paz.” El orden y diseño que hay en el universo son prueba de ese hecho. La presencia de la vida implica un dador de vida. Jehová, es “la fuente de vida.”—Deu. 32:3, 4; 1 Cor. 14:33; Sal. 36:9.
Otro hecho que se destaca en la naturaleza es que nuestro Dios es un Maestro Creador que ama la belleza. La majestad de la salida y de la puesta del Sol, la Luna y las estrellas, las flores y los árboles, los colores vistosos en las escamas del pez y las plumas del pavo real nos dicen que Jehová ama la belleza. (Sal. 104:24) Sabemos también que Jehová es un Dios amoroso, porque en el género humano hallamos el amor de la madre por su hijito, el amor de hombres y mujeres el uno para con el otro. También vemos que la falsedad se traiciona y la injusticia siega una recompensa horrenda. ¿Podemos imaginarnos que estas cualidades se originen en un Autor que no sabe nada del amor, de la justicia, y del juicio? No, no podemos. La Biblia nos dice que “Dios es amor,” que “la justicia y el juicio son el lugar establecido de su trono.”—1 Juan 4:8; Sal. 97:2.
Nada puede ser más verídico que el que Dios existe, según lo que testifican tan elocuentemente tanto la Biblia como la naturaleza. Por lo tanto, en la misma Palabra de Dios, a los incrédulos se les llama apropiadamente insensatos y con equidad se les juzga inexcusables.—Sal. 14:1; Rom. 1:20.
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Siguiendo tras mi propósito en la vidaLa Atalaya 1961 | 15 de octubre
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Siguiendo tras mi propósito en la vida
Según lo relató W. J. Simpkins
LA GENTE a menudo dice: “Si pudiera vivir mi vida de nuevo, la viviría de otro modo.” Sin embargo, puedo decir honradamente que si tuviera que vivir mi vida de nuevo, lo haría tal como lo he hecho durante los últimos treinta y nueve años, o por lo menos los últimos treinta y un años. Digo los últimos treinta y un años porque realmente comencé a vivir cuando tenía ocho años de edad.
Fue entonces que mi papá comenzó a concurrir a las reuniones de los testigos de Jehová. Vino a casa un domingo y me dijo que tenían reuniones para los jóvenes también y que podía ir si quería. Me mostró donde eran, a un kilómetro y medio de casa. Siendo curioso, fui. En la “escuela dominical,” que tenían en esos días, estaban estudiando un libro llamado “Creación.” Una de las señoras mayores del estudio de los adultos era la maestra. Al segundo o tercer domingo que concurrí nos dio una hoja de papel a cada uno con algo escrito y dijo que deberíamos estar preparados para decir algo sobre el tema el domingo siguiente. Bueno, no sabía de qué se trataba, pero le pregunté a papá y me dijo que era un texto de la Biblia y me enseñó a buscarlo en la Biblia. Lo encontré muy interesante. Concurrí todos los domingos por un tiempo. Pero a medida que pasaba el tiempo la clase se achicaba y el arreglo de la escuela dominical se suspendió y los dos o tres que quedábamos tuvimos que reunirnos con los mayores.
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