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Mi participación en adelantar la adoración correctaLa Atalaya 1965 | 1 de noviembre
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en la que trabajé por primera vez! En lugar de ella, ahora había dos edificios grandes, modernos, bien equipados con la más moderna y mejor maquinaria de imprenta, capaz de imprimir millones de piezas de literatura cada semana en veintenas de idiomas para adelantar la adoración correcta. Ciertamente se está cumpliendo esta profecía de Jesús: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones.”—Mat. 24:14.
Al acercarme ahora a tener tres cuartas partes de un siglo de edad y al reflexionar sobre mis cuarenta y un años de servicio de tiempo cabal en el trabajo más deseable que alguno pueda hacer, sé que Jehová me ha favorecido al continuar yo haciendo mi parte en adelantar la adoración correcta. También sé que favorecerá a todos los demás que lleguen a un conocimiento exacto de su voluntad y propósitos, que dediquen su vida a Dios, y que luego hagan su parte en adelantar la adoración correcta.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1965 | 1 de noviembre
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Preguntas de los lectores
● En 2 Tesalonicenses 3:14, 15, ¿estaba considerando la expulsión el apóstol Pablo?—P. W., EE. UU.
Aparentemente no. Él le estaba diciendo a la congregación cómo tratar con llamados cristianos quienes, aunque no merecían ser cortados completamente de la congregación, no eran buena compañía. El contexto muestra esto.
En el versículo 6 él dice: “Ahora les estamos dando órdenes, hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo, de que se aparten de todo hermano que ande desordenadamente y no según la tradición que ustedes recibieron de nosotros.” ¿En qué consistía aquel desorden? El apóstol Pablo dijo que éstos ‘no estaban haciendo ningún trabajo sino entremetiéndose en lo que no les atañía.’ Los instó como miembros de la congregación a no ser perezosos, esperando que otras personas les suministraran lo que necesitaban físicamente y usando su tiempo para entremeterse en asuntos que no les atañían, sino mostrar que estaban dispuestos a trabajar y proveerse lo que ellos mismos necesitaban.
Entonces a los fieles de Tesalónica dijo: “Por su parte, hermanos, no desistan de hacer lo correcto. Pero si alguno no es obediente a nuestra palabra por medio de esta carta, tengan a éste señalado, dejen de asociarse con él, para que se avergüence. Y no obstante, no estén considerándolo como enemigo, sino continúen amonestándolo como a hermano.” (2 Tes. 3:13-15) Si uno que afirmaba ser cristiano no era obediente a las enseñanzas de la congregación cristiana, sino que prefería apegarse a sus propias ideas personales y comportarse de manera que promoviera sus propios propósitos egoístas, los responsables de la congregación deberían notar a esa persona, deberían ‘tener a éste señalado.’ No se le darían asignaciones que lo pusieran ante la congregación como maestro o como un ejemplo que otros deberían seguir.
Tal persona no sería una que un cristiano que tuviera la mente en lo espiritual escogería como su compañero en estrecha compañía. El escuchar a las ideas de uno que tuviera tal punto de vista no sería edificador, y el pasar tiempo con él pudiera llevar a contagiarse con sus hábitos. Por lo tanto el apóstol instó a los hermanos a evitar su compañía, tanto para la propia protección de ellos como para que él llegara a darse cuenta de que los fieles no aprobaban su proceder.
Sin embargo Pablo no dijo, como dijo el apóstol Juan de personas que abandonaban las enseñanzas cristianas, que no deberían siquiera darle un saludo. (2 Juan 9-11) No, él todavía era su hermano, y ellos habían de ‘continuar amonestándolo como a hermano,’ instándolo a rehacer su mente en armonía con la Palabra de Dios.
No obstante, si aquella persona insistiera en esparcir sus ideas en la congregación, causando así desunión, ¿entonces qué? Al escribir a Tito el apóstol Pablo dio este consejo: “En cuanto al hombre que promueve una secta, recházalo después de la primera y la segunda admonición; sabiendo que tal hombre ha sido descaminado y está pecando, siendo condenado por sí mismo.”—Tito 3:10, 11.
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