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  • Conmemorando la muerte de Cristo
    La Atalaya 1964 | 15 de marzo
    • Asia Menor acostumbraban celebrar esta fiesta sagrada, recordatoria de la institución de la cena del Señor, y la muerte de Jesucristo, al mismo tiempo en que los judíos comían su cordero pascual, a saber, en la noche del decimocuarto día del primer mes.a Pues . . . consideraban que el ejemplo de Cristo tenía fuerza de ley; y, como es igualmente manifiesto, no concebían que nuestro Salvador se hubiera anticipado a la pascua, . . . sino que él y sus discípulos comieron el cordero pascual el mismo día en que los judíos. . . acostumbraban comer el suyo.”

      SU SIGNIFICADO

      Cuando, después de haber celebrado la pascua, Jesús tomó parte del pan ázimo que quedaba y dijo: “Tomen esto y coman; esto es mi cuerpo,” ¿quiso decir que el pan repentina y milagrosamente, por un proceso de transubstanciación, como se le llama, verdaderamente se convirtió en su cuerpo? ¿Cómo podría ser eso si él todavía estaba en su cuerpo? Además, si en esa ocasión él hubiese realizado un milagro tan trascendental, ¿no se haría alguna mención del mismo en alguna parte de las Escrituras Griegas Cristianas? Evidentemente quiso decir que este pan representaba, significaba o quería decir su cuerpo. Fue este cuerpo carnal lo que él dio por sus seguidores.—Mat. 26:26; 1 Cor. 11:25, NBI.

      Lo mismo aplica a las palabras de Jesús: “Esto es mi sangre.” No quiso decir que el vino verdaderamente se transformó en su sangre, pues ésta todavía fluía por sus venas. Más bien, el vino significaba, representaba o quería decir su sangre, “la sangre del [nuevo] pacto, derramada por muchos para perdón de pecados.”—Mat. 26:28; 1 Cor. 11:25, NBI.

      ¿“La sangre del pacto”? Sí, en tiempos bíblicos se usaba sangre para sellar o validar un pacto. Tal como se usó la sangre de toros y machos cabríos para validar el viejo pacto de la ley hecho entre Jehová Dios y la nación de Israel, así también la sangre de Jesucristo sirvió para validar o hacer efectivo, poner en funcionamiento, un nuevo pacto, un pacto entre Jehová Dios y los seguidores de Cristo.—Heb. 8:13; 9:15-24.

      ¿QUIÉNES PARTICIPAN?

      En la noche en que Jesús instituyó la conmemoración de su muerte también mencionó un pacto para un reino: “Yo hago un pacto con ustedes, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para un reino.” Ese pacto que Dios había hecho con Jesucristo se hizo originalmente con el rey David y predijo la venida de uno que reinaría para siempre. En las Escrituras se describe a los que son parte de este pacto del Reino como los 144,000 miembros del Israel espiritual sellados en sus frentes, como los 144,000 que están de pie sobre el monte Sion con el Cordero, y como los que participarán de la primera resurrección y reinarán como reyes y sacerdotes de Dios y Cristo. Son solamente los que están tanto en el nuevo pacto como en el pacto para el reino los que son elegibles para participar de la cena del Señor.—Luc. 22:29; 2 Sam. 7:11-16; Rev. 7:4; 14:1, 3; 20:5, 6.

      Puesto que el número de los que están en estos pactos se limita a 144,000 y su número comenzó a seleccionarse cuando Jesús estuvo en la Tierra, se deduce que no todos los que afirman ser ministros cristianos dedicados hoy día pueden ser parte de estos pactos, puesto que su número hoy día es de muchas veces 144,000. Así fue que, en 1963, 1,693,752 personas concurrieron a la conmemoración de la muerte de Cristo celebrada mundialmente por los testigos de Jehová, pero solamente 12,292 participaron de los símbolos, el pan y el vino, o alrededor de uno por cada ciento treinta y siete.

      Surge entonces la pregunta de cómo puede uno decir si debe participar o no del pan y vino. La Palabra de Dios dice: “El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Pues, si somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, mas coherederos con Cristo, con tal que suframos juntamente para que también seamos glorificados juntamente.”—Rom. 8:16, 17.

      Los que tienen este testimonio en sus vidas, que tienen evidencia de que el espíritu santo de Dios los está preparando para esta recompensa celestial, tienen la seguridad de esto. No tienen dudas. La realización de esta meta celestial les significa más a ellos que lo que cualquier perspectiva terrestre jamás pudiera significarles. Se llamó especialmente a los de esta clase celestial antes de 1931, durante cuyo período Dios extendía solamente una esperanza celestial a los que se dedicaban como cristianos. Los que tienen esta esperanza deben participar del pan y el vino. Pero aquellos cuya esperanza es la de vida eterna en un paraíso terrestre, también prometido en la Palabra de Dios, obviamente no deben participar de ellos; pues no están en el nuevo pacto ni en el pacto para el Reino.b

      ¿Significa esto que Jehová Dios es injusto, desleal, parcial, y concede diferentes destinos arbitrariamente a distintos individuos? De ningún modo. Como les dijo el amo de casa de una de las ilustraciones de Jesús, un amo que contrató obreros para su viña, a los que se quejaron porque los que habían trabajado solamente una hora recibieron el mismo salario que los que habían trabajado todo el día: “¿No me es lícito hacer lo que quiero con mis propias cosas?”—Mat. 20:15.

      Jamás podemos olvidar que todo lo que recibimos de mano de Dios es una bondad inmerecida. Nadie merece nada. Esto es especialmente cierto de los humanos pecadores, la prole de Adán. Si Jehová desea recompensar a algunos con vida eterna en los cielos y a otros con vida eterna en la Tierra, ésa es su prerrogativa. Adán no fue tratado injustamente al ser creado humano en lugar de ángel; Juan el Bautista no fue tratado injustamente por llegar a ser meramente el amigo del novio y no parte de la clase de la novia. De igual modo hoy día, ninguno de los que obtengan la vida eterna sobre la Tierra tendrá motivo alguno de queja. Si somos sabios apreciaremos lo que se nos ofrece.

      Entonces, ¿por qué estar presente si uno no ha de participar del pan y del vino? Debido a lo que se dirá en esa ocasión. Se nos recordará de cuánto ha hecho Jehová Dios por nosotros, cuánto ha hecho Jesucristo por nosotros y del ejemplo maravilloso que estableció para nosotros. Reunirnos en tan seria y no obstante gozosa ocasión también sirve para acercar más a los cristianos unos a otros.

      Este año los testigos de Jehová por toda la Tierra se reunirán para conmemorar la muerte de Cristo el sábado 28 de marzo después de las 6 de la tarde (o las 18 horas). Se invita a todas las personas de buena voluntad hacia Dios a asociarse con ellos en esa noche y beneficiarse por lo que oigan y vean.

  • Si Jesús volviera
    La Atalaya 1964 | 15 de marzo
    • Si Jesús volviera

      Eila Pennanen, autora, tratando este tema en un almuerzo de congregación en Lauttasaari, Finlandia, concluyó así, dijo la publicación auspiciada por clérigos Vartija, en el número indicado Núm. 5-6, de 1962: “¿Cómo respondería la gente a Jesús hoy día? Los hombres de organización de la iglesia lo ignorarían con una sonrisa en sus labios, los fariseos lo denunciarían en la prensa, los escribas exigirían que los Concilios del obispo lo castigaran por herejía, los saduceos lo considerarían como un hombre no educado y simple y la autoridad seglar lo silenciaría de una manera mucho más eficaz que lo que lo hizo la crucifixión. La publicidad por sí sola es asesina. Hay razón para esperar que Jesús no vuelva.” Poco extraña que ésta sea la actitud, pues ¿qué diría Jesús acerca de la apatía espiritual, la voracidad materialista, la inmoralidad y las guerras de la cristiandad? ¿Qué diría de los líderes religiosos que se unen a los políticos en exaltar a las Naciones Unidas en vez de al reino de Dios?

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