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Un Dios digno de alabanzaLa Atalaya 1964 | 15 de enero
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usted a él mediante su nombre Jehová, dándole alabanza por todas sus obras hermosas?
Aunque afirman adorar al Dios de David, algunas personas identifican a Jehová como un Dios nacional de los judíos, y por lo tanto creen que ya no es necesario que los cristianos lo llamen mediante su nombre. Sin embargo, David oró para que el nombre de Jehová fuera bendecido, no solo por un corto tiempo por los judíos, sino “hasta tiempo indefinido.” Debe observarse que David ya casi tenía un tercio de las Escrituras inspiradas y, por lo tanto, estaba familiarizado con el propósito de Dios de ser conocido por su nombre personal.
Por ejemplo, estaba familiarizado con el siguiente relato del segundo libro de estos Santos Escritos: “Luego Dios le dijo una vez más a Moisés: ‘Esto es lo que habrás de decir a los hijos de Israel: “Jehová el Dios de sus antepasados, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes.” Este es mi nombre hasta tiempo indefinido, y éste es el memorial de mí a generación tras generación.’”—Éxo. 3:15.
Claramente, el propósito de Dios es que a él se le conozca eternamente por el nombre Jehová. Un compositor levítico del día de David hasta terminó su canción con la petición: “Para que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra.” Todos los escritos que han sido agregados a las Escrituras inspiradas desde aquel tiempo confirman que Dios desea que se le identifique mediante su nombre Jehová.—Sal. 83:18.
La gente hoy identifica hermosas obras maestras de arte con nombres como Rembrandt, Da Vinci y Miguel Angel, y hablan con expresiones resplandecientes de estos hombres talentosos. ¡Cuánto más debería ser alabado el nombre de JEHOVÁ, el Creador de obras maestras mucho más sobresalientes! ¿Así opina usted cuando examina las maravillas de la creación? Así opinó David, y desde el fondo de su corazón se esforzó por amontonar palabras de alabanza sobre Jehová, hablando de su “grandeza,” “potencia,” “belleza,” “excelencia” y “dignidad.” Verdaderamente, las palabras parecen inadecuadas para alabar la grandeza de Jehová.—1 Cró. 29:11.
Hay tantas cosas a nuestro alrededor por las cuales alabar a Jehová. Considere los cielos. “Los cielos están declarando la gloria de Dios,” dijo David. Aun sin la ayuda de telescopios modernos, de modo que su vista estaba limitada solo a unos cuantos millares de estrellas, David vio bastantes para reconocer que un Artífice Maestro fue el responsable. Hoy sabemos que hay un sinnúmero de miles de millones de estrellas y que ley y orden gobiernan sus movimientos. ¿No tenemos aun mayor razón para alabar a Jehová? ¡Cuán felices debemos estar de conocer su nombre!—Sal. 19:1, 2; 8:3, 4.
GOBERNACIÓN Y SUPREMACÍA
David también apreció que Jehová es un poderoso gobernante que trataba con su pueblo de manera maravillosa, y, por eso, continuó su oración: “Tuyo es el reino: oh Jehová, El que también te levantas como cabeza sobre todo. Las riquezas y la gloria se deben a ti, y tú lo estás dominando todo; y en tu mano hay poder y potencia, y en tu mano hay habilidad para engrandecer y dar fuerza a todos. Y ahora, oh Dios nuestro, estamos dándote las gracias y alabando tu hermoso nombre.”—1 Cró. 29:11-13.
Hoy tal vez muchas personas se sientan inclinadas a alabar a Jehová por sus maravillosas obras creativas, pero, ¿qué hay de alabarlo por su Reino prometido y la manera en que ejerce su poder a favor de su pueblo? ¿Está usted consciente de esas razones que existen para alabar a Dios? La bella oración de David muestra que él no solo estaba familiarizado con los tratos de Jehová con su pueblo en su propio día, sino que por medio de las Escrituras inspiradas también sabía lo que Dios había hecho a favor de su pueblo antes de su tiempo.
El segundo libro de aquellos Santos Escritos describe cómo Jehová había librado a la entera nación israelita de esclavitud en Egipto. ¡Cuán potente y poderoso resultó ser Jehová al contener al mar Rojo! ¡Qué maravilloso Proveedor fue en el desierto! ¡Cómo fortaleció a su pueblo para su conquista de la Tierra Prometida! ¡Qué ley maravillosa dio a Moisés para gobernar a Su pueblo! Pero no solo proveyó Jehová la ley; más tarde levantó jueces, y luego reyes.
David estaba familiarizado con estas cosas. Recordaba cómo el profeta Samuel había sido enviado para ungirlo a él como rey cuando David era un joven pastor que cuidaba los rebaños de su padre. Por lo tanto, apreció que era en el trono de Jehová que él se sentaba, como escribió después el cronista: “Y Salomón empezó a sentarse en el trono de Jehová como rey en lugar de David su padre.” Por saber estas cosas David reconoció que el reino pertenecía a Jehová, y su corazón estaba lleno de alabanza por la manera maravillosa en que Él gobernaba a su pueblo.—1 Cró. 29:23.
¿Tiene usted el mismo aprecio por el reino de Jehová y por la manera en que él cuida a su pueblo? Realmente, hoy tenemos razón para aprecio aun mayor. ¿Por qué? Porque aquel reino israelita solo fue un tipo o representación del reino eterno que habría de establecerse en manos del Mesías prometido, la simiente de David. Concerniente a este gobierno Dios prometió: “Una vez he jurado en mi santidad, a David no le diré mentiras. Su simiente misma resultará ser aun hasta tiempo indefinido, y su trono como el sol en frente de mí. Como la luna será establecido firmemente por tiempo indefinido.”—Sal. 89:35-37.
Jesucristo resultó ser la simiente de David en cuyas manos Jehová prometió establecer un reino tan permanente como el Sol y la Luna. Cuando Jesús estuvo sobre la Tierra enseñó a sus seguidores a orar por este reino. Usted recuerda que dijo: “Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.”—Mat. 6:9, 10.
Observe que en esta oración a su Padre, Jesús dijo: “Tu reino.” Sí, el reino es de Jehová así como oró David: “Tuyo es el reino, oh Jehová.” La profecía bíblica cumplida indica que este gobierno sobrehumano se ha acercado ahora. Pronto Jehová mostrará otra vez que en su “mano hay poder y potencia.” Destruirá a los inicuos de este viejo mundo así como enterró a Faraón y sus huestes en el mar Rojo. Y así como protegió a su pueblo en aquel tiempo, lo protegerá otra vez, conduciéndolo a su prometido nuevo mundo para disfrutar de las bendiciones eternas de su reino.
Cuando uno considera todas las maravillosas obras de Jehová, lo que ha hecho en tiempos pasados, y lo que promete hacer en el futuro cercano, ¿no hay toda razón para que le demos nuestra alabanza? Felices somos si seguimos el ejemplo de David, cuando oró: “Y ahora, oh Dios nuestro, estamos dándote las gracias y alabando tu hermoso nombre.”—1 Cró. 29:13.
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Compartiendo las revistas con maestrosLa Atalaya 1964 | 15 de enero
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Compartiendo las revistas con maestros
◆ En una población pequeña una niña regularmente llevaba La Atalaya y ¡Despertad! a su maestra de tercer año de escuela elemental. Subsecuentemente un Testigo encontró a la maestra en el trabajo regular de casa en casa y esta maestra quiso un ejemplar de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras. La maestra comentó en cuanto a la Testigo joven en su aula. El resultado fue que el padre de la muchacha hizo arreglos para visitar a la maestra, y el padre y su hija joven hicieron la visita juntos. Se comenzó un estudio bíblico de casa. La Testigo joven ahora está llevando las revistas regularmente a su maestra del cuarto año de escuela elemental.
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